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Homo bestia machina: tácticas de representación del cuerpo
en Putamadre de Héctor Hernández Montecinos.(1)

Javier Norambuena

Preguntarse por la inscripción de la escritura del cuerpo desde su estatuto de representación estética, supone definir una escritura poética que opera sus líneas de significación en torno a la letra y el cuerpo. Héctor Hernández Montecinos (Santiago, 1979) en su escritura(2) vincula la escritura de la letra y de la letra cuerpo, citando, implícitamente en su gesto de política escritural, un carácter eminentemente neobarroco. En este contexto, debemos interrogarnos por las tácticas de escritura, por el modo de representación de una escritura performática, en la medida que recurre al desdoblaje de identidad, al travestismo de la letra cuerpo para constituir su representación y el establecimiento de una escritura en constante devenir de sí mismo.

Dichas tácticas y estrategias de representación recurren al vocabulario desestratificante planteado por Deleuze y Guattari en torno al cuerpo sin órganos, a cómo escribir intensidades, producir puntos de fuga al estatuto de la significación, operar desde una estructura que ocupa el devenir del significado para establecer un discurso político, y porqué no decir, un devenir escritural propio de una literatura menor. De todos modos, el proyecto escritural de Hernández Montecinos tiene un trabajo destructivo con la letra cuerpo, pues en el terreno de los juegos de representaciones la poesía de Hernández Montecinos ocupa un lugar de negación de la realidad. Cómo, entonces, leer una poética con el antecedente de su destrucción o con la conectividad de una poética en crisis a través de la letra y el cuerpo.

Parece necesario, entonces, articular un texto que explore las intensidades de la poética de Hernández Montecinos y situar algunos tentativos puntos de fuga ejecutando una pequeña cartografía de las posibles significaciones. No descuidando, desde luego, la multiplicidad de voces como operatoria de rostros desiguales en la construcción de identidad sexuada y la forma de producción de sentido como un modo de exploración opuesto a la interpretación y significancia.

Situemos el habla de Hernández Montecinos en el habla de la letra. Cómo esa letra cuerpo se habla políticamente atendiendo el uso verbal, una forma que plantea un logos, un habla pública desde el ágora poético. En este contexto, se pone en escena un sí mismo, entendamos por eso un lugar de enunciación que se relaciona consigo mismo y que centra su deber moralizante en una situación apática con la verdad(3). Diremos, por tanto, una enunciación lírica que descuida sus límites de significado abandonado, extensivamente, su vinculación con un yo colectivo. Ésta conciencia del sí mismo se enuncia desde el cuerpo sin órganos, denunciando la destrucción de la letra cuerpo, centrando así el significado poético y político en los flujos del cuerpo, en la construcción anterior a la letra, por ejemplo, la escena de la sangre como lugar de fuga corporal. Cito:

" Mis poluciones nocturnas mancharon mis lindas creencias cristianas Las practicas solitarias que también terminaron en algo que comenzaron a llamar poesía y los que también se ensuciaron las manos saben que lo que digo en estas ocho líneas De mi chico diremos que fue otro el que se acostó conmigo en esta misma cama y tuvo miedo de despertar junto a mí y me escribió poemas y dijo que me quería y me besó como a un verdadero hombre en las calles de la ciudad furiosa..."(4)

Hernández Montecinos centra constante e insistentemente la pregunta por el lugar del cuerpo en la enunciación poética y cómo este cuerpo sin órganos puede escribir poemas desde su vínculo con la ciudad. Las poluciones nocturnas, el comienzo de lo que llamamos poesía, las cartas de amor, o bien, el amor en la ciudad furiosa, establecen una circulación del significado de ese cuerpo y una convulsiva relación con un sí mismo puesto en escena colectiva. Sin embargo, esa colectividad se entiende como un cuestionamiento a su verdad vigilante, a su estatuto hegemónico, a su organización discursiva fragmentaria.

Desde este punto de vista, es necesario preguntarse por la letra en el contexto de escritura colectiva, pues la escritura de Hernández simula una colectividad representada en la perdida de sí mismo y de esos flujos de cuerpo. La letra, se imagina desde una subjetividad periférica, en donde el extrañamiento del sujeto pierde su "intuición poética". Cito:

"La tradición de sangre y semen desgarro el paso ciego de las generaciones. Con este susurro quebré la decencia que predicaron lo más indecentes y por éstos es que ninguna boca me resulto extraña Lamo la curvatura celeste y velluda de unas huevas tibias Celebro cada día las astucias de mi sicópata personal que soy yo mismo Admiro el desgarro de mí y las masturbaciones furiosas Hundo mi intuición poética en la entrepiernas de la humanidad Mi chico He perdido algo He perdido algo He perdido algo He perdido algo porque soy Hombre donde más duele." (5)

Presentase aquí la problemática identitaria de perder el sí mismo. "He perdido algo porque soy hombre donde más duele" instala por una parte, el dispositivo de la pregunta por la identidad del hablante poético y por otro, cristaliza una representación del sí mismo masculino en crisis. Con ello se abre pregunta por la identidad del cuerpo sin órganos al presentar la identidad como una cuestión de intensidades y fugas de esa identidad totalizante de lo masculino y femenino. Se recurre a la máscara, al travestismo de lo identitario, representando esa identidad, ese sí mismo y esa construcción corporal como un auténtico simulacro. La subjetividad poética y su estatuto de representación poético opera como un no lugar, como un espacio de fuga. Una subjetividad que se pregunta por sí misma no huyendo de la vida y se establece en una relación de vértigo, de un auténtico peligro.

Insistamos en el tema de la representación de la verdad. Según Foucault, en la diferencia entre la semántica de la locura y la de un poeta(6) ninguno de los dos "conoce la Diferencia; por todas partes ve únicamente semejanzas y signos de la semejanza; para él todos los signos se asemejan y todas las semejanzas valen como signos" (Pág., 56) En este punto, entonces, cabría preguntarse por cómo en la poesía de Hernández Montecinos se pregunta el hablante por el signo de la verdad, en tanto objeto-cuerpo por su vínculo de la palabra del loco y palabra del poeta. Anota Foucault, "el poeta hace llegar la similitud hasta los signos con una semejanza que acaba por borrarlos" (Pág., 56). Con esto, podemos señalar como un gran punto de fuga y una problemática forma ordenar un discurso poético la verdad, en tanto discurso del cuerpo, como un interrogatorio del sí mismo. "He perdido algo He perdido algo porque soy Hombre donde más duele".

Aquí el sí mismo es el cuerpo sexual, la pregunta por cómo escribir ese cuerpo (desde la representación de la interrogante de cómo escribir esa letra-cuerpo) y preguntarse, al mismo tiempo, por el estatuto de su verdad, o de su propio orden discursivo. Cito del fragmento La historia de la letra hache:

"Por esta escalera asimismo descenderán palabras páginas y libros cada uno con un espejito en la mano asegurando que no habrá hacha que la derribe aunque haya palabras que corten y letras que se entierren en la piel" (7)

Entendamos la excripción(8) como una institución, como una política de escritura de un habla cuerpo, de la representación mimética de la letra-cuerpo. El cuerpo y su habla comienza y termina en sí mismo. Crea un sí mismo que se cita y autocita. No obstante, el cuerpo textual se pone en escena en la ciudad. Lo citadino hace que ese cuerpo transite por una retórica de los cuerpos puestos en escena. Con este cuerpo representado en lo social y desde su espacio social hay una implícita pregunta por cómo el cuerpo (el cuerpo lírico) es representado ocupando sus significancias miméticas, sus tácticas de escritura corporal en tanto hecho social.

En definitiva se trata de excribir el cuerpo, tatuar el espacio que ocupa el cuerpo para dar cuenta de esa ciudad que se proyecta, que se pone al frente como un fantasma. La ciudad como inconsciente o espacio de fuga del sí mismo, cito:

"Y Santiago de Chile de repente amaneció encima mío
hablando de autorretratos y bostezos
cuando los bostezos y los autorretratos
son en realidad otra razón para sentirme enloquecido
por los cánticos de las montañas
que gimen cuando frotan entre sí sus vientres
si yo fuera tan invisible como ellas
no sería el que destroza la luz del día
Santiago de Chile me habla al oído y me muerde con sus manos
Santiago de Chile ha sido en vano toda transgresión
Que no tenga que ver con nuestras ligeras perforaciones
Santiago de Chile tu nombre me recuerda
Que nunca voy a engendrar padres ni madres".(9)

La ciudad se presenta como el imaginario crítico, como el espacio social de un cuerpo que se interroga por las perforaciones, por los orificios del recuerdo de la identidad: " Santiago de Chile tu nombre me recuerda que nunca voy a engendrar padres ni madres". El abandono del cuerpo a la extensión de la identidad sexual es preguntarse por el dispositivo del cuerpo en su correlato histórico, en sus vaivenes que han construido historia marginal y convertido en espacio de flujos (un conjunto de cuerpo históricos) como una palabra, como una letra cuerpo que sangra por la hegemonía que busca cauterizarlo. ¿Cuál es la historia de ese Santiago?, ¿cuáles son sus relatos callados que castran una maternidad o paternidad?. Tatuar la pregunta en la ciudad es hacer sangrar el flujo de esa pregunta por la ciudad(10). La ciudad, también, como escritura de una letra cuerpo. Del texto El sueño de la casa propia cito:

"Una casa no es el mejor lugar para guardar algo Porque dentro todo está roto y multiplicado por el número de las paredes que la contienen La casa proyecta un reconocimiento significante y luego se ríe Impenetrable e indisoluble frente a los gestos que son trampas y zonas de escozor [...]

Una casa acontece Realidad es sinónimo de turbulencia indagadora La casa es primera persona plural El plural es la resistencia propia de las hablas El habla es extender un trozo de lengua en alguna parte La alfombra es una lengua Un mapa histórico para la bajada de la cama"(11)

Segmentos de textos y vocablos huérfanos(12) : La voz poética de Héctor Hernández Montecinos, se presenta desde un no lugar problemático pues sitúa el habla en el cuerpo-nación. Retomando la relación antes dicha sobre verdad y excriptura, debemos establecer el punto de fuga de la pregunta por la función mimética del cuerpo en la representación de la escritura corporal de Hernández Montecinos. Sugiero, en este punto, leer el cuerpo nación como un cuerpo mixto(13) ubicando la representación sexual como una generación y una genealogía, cito:

" Una casa siempre está llena de hombres sueltos y cuerpos suspendidos De una música natural de una fiesta que sucedió hace miles de años A veces se encuentran puntas de lanzas adentro del microondas Otras veces son flechas y arpones de hueso los que aparecen debajo de las sábanas La casa es el recuerdo de una generación y una genealogía que comparte la misma sangre manchando el piso". (14)

Desde este punto de vista se deshace el cuerpo sexual de la nación. El cuerpo, sin embargo, es explorado desde sus propios límites y lo femenino no es sino una pose o una artificialidad de la letra. La letra cuerpo mixta desde su propia destrucción, desde la interrogación del sexo de la letra cuerpo. En este punto, es que una conectividad posible puede relacionarse con Edipo y la escritura, relacionando su naturaleza escritural al vínculo entre sexualidad y pensamiento, anota al respecto Julia Kristeva, "la experiencia de la escritura no sólo traspone o trascribe el acontecimiento amoroso en el cuerpo de la lengua, sino muchas veces se le substituye cuando no lo supera. La escritura como realización de la organización edípica, reconocimiento del fracaso y reconducción de la rebeldía: tal es quizás el secreto de lo que llamamos "sublimación". Cabe interrogarse, desde luego, por cómo la representación del cuerpo se escribe simbólicamente a través de la triada madre-padre-hijo, resolviéndose el incesto en un mismo cuerpo, en un cuerpo escrito en sus propios límites sexuales(15) que autoedipisa su deseo.

"Escribo a mi hijo A ese hijo que nunca tendré y ahora que lo digo me siento de alguna manera huérfano Si me pusiera tetas sólo podría darte de beber hilos de nylon de un calcetín roñoso Si tuviera que ponerte pañales los haría con páginas manuscritas llenas de odio contra ti"(16)

Letras escritas y líneas descritas que cruzadas con las líneas de vida virginales, políticas, sexuales pretenden armar un cuerpo innombrable. Voz poética difusa y contracultural, si se requiere, a la hora de formalizar la letra. Cómo trabajar la letra, cómo hacer posible su construcción corpórea. La letra, entonces, se agencia como una maquinaria alternativa, una máquina de guerra que no pone en crisis la escritura ni el sistema escritural, sino el deseo de la letra (cuerpo mixto y cuerpo de la nación). Preséntase, entonces, la letra cuerpo destruida, extralimitada y arraigada a dos planos de significados: por una parte el cuerpo mismo del hablante poético, constituyendo una excripción del cuerpo (gesto desde luego neobarroco); por otra parte, la letra cuerpo arrojada a sus puntos de fugas y multiplicidades de significado. Letra asexuada, mixta y maquínica. En definitiva, una letra asexuada y sin órganos. Una máquina que hace letra, o bien, la construcción de un cuerpo sin órganos, donde sólo la letra cuerpo pervive como resistencia a ese mismo sistema maquínico (el capitalismo y sus formas de dominación simbólica) que organiza a la letra como sujeto de enunciación. Esta táctica de inversión del signo letra y del significante como gesto político me parece analizable como gesto contracultural(17).

La letra cuerpo como representación de un Edipo que recurre a su saber esquizofrénico y que se enuncia desde su escritura, se autocita consciente del imaginario del falo simbólico, falo imaginario y potencia real(18) . Cuando el cuerpo se representa como letra difuminada y como vagina fálica, en su puesta en escena sin órganos, o bien, letra de cuerpo sin órganos. Finalmente, parece necesario insistir en la retórica de exploración de los límites del cuerpo usando a la letra como medio de exploración, como punto de fuga diagramático para establecer una escritura contracultural y disidente, donde no quedan fuera los vínculos entre lenguaje y pensamiento, escritura y cuerpo y entre letra y política de escritura. Es este carácter de escritura de la letra sin órganos la conectividad mayor de la poética de Hernández Montecinos ubicándola en un lugar privilegiado dentro del contexto de las poéticas neobarrocas latinoamericanas. Edipo sin letra, escritura vaginal, cuerpo sin órganos agrupados en Homo Bestia Machina. Cito:

"Yo soy un hombre que ha perdido algo desde que encontré en la vagina fálica de mi madre al primero que hizo daño y quise matar al que no pudo verme llamando al niño que no fui (...) Yo soy un hombre que ha perdido algo y anoche me vieron llorando todo el día alrededor de los segundos de la especie y por amenazar la buena complacencia quisieron dejarme caer lejos de los intersticios de mi amor"(19).

Insistamos en el punto de los espacios de verdad, espacios de enunciación como lo que significa construir un cuerpo sin órganos textual, tatuar los flujos de cuerpos es desarticular un yo que escribe, tal como señala Patricia Espinosa, "un yo que roza el flujo de la conciencia y desoye muchas veces el formato poético. Un yo dialogizado en términos de asumirse víctima, pero a veces victimario, suplicante, mujer, hombre, amador, de Dios o de su chico"(20). Aquí, entonces, instalamos los flujos maquínicos de Homo bestia machina, de María Paulina Rubio, en definitiva, de la búsqueda de los nombres del cuerpo, de un cuerpo, que serían el significado de la identidad, pero también sujetos que al tener nombres móviles realizan su demanda de sentido(21) y construyen ese otro cuerpo de sentido. El otro cuerpo significante y que opera como fuga textuales o fragmentos inoperantes desde el punto de vista de la formalidad poética, acaso métrica, de la poesía(22).

Me parece necesario, finalmente, verificar cómo se escribe y tatúa con la crisis del nombre, con la significación del cuerpo como puntos de fuga significantes, una escritura de la fascinación. Pues, como señala Nancy, el cuerpo se pone en escena desde la escritura de la mano-cuerpo que escribe. Cito del Tratado de la fascinación un pequeño fragmento que representa el acto de escritura:

"yo en toda esta escena no He Hablado nada sólo He escrito lo que Ha sucedido realmente bajo un extraño estado de maravillosidad misterio angustia y deseo en este libro esa intensidad se ha llamado fascinación sólo fascinación que no puede explicar con un lenguaje que no esté también fascinado"(23).

En efecto, en esta fascinación de la escritura el brazo es acto de escritura, una especie de testigo productor de ésta, funcionando como extensión corporal al tatuar la letra, como imagen textual que la H es escrita con Mayúscula. La fascinación de la escritura recuerda el trabajo del argentino Néstor Perlongher mediante la conjugación de poesía y éxtasis mediante sus experiencias extáticas con la "bebida sagrada" (ayahuasca), reflejado en el poemario "Aguas Aéreas". De este modo La Historia de la hache insiste en la representación política de una escritura de la fascinación,

"esta letra singular contiene a todas las otras porque ha sido ella quien las inventó Hache no es muda ni tampoco representa al silencio Hache sobre hache es una escalera por la cual Homónimo podrá entrar y escribir aunque esas decenas de haches vienen de otras decenas de homónimos que también escribieron"(24).

La fascinación escribe la letra cuerpo, la letra hache como significación del cuerpo en crisis. Una escritura que se entierra con letras en la piel y palabras que corten, supone una escritura en devenir de sí mismo, de escritura del sí mismo, como señalaba Foucault parresiástica, que se pregunta por el origen de esos flujos de cuerpos y por la extrañeza de su representación como letra, "esto que tú ves no son palabras" escribe Hernández. Es, entonces, una escritura en devenir del sí mismo, una representación trágica del sí mismo pues anuncia sus propios simulacros como cuerpo de escritura y como cuerpo de sí mismo. Cito finalmente,

"Siento que los huesos de mi mano derecha pertenecen a un esqueleto que no me pertenece En realidad creo que ninguno de mis huesos me pertenece porque los huesos vienen de un mismo lugar que no tiene nombre El origen es silencioso En el vientre materno nada de lo que había tenía nombre Sólo existían hemorragias y explosiones Entonces escribir es ese abrazo imposible Ese falso coito en que vuelvo a ser niño y en que vuelvo a no conocer ningún nombre Como cuando mi historia personal era la historia de la historia de los olores"(25)

 

 

NOTAS

(1) Una versión de este texto fue leída en el XIV Congreso de la Sociedad Chilena de Estudios Literarios, realizado en Arica durante Agosto de 2006.

(2) Me ocuparé del primer volumen de la antología recopilatoria del autor, Putamadre, que otorga una panorámica de las matrices de sentido en la escritura de Hernández Montecinos.

(3) Señala Foucault que "La parresía es una forma de actividad verbal en la que el hablante tiene una relación específica con la verdad a través de la franqueza, una cierta relación con su propia vida a través del peligro, un cierto tipo de relación consigo mismo o con otros a través de la crítica [...] la verdad en lugar de la falsedad o el silencio, el riesgo de muerte en lugar de la vida y la seguridad, la crítica en lugar de la adulación, y el deber moral en lugar del propio interés y la apatía moral"

(4) Hernández Montecinos, Héctor. Putamadre. Lima: Zignos, 2005. Pág., 34.

(5) Ibid, Pág., 36.

(6) Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Buenos Aires: Siglo XXI, 2003.

(7) Hernández, Op Cit, Pág., 63.

(8) "La excripción se produce en el juego de un espaciamiento in-significante: el que desliga las palabras de su sentido, y no deja de hacerlo, y que las abandona a su extensión" Jean-Luc Nancy, Corpus.

(9) Ibid, Pág., 55.

(10) Recordemos aquí, por ejemplo, la novela Vaca Sagrada de Diamela Eltit como antecedente directo a nivel intertextual con respecto a la díada sangre y ciudad. La ciudad, en Eltit, se representa como un cuerpo que sangra sobre los espacios íntimos de representación (el bar, la casa, la plaza, etc) enunciando un sí mismo desplazado al cuerpo, escenificando con sus turbulencias las convulsiones de sentido político y poético.

(11) Ibid, Pág., 79.

(12) "Deshacer el organismo nunca ha sido matarse, sino abrir el cuerpo a conexiones que suponen todo un agenciamiento, circuitos, conjunciones, niveles, umbrales, pasos y distribuciones de intensidad, territorios, desterritorializaciones medidas a la manera de un agrimensor. En última instancia, deshacer el organismo no es más fácil que deshacer otros estratos, significancia o subjetivación. [...] Arrancar la conciencia del sujeto para convertirla en un medio de exploración, arrancar el inconsciente de la significancia y la interpretación para convertirlo en una verdadera producción, no es seguramente ni más ni menos difícil que arrancar el cuerpo del organismo" Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil Mesetas.

(13) Sigo en este punto a Nelly Richard quien lee el cuerpo mixto (limite difuso entre lo masculino y femenino) en el contexto de la obra performática de Carlos Leppe, en el libro Cuerpo Correccional (Santiago: VISUAL, 1980)

(14) Ibid, Pág., 81.

(15) En: Sentido y sinsentido de la rebeldía: literatura y psicoanálisis. Santiago: Cuarto Propio, 1999. Pág., 141.

(16) Ibid, Pág., 90.

(17) No ahondare en este punto por cuestiones de extensión, sin embargo dejo abierta la inquietud y la necesidad de leerlo como modo de circulación contracultural del texto.

(18) Señala Julia Kristeva, " el lenguaje se halla fuertemente implicado en el conflicto edípico, se produce de manera imaginaria para el pequeño varón una identificación entre, por una parte, la extraña función que él adquiere progresivamente y que es la palabra y, por otra parte, la experiencia edípica gratificante que constituye el placer peniano o fálico" Op Cit, Pág., 151.

(19) Ibid, Pág., 35-36

(20) Espinosa, Patricia. Entre lo queer y neobarroco. Santiago: Revista Rocinante, N° 31.

(21) Rojas, Sergio. Sobre el concepto de "Neobarroco". Santiago: Escuela de Filosofía, ARCIS, 2006.

(22) No ahondaré en este punto de lo métrico, ni la construcción fonética del cuerpo pues forma parte de otra etapa de investigación.

(23) Pag 62.

(24) Pág., 63.

(25) Pág.,66.











 

 

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