UNA FIESTA, UNA
HERIDA
Presentación de El Final de la Fiesta (Stgo: Calabaza
del Diablo, 2005) de Pablo Paredes
Por Héctor
Hernández Montecinos
México DF, 16
de octubre 2005.
Una fiesta, una herida, un país. Este libro habla sobre una
nación que poco a poco se va acabando. Chile es una palabra
hueca, una cajita musical descompuesta con los restos de esa
nación larga y flaquita.
Pablo Paredes en El Final de la Fiesta reconfigura la
cenizas de cuerpos que nunca aparecieron, las hablas minoritarias
y los territorios que la gente de bien nunca conoció. Chile
poco a poco se nos pierde en las cartografías contemporáneas,
nuevos viejos colonialismos económicos arrasan subrepticiamente
la casa inmunda.
Paredes habla de tres Chiles que son uno solo; el primero es el Chile
dictatorial que coincide con la infancia de la subjetividad escribiente,
donde la pobreza se convierte en carencia, y la carencia luego se
disfraza de poesía. Una escritura contingente que da cuenta
de un poema histórico, tachado, borrado corregido, escrito
con la sangre negra de nuestros nuevos negros. El texto “La visita
del Papa” es iluminador, pues en él la llegada de J.P.II el
año 1987 a Chile fue a la vez un apretón de mano con
la dictadura, pero al mismo tiempo la extremaunción a un proyecto
democrático que jamás se volvió a recuperar.
Cito:
En las escuelitas nos hacían cantar
mensajero de la vida, peregrino de la paz. Años más
tarde vino Michael Jackson, años más tarde vino The
Rolling Stones, antes de eso, sólo el Papa. Y el Régimen
hizo llenar las calles de cruces gigantes como si al fin se le diese
cristiana sepultura al muerto gigante de Chile. (p. 20)
El segundo Chile que se pone en escena es el posterior al régimen
militar, es decir, la transición democrática que algunos
han llamado la transacción económica, y que coincide
con la adolescencia de la subjetividad escribiente. Cuerpos, cuerpos,
cuerpos que brillan; objetos, objetos, objetos que aparecen para una
nueva clase media exproletaria. La fiesta de Paredes, es una fiesta
de luto, como se hace en el mundo rural. Largas jornadas donde emborracharse
es recuperar una memoria alternativa llena de deseos y miedos. Cito
el poema “El triste espectáculo que estoy dando”:
Trato de hacer círculos con los
chonguitos de mis brazos,
estoy probando nuevas drogas
me estoy inyectando arañas en los brazos:
el show debe continuar
hasta terminar ido,
muerto,
masturbado a la fuerza y en dirección contraria. (p.
60)
El tercer Chile es el más trágicamente espectacular,
pues es el hoy, el Chile que acaba de concluir su transición
con la proclama de reformas constitucionales que no hacen más
que silenciar, mutilar y borrar la contingencia de una comunidad social,
civil y democrática. Las dictaduras unívocas han explotado
y fragmentado en muchas microdictaduras, microfísicas del poder
diría Foucault, agenciamientos molares aglutinantes en un plano
de inmanencia política Deleuze. Las polidictaduras son económicas,
sexuales, raciales, sociales, etarias y ya no hay un rostro visible,
un panóptico que en su propia reversibilidad deje de ser un
espectro. Chile está lleno de fantasmas, que en la fiesta que
propone Paredes toman cuerpo, individual y social.
Este libro es uno de los recuentos poéticos más lúcidos
en cuanto a la contemporaneidad de nuestras historias latinoamericanas,
entre muchos de sus logros, quizá el que más impacte
es la profundidad frívola de esta subjetividad que no deja
de bailar para que no la maten, para no escuchar los llantos y los
sollozos del desastre.
Baila Paredes, como anoche, en medio de la pista, sé la vedette
postglam acá en el México de nuestras diosas toltecamente
trágicas. Sigue bailando Paredes, como niñita, como
niñito, emborráchate y olvida toda la penita en el corazón.
Así seremos dos los que bailemos, los que nos quedemos hasta
el final de la fiesta, de tu fiesta, de nuestra fiestita.