UNA
NUEVA CIUDAD EN LA NOCHE DE LA FICCIÓN LITERARIA
Presentación
de Valdivia (Santiago: MANTRA editorial, 2006) de Galo Ghigliotto
Por
Héctor Hernández Montecinos
Como si
se tratara de una ciudad que ya no existe, como si se tratara de un poema que
no se ha escrito, como si se tratara de una vida que no es más que ficción,
la literatura que está frente a nuestros ojos pone en jaque el tiempo pasado
y redibuja lo que será el mañana, porque justamente esa mínima
diferencia entre lo que fue y lo que vendrá es lo que permite que el poema
sea una bisagra entre un cuerpo y el territorio que lo contiene. Y desde ese mismo
intersticio es que la alucinación de esta nueva ciudad que nace y muere
en el mundo de la ficción literaria explora sentidos
y un imaginario que desarticulan la idea de localidad para presentar una sensación
de lugar mental, absolutamente nómade, exquisitamente lírico y abruptamente
fatal.
Valdivia de Galo Ghigliotto (1977) aparece con la
más delicada violencia que un poema puede permitir, puesto que desde la
primera parte, de las dos que componen este libro, se pone en escena una microépica
que no sólo hace referencia a la fatalidad, sino que lo es en sí
misma. La "Gloria a Serafín Rodríguez, Santo Mártir
de la ciudad de Valdivia" es el canto elegíaco y paródico a
un personaje marginalizado por la sociedad que dio su vida a cambio de la de su
hermano gemelo ante un tribunal que lo acusaba de robo. De este nuevo mito underground
hoy solamente queda una gruta venerada y visitada en Valdivia. Una animita como
el resquicio de lo que alguna vez fue una vida, un poema escrito de lo que alguna
vez fue una vida, o sea la vida ante todo como el gran fantasma que viene a llevársela
a sí misma. Este poema es el canto a una posibilidad, a una renuncia que
en último término es el gesto radical máximo al que se puede
aspirar porque la muerte es el último y mejor poema que se puede escribir
sobre una página en blanco, sobre el cuerpo con tinta o sangre, pero la
muerte al fin como esa última letra que no termina de escribirse.
La segunda parte, "Valdivia", es el guión de un largometraje
de ficción, que de tan ficción existe más que cualquier historia
real. Una casa en Valdivia, una madre, un padre, una nodriza, un niño,
los vecinos, la policía, un río, pero luego los fantasmas, los payasos
con colmillos, los amigos imaginarios en el río, los dibujos animados convertidos
en monstruos, el diablo, el viejo pascuero con los cadáveres de los niños,
es decir, dentro del imaginario de esta novela negra está inserta otra
película en la mente de esta voz que deviene niño, pero niño
muerto, en la cual la ciudad de Valdivia son todas las ciudades que un niño
puede llegar a desconocer, al igual que su familia. El cuerpo siempre herido de
una mujer, un hombre siempre persiguiéndolos como si se tratase de la violencia
deleitosa que puede existir entre quien escribe y su página en blanco.
Tinta como sangre, los poemas huyen de los poetas porque estos lo quieren todo,
y arrancan a tirones lo más lejos que pueden, pero aun así los poetas
los persiguen, los acorralan, los persiguen en auto hasta que los poemas no pueden
más y se lanzan en un auto al río para desaparecer para siempre
(como los de las páginas 82 y 83), pero incluso así todo poema es
el sinónimo de una vida, y no morirán.
La ciudad de Valdivia
ha sido ya el escenario de una nueva leyenda escrita desde el más allá,
que es el más allá del papel, el más allá de una pena,
el más allá de un libro que tiñe de sangre cada ojo que lo
lee porque esa sangre es la que le permite ver. Una Valdivia mental que son todas
las ciudades del mundo, todos los lugares en que el deseo y el miedo se entrecruzan
y se inscriben sobre un cuerpo. De algún modo, este libro viene a ser un
libro de los muertos, una escritura también más allá de lo
que es literatura, más allá de lo que podemos entender por una biografía,
más allá de cualquier temor.
Valdivia de Galo Ghigliotto
invierte irónicamente una forma lárica y la hace alucinante, arriesgada,
obsesa y por sobre todo mental, pues ahí todo es colectivo, tanto la historia
como el dolor y los recuerdos. Este libro abre formas insospechadas de hacer ficción,
de pasar de un poema a una película, de convertir la demencia en una de
las obras más conmovedoras, más irradiantes, más alucinadas,
pero sobre todo, más sinceras porque la ficción es la última
verdad que nos queda.
Stgo. 24 de noviembre de 2006. ...
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