Un
río interminable y caudaloso
"[coma]"
MANTRA Editorial, Santiago, 2006,
379 págs.
Héctor Hernández Montecinos
Por
José Ignacio Silva A.
El
Periodista, año 5, nº 125
Hace
un tiempo, quien suscribe tuvo la oportunidad de comentar otro libro del singular
poeta Héctor Hernández Montecinos (Santiago, 1979), "El
barro lírico de los mundos interiores más oscuros que la luz"
(Contrabando del bando en contra, 2003), y en esa ocasión se señalaron
unas cuantas cosas que podrían servir al lector para armar un identikit
del autor. Como la idea no es dejar
en penumbras al lector, pero tampoco repetir al pie de la letra lo ya escrito,
vayan unos highlights de la crítica previa. Leer a este poeta es una experiencia
en sí misma, y estar desprovisto de algunos referentes no es lo más
recomendable. Segundo, que su escritura es de una singularidad que la distingue
del resto de la lírica joven chilena, y que, pasado el tiempo, hace que
hoy unos cuantos jóvenes que hacen sus primeras armas en poesía
sigan las formas de Hernández. Tercero, Hernández mantiene intactas
tanto su capacidad literaria así como su sapiencia lingüística.
Vamos
ahora a [Coma] (MANTRA editorial, 2006), libro que es parte de una saga
que Hernández inició hace años con "No!",
"Este libro se llama como el que yo una vez escribí",
prosiguió con "El barro…" y supuestamente culmina con
el presente volumen. Mencionemos primero algunas encomiables mejoras en la edición;
uno: páginas numeradas (su ausencia era inexcusable) dos: una edición
cuidada, con una tipografía y tipo de papel que hace de MANTRA el escalón
superior a "Contrabando…" tres: índice, lo que finalmente hace
notar que las ediciones de Héctor Hernández al fin se pusieron pantalones
largos, y le hacen un servicio a su propia poesía, antes que un autogol.
Luego,
el texto. Un sello indeleble de que este libro se parece a los dos anteriores
es la presencia copiosa de esa expresión desbocada, brutal e interior que
plasma el autor en un gran porcentaje del volumen. Claramente Hernández
es su propia escritura, y lo hace saber al lector. Y, hay que decirlo, tras leer
cerca de mil (!) páginas de escritura parecida, ya cae algo pesada. Pero
bien se ha dicho por ahí (de boca de Raúl Zurita, si la memoria
no traiciona) que la obra de los poetas se salva por un puñado de poemas
de gran calidad, lo que queda refrendado en este libro, específicamente
en la sección "La aparición del día". Acá
es posible ver a un Héctor Hernández que puede superar ese relato
verborreico, desesperado y violento de su yo, su literatura y sus circunstancias
(solapa de este libro incluida) y saca a la luz poesía de alto vuelo, invencible
al tiempo, galvanizada de una pátina de suficiencia que es perfectamente
capaz de llegar e impactar al "gran público". Esos versos de
alto vuelo que asomaron en los volúmenes anteriores, hoy encuentran más
espacio y un fulgor y calidad también mayores, en vez de rizar el rizo
del discurso personal y delirante.
Lo anterior se suma a otra gran cualidad
de esta poesía, y de la de muchos a los poetas que en la actualidad escriben
o editan: la acuciosa revisión y reescritura de la poesía chilena
del siglo XX. Hernández Montecinos tiene por delante un futuro escritural
ajetreado, pues es una de las plumas más movidas, abundantes e inquietas
de la poesía actual. Con él no nos quedaremos cortos de versos,
y si se mantiene la tendencia, más pepitas de oro quedarán luego
de lavar ese río interminable y caudaloso que es la poesía de Héctor
Hernández Montecinos.