A los 22 años, este estudiante de letras
se ha instalado a la cabeza de la novísima generación
poética local con un lenguaje que recoge las voces de la calle
y las fusiona con música y pintura.
Con varios premios de poesía en el cuerpo, Héctor
Hernández se perfila como uno de los poetas locales más
talentosos e inquietos de la novísima generación. Tras
participar en la publicación colectiva “Objeto/reflejo”,
acaba de sacar del horno su primer libro individual, titulado “No!”,
a través
de Ediciones del Temple.
La escritura de este autor de 22 años, estudiante de letras
en la Universidad Católica, se caracteriza por el uso de un
lenguaje de fuerte componente alegórico, cercano a la plástica
y a la música, que convierte su obra en una especie de poesía
visual.
Pero Hernández no descansa: ya tiene listo “Déjà
vu, categorías visuales de la gloria trágica”, un
contundente volumen que recoge textos suyos escritos entre 1999 y
este año y que pretende lanzar en los próximos meses.
Además, muy pronto editará “Flor de lepra”, una
antología de poemas de diez autores nacidos en los 80, seleccionados
por el propio Hernández.
-Tú hablas y escribes siempre en plural. ¿A quiénes
aludes?
-A un grupo de amigos, de entre 18 y 23 años, que hoy comparte
un espacio y que está en la misma.
-¿En cuál?
-Más que ser escritores, poetas, pintores o músicos,
somos sujetos que estamos viviendo. Tenemos una onda más personal
que intelectual. Nunca nos hemos planteado como vanguardistas.
-¿Mantienen algún diálogo con los poetas
que los preceden generacionalmente?
-El diálogo es el no diálogo. A la generación
de entre 25 y 30 años la veo súper individualista, cerrada
y académica. Y ellos nos ven a nosotros como a unos pendejos
jugando a ser poetas, jugando a ser músicos, siempre jugando.
Nuestra actitud, nuestra parada frente a la literatura y al arte,
es muy diferente.
-¿En qué sentido?
-Lo nuestro es más abierto, menos excluyente. Nunca hemos limitado
el espacio literario a la escritura. La música, la instalación,
la poesía: todo se cruza. Somos más libres y, como nunca
nos han pescado, mala suerte si no les gusta. Nosotros no le rendimos
cuentas a nadie.
-“Todos los géneros son una convención que no necesitamos”,
dices en tu libro. ¿Por qué te molestan tanto las definiciones?
-Delimitar me produce mucha suspicacia. Ver la literatura como un
género definido responde a otra época. Ahora tenemos
otras necesidades, son otros los aconteceres. Para mí la literatura
tiene que ver con lo que pasa, con lo que vivo, con lo que oigo en
la micro, con lo que habla por teléfono mi mamá con
mi tía, con la calle.
-¿Tú dirías que “No!” es poesía?
-La editorial me pidió un libro de poesía, yo armé
un libro de poesía, publiqué un libro de poesía
y ¿qué estoy mostrando? Ahí es donde interviene
la lectura. Que cada cual lo lea como más le guste: como biografía,
como relato urbano, como poesía o como quiera.
-Si te definen como poeta a secas, ¿te molesta?
-Si alguien pone esa categoría entiendo que está resumiendo
algo. Es la convención: eres novelista, cuentista o poeta,
y no hay más. La gente no se da el trabajo de entender la multiplicidad
de esas subjetividades.
-Pero si tuvieras que definir tu oficio...
-Bueno, si el que pinta es pintor, el que escribe será escritor.
-Muchos de tus pares han optado por el anonimato. ¿Qué
sentido tiene para ti publicar?
-Publicar fue un azar. Fue un accidente bonito. Pero pudo pasarle
también a cualquiera de mis amigos.
-Pero ahora quieres seguir publicando.
-Cuando uno ya está con la pata enyesada, se le empiezan a
enyesar los brazos y el resto del cuerpo. Publicar es irse enyesando,
y hay que tener cuidado con eso. Me imagino que en algún minuto
uno dirá basta. Supongo que llega un momento en que los escritores
sólo quieren quemar sus libros o comprar todas las ediciones
para que nunca más los lean.
Buscamos luchar contra la desesperación
del tiempo y los
demonios del poder
Pero sólo ahora hemos resuelto que la poesía
es un rumor de
prestigitadores
Y que nuestros dedos son dardos
La verdad es una de las pocas mentiras que hace daño
en este
contexto
No escribimos artes poéticas leemos las coyunturas
de la vida
Nos ha tocado hacer el trabajo sucio
Destrancar las alcantarillas llenas de guaguas rancias
porque en las camas de mi casa los durmientes no cesan de
crecer
y me aprietan y no me dejan escribir y dicen que estamos mal
muy
mal
*Fragmento
de “No a las respetables putas de la belleza”, incluido
en “No!”.
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Foto:
Carla Pinilla