No soy la persona más indicada para hablar de la nueva nueva
generación de poetas, por una simple razón, la mayor
parte de ellos y ellas son mis amigos y amigas. Todos hablamos mal
del Mal chileno de los amiguismos, los nepotismos, las dinastías
y todo eso, pero me atrevo a escribir este artículo no para
efectuar alguna estrategia de poder, ni por algún oportunismo
disimulado, ni menos con un afán paternalista. Los y las jóvenes
poetas que presento son mayormente inéditos, no pertenecen
a ningún circuito de influencias, no aparecen en las antologías
oficiales, leen sus textos en bares o pequeños centros culturales,
no quieren hacerse famosos ni ricos (en poesía, nadie con un
dedo de frente). Ellos y ellas escriben desde la desobediencia de
sus quehaceres hogareños, estudiantiles, familiares y hasta
juveniles. Y a pesar de todo siguen con la palabra como resistencia
e intervención. Su poesía es arriesgada, da cuenta de
una contingencia personal, no temen a escribir. Su dolor se convierte
en ironía y su rabia en belleza.
Los más antiguos que conozco son de los talleres de Balmaceda
1215 en Santiago, hablo de Ignacio Briones (1975), un hábil
desarticulador de la página en blanco, ha publicado en varios
libros colectivos y el suyo el año 2002 El mago Zerez,
donde reconstruye desde una muerte filial una voz regenerativa
de la justicia y un duelo otro. Marcela
Saldaño (1981), es una proliferante poeta que
eclosiona el lenguaje llevándolo a sus más duros reveses,
también ha publicado en varios libros colectivos; Gladys
González (1981), es una penetrante y eficaz
observadora del “tráfico nocturno del paraíso” como
diría Ginsberg, tiene publicados libros colectivos y Papelitos,
una pequeña edición hecha en Buenos Aires. Felipe
Ruiz (1979), quien ha ganado varios concursos importantes de poesía,
su escritura penetra los intersticios de los contratos civiles como
lo es el familiar o el poético mismo, es inédito pero
tiene un libro listo Co bi jo, con el que ganó el premio
Armando Rubio el año 2003. Alexis Donoso (1980) también
es inédito y tiene material de sobra para ser publicado, su
poesía da cuenta de una nueva sensibilidad urbana que pone
en jaque “la microfísica del poder” y sus relaciones entre
sujeto hablante y objeto lírico. Eduardo Barahona (1979)
ha publicado en Desencanto personal: Reescritura del Canto General
de Pablo Neruda (Cuarto propio, 2004) y su poesía reconstruye
un lugar deslugarizado con la metáfora de la ciudad como una
zona móvil y traducible desde la sensación contemporánea
de (des)pertenencia. Rodrigo Olavarría (1979) también
aparece en el libro anterior, la configuración de sus textos
se ve enriquecida por una erudita competencia literaria y una translación
del mismo idioma castellano como inscripción y posibilidad
de desborde. Diego Ramírez (1982) de igual modo es parte
de la re-escritura de Neruda, no obstante su obra es una de las mayores
de la nueva escena, en ella construye un increíble imaginario
performativo desde sus textos hacia la noche como una escenografía
subjetiva dentro del mercado humano neoliberal, tiene libros en coautoría
con Gladys González.
De los pocos poetas que conocí en la Universidad Católica
mientras estudiaba literatura quisiera rescatar a Alonso Venegas
(1979) quien deconstruye la materialidad del vacío escritural
como una zona de ilegalidad de la imaginación fragmentada.
Nicolás Cornejo (1979) también desentiende el
discurso literario como una convención retórica y trabaja
sus puntos de fuga hacia
una exterioridad risueña, es inédito. Carolina Díaz
(1979) en sus textos exhibe una arista del cuerpo sexuado como suspensión
de sí y el fluido como un acontecimiento de verdad. David
Romero (1980) encabalga una nueva épica del sujeto trastabillado
y pleno da alucinación. Paula Ilabaca (1979) también
forma parte de esta nueva escena poética.
Entre los poetas de regiones que he tenido la suerte de conocer algunos
son Manuel Valencia (1979) que vive en la quinta región
y ha recibido distinciones por su obra inédita en el extranjero,
su poética se caracteriza por una multiplicidad de cuerpos
literarios que cruzan su producción dando cuenta de una pulsión
arrebatada y delirante. Un poeta de la décima región
es Pedro Montealegre (1975),
él ha sido postergado de los círculos más oficiales
de la poesía justamente porque su sensacional obra, como el
libro Santos Subrogantes (Universidad Austral, 1999), produce
un quiebre al formalismo enfermizo de la endeble generación
de la que pudo despegarse. Pablo Karvayal (1975) vive en Rancagua
y está preparando su primer libro, allí da cuenta del
cruce entre la poesía como un cuerpo erótico en diálogo
y las condiciones sociales que la escenifican en un momento determinado
por el viaje como correlato. Arnaldo Donoso (1979) de Chillán
tiene un libro inédito completamente alucinante que enrevesa
el lenguaje poético y teórico en la transversalidad
de ambas escrituras como gesto y síntoma de la epifanía
de la palabra. También de Chillán, pero nacido en Coyhaique,
es el poeta más joven que conozco, Nicolás Barría
(1989) quien el año pasado publicó su libro Las dos
mitades del sol (Aluén editores, 2003) donde repasa partes
de la contemporaneidad histórica con su lúcida visión
en un lenguaje prístino y notable por su factura. De Talcahuano
es Pedro Díaz (1979) quien publicó Claustrofobia
(Lar, 2000) lugar desde donde redescubre el cromosoma de la palabra
como fractura y quiebre de la representación. Nacido en Temuco
pero residente en Santiago es Ernesto González Barnert
(1978) quien tiene publicado La coartada de los dragones por el
camino pequeño (Pewma, 2000), el poeta recicla los discursos
clásicos de la poesía manteniendo su transparencia
hasta visibilizar sus propias heridas simbólicas.
Por último, entre los y las poetas que he conocido por diversas
razones y con los cuales del mismo modo comparto comunión y
comunidad poética quiero nombrar
a Pablo Paredes (1982) quien escenifica un racconto personal
desde el dolor y la burla como medios de purgar una historia nacional
cercenada por la higiene moral y el bienestar económico. Rodrigo
Gómez (1975) quien patentiza una ironía extrema
y un humor descarnado mediante una musicalización verbal notable,
trabaja en su primera publicación. Max del Solar (1978)
tiene publicado Las químicas orquestas (Al Margen editores,
2003) en el cual entreteje una fábula posmoderna de burla hacia
la conciencia del yo como unidad y lógica. Gregorio Fontén,
(1982) publicó Contemplación (Ediciones de la
Elipse, 2001) usando el espacio de la página en blanco como
una materialidad poética visual y concreta que releva a la
letra a una zona de demarcación y ausencia semántica.
Eduardo Fariña (1982) es inédito y sus textos
muestran el tráfico entre la ciudad como cuerpo posible y el
cuerpo como territorio extranjero y legible. Gregorio Alayón
(1983) mantiene en su escritura el enjambre del acontecimiento como
pura multiplicidad narrativizada por un ojo avizor y profundo.
Finalmente, quiero citar a Úrsula Starke (1983) quien
tiene publicado Obertura (Maipo ediciones, 2000), en el libro la poeta
pareciera crear una banda sonora política y subjetiva de la
nueva sensibilidad que implica el hecho de ser joven y poeta en una
sociedad antiliteraria y endurecida por el mercado y la bienestarofrenia.
Úrsula abre su libro con los siguientes versos: Soy la más
mediocre/ de la poesía chilena. He aquí 27 nombres de
la más nueva poesía chilena teniendo presente que tuve
que dejar fuera por cuestiones de espacio a una cantidad igual o mayor
de poetas que hoy escriben en los rincones de este poema llamado Chile.
Héctor
Hernández Montecinos Hizo entre los años 1998 y
2002 una Licenciatura en Letras con mención en lingüística
y literaturas hispánicas en la P. Universidad Católica
de Chile. En poesía ha escrito el libro colectivo Objeto/Reflejo
(Balmaceda 1215 Ediciones, 2000) y Las categorías visuales
de la gloria trágica del cual han aparecido publicados No!
(Ediciones del Temple, 2001), Este libro se llama como el que yo una
vez escribí (Contrabando del bando en contra, 2002) y El barro
lírico de los mundos interiores más oscuros que la luz
(Contrabando del bando en contra, 2003).
Actualmente está escribiendo el cuarto y último volumen
de esta serie Sagrado y Herido. En 1999 recibe el premio Mustakis
a Jóvenes Talentos. En el 2000 obtiene el 1º Lugar en
el Primer Concurso Nacional de Literatura Joven: Poesía On
Line del INJ y el Premio "Instituto de Letras" de la PUC,
el que vuelve a recibir en su versión del año 2002.
Ha escrito reseñas y artículos sobre literatura en revistas
como Derrame, Extremoccidente y Hecho en Chile. Además ha participado
en múltiples lecturas y performances en Santiago y regiones.
Ha dirigido y actuado en varios cortometrajes como La cinemateca (1999-2001)
y Llamada en espera (2003). Su poesía ha sido musicalizada
en los discos El hombre de agua también se quema (2001) y próximamente
en Oscilación.
Algunos de sus textos aparecen en antologías como Desconciertos
de la concertación (CD-ROM, Denison University, 2002), Círculo
infinito (Al Margen editores, 2002), Treinta jóvenes poetas
(Universidad de Playa Ancha, 2003) y revistas literarias/culturales
como Vértebra, Rocinante, Plagio, Ginebra magnolia (Perú)
entre otras. También trabaja en áreas teóricas
en especial subjetividad, cultura, género y escrituras disidentes,
temas que profundiza en la preparación de su libro Metáforas
de teoría 1 (desde la escritura de sí mismo) que el
año 2003 recibió una beca del Consejo Nacional del Libro
y la Lectura. Ha participado en varios congresos, encuentros y coloquios
como el Primer Congreso de Humanidades “Sociabilidad, género,
identidad y cultura” (Facultad de Filosofía y Humanidades de
la U. de Chile), Encuentro sobre sexualidades, género y cultura
“Un diálogo desde el sur” (U. de Harvard / U. de Santiago),
Coloquio Internacional “Utopía(s) 1970-2003” (U. Arcis), entre
otros.