El desalojo de la palabra: [coma], de Héctor Hernández Montecinos.
Por
Felipe Ruiz
Aventurarse en este libro requiere una experticia no aficionada
por parte de lectores no siempre acondicionados a un texto que ofrece, de entrada, difíciles
trazos de escritura. Y esto no sólo porque [coma] debe ser pensado en una, aparentemente,
aventura de cierre de las Categorías visuales de la gloria trágica, que demanda del lector
un previo conocimiento de la obra de Hernández, sino porque además [coma] por sí sólo
indica un gesto extremadamente difícil de asir: se trata de una estructura que opera a un
nivel que roza la voluntad consciente, para penetrar en el sin sentido, en la pura gratuidad
de una escritura que a veces se acerca la prosa, pero sólo eso, porque más allá de las
historias que se puedan contar y los personajes que aparezcan retratados en esta obra,
lo cierto es que [coma] se adivina más como un deslizamiento de escritura que como
una obra en la que uno pudiera evidenciar de antemano un tratamiento cuidado de los
personajes, una premeditada voluntad narrativa.
Gozar el sin sentido parece entonces la premisa de esta obra, abrir desde una voz que roza
incluso un pueril infantilismo, una ingenuidad en los personajes que se van deslizando a
lo largo, sobre todo, del primer cuarto del libro, y que van trazando una escritura donde
cada surco se confunde con el anterior. La conjunción de personajes debe entenderse aquí
más por su sumatoria que por la particularidad de cada uno. Pues en esa sumatoria es donde
está el juego atiborrado y esquizoide de la poesía de Hernández, que parece entretenerse
confundiendo al lector en una trama que más que profunda somete el absurdo a un nuevo nivel
de definición. La lectura monolítica del neo barroco aquí presente podría evidenciarse
con facilidad. Sin embargo, una segunda aventura de lectura arriesga con desmitificar dicha
experiencia por una más cercana al surrealismo o a una literatura del inconsciente que
estaría presente en las elucubraciones de Gilles Deleuze en Lógica del sentido. Dicha
literatura del inconsciente emparenta a [coma] con obras non sense, con un
infantilismo algo perverso presente en, por ejemplo Lewis Carroll, y otras cercanas
al teatro del absurdo como Eugene Ionesco.
Con todo, [coma] ofrece una factura de libro poco común, denotando en su autor
una facilidad única para crear unidades de lectura que operan de cierto modo en forma
independiente de los contenidos particulares. Lo que nos quiere presentar aquí Hernández
es al mismo tiempo una doble dimensión del sentido del [coma] clínico por una suspensión
del signo gráfico a modo de entrelazar una doble lectura: por una parte, se trata de un
evento conclusivo de las ya citadas Categorías, pero por otra, se trata más bien de una
suspensión, de un aliento, para retomar, en el futuro probable y desde otro ángulo, los
intersticios de una literatura que se abre desde la poesía a una zona bricollage bastante
más holgada, donde la función crítica parece sobredimensionarse en relación a la función
lírica.
Concuerdo, en este sentido, con las observaciones de Raúl Zurita quien señala que esta
obra marca doblemente un cierre y una apertura. Por una parte, cierra el proceso de
sedimentación de la llamada escena novísima en el circuito poético nacional, marcando un punto
de anclaje que difícilmente podrá ser desestancado en el corto plazo. Estamos hablando de
un proceso de varios años y que en este libro tiende a ser un encentamiento, una marca
que permite hablar de un desde y un hasta de la poesía escrita a finales del siglo XX en
nuestro país.
Porque, por supuesto, y a todas luces, este libro es desde ya y sobre todo uno de los
primeros libros de la poesía chilena que marca el tercer milenio (con respecto a esto,
hablar de poesía de los noventa es ya un vetusto, pues habría que hablar más bien de poesía
de los noventa del siglo XX). En segundo término, esta poesía es también un punto conclusivo.
El punto conclusivo puesto por el autor de esta obra que amenaza con cerrar su propia
ligazón a la poesía. Será difícil, por lo mismo, aventurarse a una prolongación de [coma]
o a un texto que vaya más allá de la aventura radical sujeta al propio contrato de
lectura de este texto, que a buenas y primeras sienta una marca difícil de superar y quiere
administrar el cierre de un eslabón que opera como marca generacional y como marca particular
de la poesía de Héctor Hernández Montecinos