INFAMES
ESCRITURAS, SUPERLATIVAS MANÍAS
[presentación
de Yo, la peor de todas (contrabando del bando en contra, 2006)
de Estela Lamat]
por
Héctor Hernández Montecinos
Hace
un año exacto que Estela Lamat lanzó Sangre seca,
su primer libro, por esta misma editorial que ha consagrado su circulación
material al underground, y su movimiento simbólico contra las hegemonías
del mercado editorial en este precario país. Desde ese momento hasta esta
nueva publicación, Yo, la peor de todas, Estela Lamat ha redefinido
desde un locus aún más maniático su visión de la labor
del poeta contemporáneo, en una contingencia que pregunta por los lindes
de la autoría, la necesidad del poema y la nomadía del libro. Si
en el volumen anterior la poesía era "la herida, no la cicatriz; es
la sangre seca en algo, no una costra", ahora viene el gesto posterior, el
del llorar, pero de una manera tan mordaz e irónica que anula al mismo
origen de la herida. Proliferación de líquidos, humores, tintas
que maculan la página en blanco, que destiñen los colores primarios
de la moral, que desordenan el mapeado sintáctico y prosódico del
poema.
El primer capítulo del libro es "Pánico",
sensación de horror vacui, de pavor ante la prepotencia del lenguaje
como comunicatividad. De este modo, Pánico es una de las identidades veladas
y cifradas por una incógnita, es un dios pagano del éxtasis que
interpreta su flauta léxica a través de cualquier punto del libro,
el cual actúa como templo entre lo de más arriba y lo de menos abajo.
Intermezzo, interludio vegetal, el libro fue un árbol, todo árbol
es luz, tierra y agua. No existe pureza en estos elementos, ni genealogías
que no sean viciosas. Incesto celeste es la lengua que alguna vez hablaron las
divinidades y que luego fue reciclada por los vástagos de ese cielo metafórico
y espectral.
el
lenguaje tiene un padre
o una madre
diremos así que
el lenguaje
nace de un grito.
Lenguaje=chillido.
Es desde esta ritualización
del lenguaje que se pregunta por las condiciones de posibilidad del poema que
puede efectuarse como sombrero o como esquina, es decir como pivotes de dos proporciones
que no se ven de frente, una muerte que reordena las letras inanimadas impresas
y las llenas de aire que se oyen al leerse. La flauta de Pan es un árbol
gráfico, lleno de versos de madera que brillan y se encienden con facilidad.
Lamat irregulariza desde la factura misma sus propios poemas a modo de una narratividad
esquizo que puede dar vida a una presencia de pánico como urgencia del
texto y como emergencia de una alteridad que parodia al poeta como popeta. Pánico
es quien se ríe del poema porque es el fósil de una fe, una letra
que ya no existe, o que ha sido modificada para no verse a sí misma.
El
capítulo siguiente es el que le da título al libro, allí
aparece la subjetividad de la peor de todas, que anteriormente sólo había
delirado detrás de los dos puntos que indican un diálogo inexistente.
Hay un texto, "Portrait of lady", en La Nueva Novela de Juan
Luis Martínez que sirve como síntoma de este zoom, en que la máquina
fotográfica no agrega "detalles de ilusión a la realidad",
puesto que en "Yo, la peor de todas" esta realidad deviene identidad
en ficción incesantemente y no hay intersticio para una referencialidad
que no esté también maniatizada. Todo poema es un papel secante
cuando la humedad de las manos y los ojos son materialidad y acontecimiento de
lenguaje. La página, es la peor de todas, que de tan blanca ni se ve, y
las letras son llagas de un pasado discursivo que no sabe de puntos ni comas,
no existe el aire en esta agonía y este sollozo lingüístico.
El poema es el cadáver de algo que ya existió y nadie conoce, ni
la misma subjetividad escribiente que hace un amago de memoria para poder desdoblarse
en las dos posibilidades que se permiten en esta serie de textos: la escisión
y la fractura.
coro a dos voces: .............
Ni un gusano podrá impedir que yo sepa lo que debo saber ningún
maldito gusano rojo o verde podrá hacerme olvidar que no tengo raíces
que no tengo ni una sola maldita raíz que gracias a todos los astros no
tengo memoria para recordar que me comí un gusano cuando pensaba aprender
las leyes del universo.
El poema se ha asesinado a sí
mismo y su sangre seca son las palabras como remanente, el lenguaje como desvelo
de una locura que tampoco puede hablarse desde un 'yo hablo'. La peor de todas
está siempre en movimiento, no arguye ningún modelo de verdad y
su obsesiva preocupación son los ojos: el régimen de visibilidad
desde la página al lector, sabiendo que son los poemas quienes miran a
quien lo lee, los ojos iluminan, la lectura es ese eclipse celeste y deseoso.
Cito:
Yo,
la peor de todas,
yo no quiero seguir viendo
pero mis ojos miran
y
mi frente mira
y mis dedos miran
como si yo fuera un gran útero
bombeando hijos videntes
La
tercera y última parte es "La llorona", en la cual sus epígrafes
son los vectores del poema mismo, esto es que, se rompe con la rostridad de la
página y los múltiples núcleos están distribuidos
en los bordes mismos, ya sea como cita o caída. En este sentido, el llorar
es una metáfora del escribir desde una culposidad parodiada, una infracción
segmentada del oficio, puesto que los textos conciben una angustia de trece días,
a modo de un ciclo que burla la acción de crear, recrear y procrear, y
quizá sea la formulación del momento previo a la escritura, y quizá
sea la razón del llanto: la imposibilidad del poema. De este modo, el libro
estaría reflejado en su propia inversión, formalizando el acto mismo
del escribir, desde esa 'selva oscura' que es la inspiración hasta la resolución
misma en el papel.
Yo soy la peor de todas
escucho en otro lado del universo pero esa mujer no sabe llorar grito despavorida
y me echo andar entre planetas me pongo a correr envuelta en presagios y me afirmo
al movimiento de la tormenta llueven huesos en esta tarde llueven huesos y ese
es mi brazo la peor de todas ha salido a trepar por los árboles se fue
a navegar en alturas que le quedan grandes a su cuerpo yo lloraré por todos
ustedes y me inclinaré ante todos los muertos el día de la tormenta
más negra mientras todos hacen magia en la cima de sus techos mientras
los niños juegan con cara de angustia mientras todos se rompen yo lloraré
por ustedes la voz del universo gira y llena a las estrellas de agua se ahoga
todo se inunda todo es agua para siempre he aquí el gran llanto he aquí
el diluvio primero.
Estela Lamat nos entrega el segundo
volumen de su trilogía, un libro brillantemente resuelto, con todas las
tergiversaciones que la poesía contemporánea permite y exige a sus
lectores. Yo, la peor de todas es un texto lúcidamente difícil,
serenamente infame, superlativamente maniático, pero por eso mismo, por
esa catástrofe iluminadora es una obra que viene a potenciar esta nueva
generación de poetas jóvenes latinoamericanos y, sin duda, es una
alerta a lo que se está produciendo en este país tan precario.
Stgo.
19 de agosto de 2006 .............