Comentario
acerca de "En la Calle de los Ángeles…",
de Elgar Utreras
Solano.
Por
Hugo Quintana Q.
Quedarse
con gusto a poco, es algo que debiera ocurrirnos con más frecuencia cada
vez que se concluye la lectura de un libro, sobretodo si se trata de un libro
de poesía, debiera pasarnos más a menudo eso de emocionarse, de
remorderse cada vez que el contenido vivencial y semántico de un texto,
consigue tocarnos la fibra más recóndita, y más aún
en un país como el nuestro, donde las exigencias
siempre van a ser mayores, debido a que el peso de la tradición termina
-habitualmente- por asfixiar cualquier intento de lectura crítica.
Generalmente en Chile, no se tienen muchos perdones con los nuevos libros de los
"neos" de nuestra poesía. Se aplica dureza extrema, se repara
en los antecedentes de la obra, en su construcción, se hacen ejercicios
de pseudo-interpretación con materiales metodológicos cada vez más
sofisticados. En síntesis, se mide, se verifica, se escudriña todo,
exhaustivamente, menos lo que realmente importa: el valor poético.
Lo que se busca en primera instancia, es dilucidar si se trata de un "verdadero"
poeta o no, si lo que se ha leído es un refrito de tal o de cual autor
o, si acaso sea "más de lo mismo", por sentenciarlo de alguna
manera. Y para sortear este difícil prejuicio, muchos jóvenes optan
por un presentador de peso, cuya voz avale la calidad y la veracidad del trabajo
y del hacer poético, su más prístina e inconfundible poeticidad
-y por supuesto que éste, no es mi caso tampoco-.
"En la Calle
de los Ángeles…", es un título delicadamente sugerente, y muy
poco pretensioso. No es sensacionalista, ni grandilocuente.
Tampoco es
un libro farragoso. Las letras impresas no tienen el delirio de ganarle al lector
por aburrimiento, en una práctica de forzada insistencia. Este es un libro
de pocas páginas, con poemas breves en su mayoría, muy cercanos
a una suerte de fórmula epigramática.
Incluso más,
su autor descarna el verso con el cual diseña cada trazo de la imagen que
desea recrearnos, para ganar en cercanía, con significados directos que
no se refugian en adornos innecesarios; no barroquiza, no enmascara su mensaje,
porque en el fondo sabe que un buen pintor nunca debe renunciar al manejo de las
formas y los colores, pero tiene que expresarnos muy bien aquello que habremos
de ver en sus trabajos.
Y Utreras hizo el ejercicio de una plástica
paciente, casi mística, de ir en la búsqueda de cada fragmento,
cada trozo que necesitaba para su arquitectura, con el objetivo de sorprendernos
y emocionarnos.
El suyo, es un libro humanizante cuyas aspiraciones se
empinan a pocos centímetros del suelo, pero que ganan en toda la amplia
profundidad que debe exigírsele a la poesía actual, donde el deber
ser de ésta, es la de oxigenarle los pulmones a la gente, el urgente entendimiento
para hacer que esto en que estamos insertos, llegue a tener un sentido más
trascendente.
En su lectura, bien se nos pueden dilatar los poros, las
córneas, los sentidos todos, no ya como lo proponía Rimbaud, si
no de una manera menos retorcida, menos alienante. La voz que se escurre desde
la página no es la del habitual "tránsfuga" (aquel que
huye de sí mismo en el uso de algún alucinógeno), no es el
típico hablante lírico que quiere mitigar su dolor interior con
vociferaciones y espasmos, tildando a nuestro mundo como la mayor de todas las
cloacas.
Aunque tampoco observa la realidad con la óptica propia
de un positivismo idealizante. Hace lo que tiene que hacer, y ya está.
Sin tanto aspaviento. Sin tanto preámbulo:
ÁNGELES
ENFERMOS
Ángeles enfermos
Famélicos
Sin sonrisas
para el turista
Ángeles malacatosos
Endeudados con la vida
Y la
muerte.
O bien:
ÁNGELES
Ángeles
de una belleza precaria
Reventados por la sobredosis de dolor
A tientas
Buscando el rostro de Dios.
Y
claro que algo de antipoesía fluye desde estos versos, situación
que Utreras no desconoce, porque su intención era precisamente rebasar
esos márgenes, recuperar una serie de elementos que hasta nos parecían
de absoluta exclusividad parriana, para luego reinsertarlos, devolverlos a la
literatura con la naturalidad de alguien que posee una convicción a toda
prueba.
El autor es Profesor de enseñanza media en Castellano, y
ha desarrollado su obra de manera silenciosa, en la ciudad de Chillán,
alejado de todo el tráfago que significa el escenario de las letras a nivel
nacional, esquivando la obsesión de los "encuentros" literaturistas,
y sin exagerar el tránsito a través de revistas u otras manifestaciones
de literatura que se realizan en la actualidad.
En conclusión, uno
se queda con la idea de que el tiempo invertido no se ha perdido -cita aparte
merece el gran trabajo gráfico desarrollado por el artista visual Máximo
Beltrán-, es más, hasta se extraña el hecho de la brevedad,
quisiera uno encontrar más poemas, y de inmediato se piensa en una continuación,
en otros esfuerzos posteriores que se insertaran en la misma temática.
En lo inmediato, el único remedio que podemos recomendar, es cerrar el
libro, contemplar con detenimiento la hermosa portada, y volver a leerlo…
Otros
poemas:
EPÍGRAFE DE PARED
Desde
Roma hasta Wall Street la muerte ha movido
Los hilos
El suicida es el gran
trapecista
En el circo de los ángeles
Inútil es la red
Inútil
también la muerte.
EL ÁNGEL MÁS PEQUEÑO
Después
de la lluvia
En el barro de la calle
Juega descalzo
El ángel
más pequeño
Del campamento.
EN LA CALLE DE LOS ÁNGELES
En
la calle de los ángeles
Una mujer casi transparente de dicha
Se
desnuda sin que nadie
Sé dé cuenta.
RECIÉN
CUANDO PASEN LOS AÑOS…
Recién cuando pasen los años
Cuando
no haya quien recuerde
Mi estúpido nombre
Vendré silbando
una melodía
Que puedas reconocer desde lejos
Y con una reverencia
Te
besaré una vez más.
ÁNGEL DEL JUICIO
El
ángel del juicio
Siempre de pie
Esperando la orden.
EL
ÁNGEL QUE ESTÁ CONMIGO…
El ángel que está
conmigo
No tiene más que sus cabellos al viento
Y la fragancia de
la serenidad
Impregnada
En sus carnes.
DESDE UN TIEMPO…
Desde
un tiempo a esta eternidad
Vengo respirando el cuerpo
De un ángel
Urgente
y necesario
Tanto que la única luz
Que me va quedando en los ojos
Es
la de su transparencia.
EL ÁNGEL DEL OTRO
El ángel
del otro
Tiene vocación
De banquete cruel
De oveja desgarrada
Entre
los dientes.
A UN ÁNGEL EN BICICLETA
Cuesta abajo
Este
ángel
Va dando vueltas y vueltas
A las ruedas
De la eternidad.
*Elgar
Utreras Solano, "En calle de los ángeles…"; Ortiga Ediciones,
Chillán - Chile,
Octubre - 2006.
http://www.letras.s5.com/eu171106.htm