"Romance del
duende que me escribe las novelas", de Hernán Rivera
Letelier
Evocaciones
ingenuas pero no tanto
Por José
Promis
Revista de Libros de
El Mercurio, viernes 4 de Noviembre de 2005
En su nueva publicación, Romance del duende que me escribe
las novelas, Hernán Rivera Letelier sugiere que
desde niño ha sido un individuo de temperamento tranquilo,
más ensimismado que extrovertido, a quien poco afectan los
rumores que se tienden alrededor sobre su persona. Sin embargo, después
de leer sus entrevistas he obtenido a menudo una
imagen diferente. Distingo el perfil de un escritor de humildes orígenes
que a pesar de haber alcanzado una desusada y bien merecida popularidad
nacional e internacional, permanece siempre con un oído muy
atento a los comentarios desfavorables; una persona a quien le cuesta
mucho aceptar que los juicios peyorativos o descalificadores son ingredientes
del pan cotidiano de una figura exitosa. Y sobra decir que tales comentarios
le llegan donde más duele. No de otra manera me explico sus
persistentes apostillas sarcásticas sobre quienes pudieran
dudar de la autoría de sus libros, sobre otros que encuentran
su lenguaje un tanto chapucero y vulgar, de retórica cursilona
y arrabalera, o sobre aquellos a quienes sencillamente no les gusta
lo que publica. Hernán Rivera Letelier olvida con facilidad
que hay muchas uvas en la viña del Señor y que no se
puede agradar a todo el mundo.
El título de su último libro proviene
del concepto de "romance" diseñado por Nathaniel
Hawthorne: un relato donde la ficción es recurso para narrar
con libertad y desenvoltura episodios efectivamente sucedidos. Rivera
Letelier utiliza esta forma para contarnos acerca de su infancia y
primera adolescencia en las oficinas salitreras de Buenaventura y
Pedro de Valdivia; pasado que contempla desde la perspectiva del narrador
maduro en que, con el correr de los años, el lejano niño
del relato se ha convertido. Pero descubro que el verdadero propósito
del texto no es hablar de la infancia de Rivera Letelier bajo una
tenue apariencia de ficción, sino desmentir una vez más
a quienes ponen en duda la autenticidad de sus experiencias pampinas
de juventud y, peor aún, la autoría de sus novelas.
La voz narrativa lo dice muy claro al iniciar el relato: no había
escrito antes este libro porque "mi espíritu no estaba
aún preparado para soportar la cizaña y el egoísmo.
Y dejé esta historia para más adelante... ahora que
llevo media docena de libros escritos y que he aprendido a sonreír
ante las desavenencias del mundo, creo que ha llegado el momento de
contarla". Y casi al finalizar el texto, esta voz concuerda irónicamente
con aquellos que cuestionan su condición de autor: "En
lo personal, debo decir que no les falta razón a los que dicen
que yo no escribo mis libros. Y es que las páginas más
felices, los párrafos mejor logrados, aquellas frases tocadas
fugazmente por el resplandor de la epifanía, me los escribe
mi duende. O me los corrige".
La lectura de este "romance" agradará
sin duda a quienes aprecian y admiran la obra que Rivera Letelier
ha desarrollado hasta el momento. Sus breves páginas ofrecen
numerosas relaciones con peripecias y personajes de sus novelas anteriores;
y se leen, además, con la facilidad que produce un vocabulario
desprovisto de las personalísimas y sorprendentes imágenes
asociadas al lenguaje de este autor. Frescura y naturalidad son los
méritos más importantes de este romance, tan destacados,
que felizmente terminan imponiéndose a los gruñidos
y palmetazos que lanza el autor hacia sus detractores.
ROMANCE DEL DUENDE QUE ME ESCRIBE LAS
NOVELAS
Hernán Rivera Letelier.
Planeta, Santiago, 2005, 163 páginas.