Puerto
Trakl, de Jaime Luis Huenún (Editorial Lom, 2001), es la segunda
entrega de este poeta nacido en Valdivia en 1967. Antes, en
Ceremonias (1999), nos había brindado un
sólido conjunto de poemas que destacan, de un lado, por el
entrelazamiento de la tradición mapuche (que pesquisa y recibe de su
estirpe) con la europea (que incorpora a través de su formación
escolar y, sobre todo, universitaria) y, por el otro, por búsquedas
formales a veces muy logradas. El resultado: versos que emocionan y, a
la vez, comunican, con una belleza nueva, pensamientos y visiones. Los
poemas reunidos en Puerto Trakl, aunque publicados con
posterioridad, podría alguien conjeturar que fueron escritos antes que
Ceremonias porque dan la impresión de ser más bien, un paso
atrás o, al menos, una vacilación.
Este poema es una
unidad, interrumpida visual y rítmicamente sólo por los espacios en
blanco, que narra el viaje del narrador-poeta desde la llegada al
puerto, su deambular por él y su final alejamiento. El puerto, parece
ser un lugar más imaginario que real o quizás un estado del alma y no
un espacio físico. El paso del poeta por allí, una suerte de descenso
a los infiernos, es casual en su llegada y en su salida. Huenún no
abre el sentido de este tránsito. No hay aprendizaje alguno del poeta.
"Sin amigos, sin dinero, sin reputación / vuelvo a mis antiguos
días".
Algunas señales
indican -conjeturo- hacia la estadía en este puerto en tanto alegoría
de un encrucijada del poeta con su decir, a un desencuentro entre
aquél y la palabra. Puerto Trakl es lugar donde van a morir los
poetas, donde "vagan, cansados y tristes, con carpetas llenas de
poemas sin publicar". Allí "mi patria es el silencio". La inclusión de
Georg Trakl (1887-1914) en el título y las referencias a él a lo largo
del poema, además de constituir un homenaje, apuntan, creo, hacia una
interpretación de ese orden. En efecto, una de las vertientes de
comprensión que se mencionan usualmente de la complejísima obra del
poeta austríaco es considerarlo como el representante máximo del
colapso de la confianza del poeta en la palabra y la posibilidad de
ésta de ser portadora de la verdad de las cosas y el mundo. (Esta
interpretación deja de lado, entre otras, la lectura que lleva a cabo
Heidegger en su poderoso ensayo "El Habla en el poema. Una
dilucidación de la poesía de Georg Trakl". En ella, en cambio, tras
las huellas de un "poema único" urdido a lo largo de toda su obra, la
poesía de Trakl aparece máximamente dotada de sentido y portadora de
verdad y a éste como "el poeta aún ocultado del país de la tarde,
Occidente".)
Huenún en la
descripción de este puerto trakliano y a su vagar por él apela a
elementos demasiados desgastados, hasta triviales. No percibo aquí
contención, llaneza, economía de lenguaje, sino más bien carencia de
recursos, falta de imaginación creadora. La reiteración, por ejemplo
de palabras como niebla, neblina, nublado; la visión tópica de un
puerto con sus marineros borrachos,bares oscuros, prostitutas
"fragantes y cansadas", muelles desolados; la falta de imágenes
visuales potentes, tan características de Trakl; una sonoridad plana,
sin inflexiones y, sobre todo la ausencia de un destellar de verdad,
un pensamiento desplegado a través de esas imágenes visuales y
auditivas que bordee lo inefable. Fragmentos sueltos resplandecen, con
todo, tales como, "Atravieso este bosque de abetos tormentosos. / Las
estrellas caen endulzando / los lejanos abedules. / Silenciosa, una
mujer aparece en la niebla / y alumbra mi camino su lámpara sin luz";
ellos recuerdan el talento de Ceremonias y nos colocan a la
expectativa de lo que viene.
en
Revista de Libros
Sábado 15 de junio
de 2002