.......... Hasta la aparición, hace
algún tiempo, de El rincón de los niños (Editorial Nascimento,
1980), el narrador chileno Cristián Huneeus había publicado algunos
textos que, según su propia definición, habián sido para adecuarse a
los modos consagrados de narrar, dominar las técnicas necesarias "de
contar". A partir de esta última novela, se observa un importante giro
en su producción que hasta el momento se constituía de Cuentos de
cámara, Las dos caras de Jano y La casa en Algarrobo.
Huneeus -Estudios de Literatura y Filosofía en la Universidad de Chile
y Master en Literatura en la Universidad de Cambridge- revisa aquí los
conceptos de historia y literatura como compartimentos estancos, pone
en crisis ciertas formas de análisis literario contemporáneas, ve los
condicionamientos históricos y culturales en los modos de percepción
de la realidad y, sobre todo, lanza una mirada irónica y escéptica
hacia los mismos modos consagrados de narrar, a las fórmulas y maneras
que implican su propia ideología y visión del mundo.
.......... En El rincón de los niños hay
un narrador "mayor": un diplomático chileno de carrera, experto en
límites y hombre de confianza de los tres últimos gobiernos,
conocedor y conocido de todo el mundo, conversador, inteligente, que a
lo largo de la novela va perdiendo su nombradía y hasta su propia
personalidad e identidad. Esto sucede a raíz de que, por un azar, cae
en sus manos una serie de papeles privados de Gaspar Ruiz, amigo suyo
de juventud, entre los que hay cartas, diarios, textos literarios,
documentos y escritos de los últimos 20 años de Ruiz y sus amigos. El
diplomático comienza entonces a revisar estos textos -que aparecen
alternadamente en la novela junto con las observaciones y acotaciones
del que revisa- sometiéndolo a todo tipo de disgresiones. Esta montaña
de papeles empieza a invadir su vida, produciéndose al final una
curiosa simbiosis entre el narrador y los textos recibidos.
.......... La novela es compleja, de múltiples
lecturas, pero en donde lo tradicional "contado" resulta ágil y
entretenido, constituyéndose en un libro de múltiples significaciones,
humorístico, mordaz y satírico. Su intención de reflexionar en la
literatura sobre ella misma -sin convertirse en sesudo estudio tiene
pocos antecedentes en las letras chilenas. De allí su interés y
contemporaneidad.
- "El rincón de
los niños" aparece como un texto casi sin antecedentes en la narrativa
chilena tradicional. ¿De dónde proviene?
... Todo viene de alguna parte. Por un lado, este
libro es el reprocesamiento de lecturas largas, relativamente
disciplinadas y más o menos analíticas, de la novela inglesa y
francesa del siglo XVIII, XIX y comienzos del XX. Es un
reprocesamiento efectuado en respuesta a varios estímulos, todos
relacionados con la experiencia americana, y muy netamente con la
chilena. Creo que el primero se da en una tesis de grado que escribí
entre el 69 y el 74, durante mi pasado académico. Fue un trabajo
acerca de la recepción crítica en América Latina a la obra de D. H.
Lawrence, el narrador más polémico del siglo en la lengua inglesa:
polémico porque rompió, en el plano de la estética y el de la ética,
con el sistema de las buenas costumbres. Su investigación me enseñó
las implicaciones de una situación de desafío como la suya, además de
que, por la confrontación de dos tradiciones como la europea y la
americana, me llevó al reconocimiento empírico de un fenómeno que es
para mí central en El Rincón...: el condicionamiento histórico
de la percepción; la determinación cultural, en último termino
lingüística, de una estructura biológica como es la de los cinco
sentidos.
-Al parecer
también influyeron en su forma las investigaciones realizadas en el
Departamento de Estudios Humanísticos de la U. de Chile de donde tú
fuiste director.
... Sí, algunos
antecedentes del texto pueden encontrarse allí. Entre el 72 y el 75
-empecé la versión que se edita de El Rincón... en 1974-
vinieron los buenos años del DEH. Allí se trabajó mucho, en especial
en seminarios colectivos, con gente como Nicanor Parra, Enrique Lihn,
Ronal Kay, Jorge Guzmán, Felipe Alliende y otra gente, desde una
perspectiva que asumía las estructuras del lenguaje como depósito y a
la vez como energía de una historia cargada de contenidos
inconscientes. A partir, entonces, de ambas experiencias, fui
articulando una noción de la escritura más alerta y cautelosa respecto
de la supuesta inocencia o pureza de las palabras como la eficacia o
la precisión en el traslado a la palabra de percepciones previas ya
codificadas -como si ese orden de adecuación pudiese constituir
dominio verdadero del lenguaje, según se lo imagina el realista
ingenuo- sino de la decodificación de las propias percepciones, lo
mismo que de aquellas ocultas o disimuladas en las palabras, y de
hacerlo en el proceso mismo de la escritura. Escritura como
desenvolvimiento y desenvoltura, como dinámica, como proceso, eso es
lo que me interesa. Por ahí pienso que va la cosa. Y los seminarios de
DEH contribuyeron a afianzar un soporte teórico que yo necesitaba para
entender la operación y planteármela como sistema.
Literatura y
Universidad
-Por
todo lo cual se puede deducir que la universidad sirve...
... Servía, porque ya no sirve: las
investigaciones liberales en el área de las humanidades resultan
insostenibles en la universidad actual.
-Tú
dejaste la universidad, la dirección del DEH, si no me equivoco, el
76. ¿Fue voluntario tu alejamiento?
... Voluntario hasta cierto punto. A fines del 75
me pidieron esa dirección "por necesidades de servicio", se me dijo,
pero yo me imagino algunas razones. Una: mi condición de sobreviviente
de la época en que las autoridades universitarias éramos elegidas por
la comunidad y por lo mismo contábamos con su respaldo y teníamos la
obligación de respetarla. Otra: mi compromiso con actividades
discutibles como los seminarios antes mencionados o la bullada
publicación de la revista Manuscritos, que en el contexto de la
nueva ideología adquiría carácter subversivo. (Independiente del hecho
que, en efecto, lo tenía). Otra: mi apoyo a los profesores jóvenes,
por oposición a las "vacas sagradas", y mi defensa pública de
académicos que habían simpatizado con la U. P. En fin, leí todo esto
como un signo demasiado claro del empequeñecimiento de la actividad
académica y opté por buscar un medio diverso de vida y concentrarme en
la literatura.
-Volviendo a esto último, ¿existen otros autores, aparte de
Lawrence, en los que hayas detectado ese interés por mirar la herencia
literaria recibida como formas establecidas, como algo
asimilado?
... Sí, por lo menos
Vicente Huidobro y Lezama Lima. Es común en ellos un rechazo, de
maneras diferentes, de los lenguajes recibidos, en cuanto que ellos
suponen experiencias de asimilación que están dosificadas y que no
pueden ser recogidas, legítimamente, en su nivel de consumación. En
ellos se abre una visión más fresca de los hechos, que los vuelve a
configurar, en una palabra que los nombra de otro modo. Puede parecer
pretencioso referirme al Rincón... de este modo, pero creo que
algo de eso hay. Supongo que esto tiene que ver con mi silencio de
prácticamente once años. Mi último libro salió como otro más de la
serie que continuaba el ejercicio de adaptación al modo consagrado de
nombrar, de narrar. Después entré en una crisis total que me mantuvo
durante muchos años escribiendo casi como un notario, con diarios,
fragmentos, etc. Tuve que recoger energía para decidirme a hacer una
escritura que sentara sus propios reales más que fuera una digna
heredera.
Elaboración
sobre desechos
-La
novela se propone como una superposición de los textos del narrador,
fechados entre los años 74 y 76, sobre otros textos, que éste se
encontró, pertenecientes a Gaspar Ruiz y sus amigos, fechados en 1956.
Entiendo que las fechas del narrador son del momento efectivo de la
escritura. ¿Por qué se mantienen en forma
explícita?
... Una vez que te haces cargo
de la determinación cultural del aparato perceptivo, no tienes más
alternativa que hacerte cargo también de la determinación temporal de
la cultura. Si observas la acción del tiempo en la cultura, o en tu
propia biología, verás que tus percepciones están sujetas al cambio
permanente y que en cada momento de la escritura no haces otra cosa
que constituir un mundo transitorio, cambiante. El Rincón de los
niños es un montaje de escrituras de paso; la condición
transitoria de la palabra pertenece a la esencia misma de ese montaje.
Fecharlo es un modo de señalarlo de manera explícita. La verdad
histórica aparece entonces como algo eternamente fluido, materia misma
de la interpretación en el tiempo, objeto privilegiado de la creación
que llamamos presente.
-¿Los textos de Gaspar y su círculo provienen, efectivamente
de las fechas señaladas en el libro?
... Claro. Los textos de aspar son despuntes,
virutas, retazos, sobrantes, desechos de las cosas que yo escribía por
esos años. Los de sus amigos son en su mayoría "objetos encontrados",
aunque todos de ese mismo tiempo.
¿Por
qué usas desechos y "objetos encontrados"?
... El rincón... es después de todo, y
antes que nada, una novela. Y junto con romper con una tradición,
recoge maneras tradicionales. Entre ellas el de dar una época,
recrear su espíritu. Para hacerlo incorpora, de acuerdo a sus propias
coordenada, documentos del periodo de que se ocupa. Que estos
documentos sean desechos reales y no invenciones obedece a un rasgo
peculiar del desecho que es el sentido oculto de su condición
refractaria.
¿Qué
sería, pues, un desecho, o sea, estos materiales que se escriben en un
tiempo y que después son retomados para su análisis?
... Un desecho es un texto que, al momento de su
producción, demuestra ser inmanejable por el instrumental disponible;
escapa a las propias limitaciones porque contiene, de modo larvario
pero peligroso, algo que las supera. Va más allá de las convenciones,
sustenta su propia retórica, perturba el orden establecido. Uno lo
reprime y lo condena al canasto o al cachureo, como diría Parra. El
tiempo muestra en el desecho lo que un periódo dado no consiguió
interpretar. O lo que desde una perpectiva presente se alcanza a
interpretar de ese período. El desecho es potencialmente más rico que
la "obra definitiva". En cuanto al objeto encontrado, aparte de
contener la misma riqueza documental de doble fondo, tiene otra
función: el que se emplea en El rincón... es de carácter íntimo
y privado. El rincón... lo hace público, de acuerdo a su vena
profanatoria. Esa otra función, es "destapar". Por lo demás, la de
verse sometido al desentrañamiento por parte de un maníaco es una
potencialidad latente en todo y cualquier objeto bajo el
sol.
¿Un
maniaco?
... Todo narrador es un
maníaco, pero este del texto lo es en especial. Al menos es lo que me
parece a mí. Lo digo desde mi propia distancia con respecto de su bien
o mal inspirados y eufóricos esfuerzos por acceder a la interioridad
de tanto personaje del que se posesiona en la más flagrante de las
transgresiones del libro: porque los personajs de El rincón...
son míos, y no suyos.
¿Podrías tú, como autor, someter a tu narrador a esas
operaciones que éste practica sobre los personajes?
... No sería mi papel, pero podría hacerlo él
mismo en otro momento de su vida. O podría hacerlo otro narrador. No
olvides que El rincón... es una propuesta abierta, cuyas
evoluciones futuras todavía están por verse.
en
revista Mensaje
Nº 290, julio de
1980