Cristián Huneeus
 
 



CRISTIAN HUNEEUS:

El Rincón de los Niños
(texto escogido)

IMAGEN DE SÍ MISMOS

10-I-76

Se inclinaban por la vestimenta llamativa, notoriamente Gaspar, que había descubierto a Scott Fitzgerald y daba curso a su histrionismo sartorial interpretando guiones más o menos inexactos de la década del 20, en los que subrayaba el uso del pañuelo al cuello o la corbata de rosa, los zapatos de gamuza, en casos señalados esa invención golfística y altamente discutible que fue el zapato patrulla, y también el chaleco de fantasía -recuerdo vivamente uno de paño rojo, del color irrebatible de las chaquetas de paperchase, cuya propiedad, según entiendo, no ha sido posible establecer porque lo usaban todos, si bien Gaspar de preferencia. No quisiera dar la impresión de que Gaspar se echaba encima el conjunto de estas prendas a un mismo tiempo. Pero aunque ejerciera un sentido mínimo de la dosificación, algo de esto había. Alguna vez se le vio por las calles de Santiago hecho un perfecto mamarracho.
.......... Santiago era más discreto y cultivaba un estilo más impuro a la vez que cómodo. También usaba corbata de rosa y chaleco de fantasía, pero en principio no usaba corbata. Prefería las poleras de cuello alto, rojas, celestes o negras, evocativas de la bohemia de un pintor de turistas americanos instalado en la Place du Tertre, pero cuya auténtica fuente de inspiración estaba en las canchas de ski, según lo corroboraba su práctica de portar un sombrero tirolés con insignias. Usaba chaquetas inglesas de tweed o pelo de camello con parches de cuero en los codos. Eran chaquetas nobles, bien cortadas y de buena tela, que resistían impecablemente, además de los parches, la carga de objetos improbables que Santiago se hechaba en los bolsillos. En grado menor resistían sus mocasines de gamuza, descosidos y deformes, descuidados como calcetines con papas. La verdad, ahora que lo pienso, es que Santiago se vestía como si la ciudad entera hubiera sido su casa propia. El tipo era perfectamente "natural".
.......... Gonzalo Vera circulaba como si viniera llegando del campo. Pero su vestimenta, aunque rural a toda pueba, carecía de reminiscencias criollistas. El huaso chileno, flojo, retrógrado, pituco y pendenciero, no era su modelo. Incomparablemente más atractiva le resultaba la imagen del estanciero argentino y Vega no se despintaba la casaca corta de gamuza, las botas de cabritilla con fuelle blando, las poleras propiamente tales (con cuello y tres botones) y, a modo de rúbrica, un llaverito trenzado de tiento con tres boleadoras de plata. A veces aparecía con pantalones de montar y hasta con botas de equitación, sacudiendo contra la pierna unos guantes de carpincho. Vega era el que siempre había que vestir cuando se trataba de seguir a un sitio donde fuera perentorio el uso de la corbata o por lo menos de la chaqueta. Por cuetiones normativas el hombre se resistía ya que le gustaba su pinta, pero también le gustaba usar la ropa de Gaspar o Santiago, de manera que en los aludidos casos de fuerza mayor la balanza se inclinaba con facilidad en favor de los usos aceptados.
.......... En cuanto a Hernán Martínez, nunca tuvo el coraje de sus convicciones en materia sartorial. En sus figuraciones imaginarias iba a la salida de misa en la Plaza Pedro de Valdivia, al Drive-in Charles (un día con Gloria Besa y otro con Isabel Silva), a los trámites bancarios relacionados con el Fundo El Baño, a las conferencias literarias en la Universidad Católica, a los bailoteos, a las reuniones improvisadas en casa de Santiago, impecablemente vestido de huaso, cambiándose diariamente la faja, así como los santiaguinos cambian todos los días de corbata, y haciendo notar la altura y el ruido de sus tacones entaquillados. Pero la triste verdad es que se vestía como jubilado de provincias.

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Guillermo Torres constituía prueba irrefutable de una teoría sustentada por algunas señoras de la época, entre otras por la madre de Gaspar, según cuyo postulado central no cualquiera puede vestirse sport. En efecto, cada vez que Guillermo se quitaba el terno gris o azul marino perdía desenvoltura o más bien, falto del encubridor apoyo en la formalidad, ponía en patética evidencia lo poco desenvuelto que era. Se sentía como andando a caballo en pelo o simplemente andando en pelotas y sus movimientos se volvían incomodos y tiesos. Sus trajes eran celebrados universalemnte, en especial por Gaspar, no así su sentido de la ocasión para llevarlos, porque Guillermo era de esos tipos tan capaces de bajar a la playa de Reñaca con zapatos negros y corbata como de aparecer en Farellones con traje azul cruzado. Al revés de Vega, a este ciudadano había que desvestirlo cuando la ocasión lo demandaba. No ocultaba su admiración por los chalecos de fantasía, los zapatos patrullas, las camisetas de cuello subido o los pantalones de montar, pero estimaba que estas piezas estrafalarias no eran para él, y cuando se las imponían se hacía el payaso metafísico. Yo no soy yo mismo, decía, soy un producto abominable de la voluntad de mis amigos, y no había forma de bajarlo a terreno mientras no lo repusieran en su propio personaje, ampliamente protegido por la sobriedad, tan poco vistoso de apariencia como la variación de tonos en la carrocería de un Rolls Royce.
.......... Por lo que atañe a Palanca Martínez, que al asumir su cargo de secretario-abogado llegó a vestirse con las abundantes sobras de Santiago, no recuerdo cómo se vestía por aquellos años y me parece que tampoco lo recordaba Vega en nuestras conversaciones de Quillota.

EVOLUCIONES ERÓTICO-CULTURALES

.......... El grupito frecuentaba los conciertos del Teatro Municipal (el padre de Santiago abonaba palco para la temporada), eran socios fervientes del Santiago Club Jazz (aunque morosos en el pago de sus cuotas), almorzaban en el restaurant Miraflores, buscando descubrir en la cara insípida de cada contertulio a un pintor o un poeta nacional, llevaban a las niñas a bailar al Bier Hall, en los bajos del cine Rex, para impresionarls con el espectáculo de la bohemia, y de ahí las trasladaban, a veces en una sola jornada, al Charles, al Drive-In, a la Chatelaine y al Carrera, devueltas a la seguridad de sus lugares habituales y deslumbradas por la soltura y la movilidad de estos tipos en los mundos de la noche.

12-I-76

A fines de año no perdían partido en el Club de Polo (el padre de Gonzalo era accionista), en invierno subían a Farellones (el padre de Santiago tenía refugio), y repartían diversamente los veraneos en Reñaca, Zapallar, Algarrobo, en los fundos varios, (incluido el del padre de Gaspar en La Florida) y por último en las casas vacías de Santiago porque era una lata pasar el verano entero bajo la supervisión de la familia, y los muebles enfundados, las alfombras enrolladas y las cortinas corridas liberaban los espacios interiores donde podían pasearse a gusto como en un palacio fresco y abandonado, tirando al suelo la ceniza de los cigarrillos, con el tocadiscos sonando a todo chancho, el teléfono para ellos solos, las cuchillerías y platerías y cristalerías adquiriendo proporciones misteriosas en su encierro bajo siete llaves y la suma de lo cotidiano alterada por completo en la expectativa de alguna aventura inconcebible que los transformaría en adultos por arte de birlibirloque.
.......... Siempre quedaba algún auto en alguna casa y sabían dar el contacto con una eficaz y operativa conexión de cable por debajo del tablero. Hacían vacas, recaudando dineros variamente procurados, o simple y descaradamente firmaban vales en las estaciones de servicio donde sus padres tenían cuenta (habiendo juramentado previamente la compicidad del bencinero) y emprendían expediciones a los fundos de Pirque o Talagante o Paine donde hubiera niñas conocidas de veraneo. Por lo común estas expediciones eran coronadas por la decepción o el fracaso. Aunque las niñas que veraneaban en el campo no fueran neceariamente más sumisa que las niñas que veraneaban en la playa, la vigilancia paterna era más estrecha en los reductos rurales que en los balnerios. Y la idea del grupo no era en absoluto pasar una agradable tarde en el campo con té familar en la piscina y bellas suspirantes secuestradas por abuelas tejedoras, tíos echando pestes contra Ibañez y la invasión de turcos que había llevado al gobierno, cabros chicos que se ponían a pelear y se caían al suelo para llamar la atención y se le metían a uno por entremedio de las piernas, y papá que invitaba a recorrer los huertos donde no había cómo desatender sus conferencias sobre la arañita roja, la conchuela y el gusano de los penachos mientras a uno se le entierraban miserablemente las gamuzas. Vega y Hernán Martínez decían que la agricultura era cosa de siembras extensivas y ganados, de a caballo, en camioneta, y despreciaban como nadie estas degradadas formas de cultivo suburbano, especie de gigantismo de la jardinería, apropiadas para mujeres o parceleros italianos, juicio que todos suscribían en masa, amantes como eran de los espacios abiertos y las grandes perspectivas. Pero más allá o más acá de estas cuestiones de orden ontológico la idea del grupo en materia de pasatiempos instructivos no era éta, como queda dicho; participaba en cambio de lo piratesco y consultba la posibilidad del rapto: la idea era sacar a las niñas de ese ambiente espeso de puro decoroso y traerlas al Golf o al Polo, para comerse un sandwich después de la piscina o pasar al Charles, y antes de llevarlas de regreso al campo en las últimas horas de la madrugada irse a oír discos a una pieza oscura en la casa de Santiago, donde lo menos que le podía ocurrir era que les atracaran el bote y lo más dependía de las circunstancias.
.......... Pero si los miembros del grupo mirados por separado no gozaban, en rigor, de la confianza de los padres de familia, mirados en su conjunto y sobre todo cuando aparecían apelotonados en un solo auto producían verdadero espanto. Me lo han confirmado en numerosos sectores.
.......... Se decía que andaban con puras sueltas, mayores que ellos y de esas que pueden volver a su casa a cualquier hora porque les dan permiso para todo y nadie las controla. Se decía, además, que salían con mujeres casadas, lo que empezaría a ser parcialmente cierto en el año de gracia de 1956. (Edad de Vega, Santiago y Gaspar, 19; de Guillermo, Palanca y Hernán, 20). De manera que en alguna de las incursiones predatorias practicadas en el verano del 55 les soltaron a los perros, un par de mastines formidables que no les permitieron bajar del auto, en tanto que un hermano chico, asquerosamente muerto de la risa, les anunciaba subido en un nogal que las niñitas no podían recibir gente esa tarde porque se estaban lavando la cabeza.



El Rincón de los Niños
editorial nascimento - 1980

 
 
 

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letras.s5.com , proyecto patrimonio, CRISTIAN HUNEEUS: El Rincón de los Niños, Novela , 1980

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