SANTIAGO, may (IPS) - "Restaurant Chile" es el último
libro de José Ángel Cuevas, una antología
de su mejor producción de 26 años que lo legitiman como
un "ave rara", un poeta de la nostalgia, la memoria y la
dignidad, que desde la ironía y la rabia se define como un
marginal en la feria
de vanidades de la literatura del país.
Nacido en 1945, Cuevas se formó en las letras y la política
en los años 60, iluminado por la poética del movimiento
"beatnik", la nueva canción latinoamericana, el rock,
la irrupción de los hippies y por las luchas sociales que fueron
el preámbulo del triunfo electoral en 1970 de la "vía
chilena al socialismo" con Salvador Allende y la Unidad Popular
(UP).
Desde las aulas del Instituto Pedagógico de la Universidad
de Chile, donde se graduó como profesor de Filosofía,
y las filas de la Juventud Comunista, el poeta que hoy tiene 59 años
fue protagonista de un vasto fenómeno cultural como miembro
de colectivos de jóvenes creadores que lidiaban con las letras
y la música.
Como dijo el joven poeta Jaime Pinos en el lanzamiento de "Restaurant
Chile" el 23 de abril, Cuevas perteneció a la generación
de miles y miles de jóvenes "marchando tras el sueño
del asalto al cielo (...) tras el sueño dorado de la revolución.
Miles y miles, sin saberlo, marchando directo hacia el despeñadero".
Un despeñadero que tomó forma con el golpe de Estado
del 11 de septiembre de 1973, inicio de la dictadura de 17 años
del general Augusto Pinochet.
Según Pinos, el poeta Cuevas es un referente ineludible para
entender la vida bajo la dictadura, en un Chile convertido en un país
ocupado, donde se trivializaron el mal y la traición y la supervivencia
cotidiana pasó a ser un gesto heroico.
"Justo comenzaba a atar mis propios cabos sueltos/ cuando vino
el Golpe/ una mano dura/ tapándome la luna/ y el sol./ Todo
se detuvo/ me deprimí", reza uno de los poemas de Cuevas
que se remontan a esa época, caracterizada por un masivo exilio
de intelectuales del cual no participó el autor de "Restaurant
Chile".
"Todos mis amigos se fueron, los del Pedagógico, los
poetas 'underground' y, en especial, esa vida libre, poderosa. ¡Destrozada!
Es más, mucho más que la UP. ¿Por qué
no me fui? Debía haberme ido, tenía más derechos
que otros, pienso a veces, arrepentido", reflexionó en
un artículo publicado en enero de 2002 en la revista La Calabaza
del Diablo.
Fue uno de los tantos perseguidos por la dictadura, que le arrebató
su vivienda en Ñuñoa, un municipio de clase media alta
de Santiago y lo despidió de su trabajo como profesor de Filosofía
en un liceo estatal.
"Me fui a vivir en un costado de la población (barriada
marginal) San Gregorio. Allí viví entre gente que comía
perro asado cerca de un canal lleno de guarenes (ratas de alcantarilla).
El año 1975, sentado en ese canal, tomé la determinación
definitiva de empezar de nuevo, la dictadura ya no sería corta.
Me resolví a 'escribir' como una salida ética a mi vida",
cuenta el poeta.
Pero no se resolvió a publicar sino hasta mayo de 1979, empujado
paradójicamente por la Dirección de Inteligencia Nacional
(DINA), la policía secreta de la dictadura de Pinochet.
Agentes de la DINA lo detuvieron y lo conminaron a colaborar con
la represión, haciendo un contacto con gente del Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR), partido con el que no tenía
en rigor vínculos políticos.
Cuevas estaba solo. Se veía convertido en delator. Desesperado,
juntó poemas que tenía escrito y los llevó a
una imprenta donde le hicieron un libro de rústica encuadernación,
que le sirvió para inscribirse como miembro de la Sociedad
de Escritores de Chile (SECH), uno de los pocos espacios de libertad
que sobrevivieron en los 17 años de dictadura.
Fue a la SECH en busca de un respaldo y, para su fortuna, los agentes
de la DINA no volvieron a buscarlo, mientras el libro que armó
como su salvavidas era publicado ese mismo año bajo el título
"Efectos personales y dominios públicos”.
Esa publicación significó el comienzo de una prolífica
creación poética, que sumaría, entre otros textos,
"Introducción a Santiago" (1982), "Contravidas"
(1983), "Canciones rock para chilenos" (1987), "Adiós
muchedumbres" (1989), "Treinta poemas del ex poeta José
Ángel Cuevas" (1992), "Proyecto de país"
(1994) y "Poesía de la Comisión Liquidadora"
(1997).
A esos títulos poéticos se suman "Maxim, carta
a los viejos rockeros" (2000), "Destruir en nuestro corazón
la lógica del sistema" (2001) y "1973" (2003),
antes de la antología "Restaurant Chile".
Cuevas tiene igualmente obras en prosa, entre las que se destaca
"Diario de la ciudad ardiente" (1998) y últimamente
incursionó en el cine, como coautor con Álvaro Monge
del video-documental "Ningún libro de historia hablará
de nosotros", acerca de la clandestinidad de militantes comunistas
de base durante la dictadura.
En agosto de 2004, el poeta publicó una carta pública
para defenderse de ataques anónimos con que se pretendió
desacreditar el hecho de que un grupo de intelectuales y académicos,
sin consultarlo, propusiera su nombre para el Premio Nacional de Literatura.
"Recién supe que me habían presentado (al premio).
Sé que es un gesto de validación. Pero no quiero aparecer
como oficial. Soy un marginal. Si alguna vez me premian desearía
que fuera el pueblo, los trabajadores, un premio de mi generación,
etcétera, nada más", dijo.
"He luchado contra el poder ilegítimo, por mantener y
preservar una vida ética, limpia. Repudio el lobby, lo denuncié.
No vivo en ningún barrio alto, me quedé aquí
entre los basurales de Puente Alto (municipio de los extramuros de
Santiago)", escribió.
En la misma carta pública, el poeta puntualizó que
vive de una pensión indemnizatoria que el Estado le concedió
por haber sido despedido de su trabajo como profesor y que asciende
apenas a unos 200 dólares al mes.
Para la periodista Ximena Duarte, Cuevas "viene a poner muchos
puntos sobre las íes, a plantearnos la historia poética
de los que se quedaron en Chile, los y las que no regresaron con grados
académicos ni puestos en el gobierno, aquellos que no pertenecieron
nunca a la 'whiskerda' (los izquierdistas que beben whisky)".
Ignacio Valente, el más connotado de los críticos literarios
conservadores de Chile elogió en 1987 "la voz sencilla,
siempre minúscula, levemente irónica, modestamente individual
de este poeta que refiere una tragedia sin tonos trágicos,
que no asume el acento de la ideología o del tiempo futuro,
que simplemente cuenta su pequeña historia".
Una pequeña historia que es del poeta y de todos sus compañeros
de ruta, como lo expresa el Poema 212, uno de los más conmovedores
de su libro "1973":
"Un gran saludo a mi generación
en Titho Tello
Salido recién del Hospital Siquiátrico de Santiago
dueño de un alto índice de alcohol
en todo el cuerpo
sin neuronas casi
repitiendo a borbotones la línea del comité central
derrotado y demolido
Titho lleva un pedazo de Soviet en su hígado
y mucho de clase obrera en restaurantes
y sucuchos de expendio sin patente
sin dientes sin zapatos
se ha inmolado como un mártir
que creyó toda esa posibilidad de vivir
y tener su poco de poder.
Nadie lo toma en cuenta
ni le hace caso
le dicen Borrachoff
en el barrio cuando pasa.
Archívese, comuníquese y publíquese”.