José
Ángel Cuevas: Un responso para Chile
Por
Ignacio Rodríguez
Revista de Libros de El
Mercurio, Domingo 12 de agosto de 2007
José
Ángel Cuevas se sigue superando a sí mismo a pesar de sí
mismo. Su desacato formal trasunta ahora hacia tensiones y distorsiones de auténtica
familiaridad para todos aquellos que sin saber lo que les pasa, sufren sus derrumbes
y absurdos. Estos poemas son pura fuerza, energía y desgarro. Pero de esos
desgarros existenciales vividos, sufridos y asumidos en toda su confusión.
Él le aplica inteligencia al dolor, contención, pero de pronto éste
se le desborda y lo suelta a su propia libertad, para que se exprese casi sin
intermediario, hasta la desaparición del hablante, del mismo Cuevas. Porque
esta es la poesía de una generación, de la castrada y desecha hasta
en sus ganas y atisbos. Aquí se establece con certeza y hasta con extrañeza
el lenguaje de los militantes de la utopía y de los ahora marginados de
las usuras, de todas las usuras que en estos tiempos de utilidad rigen los destinos.
Estos poemas son, dicho de una sola vez, textos conmovedores, cargados de la suficiente
ambigüedad para alcanzar la lucidez y de la inmediata necesidad para vociferarnos
la realidad, auténticas instalaciones verbales de los acaecidos, de los
sobrevivientes de tanta derrota y de tanta traición. En el prólogo
a este libro se citan unas palabras de Cuevas que me parecen colectivas: "Cuánta
desilusión al volver a la democracia, cuánta caída, cuánto
olvido... al militante que está ahí olvidado, porque hay gente que
ha hecho grandes cosas... y a esos hombres los he visto por ahí. Sin un
peso en los bolsillos, sin dientes, desechos". Y de los derrotados nos dice
casi con perspicacia científica: "A las personas que han estado detenidas/
se les nota de inmediato,/ sus ojos miran en diferentes lugares/ llevan marcas
de golpes, quemaduras de cigarro,/ o cierta sordera, si es que han estado en Villa
Grimaldi". Pero más entrañable porque no tiene historia y más
memorable por su designio de humanidad este otro poema de sosegada raigambre lírica
y de honda sabiduría popular:
"Cualquier mujer/ aunque sea una
nada es un cuerpo,/ un orgullo./ Porque una pobre fea/ pudiera subirse los senos/
ponerse una blusa perfumada/ de magnolia./ Aunque no sea nada, con sus aros de
metal/ es un Universo./ Quizá en ciertas circunstancias/ la despojen de
su nacionalidad/ le rebajen el sueldo,/ pero subiéndose la falda/ los muslos
al aire/ es una gran persona que excita a Alguien como usted que merodea por la
calle".
Aunque lo importante es que, finalmente, estamos frente a verdaderas
magnitudes del lenguaje, un espesor conmovido de palabras, un resoplido y un responso
de Chile, la liturgia fúnebre de un país ultrajado por los mercachifles;
que estamos frente a poemas que funcionan y resuenan no por sus intenciones ni
direcciones, sino por sus concreciones, por unos mecanismos de legítima
tradición, novedad y emoción. Digo, por último, que los últimos
versos del último poema de este libro justifican por sí mismos su
publicación y sobrellevan sus fracasos, que también los tiene: "No
y No./ El poema en algún momento puede preservar/ hacer/ cariño/
echar viento al cadáver de un país".
LÍRICA
DEL EDIFICIO 201
POESÍA
José Ángel Cuevas
Black
& Vermelho, Buenos Aires, 2007, 63 páginas.