Juan Agustín
Palazuelos: Comentarios a una Pluma Truncada
Por Francisco Miranda Arenas
Escritores en Chile abundan. Pocos con una trayectoria reconocida
o sostenida en el tiempo. Muchos sólo alcanzaron a publicar
un libro o dos. En las innumerables veces que he deambulado entre
libros y polvo, he descubierto escritores que han maravillado mis
ansias literarias, mis afanes fetichistas. Juan Agustín
Palazuelos fue un escritor de corta
trayectoria, pero no por falta de talento o contactos editoriales,
que claro los tenía, sino por su muerte prematura, a los 33
años. Nació en Santiago en 1936 y murió en 1969
en la misma ciudad. Estudió derecho en la Universidad de Chile
y en 1956 obtuvo una beca para seguir estudios en Estados Unidos.
Posteriormente estudió Filosofía y Lenguas Clásicas.
Palazuelos fue un escritor joven, su primera novela "Según
el Orden del Tiempo" (1962, Ed. Zig-Zag) la publica a los
26 años y su segunda novela "Muy Temprano para Santiago"
(1965, Ed. Zig- Zag) tres años después.
Según Gonzalo León en su libro "Pornografía
Pura" (2004, Ed. La Calabaza del Diablo), Palazuelos "era
megalómano, pedante, culto, brillante, yonqui, escritor, falleció
un día de julio de 1969, a los treinta y tres años,
de un coma diabético." Según León, Palazuelos
"había cambiado su adicción al LSD por la Marihuana
y supuestamente al momento de su coma cometía ciertos excesos".
Además comenta en la misma crónica, "en sus inicios
Palazuelos fue todo un freak. Caminaba por Santiago con capa
y pelo largo, discutía con todos y de todo. Pero también
era un galán. Condición que cambió cuando se
casó con Josefina, una atractiva uruguaya". Agrega, "Palazuelos
publicó su primera novela a los veintiséis años
y desde ese momento no se paró de hablar de él. Junto
a Mauricio Wacquez se instalaron como los estandartes de esta nueva
generación que Armando Cassigoli supo anticipar en 1959, gracias
a una antología que incluía a autores de escasos veinte
años y universitarios, como Antonio Skármeta, Poli Délano
y Carlos Morand." Más adelante León comenta "Otra
disputa, pero no tan seria, ya que ambos simpatizaban, la tuvo con
José Donoso. Donoso le dice por ese entonces a Palazuelos que
tenía que calmar su ego, ya que después de todo Rimbaud
a su edad había cambiado la poesía. Si- le contesta
el aludido con sagacidad-; pero a tu edad Camus había obtenido
el Premio Nobel".
Por su parte, Antonio Avaria citado en la misma crónica de
León, habla sobre la importancia de Palazuelos para la época
"Con su primera novela, Según el Orden del Tiempo,
tuvo tanto éxito entre la crítica y los mismos escritores,
que ahora sería totalmente impensado un éxito de esas
dimensiones. En primer lugar, Juan Agustín Palazuelos publicó
en Zig-Zag, una editorial grande, que hasta esa época no publicaba
a desconocidos ni menos a jóvenes."
Al finalizar el relato sobre Palazuelos, León dice: "Pero
si Estados Unidos tenía a William Burroughs, Chile –por así
decirlo- tenía a Juan Agustín Palazuelos. El mito dice
que una tropa de escritores iba a Isla Negra a visitar a Pablo Neruda.
El mito continúa diciéndonos que Palazuelos agarraba
una jeringa con LSD y se la inyectaba. El mito es insistente y nos
dice que Palazuelos se ponía a morder cuanto encontraba; entraba
en una especie de frenesí y Mauricio Wacquez tenía que
ir junto a Josefina en su citroneta a San Antonio para comprar unos
calmantes, también inyectables."
Por su parte Filebo (Luis Sánchez Latorre) en Memorabilia,
la crónica que por años ha mantenido en el diario Las
Últimas Noticias, comenta "Cuando Juan Agustín
Palazuelos, que en sus días ya no leía por gusto a D’Halmar,
ni a Barrios, ni a Latorre, ni menos a Durand, se casó, se
fue a vivir en una modesta casita que la familia Villanueva, muy generosa,
le franqueó al lado de su mansión en la avenida Cristóbal
Colón." Más adelante agrega "Juan Agustín
era de esos escritores que no sentían menoscabada su dignidad
–o su identidad- visitando a sus congéneres. Recuerdo que así
como llegaba a mi casa, envuelto en su antigua capa heredada de algún
colega bohemio del tiempo del primer Juan Agustín Palazuelos,
con su bastón de avellano y acompañado de su perro "Moya",
visitaba asiduamente a Nicanor Parra y a José Donoso. De sus
visitas a Donoso se quejaba con frecuencia de las vedas forzosas que
le imponía su amigo a la conversación por cambios bruscos
de estados de ánimos. De la casa de Parra en La Reina me trajo
la noticia de que Roberto Parra, que se haría famoso con los
versos de "La Negra Ester", y el "Maestro Pinina",
que trabajaba en la albañilería de la vivienda de Nicanor
Parra, eran una misma persona. En Buenos Aires era recibido a manteles
por el frugal Ernesto Sábato, si se puede decir así,
en su hogar de Santos Lugares." Filebo termina el artículo
diciendo "Yo le tomé un enorme cariño a Palazuelos.
Nunca me pareció egocéntrico ni presuntuoso. A la hora
de los adioses pronuncié una oración fúnebre
en el camposanto." (Las Últimas Noticias, Pág.
44, 10 de abril del 2000).
En otra crónica de Filebo, en la cual se pronuncia sobre los
Novísimos, dice: "En 1960, el superjoven novelista Juan
Agustín Palazuelos, aburrido de la cantinela del 50, inventó
la aparición de los Novísimos. Él mismo, desde
luego, se etiquetó como novísimo. Tomando pie en un
verso de Nicanor Parra, que dice, Sepa Moya quien hizo las estrellas,
dio el nombre de Moya al perro encantador, de raza indefinida, que
lo acompañaba en sus paseos por el barrio señorial de
la avenida Cristóbal Colón, donde vivía."
Hacia el final del artículo Filebo escribe: "Lo que más
me atraía en los Novísimos, honradamente hablando, era
la presencia del perro Moya, Palazuelos le había otorgado este
nombre pensando en el misterio que había puesto en su camino
al perro sin linaje conocido. Sepa Moya quien hizo las estrellas.
La mala suerte quiso que Palazuelos viviera la mitad de la vida de
Wacquez" (Diario Las Últimas Noticias Pág. 47.
16 de septiembre de 2000).
Por su parte, el desaparecido crítico literario Hernán
Díaz Arrieta, conocido como Alone, en su crónica dominical
del diario El Mercurio, se refiere a la aparición del primer
libro de Palazuelos "Ha de estar contento el juvenil autor de
esta novela (Según el Orden del Tiempo), su primer libro
ha desatado un temporal de discusiones. Mientras juicios autorizados
la ensalzan como novedad positiva, extraordinaria, otros, menores,
no menos exaltados, la rebajan hasta el último límite,
el del aburrimiento, llegando a atribuirle contenido político.
A propósito, o despropósito de ella, han hablado de
injusticias sociales, de gente que se baña y gente que no se
baña, de explotadores que comen y explotados que padecen hambre.
Entre esos fuegos cruzados, puede Juan Agustín Palazuelos,
ayer desconocido, decirse filosóficamente: Me discuten, luego
existo". Finaliza su crítica diciendo "Tal vez Juan
Agustín Palazuelos, de veintiséis años, sabio
e inexperto, culto o candoroso, malicioso, admirador de Proust, que
ha estudiado, leído y releído, no está desengañado
de todo, buscando a tientas una manera personal de expresarse y si,
con el tiempo, no irá a ser uno de los innovadores, de los
descubridores de nuestra época, en ese tránsito justo
a otra; el primero que supo y logró salirse del surco, por
lo cual padeció persecuciones, como tantos, hoy objetos de
estudios magistrales, de tesis psicológicas, sociológicas,
filosóficas. ¡Quién sabe! Se han visto cosas peores.
Gide se rió de Proust, lo hizo a un lado. Todavía muchos
no aceptan a Joyce, rehúsan a Kafka." (El Mercurio, febrero
de 1963).
Como podemos ver, Juan Agustín Palazuelos, fue un personaje
polémico, tanto por su obra como por su vida. Es lamentable
que haya muerto tan joven, ya que después de leer sus dos únicas
novelas, la sensación que queda es de una pluma que ya madura,
podría haber dado a la literatura chilena, una gran obra y
un interesante escritor, y no una promesa extinguida por los avatares
del destino. Termino diciendo que me pasé años buscando
sus dos únicas obras. Hasta que las encontré, separadamente,
a las dos. Más tarde, y ante mi sorpresa, encontré por
casualidad, una segunda edición de su primer libro, editada
el año de su muerte.
¿Homenaje póstumo o casualidad? No lo sé.
Pues sólo queda ahora buscar los cuentos repartidos entre antologías
y revistas... si es que logro dar con ellos.