Entrevista
a Javier Bello
"Quien
esté libre de surrealismo que tire la primera piedra"
Por
Pedro Pablo Guerrero
Revista
de Libros de El Mercurio. Viernes 30 de junio de 2006
Ganador del reciente Premio Hispanoamericano de
Poesía "Juan Ramón Jiménez", el autor chileno habla
de sus filiaciones literarias y de su lugar en la escena local.
No
es la primera vez que gana un premio en España. En 1998 obtuvo una mención
en el "Jaime Gil de Biedma", por Las jaulas (Visor). Profesor
de literatura en varias universidades chilenas, alumno de doctorado en la Universidad
de Las Palmas de Gran Canaria, Javier Bello (Concepción, 1972) ya
cuenta con una larga lista de libros publicados, que abarca desde La noche
venenosa (1987) hasta el recién premiado Letrero del albergue,
que editó la Diputación de Huelva.
- ¿Sientes que
en España se aprecia tu poesía más que en Chile?
-
No creo. He obtenido el premio Gabriela Mistral y la beca de la Fundación
Pablo Neruda. Pero parece que de manera anónima he tenido mala suerte con
mis pares, sobre todo con aquellos que conforman los jurados del Fondo del Libro,
que nunca me han otorgado una beca de creación. Conozco gente que ha sacado
4 o 5. No quiero decir con esto que lo mío sea mejor, pero
alguna gracia tendrá. El libro que acaba de ganar el "Juan Ramón
Jiménez" fue descalificado de forma salvaje este año, recién.
Creo que es hora de que lo diga.
- César Antonio Molina, presidente
del jurado, afirmó que tu libro está escrito en un verso cercano
a la prosa y con un lenguaje "vivo y vital, con grandes imágenes compulsivas,
irracionales y rozando cierto surrealismo". ¿Estás de acuerdo
con esa filiación?
- Es una filiación que me honra. El surrealismo
es el pensamiento artístico más relevante de la contemporaneidad.
Representa algo fundamental todavía y siempre: nuestra capacidad de liberar
la conciencia y bucear en su oscuridad misteriosa y siempre nueva, liberar el
cuerpo individual y el social. Federico Schopf habla de sus "ruinas".
Son unas ruinas vivísimas. La poesía chilena no sería la
misma sin el surrealismo, no sólo los cuatro mandragóricos, sino
también Rosamel del Valle, Humberto Díaz-Casanueva, Eduardo Anguita,
Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Alfonso Alcalde, Stella Díaz-Varín.
Entre los jóvenes: el grupo Derrrame, Rodrigo Olavarría, Carmen
García, Víctor Quezada, Simón Villalobos, tantos más.
Creo que resulta bastante corto de mente utilizarlo como un epíteto que
designa un estilo o en términos peyorativos o como un encasillamiento reductor.
Por supuesto que soy heredero del surrealismo. Quién esté libre
de surrealismo que tire la primera piedra.
- "Letrero de albergue".
¿Qué indica esta expresión tomada de "Una temporada
en el infierno"?
- Le indica con el dedo al ojo para que mire el letrero
de albergue de la poesía, el libro que se abre para recibir al vagabundo
que busca la entrada que lo salve de la intemperie (afuera del poema todo es intemperie).
Ojo, le responde el ojo, que ése es un aviso equívoco, entrarás
pero puede que no salgas. Hay viajes de los que no se vuelve. Rimbaud no se equivocaba
en nada. Un amigo leyó el manuscrito y me dijo que ése era el título
del libro. Le hice caso. Azar y trabajo colectivo. Rimbaud representa para mí
la fuerza del azar y la disolución del yo artístico.
-
Háblame de la dedicatoria a Orfelina Lobos. ¿Quién es ella?
-
Era la mujer que desde sus catorce años crió a los ocho hijos de
mis abuelos maternos, y a sus hijos también, entre ellos mis dos hermanas
y yo. Ella era un albergue de verdad, como dice la dedicatoria. Además,
en una familia como la mía, de origen inmigrante por ambos lados, palestino
e italiano, ella, absolutamente chilena, de Curanilahue para ser preciso, representó
para mí el conocimiento de la cultura popular y la historia del país
que no se enseñaba en los libros, un imaginario y un habla sobre todo,
que les otorgaba en muchas oportunidades voz a mis poemas. Sagrada.
-
¿Cuál es la idea de no separar el poema en versos? ¿Y de
la puntuación sin mayúsculas?
- No es una idea que se me
haya ocurrido a mí ni mucho menos. En gran medida mis lecturas poéticas
fueron en prosa, como les ha sucedido a casi todos los autores de la vanguardia
en adelante. Los dos libros más importantes de Rimbaud están escritos
en prosa. El prefacio de Altazor y Temblor de cielo completo están
en prosa. Espacio de Juan Ramón Jiménez, también.
Saint-John Perse. André Breton. Para qué hablar de los rioplatenses:
Girondo, Pizarnik, Marossa di Giorgio. Mucho de lo que aceptamos hoy por hoy como
tradición poética es prosa. Alejar el poema de la respiración
versal, que se transformó en una jaula debido a las normas que le impuso
la tradición y acercarla a la libertad de movimiento y vitalidad de la
prosa, no es un simple maquillaje. La puntuación no seguida de mayúsculas
es otra vuelta de tuerca de lo mismo. Cortar en el poema la fluencia de la prosa
para asumir lo fragmentario de la escritura y a veces del lenguaje mismo. Además,
casi todo está en minúscula, hasta los nombres propios: todos los
fragmentos son equivalentes y plebeyos.
- La muerte ronda tu poesía.
"Escribo en servicio siniestro", dices, y en otra parte aludes al "paso
del gusano". ¿Angustia barroca revisitada?
- ¿Es ésta
una preocupación exclusivamente barroca, no existencial, no vitalista también?
La oposición entre Oro - superficie, luminosidad, brillo, mentira- y Hueso
- profundidad, oscuridad, opacidad, verdad- atraviesa todo el libro. Eso creo
que es más barroco que el manido tópico de la muerte como amenaza.
Detesto que se me califique de barroco, si esa calificación es un membrete
que parece solucionar el problema. Ha pasado mucha agua bajo los puentes del barroco,
el neobarroco y el neobarroso, como para identificarlos con tópicos clásicos.
Tampoco es un estilo, ojo.
- En varios poemas se percibe una tensión
entre escritura y representación poética.
- Creo que uno
de los síntomas claves de la contemporaneidad en la poesía, y en
la literatura en general, es la autorreflexión. El texto como correlato
crítico del mismo texto. Creo también que es una de las características
que ha mantenido viva, siempre en ruptura, nuestra poesía desde Huidobro,
que es el primer y máximo hipervigía. Mis poemas participan, espero
que con buena suerte, de esta vigilia sobre la representación.
-
A propósito de los epígrafes con versos de Góngora y Vallejo:
¿es coincidencia que ambos aludan a Cristo?
- No es coincidencia.
El poema de Góngora anuncia el nacimiento, el poema de Vallejo la repartición
del pan a los pobres. Todo el libro es un caminar por el cuerpo sacrificado de
Chile. A mí se me reveló el Cristo Madre del que tan lúcidamente
escribe Patricio Marchant - con respecto a la poesía de Gabriela Mistral-
ante el cuerpo agonizante y el cadáver de Orfelina Lobos. Cuerpo de la
madre, cuerpo de los hijos, al final del libro el retrato y el nombre de Salvador
Allende. Nuestros sacrificios.
- ¿Cómo definirías
tu lugar en la poesía chilena contemporánea? ¿Rara avis?
-
Me sentiría honrado de ser un pájaro raro y no ocupar un lugar previsible,
de fácil definición. No hay nada más aburrido que una campana
que suena. Creo que la poesía chilena es una suma no lineal de excepciones.
-
¿A qué atribuyes el hecho de que seas uno de los poetas chilenos
más antologados?
- Es cierto. Lo atribuyo a la buena voluntad de
los antologadores. Me siento a gusto con todo el mundo. El albergue debe estar
siempre abierto.