POEMAS
DE LÊDO IVO
Traducciones
de Juan Cameron
Parece que
hay un lenguaje de la naturaleza o de Dios, como quiera llamársele, allá
afuera en la realidad. Y este lenguaje es ético porque es puro amor o armonía,
salud pura. Y el hombre, pobrecito él, intenta imitarle con su triste lenguaje.
Y dice patria donde no la hay, y dice democracia también, y dice moral
y se hiere la boca con palabras. Pocos poetas llegan a esa expresión donde
logos y gramática son una sola cosa, ese transmitir de lo fecundo y lo
germinal que no necesita nombrar porque la cosa está; y no necesita callar
porque el silencio es escritura de estúpidos. Conozco pocos entre aquellos:
nuestro más cercano Omar Lara, ese Jaime Sabines de bronce y, desde ya,
nuestro padre Lêdo Ivo.
Celebré sus 83 este verano
en Paraíso, sobre el sur petrolero mexicano. Pleno del Caribe y de esta
vida que es hermosa, a pesar los mediocres que a veces la rigen, con otros cincuenta
llegó al ágape más fraternal. En su homenaje perpetré
estas lecturas.
Asilo
Santa Leopoldina
Todos los días retorno a Maceió.
Llego
en los navíos desaparecidos, en los trenes sedientos, en los aviones
. .... .. ciegos que sólo aterrizan al anochecer.
En
las pérgolas de las blancas plazas pasean los cangrejos.
Entre las piedras
de las calles escurren ríos de azúcar
fluyendo dulcemente de
los sacos almacenados en los trapiches
e iluminan la vieja sangre de los asesinados.
Tan
pronto desembarco me dirijo al hospicio.
En la ciudad en que mis ancestros
reposan en cementerios marinos
sólo los locos de mi infancia siguen
vivos y esperándome.
Todos me reconocen y saludan con gruñidos
y
gestos obscenos y aparatosos.
Cerca, en el cuartel, la corneta que chilla
separa
el crepúsculo de la noche estrellada.
Los lánguidos locos bailan
y cantan entre las verjas.
¡Aleluya! ¡Aleluya! Mas allá
de la piedad
el orden del mundo refulge como una espada.
Y el viento del
gran océano llena mis ojos de lágrimas.
El
dinero de los poetas
El dinero de los poetas yace en los
supermercados.
Los sueños de los poetas están guardados en los
bancos.
En el desperdicio del mundo el poema de amor se inclina hacia el suelo
como
una paloma que en la plaza al atardecer busca el grano de maíz
.
.... ..tirado por los turistas
antes que la noche la devuelva al secreto
de su cornisa.
Quiero esconderme en ti, en casa, pero ninguna llave abre
mi puerta.
En la playa lacerada por los caracoles ningún viento rasga
mi estandarte.
Donde estoy el sol no hiere el dorso del lagarto
ni el agua
del enlosado lava la muerte.
Desciendo la escala de mármol y deposito
en la caja fuerte la refulgente
. .... ..joya
de mi pesadilla.
Para mi solo guardaré la moneda humillada por el óxido
que
el tiempo condenó a no ser pan.
El
pecado original
De nuestros primeros padres heredamos
el pecado original
Adán y Eva desobedecieron a Dios en el paraíso
terrenal
comiendo el fruto prohibido.
¡Oh dorada manzana de la vida!
Día y noche
pagamos los moteles con el sudor de nuestros rostros.
Lêdo
Ivo nació en Maceió, Alagoas, en 1924. Formado en la Facultad
de Derecho de la Universidad de Brasil,
nunca se recibió de abogado; a cambio, ejerció el periodismo. Ha
publicado los poemarios Las imaginaciones (1944), Oda y elegía
(1945), Acontecimiento del soneto (1948), Oda al crepúsculo
(1948), Cántico (1951), Oda ecuatorial (1951), Un brasileño
en París (1955), Magias (1960), Una lira de veinte años
(1962), Estación Central (1968), Finisterra (1972), Señal
del semáforo (1974), El soldado raso (1978), La noche misteriosa
(1982), Calabar (1985), Mar océano (1987), Crepúsculo
civil (1995), Nocturno romano (1997), El rumor de la noche (2000)
y Pleniluvio (2004). Con ocasión de sus 80 años, en 2004,
la Academia Alagoana de Letras editó su obra bajo el título de Poesía
Completa, con un estudio introductorio de Ivan Junqueira, junto a sus memorias,
Confesiones de un poeta. En castellano encontramos Las islas inacabadas,
una selección y traducción de la mexicana Maricela Terán
(1997), Los murciélagos, antología editada por Chilepoesía
con traducciones de Maricela Terán y Adán Méndez (2005) y
Mía patria húmeda, en Veracruz, México, con traducciones
de Jorge Lobillo (2006).