Poesía
en Granada, Nicaragua
Por Javier Campos
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Por una semana, en febrero, asistí invitado como poeta chileno
(el otro fue Marcelo Rioseco) al II Festival Internacional de Poesía
en Granada, Nicaragua. Nos reunimos allí ochenta poetas de
treinta países del mundo incluida toda América Latina
hasta España, Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Noruega, Suecia,
Rumania, Polonia Groenlandia, Dinamarca, China y China-Taiwan. Este
segundo encuentro era en honor al centenario de unos de los grandes
poetas nicaragüenses: José Coronel Urtecho.
Algún lector de esta columna se preguntará ¿y
para qué realmente sirven los encuentros maratónicos
de poesía y estén una semana entera los escritores leyéndose
versos unos a otros? Otro pensará ¿y por qué
realizar esos encuentros de que al fin de cuentas no sirven para nada
y especialmente en un país como Nicaragua donde la pobreza
es un 70%, la segunda más alta del hemisferio occidental después
de Haití?
A lo mejor puede ser cierto que es mejor realizar congresos más
realistas entre los poetas. Congresos donde se hable en cómo
solucionar nuestra pobreza, la violencia y la corrupción de
tantos países nuestros. Otros de seguro piensan que las declaraciones
de los poetas en esos congresos pertenecen a un pasado muy remoto.
O son declaraciones de “grupo de damas de un club de té” como
escribió recientemente un despistado en una lista en Internet
al leer la declaración final que sacó este Festival
(nota 1)
Uno de tantos poetas que conocí – que muy remotamente se parece
a una dama de un club de té- fue Haroldo Alvarado Tenorio.
Destacado poeta colombiano, profesor, editor, traductor del chino,
inglés, francés, periodista premiado quien un día
en el Festival me dio un sobre con unas revistas -Arquitrave: www.arquitrave.com
- que él edita y un artículo que había publicado
en Diciembre de 2005 en la Revista de la Universidad de Antioquia:
http://www.editorialudea.com/revistaudea2005.html
En su artículo contaba una historia horrenda que le ocurrió
a él mismo. Su historia era la historia de una horrorosa violencia
cotidiana en Colombia que lo envolvió por casualidad.
Todo empezó cuando unos grupos guerrilleros le robaron una
modesta finca en una región rural, a pocos kilómetros
de Bogotá. Y de allí comenzó un largo calvario
de amenazas y maltratos sin que ninguna ley lo protegiera. También
le asesinaron a su compañero con una violencia indescriptible
a pocos metros de su finca. Violencia tal si fuera una peste imposible
de curar o arrancar de raíz en aquel país. Alvarado
vive hoy poco menos que escondido en una parte de Bogotá pues
teme que lo asesinen.
Pero allí estaba en Granada el poeta colombiano compartiendo
con los 80 poetas. Yo luego de regresar de Granada comencé
a conocer verdaderamente su historia en detalle, leyendo tranquilamente
en mi propia casa su articulo, pensando en como sería eso de
que nadie en un país se haga cargo del maltrato o de que asesinen
frente a tus ojos a tu mejor amigo o amiga, a tu amante, a tu esposo
o hermano únicamente porque sí. Un lugar donde la violencia
está institucionalizada y es tenebrosa.
Pero en esta columna empecé a hablar de aquel congreso de
poesía en Granada y me disgregué por las ramas hacia
el caso de un poeta colombiano. Es que hay mucha relación con
lo que vi en Granada, Nicaragua. Un país que vivió una
guerra continua de 10 años durante los 80. Hoy es otro país.
No hay la guerra continua ahora aunque sí otros problemas de
profundas desigualdades que ha desarrollado particularmente en Nicaragua
una globalización salvaje.
Hay sí una democracia que se palpa y se vive aún dentro
de esas desigualdades. A veces es difícil que se entienda si
no se está en esos países y no únicamente teorizando,
desde la izquierda nostálgica e ingenua, desde una hermosa
oficina del Primer Mundo o de universidades ricas del Tercer Mundo.
Esa libertad de no verse vigilado por agentes de seguridad parados
en cada esquina o por comités de defensa de la revolución,
ni que a nadie se le obligue seguir a un sólo partido o una
única dogmática consigna. Algunos me dijeron, “preferimos
una democracia imperfecta ante una dictadura de izquierda como la
cubana”. Y los que me dijeron eso eran ex-sandinistas que derrocaron
la siniestra tiranía de la familia Somoza en junio de 1979.
Y allí conocí en el Festival a otro poeta. Un poeta
cubano quien venía desde Habana pero no tenía pelos
en la lengua para ser contestario de un régimen que él
considera cayéndose a pedazos y donde hay precariedad por donde
se mire. “Pero deseo vivir en Cuba pues es mi país. Es parte
de mi ser.” En Granada aquel poeta se sentía libre. “Nadie
aquí me vigila por lo que hago ni digo. Ni me para la seguridad
porque llevo este aro en la oreja o tengo tatuajes en los brazos o
porque camino con un amigo español que anda de visita en Habana.
Y eso de sentarte a tomar un café en una mesa fuera de este
restaurante hasta que me de la gana. Esa libertad es imposible en
mi país.”
Luego conozco a otro poeta de Perú. Quedo impresionado porque
habla nueve lenguas, y nos dice que entiende otras cuatro más.
Me habla de Perú y de la posibilidad que salga uno llamado
Ollanta Humala quien plantea un proyecto racista en su campaña
presidencial. Luego hablamos de otro presidente corrupto como Fujimori
que Chile lo tiene detenido y en proceso de extradición. Yo
le hablo de la nueva presidente Michelle Bechelet y cómo el
proceso de globalización en Chile poco tiene que ver como funciona
en Nicaragua, México o en América Central.
Un ex-sandinista que tuvo puestos importantes durante los 80 en Nicaragua
agrega que el problema en su país ahora es la corrupción
y eso es lo que diferencia Nicaragua de otros países como el
de Chile por ejemplo. Nos cuenta lo que ya muchos allí sabíamos.
El ex-presidente Arnoldo Alemán terminó su mandato robando
de la hacienda pública cerca de 100 millones de dólares
que puso en su cuenta bancaria. Hoy está preso pero en una
mansión de lujo. Cada semana da impresionantes fiestas. Otra
persona me dice que se ha gastado más en el juicio a Alemán
que en recuperar el dinero que se robó. También que
es vergonzoso como las elites se encierran con los enviados de Washington
a decidir por Nicaragua.
Saludo a Ernesto Cardenal a Gioconda Belli a Nicasio Urbina. También
a los poetas organizadores del festival quienes nos reciben con una
inmensa cordialidad: Francisco de Asis Fernández y Gloria Gabuarti.
No hay en los poetas organizadores ni envidias ni favoritismo ni menos
aparecen con propuestas que ponen incómodos a los poetas visitantes.
Como ocurrió en Chile/Poesía en 2005 cuando obligaron
a los poetas invitados a que participaran en una controversial lectura
en la Escuela Militar Bernardo O’Higgins. El poeta Haroldo Alvarado
Tenorio, quien fue invitado a Chile/Poesía, me cuenta detalles
de lo que la prensa chilena no publicó ni nadie supo. “Allí
el organizador montó en furia cuando muchos poetas invitados
le dijimos que nosotros no iríamos a leer ni menos apoyar un
acto surreal de leerles poemas a lo militares. Además en ese
encuentro no asistía nadie. Sillas totalmente vacías”.
Eso fue lo que me impresionó de Granada. Cientos y miles de
personas asistían a las lecturas públicas (hubo sí
una constante publicidad dos meses antes en la prensa y en canales
de la tv). La ayuda vino del Instituto Nicaragüense de Turismo,
del Ministerio de Educación Cultura y Deportes, de la Cancillería
de la República entre otros. Es decir todo el Festival en Granada
fue producto de la colaboración de la iniciativa privada, la
cooperación internacional y del gobierno.
Pero la gente de Nicaragua está familiarizada con la poesía
desde hace décadas. Es la poesía que se lee en público
y no la de salones cerrados, al estilo académico. Allí
la poesía andaba por las calle. En cada esquina de la ciudad
de Granada hubo lecturas. En los mercados públicos. En las
escuelas primarias y secundarias. En hospitales. En ciudades pequeñitas.
En sitios universitarios. En los atrios de las iglesias coloniales.
Vi gente humilde sentarse a escuchar poesía. Vi a mujeres ancianas,
ancianos, jóvenes, vendedores públicos, músicos
callejeros, escuchar poesía. Nadie hacia ningún ruido.
Nadie abucheaba desde la última fila o del anonimato. Nadie
se reía de ningún poema que alguien recitaba o declamaba.
Nadie ofendía a nadie con improperios o groserías. Todos
escuchaban poesía, muchas veces hasta las nueve de la noche
bajo un cielo claro de febrero y una luna redonda en medio de cielo.
Yo pensaba que era el único que creía que en Nicaragua
la poesía andaba por la calle y no por las salas académicas.
Me lo confirmaron los organizadores de Festivales de Costa Rica y
El Salvador. Ellos tampoco habían visto tanto fervor por escuchar
poesía. A lo mejor la mayoría de los poetas como Harold,
como ese poeta cubano, como el poeta peruano que hablaba nueve lenguas,
como los otros 73 poetas más, sentían que en Granada
el mundo parecía distinto. De alguna forma era un pueblo que
tenía -a pesar de las dificultades económicas de la
mayoría- un espacio donde la violencia y la represión
no eran pan de cada día.
Tengo más historias de aquel maravilloso Festival. Quizás
en otra columna sigo contándolas.
Nota 1. Léase la declaración
del II Festival de Granada 2006. http://alvaradotenorio.blogspot.com/
*Javier Campos es narrador
y poeta chileno. Reside en EE.UU. Fue invitado al II Festival Internacional
de Poesía de Granada, Nicaragua, febrero 2006.