Cautivo
en El Caribe
*Javier
Campos
En reciente
viaje por El Caribe leía un libro sobre los aborígenes antillanos
mientras estaba tendido en una de sus playas. Días de sol intenso. A pocos
metros las aguas cálidas del suroeste de Puerto Rico (Borinquen para los
indios taínos que la habitaron antes de llegar los europeos). También
una agradable brisa de palmares me protegía de los 38 grados Celsius. Más
de quinientos años después, o muchos más si incluimos los
siglos antes de llegar los europeos, la imaginación me llevaba a diversos
lugares del pasado que relataba aquel libro.
Cuando Cristóbal Colon
llegó a las Antillas Mayores, principalmente la Española (hoy Haití
y Republica Dominicana) y luego a Cuba, los indígenas taínos le
hablaron inmediatamente de la ferocidad de los indios llamados "caniba"
o "canima". Luego Colón en la Española en 1492 escribe
por primera vez la palabra "caribe" refiriéndose a los que vivían
en algunas islas de las Antillas Menores. Los taínos le relataron en Cuba,
el 23 de noviembre de 1492, que esos "caribes" se comían a sus
enemigos. Con seguridad se comunicaron con mucha dificultad pues el Almirante
no tenía todavía ningún traductor. Sí tendrá
un traductor taíno (lo bautizaron "Diego Colón") a partir
de su segundo viaje. Este traductor era uno de los siete indios taínos
(los primeros del Nuevo Mundo obligados a dejar su tierra original) que el Almirante
llevó a la fuerza para mostrar a los Reyes Católicos al regreso
de su primer viaje.
Colón convertiría luego en sinónimos
los términos "caribe" y "caníbal" en su famosa
carta del descubrimiento (febrero de 1493), la que tuvo amplia difusión
en Europa. Hoy día, únicamente por la información de documentos
escritos por franceses e ingleses, pues no hay evidencias antropológicas
o arqueológicas, se ha afirmado que fue cierto que los indios caribes comían
carne humana. Los principales investigadores actuales coinciden sin embargo que
aquella práctica hay que considerarla como un "canibalismo ritual".
En
una "canoa" (primera palabra indígena que Colón incorpora
en su diario de octubre de 1492) podían ir 50 caribes. La canoa era hecha
del árbol llamado Ceiba. Como eran guerreros constantes, durante 6 meses
al año (desde julio a diciembre) desaparecían por las islas buscando
prisioneros. Se dice que podían salir 500 caribes en sus canoas en aquella
expedición de captura. Navegaban por las islas, principalmente las islas
grandes donde estaban sus enemigos eternos: los taínos. O sea que también
la isla de Borinquen (hoy Puerto Rico) podía ser asediada, principalmente
en noche de luna, y entrar por esta playa donde ahora, después de 514 años
o más , estoy tendido, leyendo una historia que tomó siglos en escribirse
para que tuviéramos una idea aproximada de esos indios caribes. Llegaron
cientos de años atrás, quizás antes de Cristo, por el norte
de Venezuela, de islote en islote, habitando las Antillas Menores.
El libro
cuenta que los meses restantes, desde enero a junio, cuando se quedaban en sus
comunidades, los hombres caribes se levantaban temprano, se lavaban en un río,
se reunían a conversar o a tocar la flauta (hecha de los huesos de las
piernas de sus enemigos o de madera). Las mujeres preparaban el desayuno, los
peinaban (una característica de los indios caribes era su larga cabellera
negra tanto en hombres como en mujeres y andaban desnudos). Luego unos iban a
pescar en el mar o en los ríos. Otros quemaban árboles para preparar
el lugar de cultivo. O construían o reparaban las viviendas. Hacían
cierto tipos de canastos tejidos, cuerdas, asientos de madera, pequeñas
mesas de fibra, unos coladores tejidos para colar la harina de yuca. Los más
adiestrados se ocupaban en hacer canoas para la expedición anual que comenzaba
desde julio a diciembre. Otros construían arcos y flechas, algunas con
un veneno mortal. Otros fabricaban las grandes macanas planas de madera dura,
pulidas, adornadas en el mango. Con ellas aturdían a sus enemigos. O con
un golpe más fuerte mataban de un certero "macanaso" en la nuca
al que sería comido en una ceremonia especial.
Con luna llena entraban
a una parte de alguna isla. Rodeaban el lugar donde estaban los indios y las indias
taínas durmiendo. Con un gran alarido para causar miedo, a eso de las tres
de la mañana, los atacaban. El objetivo no era matarlos a todos sino reunir
una cantidad de prisioneros y prisioneras. Eran llevados a sus comunidades. A
los hombres capturados los hacían esclavos. No los comían sino que
eran destinados a trabajar en sus tierras o en otros oficios. Con las mujeres
cautivas (taínas, y también se sabe que capturaron a mujeres mestizas,
luego a africanas) se mezclaron con ellas. Las taínas cautivas fueron las
que fundamentalmente trabajaban la cerámica para los caribes. Oficio que
por generaciones ellas realizaban en su comunidad taína..
El libro
dice que no comían a todos los prisioneros sino que elegían a uno
para su ritual caníbal. El sacrificado era hombre. En una ceremonia especial
se vestían con adornos. Todos comían y bebían un tipo de
alcohol (también daban de beber a la víctima). Con las macanas de
madera lo atemorizaban y en algún momento alguien le daba en la nuca el
golpe final. Le cortaban la cabeza y se vaciaba su contenido. Se guardaría
como trofeo para que futuras generaciones vieran el valor de los caribes. El resto
del cuerpo se partía y cortaba con cuchillos de piedra y se ponía
a asar en parrillas de madera. Se guardaban los huesos de las piernas para hacer
flautas. El pene era la única parte que no se comía y se tiraba
al mar.
Está oscureciendo aquí en la playa de Borinquen.
Hay luna llena. Es gigante. Ilumina el palmar y la costa. Aún no he terminado
de leer mi libro. Hace tres días y tres noches que vivo en esta playa con
poca agua y algunos víveres. Escucho ruidos en el mar (sin duda son las
"canoas") que se acercan. Reman hacia la orilla donde he estado todo
el día. Ahora escucho gritos y voces en otra lengua. Tres hombres desnudos
de cabelleras negras y largas se acercan con unas grandes macanas de madera dura.
Son iguales a las reproducciones que aparecían en el libro que leía
en esta playa, al suroeste de Puerto Rico, este mes de agosto de 2006.
*
Javier Campos. Escritor, poeta. Es académico de la Universidad Jesuita
de Fairfield,
Connecticut, Estados Unidos.