Los poetas
en La Escuela Militar
*Javier Campos
(Publicado en el www.elmostrador.cl,
24 de octubre de 2005)
Hay un cuento muy famoso de Rubén Darío, publicado en
su libro “Azul” (1888), en Valparaíso. Allí está
el breve relato llamado “El Rey Burgués”. Se trata de un poeta
que debe quedarse para siempre, hasta la muerte (muere congelado en
el jardín del palacio del poderoso rey burgués), tocando
un organillo para ese hombre aparentemente amante de la poesía
y las artes. Para el “Rey burgués” el poeta es únicamente
una decoración y poco le interesa lo que cante o recite.
Pero lo que también hay en ese cuento de Rubén Darío
es que el poder creativo o profético que pueda tener el poeta
poco interesa a una elite aparentemente culta y dominante. Claro,
el cuento está ligado también, debajo de ese imaginario,
a lo que el entonces poeta nicaragüense veía en aquel
otro Chile “moderno” de fines de siglo XIX. Es decir cómo cierta
elite dominante percibía al poeta.
El reciente encuentro internacional “ChilePoesía” cuyo
organizador y director, el que decide quien viene y no viene a ese
festival, es el poeta José María Memet. También
en la directiva está el poeta premio Nacional de Literatura
Raúl Zurita. En el programa oficial se programó para
el jueves 20 de octubre pasado a las 19 horas la lectura de cuatro
poetas del encuentro “ChilePoesía” para dar una lectura poética
en el recinto de La Escuela Militar. Además el programa decía
: “la asistencia es con invitación intransferible” (?). Junto
a los poetas mencionados se incluía también al poeta
chileno Leonel Lienlaf y a Manuel Silva Acevedo . Y por eso comenzaron
reacciones, incluida esta columna mía, sobre este inédito
recital de tres poetas en un recinto que fue lugar de torturas durante
el régimen militar.
En informe en 2004 de la Comisión Nacional sobre Prisión
Política y Tortura (informe Valech) señala claramente
en su Capítulo 6, “Recintos de detención” : “Fueron
utilizados como lugares de detención e interrogatorio las más
diversas unidades pertenecientes a las diferentes ramas de las Fuerzas
Armadas, cuarteles de las policías de Carabineros e Investigaciones,
buques, intendencias, estadios, campos de prisioneros, cárceles
y recintos secretos de la Dirección de Inteligencia Nacional
(DINA) y la Central Nacional de Inteligencia (CNI)”.
Pero más adelante ese informe específicamente describe,
en la página 185, lo que en esa Escuela Militar Bernardo O’Higgins
ocurrió: “La mayor cantidad de detenidos se registró
en 1973. Según los testimonios recogidos por esta Comisión,
fueron llevados a este recinto hombres y mujeres que habían
sido arrestados en distintos lugares de Santiago, entre los que se
encontraban altos dirigentes de la Unidad Popular, los que fueron
enviados posteriormente a la isla Dawson, en la Duodécima Región
del país. Los prisioneros eran conducidos a un subterráneo
donde se les sometía a interrogatorios. Los detenidos coinciden
en denunciar que permanecieron amarrados, con los ojos vendados e
incomunicados; sufrieron golpes, simulacros de fusilamiento, amenazas,
aplicación de electricidad, y fueron obligados a permanecer
en posiciones forzadas. También, según los testimonios,
a algunos de los que fueron detenidos durante 1974, los llevaron a
centros de tortura de la DINA, como el de Londres 38 y Cuatro Álamos.”
La explicación del poeta Memet, y sin duda coincide el Premio
Nacional Raúl Zurita, es que es necesario la reconciliación
y este acto poético, dentro del recinto militar, fue (en las
palabras de Memet y Zurita) un acto poético “simbólico”
porque la poesía puede cambiar el mundo y modificar al ejército.
Ambos poetas dijeron literalmete lo siguiente luego de la lectura
el jueves 20 de octubre: “Es un gesto simbólico. Al principio
todos estábamos tensos. Es primera vez que esto se hace, es
un inicio. Pero creo que es inolvidable. Este recital era una contradicción
desde su inicio, pero no es tan sólo una voluntad, sino una
necesidad de país.” Raúl Zurita por otro lado dijo :
“Ha sido potente como metáfora lo que ha ocurrido. Encuentro
bastante conmovedor haber leído el “Canto a su amor desaparecido”
en la Escuela Militar. Para mí fue, ha sido una gran experiencia,
y eso significa que, si es posible, tal vez el arte pueda efectivamente
cambiar el mundo.” (ver www.elmostrador.cl
21 de octubre).
Si aquel acto fue “simbólico”, y el arte puede cambiar a
los que estudian para militares en un recinto que fue centro de torturas,
entonces podemos también analizar ese “acto simbólico”
con otras interpretaciones. Es cierto que este acto poético
es inédito en Chile. Nunca antes ningún artista, mujer
u hombre, había leído poemas, representado ninguna obra
de teatro, mostrado un documental, invitado a una defensora de los
derechos humanos, a algún torturado, etc., para que hablara
ante los militares en ese recinto u en otros recintos semejantes.
Nunca nadie antes lo propuso ni hasta ahora una amplia cantidad de
artistas lo propondría. El no tener referentes parecidos antes
es también un acto “simbólico” distinto a la propuesta
de Memet y Zurita.
Un ejemplo contrario a ese acto “simbólico” en el que creen
Memet y Zurita es el ejemplo de una carta publicada por el actor chileno
Nelson Villagra en el mostrador y de la cual, creo, muchos/as estamos
de acuerdo. El escribió : “Hay ya demasiados delitos relativos
a los DDHH en mi país que se quieren echar al olvido; demasiadas
consideraciones con el viejito ladronzuelo y asesino… ¿cómo
no va a ser difícil explicarles entonces a estos amigos del
pueblo chileno los tristes argumentos que han dado los organizadores
del insólito y vergonzoso acto “poético” en la Escuela
Militar? …yo digo, este atado de inocentes -para decirlo de una manera
inocente- que han organizado dicho evento ¿realmente pensarán
que leyéndole poemas a los futuros represores de nuestro pueblo,
éstos en la próxima oportunidad frente a la parrilla
le dirán a sus víctimas –quizás alguno de los
propios poetas- con una flor en la mano “tú la llevái”?”
También en el acto poético, según lo que dijo
luego Raúl Zurita, arriba mencionado, y en nuestra propia interpretación
“simbólica”, es muy claro que asumió él mismo
el papel del Mesías junto a los otros tres apóstoles
a su lado (el poeta Memet, el poeta Lienlaf y el poeta Acevedo). Inocentemente
(como dice Nelson Villagra) algunos poetas actuales creen a pié
juntillas que bastarían algunos poemas, como si fueran palabras
mágicas y proféticas, que al instante, con algún
poder sobrenatural, aquellas mentalidades militares irían a
cambiar sorpresivamente aquello que asumen como verdad. Y cuyo mentor
- el ex general y dictador Augusto Pinochet - lo ha dicho hasta el
cansancio eso que “de nada hay que arrepentirse y a nadie hay que
pedir perdón”.
La poesía nunca ha cambiado ningún sistema social ni
si siquiera modificado ninguna constitución, institución
represiva ni la mentalidad fascista de antiguos represores de algún
régimen del pasado. Lo que cambiarán esas situaciones
son actitudes y decisiones políticas y no recitales en ex -centros
militares de tortura.
Entonces, si siguiéramos el propósito “simbólico”,
como expresó el poeta Memet al salir de ese recinto militar
luego de leer poesía, ahora pidamos que poetas de la Sociedad
de Escritores de Chile comiencen recitales continuos en el buque Escuela
“Esmeralda”, en los recintos de la Fuerza Aérea, y en tanto
otros regimientos que fueron centros de tortura. O que al ex - director
de la DINA, Contreras, se le invite especialmente a escuchar poesía
para que se reconcilie de lo que hizo y pida perdón. O como
dijo Pedro Alejandro Matta en un email reciente: “Solamente me pregunto
quiénes son esos supuestos poetas que pretenden usar la poesía
(si la tienen) para limpiar el frontis y barrer las baldosas manchadas
de sangre de la Escuela Militar.”
Volviendo a Rubén Darío y a su cuento “El Rey Burgués”,
lo que al poeta hay que pedirle, y a todo artista, es que jamás
sea un organillero de los que aún tienen todo el poder en sus
manos ni menos ser comparsas de instituciones que apuestan al olvido
para siempre. Ni menos ser tan ingenuos de creer que el poeta es un
Mesías. Es una ingenuidad mayúscula pensar que el poeta
vaya a “cambiar el mundo” en estos tiempos globales.
El poeta, como sugería Darío, debe cantar libre sin
atarse a nadie. El mundo lo cambiará una sociedad civil que
afectará lo político y lo social para que resulte un
cambio auténtico y no un recital poético en un ex-recinto
de tortura..
*Javier Campos es poeta chileno. Reside
en EE.UU.