Hay más de tres millones de exiliados cubanos repartidos por
el planeta. Es el único país que queda en América
Latina donde aún existe esa situación de desterrado/a
de su patria. Los chilenos, argentinos, uruguayos o centro americanos
que vivieron dictaduras, guerras civiles y represión también
se tuvieron que ir a tierras lejanas, bastante alejadas de sus Itacas,
pero escuchando siempre unas sirenas que les pedían regresar
a sus países de orígenes. Ya se sabe lo que ocurrió
en nuestro Chile.
Incluso el que escribe esto salió de Chile por allá
por 1977 porque en su propia tierra, aquel gobierno y sus instituciones
le cerraban su desarrollo profesional. También le cerraban
la otra parte del ser humano que es la de expresar con libertad tu
imaginación, tus perspectivas diferentes como ciudadano en
una sociedad abierta donde no aplasten ni con el terror, la tortura,
las opiniones diversas. Y donde la libertad de expresión a
través de medios masivos no sea controlada por un Estado autoritario
sea fascista o de izquierda.
Guillermo Cabrera Infante murió esta semana en su exilio,
en Londres a los 75 años. No es mi intención aquí
hablar en detalle de su obra narrativa pues eso se puede encontrar
en este momento en cualquier sitio de Internet, especialmente en los
diarios a través del mundo con cientos de columnas de escritores,
ensayistas, cubanistas, etc. sobre su obra. Lo cierto y real es que
en los diarios de Cuba, luego de su muerte, y en los tres canales
estatales del régimen cubano, donde vale solamente la perspectiva
dogmática de una única voz, no ha parecido ninguna referencia
a este escritor cubano que no era cualquier escritor cubano en el
exilio.
Si hay que hablar de obras literarias que quedaran para siempre en
la inmensa riqueza literaria del continente, uno de ellos serán
algunas obras magistrales de Cabrera Infante. No puede un escritor
joven, ya sea el que vive enterrado en la globalización o expuesto
a ella las 24 horas del día, desconocer esta prosa del cubano.
Hay prosa que se lee y se tira a la basura porque nada te dice o nada
te dejara en tu propia imaginación porque nada de allí
sacaras enseñanza para tu actual o futura producción.
En otras palabras, la prosa de Cabrera Infante no se puede obviar
si alguien desea saber cómo se puede trabajar el lenguaje para
producir un mundo, una perspectiva nueva y siempre “moderna” , refrescante,
que además te motive a alguna vez (si es que existe ese “alguna
vez”) reprocesar la prosa de un maestro. Y por otro lado, nada se
entenderá de el Caribe, de Cuba de los 50, sin conocer a Cabrera
Infante.
Guillermo Cabrera Infante fue prohibido por el régimen cubano
desde que el escritor cortó con él en los 60. Sus obras
no se editan ni se estudian en ningún currículo de la
educación cubana desde entonces. Sin duda sus libros circulan
clandestinos, envueltos en papeles de Granma para que no seas visto
por la seguridad cubana su (que “está en todo lugar como Dios
y Fidel Castro” ).
Como escritor libre, nuestra responsabilidad es estar de parte de
la libertad de expresión, les guste o no les guste a la izquierda
nostálgica, a los turistas revolucionarios que viajan a Cuba
siendo paseados por el régimen sin tener la oportunidad de
escuchar qué realmente dice el pueblo comnún, o la “disidencia”,
esos que son perseguidos y puestos en la cárcel por opinar
distinto a un sistema que se desmorona como se desmoronan los edificios
de Centro Habana, o como se desmoronan allí cada día
los sueños, la utopía de una sociedad justa que en ese
país no existe.
Nuestro escritor Roberto Bolaño, para poner un ejemplo destacable,
tuvo una opinión bien enérgica contra la persecución
del régimen cubano contra sus escritores y escritoras. No sólo
en su obra (en “Los detectives salvajes” es bien claro cuando se refiere
a Reinaldo Arenas) sino en sus opiniones personales que dejó
en entrevistas y lo dijo en paneles públicos.
Pero me escribe recién mi amigo el escritor cubano Ramón
Fernández Larrea (1), quien ahora
vive, desde 1999, en Barcelona. Él tuvo en Habana un programa
muy popular en una radio. Cualquier cubano al escuchar su nombre lo
reconocerá por ese programa de humor y música. Entre
1988 y 1991 fue realizador del espacio “El programa de Ramón”
en la radio cubana. Un programa diario de humor y música que
rompió récords de audiencia, siempre al límite
de lo permisible, y con el que obtuvo el Premio Nacional de Radio
Joven en 1990 y el Premio Nacional de Radio y Televisión «Caracol»
de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en 1989.
Ramón Fernández Larrea ha colaborado también
con el cine, escribiendo los textos para los documentales “Herido
de sombras”, dirección de Jorge Dalton, Universidad de Guadalajara,
México, Tercer Premio Documentales Festival Latinoamericano
de Cine de La Habana 1994; “Fuera del juego”, dirección Rolando
Díaz, Santa Cruz de Tenerife, 1996, y “Si me comprendieras”,
1998, del mismo director. Realizó la selección de la
banda sonora radial de la película cubana Guantanamera, dirigida
por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío
en 1995.
Sobre Cabrera Infante en Cuba opina Ramón y me escribe quien
sí vivió en Cuba desde su nacimiento hasta los 32 años,
en contacto permanente con el ambiente literario y artistico, 24 horas
en Cuba y no como turista revolucionario, o el analista de izquierda,
fuera de Cuba, quien aún cree que esa isla es un territorio
libre.
Y este fue el email de Ramón desde Barcelona: “Si alguien
te veía con un libro suyo, de Cabrera Infante en Cuba, o lo
citabas, o hacías mención de su obra, tenías
encima un delito de comerciar con enemigos extranjeros, pues al no
publicarse en Cuba, ¿cómo habías obtenido ese
libro? Sobre lo que dice ahora, despues de la muerte de Cabrera Infante,
la infame www.lajiribilla.cu de que él desautorizó la
publicación de su literatura en el país, hay una mitad
de razón. ¿Tú aceptarías que el país
que te insulta, que te niega el derecho a regresar, que arma campañas
internacionales contra ti publicara tu obra, sobre todo cuando hará
uso ideológico de ella manipulándola, y censurando lo
que le parezca peligroso o inconveniente? No tengo constancia de que
alguien de los medios culturales le haya propuesto nunca, en serio,
publicar un libro suyo en la isla.”
Y termina Ramón: “Pero si lo hicieron fue simplemente esperando
su negativa -estaba cantado porque él no aceptaría las
condiciones que le impondrían- para usarla en su contra. Igual
suerte corrieron en vida Reynaldo Arenas, Eugenio Florit, Gastón
Baquero, Lino Novás Calvo, y tantos otros. Los utilizan de
muertos, cuando ya se disipa su verticalidad, su posible respuesta.
Porque el gobierno cubano, hábil con los chantajes emocionales,
te exige -si no apoyo irrestricto- silencio cómplice. No sé
si me he explicado. Por otra parte, en la llamada “Ley Mordaza” -que
le aplicaron a los 75 disidentes en 2003, y entre ellos al poeta Raúl
Rivero- está contemplado como una figura delictiva la poseción
de "propaganda enemiga". Si a un escritor lo has calificado
de enemigo del proceso, tener un libro suyo ya es de facto, un hecho
culpable.”
Mientras exista un territorio que impulse al exilio, que prohíba
escribir lo que produce tu imaginación, no se puede hablar
de país libre aunque te puedan dar medicina gratis o educación
sin costos, aunque ya se sabe como funcionaba la educación
gratis de los regímenes socialistas. Por la experiencia de
bloque socialista, te enseñaban a escribir y a leer pero no
te permitán pensar libremente ni menos publicar tus desacuerdos
con el régimen sin antes pasar por la censura del “ministerio
de cultura”.
(1) Sobre Ramón Fernández Larrea, ver
reciente reportaje sobre él en http://www.habanaelegante.com/Spring2005/Azotea.html.
Javier Campos, es escritor,
poeta, y académico chileno. Reside en EE.UU.