Ha tenido mucha popularidad mediática la reciente película
“Diarios de una moticicleta” basada sobre el diario real de
Ernesto Guevara de la Cerna (1923, Rosario, Argentina) cuando
tenia 28 años. El diario aquel lo escribió Guevara en
un viaje con su amigo Alberto Granado quienes salieron en 1951 en
una vieja moto -Modelo Norton de 500 cc de cilindrada- a recorrer
por siete meses parte de América del Sur.
Es decir desde Buenos Aires a la Patagonia, de allí pasarían
hacia el sur de Chile (Peulla, Temuco, Lautaro, Los Ángeles),
siguiendo hacia el norte de Chile (Santiago, Valparaíso, Antofagasta,
Baquedano, Chuquicamata, Iquique, Arica). De Chile continuarán
a dedo hacia Perú. La moto en tanto se había quedado
en las ruinas para siempre el 18 de febrero de 1952 en Temuco.
Pero será en Perú donde más tiempo estarían
los dos: Tacna, Tarata, Puno, Juliaca, Siciani, Cuzco, Machu Picchu
, Abancay, Lima, Iquitos, navegan por el amazonas rumbo al Leprosorio
San Pablo. De allí a bordo de la balsa "Mambo-Tango"
que les regalaron en ese Leprosorio van por el Amazonas hacia Colombia
y terminan el viaje en Venezuela. El diario cubre desde la salida
de Córdoba, el 29 de diciembre de 1951 rumbo al sur argentino,
hasta cuando terminan el viaje el 26 de julio de 1952 en Caracas (nota
1).
Es notable que sólo 4 años más tarde, ni el
mismo joven Guevara lo imaginaba, pero aquel viaje fue determinante
en el fututo que abrazaría. Porque el 25 de noviembre de 1955
zarpa en el yate “Granma” con Fidel Castro desde México y otro
grupo que no llegaba a cien para convertirse en el legendario “Che”
Guevara, desembarcando en Cuba e iniciar una lucha de guerrilla contra
el gobierno corrupto y represivo de Fulgencio Batista.
Es interesante que en los momento que Ernesto Guevara y su amigo
preparan el viaje iniciático para conocer la otra América
Latina y producir un tremendo cambio en ambos, pero más fuerte
en Guevara, el joven cineasta argentino Fernando Birri (1925) estudiaba
allá lejos, en Roma, pero con la cabeza puesta en las mismas
inquietudes de Guevara y Granado por conocer la “otra” América
Latina. Birri será uno de los iniciadores del cine documental,
o padre del Nuevo Cine latinoamericano que nació a imitación
del Neorrealismo Italiano en sus comienzos. Birri lo había
estudiado en Roma a mediados de los 50 junto al famoso guionista del
neorrealismo Cesare Zavattini. Por tanto el primer documental en América
Latina que tendrá toda la influencia del neorrealismo italiano,
cine para mostrar la verdad circundante, será “Tire die” [sobre
niños pobres que corren cerca del tren pidiendo dinero a los
pasajeros y gritándoles ¨Tire die¨o tire diez centavos]
que Fernando Birri comenzó en 1956 y terminó en 1958.
Pero ya el director español Luis Buñuel en 1950, en
su periodo mexicano, también era otro primer precursor del
“Nuevo Cine Nuevo latinoamericano”, el que también “descubriría
América Latina”. En ese mismo año de 1950 cuando Buñel
comienza su film “Los olvidados” también quedará en
la historia fílmica latinoamericana como otro precursor junto
a Birri. Su film por primera vez habla despiadadamente -y con su dosis
“ surrealista buñueliana”- de niños abandonados como
perros en los barrios marginales de Ciudad de México.
El mismo año 1951 Alberto Granado y Ernesto Guevara planean
seriamente sobre un mapa recorrer por siete meses el continente. Querían
ver lo que no les contaron los planes de estudios de los gobiernos
de turno, haciéndoles tragar en cambio lo que ocurría
en Roma antigua, Grecia, o la historia de las revoluciones europeas
y norteamericana pero jamás las viejas civilizaciones prehispánicas,
o como vivían ahora los mapuches, los aimaras, los mineros,
los campesinos, la mujeres, los ancianos, etc.
Ernesto Guevara, por otro lado, en 1955, cuando Fernando Birri está
arreglando su modesto equipo de filmación para producur el
clásico documental “Tire Die” , donde mostró visualmente
en América Latina lo que el joven Guevara ya en en 1951 había
visto, asombrándose por la explotación social abierta
de la clase obrera y los marginados; el joven argentino se convertía
ese 1955 en el “Che”. Se embarcaba en el yate “Granma” (literalmente
y utópicamente) en noviembre de ese año con un fusil
en la mano para cambiar de raíz lo que Luis Buñuel y
Fernando Birri mostraban sólo en imágenes, por primera
vez, sobre las injusticias del continente.
Al “Che”, aquel viaje inciático, el viaje de aprendizaje que
es tan universsal en muchas obras literarias, le había transformado
inmensamente. Especialmente en su viaje por el norte de Chile, por
las salitreras y ver de primera mano el trato inhumano de las Compañías
Mineras del Cobre en manos norteamericanas contra los trabajadores.
Pero más en Perú cuando vió la explotación
y miseria del indígena. Fue alli también que un amigo
–el doctor Hugo Pesce- médico militante del Partido Comunista
y fundador del Centro para leprosos en Huando, le regaló unos
libros de Carlos Mariátegui. Para el joven Guevara el aprendizaje
del viaje fundía práctica y teoría.
Cuatro años después, en noviembre de 1951, el “Che”
partía hacia Cuba en una endeble enmbarcación para cambiar
las cosas. Empezando por botar al dictador Batista, enfrentarse y
vencer al imperialismo norteamericano, causante del deterioro social
de un continenete explotado por sus propias transnacionales. Y segundo,
establecer una sociedad más justa en tierra cubana a partir
del triunfo el primero de enero de 1959 de la revolución cubana
Algo similar, pero a la inversa, décadas después, especialmente
desde 1991 con el desplome de la ex-URSS y el Este europeo, se llamarían
“balsas” a una pequeña embarcación hecha con lo que
se encuentre a mano pero que flote. Con ellas los “balseros” emprenderían
(y emprenden hasta el momento en que escribo esta columna) otro viaje.
No iniciático, sino hacia otra vida mejor que la vivida bajo
la “revolución” cubana. ¿Por qué no considerar
el viaje de “los balseros” también un viaje al revés
del sueño del Che que éste comenzó en ese viaje
en motocicleta en 1951 y que sería tan profundo en su vida
siguiente?
El viaje de Guevara, que bellamente muestra el film reciente, con
actuaciones convincentes, con deseos de cambiar realmente las cosas
en ese contexto de los 50-60-70 en America Latina, es sin duda el
deseo de una juventud que en esas décadas, alimentada por la
revolución rusa, por la penetración de compañias
norteamericanas, imposiciones de dictadores títeres en América
Central y el Caribe, novelas indigenistas, el pensamiento de Mariátegui,
etc, esos jóvenes en distintas áreas y distintas partes
del continente querían realmente oponerse a la imagen prefabricada,
de cartón, de escenas bellas y exóticas de America Latina
que nos daba el cine aquel de Hollywood. Había que ponerle
atajo para siempre. Había que ver con otros ojos América
Latina. Había realmente que “descubrirla” y “cambiarla” porque
la inmensa humanidad desposeída decía “basta ya”.
Pero tambien había que ir hacia la acción. Hacer algo.
Transformar de raíz el orden establecido. Incluso entrar en
la guerrilla revolucionaria y dejar atrás “nuestra vida pequeño
burguesa” . Había que hacer la revolución porque ella
sería la sociedad que cambiaría todas las injusticias
y traería la libertad y felicidad humana a esa “inmensa humanidad
desposeída”. Ese fue el viaje iniciativo verdadero, auténtico,
de tanta juventud en esas décadas que tanta influencia tendría
en los jóvenes de los 60 (yo me incluyo) y los 70. ¿Pero
después que pasó?
Ahora en este milenio, el Che sigue teniendo una inmensa vigencia,
pero mediática. Sólo en Cuba a través de una
prensa, radio y TV controlada por el gobierno parece que es aún
el Ernesto Guevara cuando salió en moto a conocer America del
Sur y luego se embarca en el “Granma” y lucha en Sierra Maestra y
llega victorioso con su boina negra y una estrella que parecía
anunciar el futuro del “hombre nuevo” del que escribirá luego.
Sólo allí sigue siendo el guerrillero heroico que decidió
irse a luchar al Congo y luego a Bolivia por los pobres del mundo
pero sin ningún apoyo masivo de esos pueblos para decir la
verdad. El morirá luchando hasta el fin con una arma en la
mano por lo que creía correcto pero que nunca funcionó:
la lucha guerrillera para cambiar la sociedad. Ni Nicaragua con los
sandinistas ni la extensa lucha guerrillera en algunos países
de America Central en los 70 y 80 mostró la eficacia del foco
guerrillero como sabemos.
La imagen actual de el “Che” es una imagen exageradamente romántica
a parte de reflejar la decadencia de una forma de lucha y una ideología
que se cayó a pedazos a partir de la destrucción del
Muro de Berlin en 1989. Por más camiseta con la imagen del
Che que se venda en los malls del planeta o fotografías de
aquel rostro romántico con la boina negra que le tomó
el fotografo cubano Alberto Korda el 5 de marzo de 1960 servirán
sólo para esconder un proyecto fracasado por cambiar las injusticias.
En Cuba se ve aún esa imagen en letreros pegados a edificios
(“Sé como el Che”) que se desmoronan o que se encuentra continuamente
solitarios en las carreteras de la isla mientras la gente los mira
sin importancia.
Hay que reconocer que es hermoso ver ese film porque millones de
jóvenes de ese tiempo pensaron que la revolución era
la única solución para cambiar las injusticias y la
inmensa división entre pobres y ricos. También el film
proyecta que los sueños de la gente joven por cambiar esas
injusticias aún son válidos no importa el tiempo que
les toque vivir. Incluso en estos tiempos pero que dentro del actual
contexto global resulta impensable que un proyecto parecido a “crear
uno, dos o tres Viet-Nam” (palabras de el “Che” y que ahora en 2005
el dirigente cocalero de Bolivia, Evo Morales, quiere actualizar en
su país) sirva para algo.
Es que toda nueva utopia –creo que uno podría sacar esa conclusión
del film sobre la juventud de Ernesto Guevara- tiene que enfrentarse
siempre a nuevos contextos. De seguro en estos momentos hay gente
joven que viaja a dedo recorriendo América Latina o en una
moto más moderna para enterarse de que las injusticias continuan
porque el continente de 512 millones de habitantes (según reciente
informe de la CEPAL 2004) tiene 224 millones que viven con dos dólares
al día junto a 98 millones de indigentes
El sueño de cambiar el mundo, donde los oprimidos vivan mejor,
es también otra conclusión del film mencionado que parece
ser universal porque muchos jóvenes –sea en cualquier parte
del mundo donde nazcan- que han visto la película o leído
el diario de viaje de Ernesto Guevara se sienten identificados con
el personaje principal. Pero la cuestión hoy es pensar lo siguiente:
¿cuáles serán los medios tanto prácticos
como ideológicos en este Tercer Milenio para permitir que se
logre resolver en América Latina las injusticias que experimentó
el joven Ernesto Guevara durante siete meses, -entre 1951 y 1952,
mientras manejaba una motocicleta por América del Sur? .
*Javier Campos es poeta, escritor, academico chileno.
Reside en EE.UU.
(1) Referencia: Mi primer gran viaje- de la Argentina
a Venezuela en motocicleta, por Ernesto Che Guevara (Buenos Aires:
Planeta 1997). Sobre este libro se basó el film “Diarios de
una motocicleta” (2003)