A los ancianos nos trajeron aquí, al lugar más hermoso
de la tierra, este lugar es el Beatus Ille o la alabanza de aldea
y el menosprecio de las Metrópolis
Resulta que ya soy un poeta anciano
pero el mismo que pasará, hasta la muerte, en este lugar idílico,
quizás no me enfermaré con frecuencia ni me moriré antes de tiempo,
quizás tenga que usar muletas algún día, o una silla de ruedas,
o traer adherido a mi cintura un pequeño tanque de oxigeno,
conectado por tubos de plásticos a mis narices,
y mi bella esposa empujando la sillita,
o poniendo oxigeno limpio al tanque de aluminio
una vez por semana;
pero en todo caso seguiré viéndome joven
a pesar de esos detalles adicionales
Si algún anciano tuvo hijos, vendrán más a menudo a visitarnos
pero ellos nos tomarán por tíos y nunca por abuelos;
esa es la familia perfecta, aún en la vejez
porque aquí en El Primer Mundo
los ancianos hemos vuelto a nuestra juventud dorada
Somos más felices porque si alguna vez yo imaginé mi vejez
pidiendo limosna, vendiendo diarios viejos en una plaza,
o haciendo saltar un monito al compás de una guitarra desafinada,
o caminando abandonado por esas calles horrorosas del Tercer Mundo;
realmente todo eso lo veía en películas en blanco y negro
o en las calles de Bagdad, Kabul o Río de Janeiro
Pero también eso fue ficción, o desesperación de jóvenes poetas
(porque yo en mi juventud fui también un joven poeta)
que como se sabe el joven artista, pero el del Tercer Mundo,
imagina casi siempre
un oscuro y tenebroso pasado para los ancianos
Qué contradicción maravillosa produce la hermosura
del joven poeta
cuando ninguna arruga rondaba por sus rostros,
y menos conocían ellos las canas,
o la perdida del oído, o de la visión,
y menos los afectaban los dolores a los huesos
ni se le caían los dientes;
pero eso sólo ocurre en otros mundos lejanos
que nuestra televisión retrata como lugares exóticos
No, los poetas ancianos vivimos ahora y aquí
en un lugar utópico, mejor que el mismo socialismo utópico
o el mundo que imagina todos los días la belleza global,
Debería venir la TV de otras partes del planeta más a menudo,
a retratarnos como la pasamos,
los que tendremos que morir quien sabe cuando
pero no esta tarde sino en cien años más probablemente;
Repito, aquí hay mucha juventud, aún hay hermosas mujeres
ancianas que se pasean tranquilas por esta belleza de lugar,
tan verde y apacible como si fuera el mismo Paraíso, el Edén
de que hablan las Sagradas Escrituras,
y por supuesto los cuentos de Las Mil y una noches
y las teorías de “el hombre nuevo” que soñaba el Che Guevara
Los hombres y la mujeres aquí
parecemos jóvenes viejos desde la distancia,
como atletas, o cuerpos en buen estado físico,
podríamos pasar por gente no jubilada, gente tomando un descanso
antes de volver a una oficina, o a cualquier oficio indefinido,
pero jamás nos tomarían por ancianos,
sino por bailarines mirando el mar
saltimbanquis delicados como los de Picasso,
o atletas listos para las Olimpiadas
Podríamos también pasar por estrellas de cine
siempre en la misma escena,
aquella donde el actor esbelto, en traje de baño,
muestra el cuerpo (como Burt Lancaster en El nadador de 1968)
sin ninguna imperfección ni física
ni sicológica
y su amante, su esposa o su amiga también es mejor que
cualquier estatua de Miguel Ángel
o semejante a una madonna de Boticelli
tomando el sol sobre su piel perfecta porque ninguna crema
sería tan eficaz como el aceite natural de su propio cutis;
Pero eso pasa en las películas dirá Ud.;
no, no, eso pasa en este lugar donde vivimos los poetas ancianos,
aquí mismo,
ah, eso pasaba en las Églogas de Garcilaso seguirá Ud.,
en algún poema de un delicioso poeta joven
escribiéndole en secreto a una bellísima amada como a la Beatrice
de Dante Alighieri;
no, la verdad es que eso pasa realmente aquí
Es cierto, vivo en este Edén entre medio de un bosque,
lagunas artificiales por todas partes, árboles y jardines,
entretenimiento sin límites, ambulancias listas
para cualquier emergencia,
gratis (aunque las ambulancias casi nunca se usan)
Hace tiempo que no escribo poesía porque no padezco de angustias
ni soy infeliz, ni hay ningún mundo que cambiar por otro mejor,
bebo únicamente agua purificada, a veces una copita de vino,
con mi mujer, mi amada de juventud, quien está como un durazno
o una rosa del Carpe Diem a pesar de su 200 años,
Ah, y todavía hacemos el amor (aunque no muy a menudo);
eso sí que corremos como niños por el jardín
donde no existe el otoño, ni la nieve, ni la oscuridad
sino la primavera que nos ilumina eternamente
Ud. dirá que estoy delirando, que soy un viejo con una crisis permanente,
que no me he mirado al espejo de cuerpo entero hace tiempo
que vivo fuera de la realidad
o que me creo las imágenes bellas que nos da la televisión moderna,
la globalización que inventa un paraíso sólo para unos poquitos ingenuos
como nosotros, los poetas ancianos;
No, yo le digo la verdad, venga a darse una vuelta
por este paraíso terrenal.
Poema inédito. Va en el libro El poeta en llamas que le publicará el VII Festival Internacional de Poesía de Costa Rica / y I Festival Internacional de Poesía de América Central 2008, en mayo de 2008.
* Javier Campos, poeta, narrador, columnista. Traductor ahora al español, junto al poeta ruso Yevgeny Yevtushenko, la última poesía inédita de este poeta siberiano, unos de los grandes poetas vivos, varias veces nominado al Nóbel.