Yevgeny
Yevstuchensko
Foto tomada por Javier Campos,
en Quetzaltenango, Guatemala, Mayo de 2007, III Encuentro Internacional de Poesia
El
poeta ruso
Javier
Campos
Para
el querido poeta Yevgeny Yevstuchensko
Pasaron
siglos -pero aún eres joven- para que conociera tu aún estremecedora
palabra;
-escribiste en 1961 sobre Baby Yar cuando nadie en Rusia
quería hablar de eso,
fue el mismo año, exactamente el 13 de
agosto, que también construían el vergonzoso
Muro de Berlín,
pero
fue en Quetzaltenango, en Guatemala en 2007, que nos encontramos
por primera
vez
Tu todavía rostro bello y ojos azules siberianos que comprenden
en segundos
el corazón de los otros, y el veneno de muchos,
y comprendes
mejor que yo, o te arrastra al abismo, a veces, el corazón de las bellas
mujeres (tantos poemas de amor que escribiste sobre eso),
Ángel vikingo
y volcánico, te veo en una foto en 1956 en Moscú en el "Día
de la Poesía", o sobre los tejados de esa ciudad , cuando en un poema
escribiste:
"En aquel 1950 bajo el oscuro bigote de Stalin
nosotros,
una generación a la que le lavaron el cerebro desde el Kindergarten,
teníamos
la obsesión de escalar cualquier cosa que fuera elevada,
pero nunca
los obsesión de escalar las alturas del poder;
hacíamos el amor
en los áticos
aprendimos a besar por un rublo,
admirábamos
las concentraciones en La Plaza Roja,
mirándolas desde nuestros tejados,
mi
tejado era más alto que un mausoleo
desde donde Stalin, sin ser visto
en ese momento, protegido
por los grandes hombros de su guardia personal, meaba
en un balde de lata,
¡Qué perspectiva!, ¡Qué afortunados
éramos!"
Querido poeta Yevstuchensko, ¿qué
hacia yo en 1961 en un pueblo
del sur de Chile? tenía 15 años,
y tú tenías 28 y ya eras un poeta famoso,
yo vagaba por unas
calles de un pueblo aburrido escuchando las noticias de Cuba,
y seguía
a mis amigos comunistas que alababan a tu país como el ejemplo de la sociedad
perfecta,
también nos lavaban el cerebros los camaradas comunistas de
mi pueblo,
pero nadie era como tú, caminando por los tejados de Moscú,
sabiendo
que el comunismo soviético no era la panacea humana,
pero
nosotros en el sur del mundo creíamos que había que gritar por la
URSS
y también defender la Revolución Cubana,
también
nos lavaron el cerebro querido poeta Yevstuchensko
pero en el Sur del Mundo
no había espacio para dudar de la belleza
y de la perfección
de la sociedad socialista,
que yo sepa nadie caminaba por los tejados como
tú.
Realmente nos lavaron también el cerebro no desde el Kindergarten,
sino
desde la misma adolescencia,
es que en los países pobres del
Tercer Mundo no era posible dudar del comunismo,
ni siquiera dudar de lo que
hasta el poeta Neruda contaba de las maravillas de tu país,
querido
poeta Yevstuchensko, la duda de una sociedad mejor como existía en
la
URSS no era discutible ni debatible, así crecí yo también
y una generación
creció pensando en eso, ni siquiera el Muro
de Berlín se discutía, y yo jamás
escuché a un
camarada dudar de que esa muralla no era necesaria construirla
sino que era
necesaria, deciín mis camaradas, "para atajar la alineación
capitalista que corrompería la bella sociedad socialista del futuro"
Y tú querido poeta Yevstuchensko, en esa misma fecha, estabas en
otra onda,
y en el Tercer Mundo nunca lo supimos hasta décadas después,
incluso
Neruda te invitó a mi país pero él no hablaba de esos asuntos,
sólo
te paseaba como el poeta ruso, joven, genial, y hermoso de Siberia
Querido
poeta Yevstuchensko,
yo te recuerdo leyendo en Quetzaltenango, en Guatemala,
en 2007,
leyendo uno de los más bellos poemas de estos tiempos,
aquel
que en 2006 leíste en una iglesia en Cuba,
y me decías que viste
gente llorar escuchando tu poema, pero aún así
ni Fernández
Retamar, ni "Casa de las Américas" te invitó oficialmente,
ni siquiera te atendió ni menos fuiste recibido ni por Fidel Castro
ni por su hermano
Raúl Castro, ni te hicieron ningún homenaje,
pero si le han hecho a otros escritores
menos importantes que tú y reciben
silenciosos y mansos
el apretón de manos de Fernández Retamar,
Pues allí leíste el poema "Adiós bandera roja
nuestra" que ni siquiera
el "Granma" lo publicó, sólo
una nota de 30 líneas de su visita a Cuba en 2006,
y allí leíste
estos versos que dejaron temblando hasta ahora a toda Cuba,
a toda América
Central, a toda América Latina:
"Adiós, Bandera Roja
nuestra, descendiste del techo del Kremlin
no tan orgullosa
ni tan diestramente
como
hace muchos años te izaste
sobre el destrozado Reichstag,
humeante
como la última bocanada de Hitler.
Adios. Bandera roja nuestra.
Fuiste
nuestro hemano y nuestro enemigo.
Fuiste el camarada del soldado en las trincheras,
Fuiste
la espernaza de la Europa cautiva.
Pero, como una cortina roja, tras de ti,
ocultabas el GULAG.
¿Por qué lo hiciste,
Bandera Roja nuestra?
Adiós
Bandera Roja nuestra
Acuéstate
Reposa
Recordaremos a todas las
victimas
Engañadas por tu dulce susurro rojo
Que sedujo a millones
a seguirte como corderos
Camino al matadero
Pero te recordaremos
Porque
no fuiste tu menos engañada.
Adiós bandera roja nuestra.
obtusamente
dimos
nuestro primer paso a la libertad
sobre tu seda herida
y sobre
nosotros mismos
divididos por el odio y la envidia
Eh muchedumbre
no
pisoteen de nuevo en el fango
los ya quebrados lentes del doctor Zhivago"
Querido
poeta Yevstuchensko, yo no te digo adiós
sino bienvenido a este nuevo
milenio con tu voz del volcán
y de alerta
como cuando en Guatemala,
porque allí fuiste el primer poeta ruso
invitado en toda en la historia
de ese país,
allí ante mil estudiantes jóvenes que llenaban
un auditórium,
con figuras borrosas de un "Che" Guevara en
las paredes,
unos fusiles descoloridos en la murallas,
terminaste tu poema
con estos versos que aún retumban en mi cerebro
y en mi alma:
"Muchachos…
a la izquierda, a la izquierda,
a la izquierda siempre, siempre a la izquierda
muchachos…
pero no más allá del corazón"
Poema
inédito de Javier Campos, Mayo 2007 @ Derechos reservado
*
* *
Adiós,
Bandera Roja nuestra
Yevgueni
Yevtushenko
ADIÓS, Bandera Roja nuestra.
Descendiste
del techo del Kremlin
no tan orgullosa
ni tan diestramente
como hace
muchos años te izaste
sobre el destrozado Reichstag,
humeante como
la última bocanada de Hitler.
Adiós, Bandera Roja nuestra.
Fuiste
nuestro hermano y nuestro enemigo.
Fuiste el camarada del soldado en las trincheras,
fuiste
la esperanza de la Europa cautiva.
Pero, como una cortina roja, tras de ti
ocultabas al gulag
repleto de cadáveres helados.
¿Por qué
lo hiciste,
Bandera Roja nuestra?
Adiós, Bandera Roja nuestra.
Acuéstate.
Reposa.
Recordaremos
a todas las víctimas
engañadas por tu dulce susurro rojo
que
sedujo a millones a seguirte como corderos
camino al matadero.
Pero te recordaremos
porque
no fuiste tú menos engañada.
Adiós, Bandera Roja nuestra.
¿Acaso
fuiste sólo un trapo romántico?
Estás ensangrentada
y
con nuestra sangre te arrancamos
de nuestras almas.
Por eso no podemos arrancarnos
las
lágrimas de los enrojecidos ojos,
porque tú ferozmente
golpeaste
nuestras pupilas
con tus pesadas borlas doradas.
Adiós, Bandera
Roja nuestra.
Obtusamente dimos
nuestro primer paso a la libertad
sobre
tu seda herida
y sobre nosotros mismos
divididos por el odio y la envidia.
¡Eh,
muchedumbre,
no pisoteen de nuevo en el fango
los ya quebrados lentes del
doctor Zhivago!
Adiós, Bandera Roja nuestra.
Abre con fuerza el
puño
que te aprisionó.
Trata de ondear algo rojo sobre la
guerra civil
cuando los canallas intenten arrebatar
de nuevo tu pabellón,
o
sólo los desahuciados
formen fila en busca de esperanza.
Adiós,
Bandera Roja nuestra.
Te despliegas hacia nuestros sueños.
Ya no
eres más
que una escuálida franja roja
en nuestra bandera
rusa tricolor
En las inocentes manos de la blancura
en las inocentes manos
del azul,
quizás aun tu color rojo
pueda ser lavado de la sangre
que has vertido.
Adiós, Bandera Roja nuestra.
Cuidado nuestra
nueva tricolor.
Cuidado con los tahúres de banderas
que quieren estrujarte
entre sus dedos grasientos.
¿Pudiera ser que a ti también te
deparen
igual sentencia
que a tu hermana roja:
ser asesinada por nuestras propias
balas
que devoran tu seda como polillas de plomo?
Adiós, Bandera
Roja nuestra.
En nuestra ingenua infancia
juqamos al Ejército Rojo
y al Ejército Blanco
Nacimos en un país que ya no existe.
Pero
en aquella Atlántida estuvimos vivos y fuimos amados.
Tú, Bandera
Roja nuestra, yaces en el charco de un mercado.
Prostituidos mercaderes te
venden por divisas
Dólares, francos, yenes.
Yo no tomé el
Palacio de Invierno del zar.
Ni asalté el Reichstag de Hitler.
Ni
soy lo que llamarías un comunista.
Pero te acaricio, Bandera Roja, y
lloro.