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Javier Campos | Autores |


 

 





Memorias de un escritor joven

 (2 de septiembre de 1973)

Por Javier Campos


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Este artículo de la foto arriba, “Poesía y proceso revolucionario”, [1]  fue publicado el domingo 2 de septiembre, a nueve días del golpe militar ocurrido el 11 de septiembre de 1973. Se publicó en el diario de Concepción, Chile, llamado Diario Color (porque era editado en colores). Lo he conservado por 50 años. Jamás lo había republicado ni citado en ninguna parte hasta ahora. Estaba hundido en varios papeles de una carpeta que guardé por años y llevaba conmigo a los lugares donde me iba mudando. Fue mi primer artículo como escritor joven chileno o “joven poeta” como nos llamábamos a nosotros mismos. Recién egresado de la Universidad de Concepción en 1972, específicamente del Departamento de Español, con el título de profesor de castellano.  Desde 1972 comencé a dictar clases medio tiempo en la Escuela de Educación, en la carrera de Educación Parvularia, tanto en el campus de la universidad como en la Sede del pueblo llamado Coronel que tenía la Universidad de Concepción. Enseñaba “Literatura Infantil” que tuve que comenzar a leer rápidamente sobre el tema, y también libros sobre psicología infantil y así organizar un programa para dar a mis alumnas (no había ningún alumno hombre aun en esa carrera).

El articulo lo escribí y reescribí varias veces bajo la edición que me hizo mi profesor, luego amigo, del Departamento de Español, Gilberto Tribiños, fallecido hace algunos años. Fue un amable editor quien me enseñó a cómo escribir bien un trabajo académico desde los cursos que tomé con él.  Yo había leído varios libros que se estaban publicando, preferentemente jóvenes poetas y narradores de esa época hasta ese mes de septiembre de 1973. Luego las editoriales, inmediatamente a partir del 11 de septiembre, fueron arrasadas, quebraron los candados de las bodegas donde se guardaban libros, y como una turba de soldados alemanes durante la segunda guerra mundial, eliminaron libros, y miles fueron a dar a las hogueras que se hicieron en las calles. Entraron a las casas de dirigentes conocidos buscando armas, desparramando papeles y confiscando libros con títulos sospechosos Llevaban en sus manos una fotocopia con los rostros de las personas más buscadas que desde antes del 11 de septiembre los altos mandos militares habían hecho distribuir a los oficiales de todas las fuerzas armadas. Esto luego me pareció curioso que tuvieran desde el mismo 11 toda esa información en sus manos.  Rompieron ediciones que iban a salir el martes 11 de septiembre, de revistas como Ramona, la Quinta Rueda, entre otras, y principalmente arrasaron con las bodegas de la editorial Quimantú que el gobierno de Allende había creado para que la gente chilena leyera literatura de su país y autores clásicos universales y obras fundamentales de la literatura mundial, y mucha literatura de escritores rusos y del Este socialista a precio más barato que un paquete de cigarrillos. [2]

Yo como otros amigos, aquellos libros editados por la Editorial Quimantú durante tres años eran una fiesta cada semana y de allí muchos comenzamos a tener un conocimiento de autores clásicos y de grandes autores de la literatura latinoamericana, norteamericana, europea, del lejano Este asiático, Rusia, países del Este comunista. Esa fue mi primera biblioteca que hice en 3 años. Una tía me arrendaba una pieza en Chiguayante camino al puerto de Talcahuano, porque yo había dejado de vivir a fines de 1972 en los hogares universitarios de la Universidad de Concepción. A ese cuarto arrendado llevé esa primera biblioteca que no serían más de 300 libros. Y mi tía bajo pánico constante de ver militares furiosos a partir del 11 de septiembre, había escuchado de los vecinos que los militares irían casa por casa buscando armas y libros subversivos, hizo un hoyo con ayuda de su esposo en una parte del patio. Metió todos mis libros sin decirme nada y los enterró en unas bolsas de papas, como quien entierra un animal muerto. Un hoyo bien hondo. Allí quedaron y nunca abrí el hoyo. Cuando me fui de Chile en 1979 quedó escondida para siempre en ese lugar mi primera y modesta biblioteca.

Este artículo de la portada fue escrito y publicado durante el periodo 1970-1973, bajo la influencia política, social, cultural de la llamada Unidad Popular, la coalición de partidos que formaban el gobierno de Salvador Allende, y bajo la influencia de movimientos de izquierda más radical como lo fue el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Y finalmente, bajo la influencia de todo un aparato intelectual cuya alternativa para cambiar una sociedad desigual a otra más humana y socialmente justa era a través del análisis marxista. Esto, si hay que poner un comienzo, podría ser la Revolución Rusa 1917, La Revolución Mexicana 1910, ambos movimientos hicieron cambiar el pensamiento intelectual, cultural y artístico a partir de las dos primeras décadas del siglo XX y se proyectó su influencia a intelectuales de diferentes aéreas sociales y económicas por todo ese siglo. Pero principalmente La Revolución Cubana (1959) marcó profundamente por varias décadas a estudiantes, intelectuales, dirigentes políticos no solo de América Latina sino a nivel internacional.  

Nuestra juventud de entonces, no puedo decir una mayoría, estaba muy influenciada por los tiempos políticos que se vivían y de esas tres grandes revoluciones que su objetivo era crear una sociedad más justa y erigirse como la única alternativa al sistema capitalista, a la sociedad de mercado alienante, y a la gran separación de clases sociales que era el motor de todas las injusticias. Esa era la utopía que absorbimos los jóvenes de esas décadas.  

Y aquello creó una gran polarización política entre izquierda y sectores opuestos a las posiciones marxistas que dominaban en los partidos que integraban el gobierno de Allende o Unidad Popular. Allende se declaraba públicamente marxista en sus discursos por la terminología que él aplicaba al análisis de la sociedad chilena influenciado preferentemente por la experiencia de la Revolución Cubana a partir de 1959. [3]  Ese era el contexto que nosotros vivimos como estudiantes. Las desigualdades sociales de Chile y América Latina eran evidentes y quizás lo que dijo Fidel Castro en La Segunda Declaración de la Habana (febrero 1962) era muy cierto y que la izquierda tomaba como bandera de lucha: “¿Qué es la historia de Cuba sino la historia de América Latina? ¿Y qué es la historia de América Latina sino la historia de Asia, África y Oceanía?  ¿Y qué es la historia de todos esos pueblos sino la historia de la explotación más despiadada y cruel del imperialismo en el mundo entero”.

Cuando desenterré este artículo de entre un viejo archivo con papeles de esos años, lo primero que pensé es que de dónde yo había sacado el título, especialmente eso de “Proceso revolucionario”. O la actividad poética y literaria, y también la crítica literaria de izquierda de ese entonces conectada a un proceso que tenía un adjetivo tan rotundo como era eso de “revolucionario”. Recordando esos días, a las puertas del golpe militar, recordé que Fidel Castro había visitado Chile durante 24 días en noviembre de 1971 pues de allí salió ese término que usé para ese artículo del 2 de septiembre. Ese día 19 de noviembre de 1971 fue un estudiante socialista quien le preguntó a Fidel Castro “Comandante, ¿cree Ud. que el gobierno de la Unidad Popular es un gobierno reformista o revolucionario?”. Fidel Castro se quedó pensando, dando largos pasos alrededor del proscenio, y dijo finalmente bien convencido “yo creo que este gobierno de Salvador Allende es un proceso revolucionario”. Sin duda la respuesta recorrió como reguero de pólvora  por todo Chile y América Latina  y le confirmó a la izquierda chilena que no había duda que íbamos a construir una sociedad socialista con el gobierno de Allende o para allá íbamos, Quizás esta respuesta ayudó también  a que las fuerzas armadas se convencieran que había que parar al gobierno de Salvador Allende por eso la preparación del golpe, que era muy secreta,  ya se estaba organizando  dos años antes, o muchos años  antes de 1971.

Recuerdo que ese 19 de noviembre de 1971, yo entre miles de estudiantes, estábamos petrificados escuchando -Fidel Castro muy cerca mío- a ese gigante barbudo vestido con uniforme de guerrillero en el campus de la Universidad de Concepción. Todos maravillados cuando explicaba por qué Cuba se había hecho socialista y era ahora un “territorio libre de América Latina”. Dijo, “Estados Unidos no nos acepta que hayamos construido bajo sus propias narices un país socialista e independiente” dijo al finalizar su discurso y los miles de estudiantes saltamos como un resorte a aplaudir y ovacionar a ese gigante.  Fidel Castro venía a Chile con el propósito de consolidar el gobierno de Salvador Allende.  Y así lo hizo al concluir su viaje por Chile que el gobierno de la Unidad Popular era un “proceso revolucionario”. 

Se diría que un gran porcentaje del estudiantado chileno de norte a sur, como los que no eran estudiantes, se sintieron tocados por los mensajes (políticos y educacionales) que daba Fidel en estadios, gimnasios, plazas, campus universitarios, centros de trabajo, centros mineros, etc. Su presencia ayudó a definir a muchos jóvenes que la revolución o algo parecido era la única solución para resolver décadas de desigualdad y presencia nefasta del capital norteamericano.  También que la interpretación de la realidad se debía hacer bajo un solo análisis: el análisis marxista. . En toda América Latina y El Caribe el 60% de la economía le pertenecía a EE. UU., como escribió el sociólogo ecuatoriano Agustín Cueva (El desarrollo del capitalismo en América Latina. Ensayo de interpretación histórica, 1977). Antes de septiembre de 1973 – prácticamente desde que España pierde sus últimas colonias y pasan a manos de EE. UU. en 1898- por toda América Latina ardía un fervor anti-explotación y anti-inversiones norteamericanas y en Chile en 1970 se había elegido a un presidente que en sus discursos casi calcaba lo que decía Fiel Castro.  No era raro que una parte de la juventud chilena y la población del país se radicalizara pensando que había llegado la hora de construir una nueva sociedad, un “socialismo a la chilena” decía Salvador Allende y destruir el viejo orden como había señalado Fidel Castro en la Primera (2 septiembre de 1960), y principalmente en la Segunda Declaración de la Habana (4 de febrero de 1962).

Éramos sin excepción muchachos y muchachas de izquierda (como los muchachos y muchachas llenos de vida y dispuestos a cambiar el mundo, pero solo con la ideología de izquierda como ocurre en muchos de los cuentos de temas juveniles del escritor Antonio Skármeta). Nadie había leído ni El Capital ni el Manifiesto Comunista (probablemente sin duda algunos dirigentes ya los habían leído pues estaban dedicados las 24 horas del día al proselitismo político).  Los demás repetíamos frases que decían los dirigentes de izquierda, algún político conocido, etc. Mucha de nuestra educación marxista era lo que se escribía en diarios de izquierda. Lo que decían algunos dirigentes comunistas o socialistas o los del MIR que parecían teóricamente más preparados, pero la gran masa de estudiantes universitarios era voluntarista, querer cambiar la sociedad al instante sin ver la complejidad que conlleva todo cambio radical. Tampoco no había nada con qué contradecir la información oficial de los partidos de izquierda. Menos los discursos de Allende que se tomaban como escritos en piedra.

Recuerdo a un conocido dirigente comunista de la Universidad de Concepción antes de la elección de Allende (1970) y los tres años hasta el 11 de septiembre de 1973 que me decía: “me paso horas en la noche para sintetizar lo que significa la acumulación capitalista como la explica Marx y luego la publicamos en panfletos aquí en la universidad y ningún compadre ni la lee” . Este ejemplo era muy cierto. Muchos no manejábamos el marxismo o repetíamos mecánicamente términos sin entenderlos demasiado para explicar las desigualdades sociales, las inversiones norteamericanas, el concepto de imperialismo que tanto mencionaba Salvador Allende o Fidel Castro.

Y como decía arriba, no existía ninguna otra información que confrontara al marxismo, a la URSS, a lo que ocurría verdaderamente en Cuba, o en el Este socialista. Los dirigentes nos daban una única explicación de por qué se erigió el Muro de Berlín que transmitía el partido comunista soviético (que repetían como autómatas a los partidos comunistas de América Latina y eran los que daban la información igualmente como autómatas a sus bases).  Tuve un amigo en la universidad que por la influencia del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) afirmaba que a través de la guerrilla se podría cambiar la situación de América Latina (como lo había hecho Cuba, como lo había hecho el Che Guevara hasta 1967 cuando lo asesinaron luego de capturarlo en La Higuera, Bolivia). Dejó la escuela de medicina en la Universidad de Concepción, repartió todas sus cosas entre los amigos (a mí me dio una pequeña radio a baterías que recién se conocían) y se fue a Bolivia con lo puesto para unirse e ingresar a la guerrilla. Allí murió –quizás meses antes o después de octubre de 1967- y nunca supo (su familia) donde había muerto. Hasta ahora sufren la pérdida de su hijo de 20 años.

En ese periodo en que publiqué ese artículo una gran mayoría, por no decir casi un 100%, los escritores, cineastas, pintores, teatristas, músicos, éramos de izquierda, otros militantes, otros simpatizantes de izquierda, otros los llamados “Allendistas” que seguían la figura histórica y emblemática de Salvador Allende. Algunos escritores buscaban quizás un lenguaje que diera cuenta de esa gran brecha social que explicaba el sociólogo ecuatoriano Agustín Cueva, Eduardo Galeano, Salvador Allende, Fidel Castro y tantos otros lideres, sociólogos, economistas latinoamericanos que veían en Cuba el país donde ocurriría la exterminación del capitalismo en un futuro próximo.

Yo recuerdo que durante el gobierno de Allende andaban los dirigentes de izquierda diciéndoles a los poetas y narradores que el arte ahora debía ser “comprometido”, y dejarse de poesía intima. Claro, la idea era que escribiéramos textos de alto grado panfletario. Y esta discusión estaba instalada en muchos escritores nacionales como en el mismo Antonio Skármeta en un artículo que escribió sobre Jorge Edwards por los 70 a propósito de la reseña de una novela de Edwards que la criticaba por ser anti-proletariado.  El teatro y el cine chileno ya eran comprometidos en muchas películas y obras que se representaban.  El cine de Miguel Littin era uno de los representantes del nuevo cine latinoamericano comprometido (por ejemplo, su clásico El chacal de Nahueltoro de 1969).  El Instituto cubano del arte y la industria cinematográfica (ICAIC) fue una máquina de hacer películas “comprometidas” que influyó en casi todos los directores latinoamericanos de la época de los 60 a los 80,  asi como en todos nosotros los jóvenes de izquierda, y que dio la pauta cómo se debía hacer cine denunciando eso que decía Fidel Castro en la Segunda declaración de la Habana arriba mencionada. 
 
Este artículo del 2 de septiembre de 1973, mirado desde ahora donde muchas cosas han ocurrido en 50 años como  el derrumbe de casi todo el campo socialista principalmente los satélites de la ex URSS; la globalización del planeta; la revolución digital-virtual;  las comunicaciones al instante; la libertad de opinar en ese infinito universo que es internet,  este artículo digo,  me parece tan mecánico pues usaba toda una terminología marxista tan popular en la izquierda chilena y latinoamericanos de entonces , en el estudiantado universitario,  entre los escritores de izquierda, los dirigentes, los académicos de las distintas carreras de humanidades. Estábamos inundamos de la siguiente terminología que era repetida desde el mismo presidente Allende hacia abajo, y yo joven escritor, futuro académico, repetía mecánicamente lo mismo sin siquiera comprender mucho lo que decía en ese artículo del 2 de septiembre de 1973. Terminología como: El pueblo, los trabajadores, sociedad socialista, poder popular, marxismo-leninismo, imperialismo, revisionismo, proceso revolucionario, el capital extranjero, pueblo unido, infraestructura y superestructura, ideología dominante, burguesía explotadora, ideología dominante, pequeña burguesía, proletariado, compromiso, modo de producción capitalista, poder económico, fascismo, medios masivos alienantes, cambios revolucionarios, individualismo burgués, etc. [4]

Finalmente, para terminar.  Decía Patricio Aylwin en su reciente libro que comenzó a redactar inmediatamente después del golpe militar que la interpretación de la izquierda que ha dominado hasta ahora es que el golpe militar fue provocado únicamente por la intervención norteamericana y la derecha chilena. Eso, dice Aylwin es simplificar las causas del levantamiento militar. Es solo reducir la explicación a un asunto interno.[5]  Pero hay que considerar varias otras razones, como una dirigencia política de izquierda explicaba,  de que la única manera de salir de las desigualdades era a través de un análisis marxista de la realidad y su ejecución en ella de esas teorías porque esa explicación y análisis nos llevaría a la verdadera sociedad sin injusticias. Ya lo decía Fidel Castro “el problema de Cuba es el problema de toda América Latina”. Decían que explicar la situación de desigualdad en América Latina a través de un análisis capitalista liberal por ejemplo no funcionaba. Había que destruir el sistema capitalista de producción y explotación desigual como lo había hecho Cuba. 

Pero aparte de eso, como han señalado otros analistas: Chile en esa década del 60-70 estaba en medio de una cruenta guerra fría. Estábamos en medio del conflicto político global. Estados Unidos no iba a permitir otra Cuba ni menos que la URSS se instalara 90 millas de Florida. Esta discusión ni se daba entre 1970-1973, o si se daba sería entre altos dirigentes, pero no llegaba esa discusión al movimiento estudiantil, o a artista y a escritores, etc., ni se comentaba en los medios masivos. Desde ahora parece más claro que la Unidad Popular no terminaría su mandato ni menos que su programa de estatizaciones o nacionalizaciones iba a ser permitido ni menos que se instalara “un poder popular” como lo mencionaba Allende en algunos de sus discursos.

Y con todo lo anterior junto, vino lo peor: el horror de una dictadura implacable que la población chilena no imaginaba que sería tan brutal. Ni tampoco nosotros, los jóvenes poetas y aprendices de escritores, de los cuales no pocos sufrieron la represión, el encarcelamiento, la tortura, la salida del país no por lo que escribíamos sino por ser militantes o simpatizantes de movimientos de izquierda. O en caso de otros artistas que hicieron obras de clara tendencia antisistema capitalista esos pagaron con la cárcel, con torturas, con el exilio o fueron asesinados.[6]

 

 

 

Javier Campos: Es narrador, poeta, ensayista, columnista, profesor emérito por la Universidad jesuita de Fairfield, Connecticut, EE. UU. Vive en Spring Hill, Florida. Recientes libros publicados: El bailador de tango (novela, Casasola editor, Washington, 2018), El tango en el Río de La Plata (ensayo, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2019), La isla del fin del mundo (novela, Mago editores, Chile, 2020), Los gatos no viven en el tejado y otros poemas de amor (poesía, Mago editores, Chile, 2020). Fui dueño de tu encanto, cuentos, Editorial MAGO, Chile, junio 2022. Fue traductor de la poesía del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko (ediciones de Nicaragua, Colombia, Chile, Perú, Cuba, Rusia, España).  La revista Review Literature and Arts of the Americas, 104, julio de 2022, Manhattan, New York, dedicó una sección a la poesía de Javier Campos en traducción al inglés (Irene Hodgson, Nick Hill y Jessica Treat traductores). Reciente cuento publicado en revista Caratula de su libro Fui dueño de tu encanto, que dirige el escritor nicaragüense, Sergio Ramírez. http://www.caratula.net/ficcion-domingo-de-milonga/ Último libro publicado Las sombras del amor, poesía, Editorial Valparaíso, España, Granada, 2022. Ha obtenido varios premios en narrativa y poesía. Ha participado en muchos festivales internacionales de poesía en diferentes partes del mundo. Ha escrito varios ensayos y artículos sobre poesía y globalización, poesía y la revolución digital.  Reciente estudio, “Revisión crítica. Desde el golpe militar (1973) hasta el estallido social (2019): narrativa y poesía chilena”. Publicado en http://letras.mysite.com/jcam010623.html  y Revista Altazor, https://www.revistaaltazor.cl/javier-campos-6/

 


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NOTAS

[1]Poesía y proceso revolucionario, 2 de septiembre de 1973, Diario Color, Concepción, Chile.

[2] En la revista Ramona, de las juventudes comunistas, ese martes 11 de septiembre salía la edición semanal de Ramona. Ese día iban a salir una serie de poemas breves míos que habían ganado Mención Honrosa en el Concurso Nacional de Poesía “Pablo Neruda”, organizado por el Comité Nacional Preparatorio del 10 Festival de la Juventud y los Estudiantes a realizarse entre el 28 de julio y 5 de agosto de 1973 en Múnich, Alemania.  Así que mis poemas, que estaban publicados en la Revista Ramona para ese día, bajo título “Las moscas”, fueron probablemente destruidos y quemados por los militares en alguna hoguera. El primer premio era viajar a ese Festival. Algunos (hombres y mujeres) que fueron a ese festival fueron detenidos el 11 de septiembre, pero no tengo más información sobre eso. https://books.openedition.org/ariadnaediciones/348?lang=en

[3] La relación de Allende con la Revolución Cubana es de todo el mundo conocida. Su apoyo a ella está demostrado en sus discursos donde usa un lenguaje que parece copiado de los discurso o lenguaje marxista de Fidel Castro, principalmente de las Declaraciones de la Habana (la Primera del 2 de septiembre de 1960, y la Segunda del 4 de febrero de 1962). Salvador Allende (en ese entonces era senador) aparece como invitados de honor en el proscenio cuando Fidel Castro pronuncia la segunda declaración en 1962. En esta última declaración Cuba ratifica lo dicho en la Primera declaración, su relación con la URSS es inquebrantable. Además, dice que el problema de Cuba es el problema de toda América Latina. Explotada por el imperialismo norteamericano. La segunda declaración de la Habana reafirmó el carácter socialista y latinoamericanista de la Revolución Cubana. A esta última fue invitado Salvador Allende quien ocupaba un lugar de honor en el proscenio de los invitados especiales a escuchar ese discurso en la Plaza de la Revolución.  La relación Allende y Castro quedó clara la influencia de este último en el entonces presidente de chile cuando Fidel Castro pasó 24 días recorriendo casi todo Chile el mes de noviembre de 1971. En cada lugar dio discursos muy parecidos a los contenidos de esas famosas dos declaraciones de la Habana. Todos los discursos de Fidel Castro en Chile han sido publicados y se puede comprobar lo anterior. También he hablado de esto en mi trabajo publicado en Revista Altazor,
https://www.revistaaltazor.cl/javier-campos-6/   y luego en http://letras.mysite.com/jcam010623.html Revisión crítica. Desde el golpe militar (1973) hasta el estallido social (2019): narrativa y poesía chilena.

[4] Esta terminología la aprendimos también de libro que era como un manual básico que todo joven de izquierda debía tener. Su gran cantidad de ediciones nos dice la difusión de este manual. Marta Harnecker, Conceptos básicos del materialismo histórico. Editorial Siglo XXI, 1969 primera edición. Este libro alcanzó 36 ediciones cuya última, la 36, fue en 1976. 

[5] “En el mundo se imponía una imagen distorsionada de la realidad creada por la izquierda: la de un gobierno democrático que, presidido por Salvador Allende, había intentado hacer una revolución socialista por los medios de la democracia y había sido derrocado por las fuerzas reaccionarias, apoyadas por el imperialismo norteamericano y por una parte de la Democracia Cristiana.” (ver Patricio Aylwin, La experiencia política de la Unidad Popular, 1973-1976. Edición formato digital 2023).

[6] Por ejemplo la destrucción total que hicieron los militares de un mural del pintor chileno Julio Escámez [1925-2015] que pintó en la municipalidad de Chillán el mural titulado “Principio y fin” donde aparecía Salvador Allende. Fue inaugurado con la presencia de Allende el 20 de agosto de 1972. Se puede ver en Internet. También el brutal asesinato el 15 de septiembre del cantante-poeta Víctor Jara.  

 


 

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(2 de septiembre de 1973)
Por Javier Campos