No cruzaremos dos veces el Danubio
en la misma dirección.
No beberemos dos veces el mismo vino húngaro.
Pero la memoria es amplia y espejeante
como la estepa que pudimos transitar.
Juan A. Epple
(Esta columna fue escrita en 2003 y la reproduzco aquí. apareció en El Mostrador en mayo de
2003. Quizás porque hoy 9 de octubre de 2025 se dio el Premio Nobel de Literatura a Laslo
Krasznahorkai (1954, Gyula, Hungría. Ese pueblo está a 222 kilómetros en tren de Budapest).
En ese entonces la mayoría de los que fuimos a ese Congreso no teníamos idea de él. Y tampoco
nadie lo mencionó allí).
Realizar ahora un congreso de poesía en Hungría (hablo del año 2003) en nada se parece
a esos congresos culturales que se organizaban en la época comunista y bajo la poderosa
influencia soviética. En aquellos tiempos los congresos de literatura debían apoyar como fuese la
causa proletaria y la solidaridad con los pueblos que luchaban por su liberación y eran
explotados por la clase burguesa. Hungría hoy es otro país como son todas las otras naciones que
estuvieron bajo la influencia de la Rusia comunista. Y en la nueva Hungría, el mes de mayo
reciente, se realizó en la ciudad de Pécs y en la Universidad de Pécs, el III Congreso de Poesía
Hispana, Europa y las Américas. Alrededor de 77 participantes, entre poetas y críticos, nos
juntamos para hablar, leer y discutir sobre poesía. También el congreso fue para rendir un
merecido homenaje al poeta y académico chileno Pedro Lastra.
La mayoría de los participantes en aquel Congreso comprobó que ningún vestigio
quedaba ni de la presencia soviética ni del socialismo en Hungría. Todas las estatuas alusivas a
los héroes del comunismo que estaban en diversos lugares públicos en aquel pasado (Lenin,
Marx, Engels, Dimitrov, héroes soviéticos, mártires comunistas, etc), hoy están en una parte de
Budapest llamado el Parque de las Estatuas. Es una atracción turística para contemplar el pasado
donde se quiso levantar una utopía social pero que se desplomó. O la desplomó para siempre la
modernidad occidental que ahora llamamos mundo globalizado. El pueblo húngaro, como ocurre
con el resto de Europa, quiere gozar esta nueva vida y de eso no hay la menor duda.
El deseo de vivir al estilo global se ve claramente en las grandes ciudades húngaras.
Datos recientes dicen que Hungría es uno de los paraísos para las transnacionales. Un país ideal
para la manufactura de productos hacia el mercado mundial aun cuando su mano de obra todavía
no es altamente calificada. Actualmente el 80% de la exportación húngara procede de las
industrias extranjeras instaladas allí. Nuestra guía en Budapest nos decía que las tierras más ricas
de Hungría ya están en manos de capitales austriacos y alemanes. Con la entrada en el Mercado
Común Europeo en 2003 o 2004, Hungría se transformará en un par de años en un país tan
moderno o como Alemania o España, dicen los analistas.
Esto no indica un paraíso absoluto, sino el riesgo de adquirir las lacras que aparecerán en
su sociedad integrada a la globalización, según denuncian los grupos antiglobalización. Tampoco
es difícil entender cómo la gente, principalmente joven, está gozando, participando, y abriendo
totalmente las puertas a la cultura popular norteamericana. Basta sentarse en cualquiera de los
cientos de hermosos cafés y restaurantes que hay en avenidas y agradables callecitas de Pécs o de
su bella capital —Budapest—, partida en dos por el río Danubio, para darse cuenta de ese cambio
que desea la mayoría de la población húngara.
Hungría, a diferencia de otros países bajo la órbita soviética, tuvo un comunismo
singular. Un comunismo, como ellos mismos dicen, igual a su tradicional “sopa gulash” (que
tiene de todo: carne, papas, cebollas, tomates, remolacha, pasta, páprika, ajo, aceite, hierbas,
harina, pan). No hubo la eliminación de ciertas libertades como en otros países. Se permitió
poseer cierta propiedad privada como bares, restaurantes o tiendas. También, nos decía una
profesora húngara, que ella en el periodo comunista tenía acceso a muchas lecturas que en otros
países, bajo el mismo dominio soviético, fueron totalmente prohibidas. Había sí control de la
gente que salía del país. Sería por ese comunismo “sopa gulash” que a Budapest se la llamó, a
partir de los 70, “El París del este europeo” porque el control soviético nunca fue absoluto en
Hungría.
Del pasado comunista, a parte de las estatuas de aquel parque mencionado, quedan
reliquias como curiosidades: insignias de Lenin o de Marx que orgullosamente quizás (o no)
llevaba alguno en su pecho, o en su gorra de soldado comunista, o le había sido dada por el
comité central del partido. Se vendían ahora a dos dólares.
Era aquel tiempo en que poetas, escritores, artistas, cantaban a la sociedad nueva que se
construiría sobre las ruinas del capitalismo. Eso pensábamos algunos en el Congreso reciente en
Pécs. Otros no lo mencionaron o porque ya era un pasado casi arcaico o porque a nadie le
interesaba hablar de eso. Yo pensaba que si este mismo Congreso se hubiera realizado en 1965,
por ejemplo, de seguro más de algún poeta habría sido invitado a leer ante las masas algunos de
sus versos. Quizás ante la gigantesca Plaza de los Héroes en el medio de Budapest. ¿Habría leído
el poeta entonces un poema comprometido con las masas y los obreros?
Pedro Lastra me recordaba, mientras caminábamos este mayo por la misma Plaza de los
Héroes en Budapest, y mirando desde ahora cierta poesía de Neruda , que el vate chileno había
escrito una abundante poesía presionada por el partido. Una poesía militante que solo sirvió al
propósito utópico de aquella época y que probablemente quedará arrumbada al igual que esas
estatuas del Parque aquel de Budapest. Neruda también pasó en 1965 por Hungría y escribió
junto a Miguel Ángel Asturias una crónica larga titulada “Comiendo en Hungría”. Relato poético
que exaltó la cocina húngara con imágenes pantagruélicas. Ese mismo año Neruda también era
parte del jurado del Premio Lenin que había instituido la Unión Soviética (en contra respuesta al
Nóbel occidental) Esa vez el galardón se le dio al poeta español Rafael Alberti.
Aún más, Neruda pocos años antes de 1965 había ya estado en Budapest después de un
recorrido por la URSS y Polonia. Allí firmó un contrato para una edición de su poesía. Fue en
Hungría cuando Neruda rechazará toda su producción previa, principalmente la amorosa y la de
Residencia en la Tierra por la poesía militante. Así lo dijo en un famoso discurso en México por
esas fechas: “Yo había visto a miles de jóvenes que empezaban a llegar a Hungría de todos los
puntos del planeta para participar en el Festival Mundial de la juventud... No quise que nuevos
dolores llevaran el desaliento a nuevas vidas...y no acepté que un solo de esos poemas míos
escritos antes se publicaran en las democracias populares”.
Todos esos datos me producían una sensación difícil de describir allí en Budapest. La
poesía militante de Neruda; su paso por Hungría en 1965; aquel discurso suyo rechazando su
poesía previa; el Premio Lenin; la insignia de Lenin que compré por dos dólares; ese Parque de
las Estatuas; la conversación con Pedro Lastra. Todo el conjunto me daba vueltas mientras me
tomaba luego una taza de café expreso en el centro de Budapest. Y para aumentar aún más la
imagen posmoderna de todo, el lugar donde estaba instalado el café era también un casino tan
espectacular como el mejor de Las Vegas en Estados Unidos.
Quizás lo que colmó el vaso para algunos allí en el congreso de poesía fue la visita al
museo histórico de Budapest que está instalado en el famoso Castillo de Buda y ver allí una
exposición de fotografías sobre la Guerra Civil española del fotógrafo húngaro Frank Capa
(1913-1954). Capa nació en Budapest. Comenzó su carrera como reportero fotográfico de
aquella guerra. De vuelta a Alemania arrancó de los nazis en 1939 hacia Paris y luego emigró a
los Estados Unidos donde se hizo ciudadano en 1946. Se dice que hay cerca de 1.600 de
negativos de película de Capa, en tiras de fotogramas, sobre la Guerra Civil española guardados
en la sede de los archivos históricos del PCE en Madrid. Sin duda la exposición reciente de Capa
en su ciudad natal de Budapest es un acontecimiento importante. Con algunos del congreso
visitamos las fotos del húngaro. Y es cierto, deben ser las fotografías más impresionantes
tomadas nunca de aquella guerra que fue también una lucha (de los republicanos), con ayuda del
bloque soviético, para construir una sociedad mejor.
Resultaba impresionante que aquellas fotografías estuvieran ahora en un museo de un
país que vivió la “utopía comunista” pero que no funcionó y tampoco ningún húngaro quiere
saber ahora de aquel pasado. Quizás la exposición haya sido posible únicamente porque Capa era
de Hungría y se hizo famoso en Estados Unidos a donde emigró. No lo sé. En todo caso, viajar
como escritor, artista, a esos países que una vez fueron socialistas, fue para muchos del Congreso
de Poesía Hispana, Europa y las Américas, un viaje especial del que probablemente a más de
alguno/a le inspirará algún poema, una crónica, o un trabajo académico. Porque el arte, bueno o
malo, se cambien o no las sociedades, pasen años o siglos, siempre continuará alimentándose de
contradicciones históricas y humanas.
(mayo 2002)

Nota 1. Esta estatua está en el Memento Park, un museo al aire libre dedicado a estatuas del período
comunista de Hungría (1949-1989). Después de la caída del régimen comunista en Hungría en 1989,
muchas de las estatuas comunistas fueron retiradas inmediatamente y 42 de ellas fueron trasladadas en
1993 a este parque. El arquitecto a cargo del proyecto del parque dijo: "Este parque trata sobre la
dictadura. Y al mismo tiempo trata sobre la democracia. Al fin y al cabo, sólo la democracia puede dar la
oportunidad para dejarnos pensar libremente sobre la dictadura”. En esta fotografía se puede ver las
Botas de Stalin, una réplica de parte de la estatua de bronce de quien fuera secretario general del partido
soviético y jefe de Estado soviético. Tenía 8 metros de altura y estaba colocada sobre un imponente
pedestal. Muchos de los que fuimos a ese Congreso visitamos ese parque. A más de alguno les impactó
ver estatuas obsoletas que una vez fueron símbolos del poder comunista.
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Javier Campos: Es narrador, poeta, ensayista, columnista, profesor emérito por la Universidad jesuita de Fairfield,
Connecticut, EE. UU. Vive en Spring Hill, Florida. Recientes libros publicados: El bailador de tango (novela,
Casasola editor, Washington, 2018), El tango en el Río de La Plata (ensayo, Editorial Corregidor, Buenos Aires,
2019), La isla del fin del mundo (novela, Mago editores, Chile, 2020), Los gatos no viven en el tejado y otros
poemas de amor (poesía, Mago editores, Chile, 2020). Fui dueño de tu encanto, cuentos, Editorial MAGO, Chile,
junio 2022. Fue traductor de la poesía del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko (ediciones de Nicaragua, Colombia,
Chile, Perú, Cuba, Rusia, España). La revista Review Literature and Arts of the Americas, 104, julio de 2022,
Manhattan, New York, dedicó una sección a la poesía de Javier Campos en traducción al inglés (Irene Hodgson,
Nick Hill y Jessica Treat traductores). Último libro publicado Las sombras del amor, poesía, Editorial Valparaíso,
España, Granada, 2022. Ha obtenido varios premios en narrativa y poesía. Ha participado en muchos festivales
internacionales de poesía en diferentes partes del mundo. Ha escrito varios ensayos y artículos sobre poesía y
globalización, poesía y la revolución digital. Reciente estudio, “Revisión crítica. Desde el golpe militar (1973) hasta
el estallido social (2019): narrativa y poesía chilena”. Publicado en http://letras.mysite.com/jcam010623.html y
Revista Altazor, https://www.revistaaltazor.cl/javier-campos-6/ Recientes publicaciones 2025: Editorial MAGO,
Chile, publica ahora libro poesía, Recados infantiles escritos desde una nave espacial, 2025. Editorial
Corregidor de Argentina publica este octubre de 2025 libro de cuentos Fui dueño de tu encanto