1.Recuerdo esa foto de carnet. Tomé. Septiembre de 1973. # 477331. El 12 de septiembre de 1973 iba en un bus (o micro se decía) a enseñar clases de castellano en un liceo. Tenía unas horas de clase allí y otras en la universidad. A medio camino una patrulla de militares armados ordena al chofer parar el bus. Fue como en las películas sobre los nazis en las calles de Polonia, subiendo y bajando a gente como animales de trenes rumbo al campo de concentración de Dachau o de Auschwitz.
2. Los militares me piden el carnet de identidad. Y entonces recuerdo que hace tiempo que no lo tengo porque nunca nadie me lo pedía. “Bájese de la micro”, dijo el oficial joven de bigotitos. Nadie protestaba. Un miedo parecía recorrernos a todos los pasajeros como un hilo invisible que nos unía por el cuerpo. Así íbamos bajando de la micro Talcahuano-Concepción. Quedamos todos mudos. Solo miradas de reojo entre todos.
3. “Todos en fila” dijo ese oficial. Los demás soldados apuntaban con sus armas hacia la fila. Recorrió el oficial esa fila con una hoja de papel en sus manos donde había muchas fotos (fotocopias en negro y blanco). Se detenía para mirar a cada uno. Reconocí una foto, era el rostro que tantas veces vi de Miguel Enríquez en el campus de la universidad de Concepción.
4. Ninguno de la foto estaba en la fila. Pero luego dijo “los que tienen carnet a este lado”, y corrieron atropellándose sin recibir la orden como 15 personas al lado del oficial. “Los que no tienen carnet a este lado del camión militar. Y se me van subiendo rapidito.”
5. ¿Adónde vamos? nos preguntamos muy en silencio los sin carnet que éramos siete. Solo dos mujeres entre los siete. Un soldado que iba arriba del camión apuntando con su arma, en la otra mano tenía una radio portátil negra. “A la base militar de Talcahuano entonces, a su orden capitán” y dejó de hablar. “Chucha”, dijo uno que iba temblando o de frío o de miedo. “Los marinos son los peores” dijo una de las mujeres que llevaba una bolsa de supermercado con comida. “Nos van a fusilar a todos” dijo la misma mujer. Yo miraba como si mis ojos fueran una cámara fotográfica. Sacando instantáneas en daguerrotipos. Como había visto en una película francesa o quizás italiana. Años después me preguntaba ¿por qué se me ocurrió pensar en películas en ese momento arriba de un camión militar que nos llevaba hacia la muerte?
6. “Bien mi capitán, entonces vamos a la comisaría de carabineros de Chiguayante, cambio de orden, copiado mi capitán”. Cambiaron la orden los huevones dijo otro del grupo. Nos van a fusilar los carabineros ahora. y largo una risotada. Nadie se rió.
7. Nos quitaron los cinturones, los cordones de los zapatos en el patio de la comisaría. Nos hicieron correr alrededor del patio. Un hombre de edad cayó al suelo. Un carabinero le dio con un palo en la espalda. “Levántate huevón!”. No puedo señor, dijo. Ah, pero para correr tirando piedras sí podías conchas de tu madre. Le dio un punta pie y lo dejó allí como un saco inerte.
8. Entonces vino un oficial de carabineros (los marinos se fueron luego de dejarnos allí por la contra orden). A ver huevones, a cantar la canción nacional y no esas huevadas de Víctor Jara o canciones cubanas. A cantar nuestro himno. Ya, comienza tú, ese chico, el cuarto de la fila. ¡Comienza huevón, te dije! Y aquel que venía temblando en el camión comenzó, muy bajito algo que apenas se oía, “Puro Chile es tu cielo azulado…” Más fuerte huevón! Pero para gritar consignas comunistas tenían voz Uds. marxistas conchas de su madre. A ver el de al lado. Y este tenía un vozarrón de cantante de ópera que agradó al oficial. Y ahora a caminar todos y me van cantando los huevones nuestro himno patrio, ya partieron.
9. Después de hacer ejercicios por media hora, flexiones en el suelo y sapitos, nos metieron a los siete en un calabozo. Vayan dando vueltas huevones, dijo un carabinero. Y vino un encapuchado mirando por la rejilla de la puerta. Luego que dimos tres vueltas, el encapuchado dijo al carabinero, “no, no reconozco a ninguno. No está aqui” y salió el encapuchado. Nosotros como autómatas seguíamos dando vueltas. ¡Ya huevones, paren! Y se puso a reír. Y paramos.
10. A las 10:30 de la noche me llaman en voz alta: “el profesor universitario que salga y venga a la recepción”. Era mi nombre. Yo antes cuando nos pidieron los nombres les dije que era profesor de la universidad de Concepción. La verdad yo desde 1972 comencé a enseñar literatura infantil en la carrera de Educación Parvularia. Dije adiós cuando salí de la celda a los cuatro compañeros y a las dos compañeras que pasamos cinco horas juntos aguantando el abuso, las malas palabras, la crueldad de si era cierto o no que nos iban a fusilar.
11. Váyase rápido profesor que el toque de queda comienza a las 11:30. Trate de agarrar una micro. Y mañana a primera hora vaya a su pueblo a sacar carnet de identidad nuevo y con foto actualizada porque si lo encontramos sin carnet otra será su suerte, profesor. Buenas noches. Dijo el oficial que me entregó el cinturón de mis pantalones, cordón de los zapatos, y me hizo firmar un papel con un timbre que ni leí de lo que se trataba.
PD. Al salir de la comisaría luego de 5 o 6 horas dentro. Mis piernas estaban entumecidas, me costaba caminar. No sé porque milagro justo en la esquina de la calle donde estaba el retén de carabineros paró una micro, salida de la nada. El chofer salió a la puerta y con la mano me dijo que subiera rápido. Era su último recorrido antes del toque de queda. Corrí como pude, me caí al subir los escalones de la micro. Pero me levanté. Y la micro iba por la misma calle donde yo vivía con una tía que me arrendaba un cuarto de su casa. Me esperaba en la puerta con lágrimas en sus ojos secándoselas con un pañuelo. Hace tres horas que lo espero hijo, me dijo. Nunca hasta ahora supe de dónde salió esa micro que me recogió aquella noche. En la micro no venía nadie. Vacía de pasajeros. Al día siguiente muy temprano partí a mi pueblo de Tomé a sacar nuevo carnet de identidad. Allí me sacaron esta foto a las 10 de la mañana del 14 de septiembre de 1973.
----------------------------------- Javier Campos: Es narrador, poeta, ensayista, columnista, profesor emérito por la Universidad jesuita de Fairfield, Connecticut, EE. UU. Vive en Spring Hill, Florida. Recientes libros publicados: El bailador de tango (novela, Casasola editor, Washington, 2018), El tango en el Río de La Plata (ensayo, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2019), La isla del fin del mundo (novela, Mago editores, Chile, 2020), Los gatos no viven en el tejado y otros poemas de amor (poesía, Mago editores, Chile, 2020). Fui dueño de tu encanto, cuentos, Editorial MAGO, Chile, junio 2022. Fue traductor de la poesía del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko (ediciones de Nicaragua, Colombia, Chile, Perú, Cuba, Rusia, España). La revista Review Literature and Arts of the Americas, 104, julio de 2022, Manhattan, New York, dedicó una sección a la poesía de Javier Campos en traducción al inglés (Irene Hodgson, Nick Hill y Jessica Treat traductores). Reciente cuento publicado en revista Caratula de su libro Fui dueño de tu encanto, que dirige el escritor nicaragüense, Sergio Ramírez. http://www.caratula.net/ficcion-domingo-de-milonga/ Último libro publicado Las sombras del amor, poesía, Editorial Valparaíso, España, Granada, 2022. Ha obtenido varios premios en narrativa y poesía. Ha participado en muchos festivales internacionales de poesía en diferentes partes del mundo. Ha escrito varios ensayos y artículos sobre poesía y globalización, poesía y la revolución digital. Reciente estudio, “Revisión crítica. Desde el golpe militar (1973) hasta el estallido social (2019): narrativa y poesía chilena”. Publicado en http://letras.mysite.com/jcam010623.html y Revista Altazor, https://www.revistaaltazor.cl/javier-campos-6/
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Por Javier Campos