Sei
Shonagon made in Jessica Freudenthal
Por
Juan Carlos Ramiro Quiroga
- La Mariposa Mundial
presenta su décimo quinto (15) número el miércoles 9
de agosto de 2006 en The Lounge Bistro en la ciudad de La Paz. A propósito
de la separata "El libro de la Almohada" de Sei Shonagon que
viene de regalo en la revista literaria más importante de Bolivia, el ciudadano
K. entrevistó a Jessica Freudenthal quien realizó la presentación
y traducción de dicha obra japonesa. Aquí van las respuestas sobre
la traducción de El libro de la Almohada, de Sei Shonagon.
-
¿Cómo realizaste la traducción de una autora difícil
y que muchos leen en la actualidad?
- Conocí la obra de
Sei Shonagon a través de una película de Peter Greenaway (The
PillowBook, 1996). La belleza de la obra cinematográfica y la curiosidad
me llevaron hasta ella. A fines de 1997, después de ver la película,
pude acceder a la traducción de Ivan Morris de El libro de la Almohada
(1991), quedé fascinada y cautivada con la obra de Shonagon, por la delicadeza
de sus notas, la fragilidad
y la fuerza de las mismas, su universo, su mundo y sobre todo por sus preocupaciones
a cerca del acto escritural y de los soportes mismos de ésta (el papel,
la tinta, los pinceles…). Yo no hablo japonés, desearía hacerlo,
así que el intento de traducir, como tú dices, a una autora difícil
y además bastante leída en la actualidad, era muy pretensioso, complejo,
era un desafío, pero a la vez algo placentero, enriquecedor y necesario.
En ese momento no encontré traducciones de El libro de la Almohada
(posteriormente, por el año 2001, supe que Borges hizo una traducción
de la obra para Alianza Editorial, lastimosamente no he podido llegar a ella,
ni ella llegar hasta mi), así que la importancia y la urgencia de comprender
y aprehender ese texto en mi lengua materna se hacían más grandes;
luego vino la intención de compartir este texto con otros lectores.
La
obra en sí es compleja, por su naturaleza y su estructura, un texto en
prosa pero lleno de intensas imágenes poéticas. Por otro lado, ante
la conciencia de una previa traducción realizada por Borges, no podía
más que atenerme a las consecuencias, y realizar con humildad y rigor el
trabajo de traducir. Soy de igual manera conciente de que hay un inabarcable abismo
en la labor de traducción que he realizado, la traducción de una
traducción, ya que no puedo acceder al texto en su idioma original, por
ello la traducción tomó (y toma) muchísimo tiempo; siempre
había cosas que revisar, palabras que atender, frases que dilucidar, textos
que desentrañar, ecuaciones que despejar… Pero decidí aventurarme,
ya que el texto no dejaba de cautivarme y llamarme.
Fue así, el
texto me sedujo completamente. Luego ensayé versiones de algunos de los
escritos, listas y entradas de diario y descripciones, junto a ello leía
ensayos e investigaba a cerca del contexto de la autora. Posteriormente pude acceder
a la traducción de El libro de la Almohada realizada por Amalia
Sato el 2004, y al leerla, comparando su versión con la de Morris, no quedé
satisfecha, es más, quedé algo desencantada, me parecía una
presentación que carecía de la potencia poética que tiene
el texto de Morris, y que intuyo tiene el texto original en japonés; ya
que la naturaleza, la estructura y la fuerza interna de la obra de Shonagon así
lo señalan. Entonces vino el proceso de la lectura, más atenta,
y luego el de la comparación de ambos textos, confrontados, en sus coincidencias
y diferencias. Después vino mi intervención: un diálogo con
ambos escritos.
Bartolomé Mitre comenta a cerca del arte de la traducción:
Cuando se trata de transportar a otra lengua uno de esos textos que el mundo
sabe de memoria, es necesario hacerlo con pulso, moviendo la pluma al compás
de la música que lo inspiró. El traductor no es sino el ejecutante,
que interpreta en su instrumento limitado las creaciones armónicas de los
grandes maestros.
Si bien el traducir no se trata sólo de una
interpretación del texto trabajado, también se trata de ello. Traducir
es leer, y leer es traducir, cuidando, respetando el original, dejándonos
guiar por sus pulsaciones; pero sabiendo que el texto se perpetra, se irrumpe,
se trastoca. Entonces traducir a la obra de esta autora, o la de cualquier autor,
es una licencia, un ejercicio, una lectura y una reescritura, un intento de aproximación
al texto y al autor (al otro y a lo otro) con todo el mundo que éste nos
muestra. Como un enigma depositado en nuestras manos, y que procuramos resolver.
-
¿Cuales son las cualidades literarias que te atrajeron de la escritora
nipona?
- En primer lugar la capacidad de observación de
Sei Shonagon. La observación como un acto de contemplación, de escucha,
de reflexión e interiorización; y dentro de este acto de contemplación,
la capacidad de asir un instante, un objeto, una acción… Detenerse a ver
el mundo, en sus ínfimos detalles, que le dan a este toda su belleza.
La
autora incorpora a su obra diversas técnicas literarias, descripciones,
entradas de diario, listas, aforismos, y la utilización de la ironía,
de una manera exquisita. Me atrajo muchísimo el hecho de que la autora
busque, explore, necesite una palabra exacta, cabal, precisa, para decir, o no,
alguna cosa. Su trabajo riguroso sobre y en cada palabra.
Su obra se ha
denominado diario, tratado, ya que, como lo dije anteriormente, en ella se reúnen
diversas técnicas literarias.
Pero, lo que más me sedujo
fueron sus listas. David Huerta, escribió en un artículo de El
Universal (mayo de 2004): Enumerar, enlistar, inventariar, catalogar, acopiar.
Cada uno de estos infinitivos y todos en conjunto, enumerados da una idea del
acto que consiste en intentar ofrecer, por escrito, una idea o una sensación
de abundancia y aun, en algunos casos (como en la famosa página de El Aleph,
de Borges), de totalidad: la pequeña esfera tornasolada que "Borges"
ve en el sótano de la casa de su detestado rival contiene imágenes
del universo entero. La enumeración caótica o heteróclita
(es decir, de objetos o entidades diferentes) constituye, para Leo Spitzer, un
serio motivo de indagación literaria: es un recurso estilístico
con sus leyes, sus modulaciones singulares y sus peculiaridades; ni qué
decir tiene, también con sus atractivos y bellezas propios. En las listas
literarias que examina, discierne algunos rasgos distintivos que le permiten ordenarlas:
hay enumeraciones conjuntivas, disyuntivas, que recurren a la anáfora y
a expresiones como "todo esto" al final del inventario literariamente
estilizado, entre otras. (1)
Una
lista construye un mundo, comienza a ordenarlo. Hoy en día, la práctica
de hacer listas, sigue en vigencia, nada más busquen en Internet personas
que gustan de hacer listas, por ejemplo el proyecto http://diezpalabras.blogspot.com/,
al que llegué gracias a mi esposo.
A través de una lista
podemos descubrir las cuestiones más superficiales de una persona, pero
también sus sentimientos y preocupaciones más profundas. La observación,
la enumeración, el carácter de las listas, es una iniciación
de lo simple a lo complejo. Las palabras, las frases enumeradas conforman entre
sus distancias y cercanías un sistema que nos permite entrever un mundo,
comenzar a ordenarlo, a través de las relaciones que se producen entre
las palabras, frases u oraciones que puedan conformar el listado. Las listas de
Shonagon son deliciosas, en cuanto a los objetos y cuestiones a tratar, en cuanto
a las palabras utilizadas, en cuanto a la manera de nombrarlas. No se trata tanta
de qué es lo que nos muestra, sino de cómo lo hace la autora. Como
dice Octavio Paz a cerca de El Libro de la almohada: un mundo milagrosamente
suspendido en sí mismo, cercano y remoto a un tiempo, como encerrado en
una esfera de cristal.
- ¿Por qué
se ha elegido a esa autora y no otra de la literatura nipona?
-
Eso fue pura causalidad. La serendipia maquinando… En el número doble (13-14)
de La Mariposa Mundial, se publicó una separata dedicada a Pascal
Quignard. Uno de los textos allí presentados se titula La Almohada de
Sei, donde P. Quignard le dedica unos cuantos párrafos, rodeados por
un halo de misterio, a la autora de El Libro de la Almohada y a su obra,
y la traducción (otra vez la traducción de la traducción)
fue afinadamente realizada por Juan Cristóbal Mac Lean.
Rodolfo
Ortiz, director de la revista, me había convocado con anterioridad para
realizar la traducción de un libro de un escritor norteamericano, sin embargo,
al encontrarme con el maravilloso texto de Quignard, no pude evitar comentarle
que llevaba un tiempo trabajando en la traducción de la obra de Shonagon.
Entonces, Rodo me pidió que trabajáramos en una separata dedicada
a la escritora nipona, así preparé la selección, la introducción,
y presenté la traducción.
-¿Es
la primera vez que traduces textos literarios en otros idiomas?
-
Es la primera vez que publico una traducción, pero llevo un tiempo intentando
hacer este trabajo, que demanda mucho rigor y entrega. Empecé haciendo
traducciones, versiones, de poemas que me seducían, pero en los cuales
encontraba alguna palabra o verso que no terminaban de poseerme, de convencerme.
La traducción es una labor compleja, requiere de una lectura atenta, palabra
por palabra, signo por signo. Demanda una atención delicada ante las significaciones,
las polisemias, el sonido, el ritmo, el color y el tono de cada frase a trabajar.
Por
ejemplo, he traducido el libro Night Cries de Michael Benedikt, un poeta
norteamericano nacido en Nueva York en 1935. Este libro tiene poemas en prosa
y "microficciones". También algunos poemas sueltos de Albert
Frank Moritz (1947-), escritor canadiense. Versiones de poemas de Sharon Olds
(Estados Unidos) e Evan Boland (Irlanda). Estos son algunos de los textos de los
que más me he ocupado, partiendo de una seducción, de una curiosidad.
Atraída por el mecanismo de relojería de algunos textos, la belleza,
las sensaciones y emociones que transmiten, por lo que evocan y por lo que silencian;
ensayando y ejercitando con las palabras sobre el papel, así comenzó
esta aventura, este viaje en la traducción.
Como ejercicio, como
desafío, intento traducir cuentos de Poe, y luego comparo traducciones,
palabra por palabra, y ese asunto tan serio de traducir se convierte en un diálogo
ameno y lúdico, sin dejar de ser serio, con el autor de la obra y los traductores,
un diálogo intertextual que enriquece la experiencia, la hace placentera,
la convierte en un acto recípocro, de recibir e intentar dar, aproximarse.
También intento traducir no sólo del castellano al inglés,
sino viceversa (Guillermo Bedregal, Humberto Quino, Yamilé Paz Paredes,
Sabines, Bignozzi…), pero no perpetro las traducciones pensando en publicarlas.
Es un oficio sobre el lenguaje, en el lenguaje, que me permite lecturas atentas,
accediendo no sólo al texto en su lengua original, sino también
a nuevas posibilidades de lectura, a ir más allá de "lo literal",
a la exploración de sentidos, tonos, colores, texturas, sonidos. Y no sólo
a lo que se ve, a lo que otorga el texto, lo que dice, sino a lo que no dice,
porque siempre hay un abismo que separa un texto de otro, pero que también
los une.
-¿Qué te ha enseñado
personalmente el arte de traducir?
- La traducción me deja
muchas interrogantes, y eso es inmensamente enriquecedor, ya que es un reto el
intentar dilucidarlas. Por ejemplo la relación entre las culturas, ya que
al traducir un texto se reescribe un universo, se ensaya; pero por debajo está
toda la relación del texto con su autor, la época en que fue escrito,
las tendencias literarias, la intención del texto… ¿Leemos al autor
o a quien traduce el texto? También la imposibilidad del lenguaje, sus
límites; entre lengua y lengua se forman burbujas, abismos y puentes.
Pienso
que la traducción de un texto literario es imposible, pero vale la pena
intentarlo, porque si ésta no existiera, no conoceríamos a Dante,
Baudelaire, Shakespare, Whitman, Mallarmé, Poe, Celan, Homero, Ovidio…
La
traducción tiene la facultad de develar los mecanismos del funcionamiento
de una lengua, por ello me ha enseñado el valor de las palabras, sus distintas
dimensiones y posibilidades. Intentar, en una palabra, transmitir no sólo
su significado, si no aquello que evoca, aquello que calla, la emoción
y las sensaciones que transmite. Me enseña la lectura atenta, pensar en
el texto como un objeto, un artefacto mágico que llega a mis manos, y que
puedo componer y descomponer, guiada por pulsiones que el texto que leo y traduzco
guía.
Traducir, de alguna manera, es un acto amoroso: abordar la
obra de otro, con respeto, con delicadeza, "escuchando" cada palabra,
tratando de aprehender el conjunto, la estructura del texto, impregnándose
de él, pero siendo consciente de que al tocarlo, al trastocarlo más
bien, se ejerce un acto de violencia. El texto resultado, el nuevo, será
un reflejo, una sombra, un ensayo de aproximación al original.
Así
mismo, hay un alto grado de responsabilidad en esto de ser un mediador entre el
texto original, su autor, el texto traducido, y los receptores del texto en la
lengua-punta. Ser un mediador, un interlocutor, es tarea difícil. Espero
poder fungir como tal, y sobre todo, que los lectores lean, traduzcan, la versión
presentada en el décimo quinto número de La Mariposa Mundial.
NOTAS
(1) http://www2.eluniversal.com.mx/pls/impreso/version_imprimir?id
Datos
de la traductora: Jessica Freudenthal Ovando. Bolivia, 1978. Poeta boliviana
nacida en Madrid. Su poemario Hardware obtuvo una mención honorífica
en el Concurso Nacional de Poesía Yolanda Bedregal 2003. En 1998 publicó
el poemario Azul. Parte de su obra puede encontrarse en las antologías:
La nueva poesía hispanoamericana, Momentos y The Best Poets and
Poetry of 2003. Colaboró con las revistas: Abra Palabra, Signo Cuadernos
de Cultura, Ad Livitum, Goliardos y otras publicaciones. En 2003 participó
del XI Encuentro de Mujeres Poetas en el País de las Nubes, Oaxaca. Asimismo
dirigió talleres de poesía y escritura creativa en México
D.F. y los talleres de motivación lectora en la DGTVE. Actualmente reside
en La Paz y dirige la revista de literatura y arte El Mostro.