"Para ser clásicos/
tienen que decidir de qué lado están".
Autorretrato en un espejo convexo, de John Ashbery
1. Aunque aún no es una legión, la facilidad
con la que salta una rana en La Paz (Bolivia) es increíble.
Este hecho debiera no sólo llamar la atención sino analizarse
cómo se reproduce y por qué razones emerge en estos
tiempos cuando la globalización y la rapidez hacen mella de
los puetas que no desean arraigarse en el tiempo, sino agarrarse del
top ten o del ranking literario.
2. En ese afán, las ranas deshojan margaritas o talan secoyas
sin las herramientas
poéticas que debieran tener en mano como aquellas que reveló
Ezra Pound en sus Cantares, que el verso libre no es tan libre
como parece, sino que ante todo es una narración con ritmo
y cadencia, tropos y figuras, tonos y magines, jeroglíficos
y ideogramas, entre otras rimas y leyendas.
3. En los primeros treinta cantares y en los siguientes, Pound no
hizo más que ejecutar el ritmo y la candencia de los contemporáneos
de Dante, como el amado Guido Cavalcanti, un verso que tenía
más sentido y propiedad que el verso libre que se exhibía
sin ton ni son en la tierra yerma de Whitman y en la ínsula
solitaria de Yeats.
4. Lo que hacía Homero, el rapsoda ciego, era narrar un viaje
o una guerra, crear héroes y enemigos, describir el ápice
olímpico o el desembarco de los griegos en una isla lejana
y gobernar dioses benévolos y antipáticos, ociosos y
pedantes. No era una navegación fácil, porque hay que
ver los vésperos, partos y crepúsculos que guarda el
espíritu griego.
Contra el pueta.com
5. Nada de eso hay en la actualidad, sólo puetitas.com
y poetillas.net abatidos y enfermizas de su propia insignificancia
y ego, con los ojos bien puestos en la efervescencia del instante
y del qué dirán, con mucho marketing y
mucho light. Nada preocupados de la forma poética ni
cómo escriben ni de los temas que fragmentan con la
mayor falta de preocupación literaria.
6. El verso libre se ha convertido en el estatus más fácil
de acceder a un don. Como las jirafas acceden a lo más alto
de las copas arbóreas. Con él arropan los senos de las
musas, malgastan la flora del inferno, chupan el azul del éter
y proclaman a los cuatro vientos que ha nacido un nuevo poeta on
line: el del verso tullido o de las patas de gallo o del éxtasis
bussines.
7. Pertrechados de "docta ignorantia", los puetitas.com
escriben igualito, en ciernes, sin pasión ni historia, timoratos,
arrojando versos malditos como Myguel angel, otrora Miguel Angel Gonzales.
Y pasan de abstractos y muy metafísicos y muy ilustrados y
nadie entiende un carajo de lo que tratan de embaucarle al hipócrita
lector.
Contra la ignorancia de la versificación
8. Una vez leídos los libros de los puetas y las poetillas
actuales, se constata tres cosas evidentes como las jibas del Everest,
Sajama o Akamani: una total ignorancia de las leyes de la versificación,
una total ignorancia de las pausas y cadencias verbales, una total
ignorancia de las figuras literarias. En otras palabras, una total
ignorancia del espíritu literario.
9. Si preguntáis a un pueta del nuevo milenio ¿qué
es un sonetillo? o ¿qué es una silva? o ¿qué
es un serventecio, una redondilla, una cuarteta, una cuadernavía?
o ¿qué es un soneto isabelino o una jarcha?, de seguro
os tomará como un mamut que intenta tomar posesión de
tierras totalmente inexistentes, pobladas de hielo y niebla y soledad.
10. Si os enseñáis que hay un endecasílabo melódico,
otro sáfico y de gaita gallega, no habrá uno quien os
entienda y diga tenéis razón, calzón y pasión,
si no que tal vez os propinará ajos, cebollas, lagartijas y
escorpiones, arrojandoos su atado de poemas en la cabeza como si se
tratara de un vellocino de oro.
11. El pueta o la poetilla actual nada intuye de estas posesiones
verbales y de los efectos poderosísimos que produce en el lenguaje.
Sólo sabe de improvisaciones y veleidades poéticas en
la que las estaciones (primavera, verano, otoño e invierno)
cruzan podadas e igualadas en fila india, sin norte. Dadme un pueta
y os diré que habla como la Caperucita Roja o como la Cenicienta.
Contra el efecto haikú
12. Es más, el haikú ha cerrado sus raíces en
el más miserable de los poetas. Nadie se levanta en armas contra
el breve tono y este áspid de la sed abarca, aprieta, asedia
y dictamina cómo deben trazarse poemas en la página
blanca: ¿Qué le falta a la poesía escrita por
bolivianos? Muchas palabras, nada más que palabras. ¿Eso
es mucho pedir?
13. El trabajo del pueta boliviano tiene menos complicación
y complejidad, porque está exento de palabras. En primer lugar
no capta el élam vital del hombre andino-amazónico.
En segundo lugar no intuye su navegación. Y en tercer lugar
no dice nada de su memoria ni de su futuro, es decir, está
carente de trascendencia (fe, espíritu e ideología).
14. Encuentro más poesía y la fuerza de los mitos profundos
de Bolivia en la poesía de Marcia Mogro, otro tanto de esa
misma vitalidad en los poemas de Mónica Velásquez y
en las conjugaciones verbales de Diana Kuljis. Pero sólo la
autora de Semíramis 16 (MG).- encontró el oro
de los tigres como lo hallara Hilda Mundy en Pirotecnia.
15. Vilma Tapia Anaya divaga ahora exánime bajo el efecto
haikú, Paura Rodríguez Leytón recibió
su harakiri, también el Benjamín de la poesía
quedóse en satori, un indomable como Jaime Nisttahuz
ha periclitado en bonsai y hasta un Gabriel Chávez Casazola
va de ikebana en ikebana. Soledad Quiroga, Mónica
Navia y Rafael Bautista se suman a este cerco zen. La palabra
está siendo esterilizada a nombre del silencio opa.
16. La facilidad de estos poemas es impune. El pueta o la poetilla
usan los elementos precisos: un artículo, dos palabras, el
verbo intransitivo y zas se tiene el poema haikú. La página
queda incólume, casi como un muro infranqueable. El lector
columbra esa incertidumbre hoja por hoja, en rápido gorgojo,
hasta que viene el ¡oh! o el ¡ah!
Las exigencias mínimas
17. Tres cosas hay que pedirle al pueta o poetilla boliviano: uno,
que deje de hacer poesía efímera (basta ya de los poemas
que nacen entre gallos y medianoche); dos, que la bohemia quede exiliada
en la cabeza del creador (basta ya de los ayes melancólicos,
sentimentales y erráticos); tres, que encienda una hoguera
al borde de la batalla (basta ya de las chispas estériles).
18. Ha habido puetas y poetillas que cantan al desamor donde el ego
ha marcado no sólo linaje, sino presencia y voluntades: el
yo marca paso hacia el yo, el yo irrumpe desde el yo, el yo agobia
con su cantaleta del yo, yo no puedo más que oírme lloriquear
ante el yo: yo soy impunemente nada más que yo. Uno se pregunta:
¿Dónde está el él?
19. La conjugación verbal del tú y del él ha
quedado fuera, en una suerte de desconocimiento del mundo. Ya no hay
Pinochos, porque nadie habla de lo que sucede más allá
de sus narices. El acontecimiento, la descripción, el retrato,
el paisaje y las figuras están en otro mundo, es decir, la
narración es un cadáver embalsamado.
20. Muchas cosas exigiría al pueta boliviano, pero me quedo
con estas que son útiles a la poesía: que narre un acontecimiento
como Eliot, que cree unos personajes como Catulo, que describa ambientes
como Kavafis y que gobierne a través de la imaginación
como Pound. Le pediría que opere como un novelista pero con
las herramientas poéticas.
21. Entonces, el poeta loco ha muerto. El poeta bohemio ha quedado
bajo ocho pies de tierra. La literatura francesa y española
ha enseñoreado sus maldiciones en los poetas y escritores bolivianos.
La literatura alemana aún hoy es una naturaleza impenetrable.
La literatura japonesa se roba las palabras más esenciales.
Y la literatura brasileña es un gigante dormido a unos pasos
de la morada.
22. ¿Hoy quien lee a la literatura anglosajona en su raíz
estadounidense y en su raíz inglesa? Salvo Argentina, Brasil,
Chile, México, Perú, Nicaragua, entre otros, Bolivia
ignora a Browning, Keats, Yeats, Wordsworth, Stevens y Dickinson.
Peor pedirle Ashbery, Auden, Dylan, Ginsberg, Plath, Shelley, Creeley,
Hughes, Cummings… El lector boliviano no ha pasado de la blonda cabellera
de Lord Byron o del genio indubitable de Shakespeare.