Sobre
la poesía última escrita en Bolivia desde 2000 al
presente
Los
siete acordes de la sinfonía del silencio
Por Juan Carlos Ramiro Quiroga
La Paz, 31 de marzo de 2006.
Este lenguaje
mutable
que se reconoce fragmento disperso
pero sucumbe ante los arrebatos
de la plenitud.
Juan Carlos Orihuela
1. "En su corta y no menos intensa tradición,
la poesía boliviana ha hecho suya, ha encarnado, una pasión
por la brevedad de la palabra. Lo curioso es que esta pasión
acabó domesticando la escritura - la superstición de
una escritura -; búsquedas celosas de 'ese' poema depurado,
conciso, transparente, que al abolir entreveros y nubarrones, quiso
ver claro donde no hay tal claridad, ni la habrá nunca".
2. Con estos términos Rodolfo Ortiz, director de la revista
literaria La Mariposa Mundial, anticipó no
sólo una lectura del poemario Extramuros (La Paz, 2004)
del poeta orureño-cruceño Benjamín Chávez,
sino que definió con harto acierto e inteligencia el objetivo
primordial de la poesía boliviana escrita a partir de 2000.
Momento decisivo para la emergencia de nuevas voces femeninas en el
ámbito de la poesía de fin de siglo y principios del
milenio.
3. Lejos estamos de las premisas o exigencias del imaginismo, celosamente
abandonadas en tierra americana por Ezra Pound cuando a principios
del siglo pasado desembarcó en Londres, o aquella comidilla
de Juan Ramón Jiménez por la "poesía pura"
que consistió en un culto de la imagen y una elaboración
del sentimiento ajeno al desborde y a la emoción fácil,
que tuvo especial atención de la generación del 27.
4. Los poetas de Bolivia no son menos exigentes ni mucho menos. Armados
no solamente de la poética de la corrección de Oscar
Cerruto o del impresionismo verbal de Eduardo Mitre o del conocimiento
superficial del haikú japonés, sino también de
los parámetros poéticos anglosajones que se cuelan como
sabandijas a través de la poesía de Alejandra Pizarnik,
los poetas bolivianos trabajan la palabra hasta convertirla en un
hueso blanco: tal vez un epígrafe, tal vez una epitafio, tal
vez una nadería.
5. Quizás más incisivos que sus antecesores y con una
lucidez devastadora, los poetas bolivianos han convertido la pasión
por la brevedad de la palabra (metonimia) en una especie de camisa
de fuerza en la que es cuasi posible contener la otra palabra (el
caudal metafórico). Fue María Soledad Quiroga con Maquinaria
mínima (La Paz, 1995) quien no sólo nombró
indirectamente los desafíos de esta búsqueda que aún
no termina en Bolivia, sino que dejó algunos trozos de ese
no nombrar y de ese no decir.
6. Entre ese afán de la depuración o devastación
de la palabra han surgido siete obras: Rutas de viaje (La Paz,
2002), de la poetisa paceña-chuquisaqueña Paura Rodríguez
Leytón; Recodo en el aire (La Paz, 2003), del añejo
poeta paceño Jaime Nisttahuz; Luciérnagas del fondo
(La Paz, 2003), de la poetisa cochabambina Vilma Tapia Anaya; Extramuros
(La Paz, 2004), del poeta orureño-cruceño Benjamín
Chávez; Los muros del claustro (La Paz, 2004), de la
poetisa paceña María Soledad Quiroga; Rasguño
del silencio (La Paz, 2004), de Blanca Garnica; y Andamios
(Santa Cruz de la Sierra, 2004), del poeta cruceño Gustavo
Cárdenas..
7. Un elemento visible en este septeto de poetas es el uso elegante
del mecanismo de la crítica a esa especie de agujero negro
que ha constituido la poesía de Jaime Saenz. Casi indiferentes
a la metafísica del lenguaje e inclusive a la trascendencia
de la palabra, estos poetas ha descubierto que la escritura poética
perdió no sólo su sentido, sino un lugar claro en el
mundo. De ahí que ante la pérdida de la palabra, lo
más importante para estos poetas y poetisas es el silencio
que la rodea. Hay una especie de descreencia en la experiencia literaria,
es decir, una falta de fe en el acto de escribir y en el acto de decir.
8. ¿Las obras de estos poetas son meros cometas que se entregan
a su finitud en la inmensidad del misterio? Una lectura tal arriesgaría
la imposibilidad de nombrar el mundo o mejor el lugar de permanencia
en este planeta. No obstante, hay algo más puntual. Lo que
estos poetas tienen en el horizonte ya no son los signos en rotación
(la palabra en la busca de su sentido), sino solamente el transcurso
o paso de la palabra entre la plenitud y la finitud. Como escribe
Jaime Nisttahuz: "posan/ pasan/ las palabras".
9. Más preocupados en el paso del tiempo que en las palabras.
O mejor, más atentos al paso de las palabras en el tiempo,
este grupo de poetas y poetisas han hecho suya la tentativa de lo
que Octavio Paz creyó que era el núcleo de la experiencia
literaria: el tiempo. "La experiencia literaria - explicaba Paz
a sus oyentes universitarios en Pasión crítica
(Buenos Aires, 1985) - no es sino uno de los modos de aparición
de ese elemento extraño: el tiempo mismo que, en todos sus
cambios, es el mismo tiempo?"
10. Aunque estos poetas y poetisas se han dado cuenta de que la fuerza
de la poesía reside en su capacidad de fijar imágenes
en las palabras, también se han dado cuenta con azarosa obstinación
que las palabras son frágiles o débiles, porque están
devoradas por el tiempo y sometidas a los accidentes de la historia.
Esa visión los aleja de las reflexiones de Paz que en el poema
"El mismo tiempo" decía: "Yo no escribo para
matar al tiempo/ ni para revivirlo/ escribo para que me viva y reviva".
11. Lo que los poetas y poetisas bolivianas columbran en el horizonte
no es solamente el transcurso de la palabra, sino el tiempo que la
devora: mudanza y silencio. Mucho más auditivos que Mitre o
que Cerruto, los poetas han hallado un nuevo arpegio quizás
más trascendental que las palabras. Un nuevo rito, un nuevo
viaje y una nueva aventura comienzan: han oído el silencio
en la página blanca que es alimentada por el ruido de la palabra.
El principal problema de estos poetas no es la lengua, sino el habla.
Ignoran cómo se podría pronunciar o se debería
expresar esta música. ¿Habría que inventar otro
lenguaje u otra escritura? Estas son sus premoniciones y advertencias.
12. Lo esencial en Rutas de viaje de Paura Rodríguez
Leytón no es la palabra, sino la conciencia del paso del tiempo.
No es gratuito que uno de los poemas principales de este libro se
llame "Del tiempo". Es quizás el único poema
donde la poetisa reflexiona mordazmente sobre la situación
temporal que produce en el ser humano, mudanza constante, silencio
y desconocimiento. Por eso el desafecto de la autora en contra la
palabra, porque no sólo ha perdido fascinación, sino
importancia: "sería mejor ser un papel blanco/ inconcluso",
anota Rodríguez Leytón.
13. A pesar de la diferencia generacional, en el poema "Cosas
de familia" de Recodo en el aire, Jaime Nistthauz coincide
plenamente con la suspicacia poética de Paura Rodríguez
Leytón sobre la ausencia de pertinencia de la palabra en cuestiones
vivenciales: "si fuéramos/ una página en blanco/
quizás supiéramos/ cada vez más/ que toda palabra/
queda inconclusa/ por esas cosas de familia", escribe el poeta
paceño. Pero es en "Recuadro para un epílogo"
donde el paso del tiempo inscribe su sentido letal en el poeta: "Por
las rendijas se van los días./ Hay un recodo en el tiempo/
donde crecen las distancias / y nos hacemos irremediables".
14. En Luciérnagas del fondo, el cuarto poemario de
Vilma Tapia Anaya, se realiza lo contrario. No hay una preocupación
del paso del tiempo. En vez de captar el paso irremediable del tiempo,
la poetisa goza cada instante a través de la palabra, que no
ha perdido ni su antigua ritualidad ni su inefable fascinación.
El tiempo asoma en cada verso escueto trayendo imágenes familiares
del pasado, aflorando en los seres y cosas presentes, proyectando
su luminosidad y silencio vital en cada momento. Por ese motivo, los
instantes de vida en Luciérnagas del fondo retozan y
se demoran. O en palabras de Tapia Anaya: "nos repiten".
15. La conciencia del tiempo en Extramuros de Benjamín
Chávez ha acabado por hacer inútil y tediosa toda existencia:
"repetir la fórmula/ de los días/ una vez/ otra
vez/ una y otra vez/ lo manoseado". Hasta el nombrar, acto primordial
desde el primer hombre, se ha convertido en la imposibilidad de nombrar
nada o de nombrar a nadie. Hay términos inmejorables a los
que recurre Chavez para referirse a la palabra. La denomina maleza,
notas, tachaduras, anotaciones, pocas letras, un trunco nombre, una
sola letra, ante la inmaculada página blanca. "Balbucear/
el único don permitido", profetiza en un poema. Y esa
profecía acaba de fragmentar aún más las páginas
de Extramuros, llenas de "borratajos" o "huevos
amargos".
16. María Soledad Quiroga construyó Los muros del
claustro para celebrar y detener el paso del tiempo. Al igual
que un escultor, quien edifica una escultura lítica, la suya
es una celebración intelectual y no familiar como la de Tapia
Anaya. Las líneas del libro de Quiroga son, sobre todo, el
tejido temporal de una "Penélope empecinada" o "el
lazo de luz y silencio/ que ata el tiempo". Aquí, en este
encierro, las palabras nombran las cosas y, al hacerlo, tocan el centro
de su propio silencio. Un centro sin memoria donde todo sucede y queda
en vilo. ¿Qué sucede y qué queda en vilo? ¿El
paso del agua y la fijeza de la piedra?
17. Luis H. Antezana J., crítico y lector de literatura boliviana,
sostiene que el tiempo es quizás el horizonte más evidente
de los poemas de Rasguño del silencio de Blanca Garnica.
En efecto, es una preocupación fundamental de la poetisa desde
el inicio de su poemario. "El tiempo" se denomina el breve
corolario que antecede a las cuatro precisas estancias poéticas.
Pero más que seguir su curso o denunciar su indiferencia, los
poemas de Garnica revelan la imposibilidad de nombrar lo pasajero
o lo que sucede. Cuando la poetisa dice "tartamudo lenguaje"
en realidad anuncia la precariedad de expresar el tiempo. Es la consonancia
verbal al único don permitido por Benjamín Chavez: al
balbucir o al hablar o leer con pronunciación dificultosa,
tarda y vacilante, trastocando a veces las letras o las sílabas.
18. No otra cosa significa la invocación que hallamos en Andamios
de Gustavo Cárdenas. Invocación a una permanencia o
a un único instante, entre los días y las noches, donde
"apenas una letra/ nos sostiene". Invocación también
a un desmarcarse del tiempo ("nomás un oficio tramposo",
dice Cárdenas) para estar fuera del pecado de todos los días,
de la resurrección y de la vida eterna. El poeta cruceño
quiere estar fuera del tiempo ("permanecer muerto" sin tiempo
o sin memoria), indiferente a los cambios circunstanciales. Se podría
decir que Gustavo arribó al meollo del asunto de este ensayo
a través de un deslumbrante armazón de palabras. Si
no hay tiempo, tampoco hay ni lengua ni habla. No hay nada. Precisamente
ahí "estas palabras/ no dicen/ ni nombran", porque
el arte de morirse - enfatiza Cárdenas - "no cabe en paletas/
ni en sinfonías/ menos en palabras/ peor, menos".
* Poeta, crítico y periodista nacido en 1962
en La Paz (Bolivia).
Selección
de la poesía última escrita en
Bolivia desde 2000 (*)
Del tiempo
Lo que pasa
es que no sabemos para qué andamos
pisando hojas
murmurando ojos
gritando gritos callados.
La última transparencia de las velas
ha dejado una huella en tu sombra
tal vez,
sería mejor ser un papel blanco
inconcluso.
Hay más espacio
para unir las flores,
las lomas, el incienso
y todavía
no estamos listos
para bailar
la ronda de las piedras.
Las velas contarán el incendio del agua
que nosotros no entendemos.
¿Cuál es el fuego?
No importa,
A esta hora de los borrones
el humo baila camuflado entre palabra
entre cantos que no atrapo.
Dormí con unos versos en los labios
la noche, los tranvías
el rincón de la almohada
olvidaron las sílabas.
No pediré flores
miraré los muros gastados,
el verde dibujado.
De Ritos de viaje, Paura Rodríguez Leytón.
Recuadro para un epílogo
Los caminos parecían llenarse de charcos
cuando te alejabas.
Mis zarpazos se perdían entre tus cabellos.
Canciones las calles eran canciones
Las plazas se desplegaban como banderas
cuando reíamos.
Me entregabas tu palabra como un puente.
Y ahora estos gestos de fuego en mis manos.
Y ahora esa mierda en tus zapatos.
Ha comenzado la época de manzanas.
No sé qué papeles manejas.
La ciudad se me ha hecho ajena.
Necesito olvidar
estos gestos destructivos en mis manos.
Por las rendijas se van los días.
Hay un recodo en el tiempo
donde crecen las distancias
y nos hacemos irremediables.
De Recodo en el aire, Jaime Nisttahuz.
Luciérnagas del fondo
(fragmentos)
3
Pósate en mi mano
gorrión
hazme mansa.
11
Al subir
me crucé con una mujer
su cabello ardía
blancos gansos la escoltaban
Tardó siglos en hablarme.
14
Como en los árboles
lo que no tiene nombre
es posible.
27
Todo el verdor
¿cómo mirarlo?
cierro los ojos.
De Luciérnagas del fondo, Vilma Tapia Anaya.
inaudible
............................................
un arenal baldío
............................................
en el lugar de las palabras
............................................
susana thénon
1
el hilo cuelga
tenso
2
página
lo blanco
todo
3
máquina de escribir
máquina del traer
4
epígrafe
epílogo
toda escritura
5
errancia
pertenencia
6
pronunciar
profanar
7
siempre una
y la misma
línea
8
pronunciación
imposible
vacío que cerca
9
pocas letras
acaso ni eso
siempre
10
una inscripción
una fecha
un trunco nombre
¿un algo?
11
vivir
verbo irregular
transitivo
12
afantasmados
todo recuerdo
confunde
diluye
raída hoja
del cuaderno de esbozos
13
esperar
que la flecha
dé
en el blanco de la página
14
escribir
expulsar
leer
recuperar
silencios
15
lo revelado
nosotros mismos
16
lo invisible
lo indecible
17
cada vez más hondo
lo hondo
18
la obra que se vislumbra
promesa
pre libris
otra ilusión
19
oficio de escribir
desovar huevos amargos
20
nombrar
nada
nombrar
nadie
a nada
a nadie
21
y el libro que se escribe
incesante
solo
sin nosotros
22
el recuento de lo superfluo
23
acaso el poema
lo único
24
y más allá del desierto qué
25
notas
tachaduras
anotaciones al margen
apenas eso
el aporte
26
palabra
inventada
como todas
como ninguna
27
y la maleza
que crece y crece
alrededor
al centro
de la página
28
un infierno atraviesa
29
salvar por las palabras
qué
30
adentro
afuera de lo escrito
marcha
contra marcha
duda incesante
31
jirafa
peineta
morador
todas esas palabras
nada
y la nuestra
una sola letra
ni eso
32
la demora
ineludible
esencial
33
qué antes de la escritura
qué después
34
cerrar el libro
qué
se cierra
35
balbucear
el único don permitido
De Extramuros, Benjamín Chávez.
Los muros del claustro
(fragmentos)
La mañana cruza el patio
lento animal sediento
buscando
un trago de sombra.
En el abrevadero de la luz
la piedra se sumerge
íntegra
un instante de claridad
y otro
acumulan su latido
en el laberinto denso
del tiempo coagulado
antes piedra
ahora ámbar.
La piedra empedernida
la larga piedra que no acaba
aquí el mar es de piedra
silencioso mar que se curva
......................... ondula
se repliega
............................................
estalla.
Recorro la piedra
con los dedos
toco sus borde
sus costuras
su superficie límpida de agua
pongo mi lengua sobre la piedra
y recupero la sed
áspera de la marea detenida.
La piedra permanece
lúcida e intacta
sumida en su oleaje de granito
la superficie en calma
no revela la marea
la tensa corriente de sus venas
el relámpago
que aún calla.
En su lenguaje acuoso
la piedra habla
dócil
escucho la corriente tersa
el lazo de luz y silencio
que ata el tiempo.
De Los muros del claustro, María Soledad Quiroga.
El tiempo
1
No deshilar
el mundo
enfada al viento:
Trémulas buganvillas
sueltan
sus velos
Nieve
en la sangre
de los gomeros
Envía mensajes
y parte
la golondrina
Lo molles
se contorsionan
como Las Furias
Tiembla
tullida
la higuera.
2
Se ha desgarrado
el aire:
la luna vela
Restaura
la mañana
sus cristales
Mientras atisba
la memoria
desde los rincones
Con descaro
mira
el tiempo
Interminable
su hilo
sin lanzadera
Más antiguo
que el Cro-magnon
respira.
3
Piedras y voces
¿sueñan
o ruedan?
Los golpes
crean la arena
y una a una
se ensartan
Reparando
los húmeros
los calcañares
los cuerpos
Para caer
con las hojas
a la vista
del tiempo.
De Rasguño del silencio, Blanca Garnica.
Perfiles de la muerte
.........................................
Oh padre, soy aquí la voz más cándida
.........................................
y sólo sé que la alegría se ha ido,
.........................................
y que esta cosa, la pena, se insinúa en nuestros corazones
.........................................
para, lo temo, quedarse eternamente en ellos.
.........................................
John Keats
1
No es necesario el regreso
hay otros caminos
donde no existen más huellas
que el bostezo de los años.
2
Dormido espejo
devuelve las palabras
intactas
sin el mínimo eco
sin nada.
3
La existencia de las cosas
dependía
apenas
de tu boca.
4
Carcomidos desiertos
los labios
la sed o el beso
despojados deseos
de la desierta muerte.
5
En el fondo
de la tierra
un colibrí de raíz
liba
los despojos
de mineral recuerdo.
6
Esperar…
¿Qué?
Acaso
un fugaz milagro:
la sangre convertida en vino
7
el arte de morirse
no cabe en paletas
ni en sinfonías
menos en palabras
peor, menos.
8
Es nomás un oficio tramposo
éste
de seguir muerto
desmarcarse del tiempo
del pecado de todos los días
de la resurrección
y de la vida eterna
9
No vestir un yelmo
para protegerse
de la excomunión
y el desprecio
y la tortura
y de todos los oscuros
apetitos subterráneos.
10
Es un privilegio
por ejemplo
no mojarse
con la lluvia
escuchar apenas
el rumor del agua
sobre el pecho
que promete llegar
y no llega.
11
La justicia divina
también deambula
entre las fosas
con sus gafas oscuras
su balanza digital
y una espada
de plástico barato.
12
Escuchar
el crujido
del sol
ese otro acto
de brujería:
el amanecer.
13
Horizontal
el encierro
el desorden
de huesos
de cal
y de una copa eterna
llena de vidrio molido.
14
Moldes desarticulados
óseos recuerdos:
el movimiento
y las verticales sombras.
15
Es la ceguera
quien se adueña
de la luz
y los destellos
oscuridad prometida
desde antes.
16
Crepúsculo
esdrújulo momento
en el portal
de la llana noche.
17
Nada duele más
que lanzarse
del espejo
y no encontrar nada
18
Que irse
es nomás
dejar de ser
que las puertas
que los puertos
que los 33000 pies de altura
que los recodos y los charcos
que las mareas altas
son rutas
que tampoco existen
que estas palabras
no dicen
ni nombran.
De Andamios, Gustavo Cárdenas.
* Esta antología fue elaborada por el crítico
y poeta boliviano Juan Carlos Ramiro Quiroga