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Jorge Díaz en Vuelan las Plumas

NO SOY UN ESCRITOR PROLIFICO,
........................... SINO UN ESCRITOR DESESPERADO




Miércoles 28 de abril de 2004

 

 

El dramaturgo señaló en exclusiva para Vuelan las Plumas que celebrará el próximo año en grande su obra número 100 y sus 75 años de vida. Pero confesó a los conductores -Vivian Lavín y Mario Valdovinos-, que se siente "como el galgo que corres tras la liebre mecánica", con esa ansiedad de poder alcanzar, alguna vez, lo inalcanzable.
"Siempre se piensa que en la próxima obra se podrá tocar el misterio, ese misterio de la buena literatura o del buen teatro, y siento que nunca lo alcanzo", dijo en un íntima y rica conversación, la que se matizó también con la lectura de algunos pasajes de sus obras.
Se regalaron libros del autor, por gentileza de Edebé y de Ril Editores.

Dice que la enorme cantidad de obras que ha escrito en su vida no significan fecundidad y que no tiene más ideas que el resto de sus colegas. "Debo confesar que en esto hay una mezcla de ansiedad y juego lúdico" dice, ya que siempre tendrá la necesidad de comenzar una nueva obra para alcanzar aquello que no pudo alcanzar en su obra anterior, aquello que es, a la larga, inalcanzable, como la liebre mecánica que se escapa irremediablemente del galgo que la persigue en el canódromo.

Adhiere firmemente a lo que decía el dramaturgo estadounidense Arthur Miller, quien señalaba que había escrito toda su vida sólo para alcanzar "algunos momentos de verdad", momentos que justificaban toda su vida y su obra. En su caso, dice Jorge Díaz, cree haber alcanzado en algunas obras "momentos conmovedores ". Pero esos son sólo momentos, añade, y que están muy ligados a los actores, a la representación de su obra por uno u otro grupo. "Todo esto es efímero, es puro humo", dice.

 

El dramaturgo, sólo un estimulador

A pesar de las cien obras que conmemorará en el 2005, Jorge Díaz dice que nunca ha tenido la conciencia de ser un dramaturgo y ni siquiera de ser un escritor. En el caso del teatro, añade, está la compulsión de entregar materiales que sirvan como estímulo para que un grupo trabaje con ellos. El proceso dramático, explica, se desarrolla en otra etapa que no es la escritura. El expresa sus intuiciones en el papel, para que en la fase siguiente se desarrolle la experiencia en el espacio.

Dice que incluso en el lenguaje que queda en una condición subalterna en los espectáculos de teatro, también admite el trabajo del grupo. El dramaturgo sería sólo un estimulador de las vivencias de otros.

En ese sentido le interesa mucho publicar, para que quede claro que esta "etapa" es sólo una etapa de lenguaje, pero que luego aparecerán otras etapas en las que él no estará presente. Pero esta etapa no es el teatro ni es la literatura y él no se considera escritor ni literato, sólo un dispensador de imágenes y de palabras para que sean lanzadas al espacio, a veces con resultados y otras no.

Aclara que él escribe desde la imaginación y no desde la experiencia. "A falta de experiencias existenciales yo adquiero experiencia imaginarias". Y esto, añade, puede ser bastante grotesco.

Dice que la percepción poética del mundo no varía mucho desde la infancia y que hasta los 11 años se adquiere la percepción del mundo a través de la magia y después de esa edad envejecemos o morimos. Cree que todos hemos tenido esa percepción de gran intensidad, en esta infancia no racionalizada y después se produce la "encarnación" de la que habló Gonzalo Rojas en su discurso al recibir el Premio Cervantes y aparece el poeta que "escribe" poesías; pero antes todos hemos sido poetas sin escribir versos. Por eso las vivencias mágicas de la infancia, señala, son tan reveladoras e intensas.

Como existencia, todo lo que viene después es "reiteración y cenizas". Uno se vuelve profundamente reaccionario, agrega, ya que comienza a aplicar la conciencia lógica y la racionalidad. El poeta es la excepción, el azar lo elige y el lenguaje es una prolongación mágica de la infancia.

La mayoría sofoca la fantasía y se zambulle en la racionalidad, mientras algunos, dice Díaz, "no logramos hacerlo". Por eso es desde su propia infancia que escribe para los niños.

Desde esta perspectiva escribió las percepciones del niño Neftalí Reyes, antes de que se convirtiera en el poeta Pablo Neruda. Es el libro El niño de la lluvia, que lanzará próximamente Editorial Edebé.

Empezó escribiendo teatro para niños, porque las obras lo deslumbraron. Asistió a las funciones para niños que hacía Mónica Echeverría, en el teatro La Comedia, las que le parecían extremadamente libres, con una anarquía que no podía conseguir en las obras que ya estaba estrenando con el teatro Ictus. Había una integración total entre los actores y el público, señala. Los niños tienen grandes pasiones que expresan libremente y estas obras le parecieron un ideal dramático.

Posteriormente, dice, ha escrito prosa para niños y se percibe cómodo, instalado en un espacio en el que él también se siente niño.

Y es también desde esta infancia que sigue presente en él, que participa como uno más en el homenaje que un grupo de grandes amigos le hará el próximo año en la Sala de Telefónica. "Nos hemos puesto de acuerdo en que sean celebraciones antisolemnes, y que en cada uno de los días, con s y con z, predomine lo lúdico", señaló finalmente en exclusiva para Vuelan las Plumas.

En el programa se regalaron libros del dramaturgo Jorge Díaz, por gentileza de Editoriales Edebé y Ril Editores. Se convocó nuevamente a los auditores a seguir escribiendo para participar en el Concurso Literario Cuentos de Copas y se anunció a la próxima invitada: La filósofa Carla Cordua.

 

* * * *** * * *

 

Con el absurdo se estrenó en sociedad -era la época de El cepillo de dientes-, y el absurdo, matizado con la ternura de nuestra frágil, inexplicable y efímera condición, sigue poblando las atmósferas de sus originales creaciones. Solitario y prolífico, lo suyo es la disección del alma humana, los vericuetos de la mente, las trampas con las que nos ayudamos a vadear el lado oscuro de la existencia. Arquitecto de profesión, comenzó actuando -fue uno de los fundadores del Ictus- y una casualidad lo lanzó a escribir. Una casualidad que aún le cuesta asumir como "profesión". Premio Nacional de Artes de la la Representación y Audiovisuales, en 1993, Díaz no sólo acumula obras -todas muy buenas- sino también distinciones. Entre ellas, el «Laurel de Oro», Premio «Calaf», Premio «Eugenio Dittborn», "Premio Municipal de Santiago"; en Venezuela, Premio de Teatro Infantil «Tilingo»; en España, Premio de Teatro Infantil «Revista J20», Premio de Teatro Infantil «Ciudad de Barcelona» y Premio «Tirso de Molina». El último reconocimiento, en Chile, le fue entregado por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, por su obra teatral inédita Devuélveme el rosario de mi madre y quédate con todo lo de Marx (1999).

Algunas de sus obras, El cepillo de dientes (1961), El velero en la botella (1962), Un hombre llamado isla (1961), Réquiem para un girasol (1961), Premio de la Crítica; El lugar donde mueren los mamíferos (1963), Canciones para sordos (1964), Introducción al elefante y otras zoologías (1968), Algo para contar en Navidad (1972), Un día es un día (1978), Un ombligo para dos (1982), Oscuro vuelo compartido (1988), Pablo Neruda viene volando (1991), «Cuerpos cantados» (2002), «Canción de cuna para un anarquista» (2003), «El vals de las solas» (2003) y «En demencia propia» (2003).

Entre sus obras de teatro para niños están: Chumingo y el pirata de lata (1963), Los ángeles ladrones (1970), Cuentos para armar entre todos (1975), Viaje alrededor de un pañuelo (1983), La escuela refrescante (1988), El mundo es un pañuelo (1990).

En abril del 2000 fue homenajeado por el Centro Cultural de España con el ciclo "¿Cuántos años tiene un Díaz?", ocasión en que se estrenó su obra La luminosa línea del tiempo, y se repusieron las piezas Nadie es profeta en su espejo y La Mirada oscura.

El próximo mes de mayo se lanzará su libro El niño de la lluvia, editado por Edebé, donde evoca la niñez de Neftalí Reyes, "cuando todavía no se llamaba Pablo Neruda; creo que es una forma de sentir que la poesía esconde el misterio de la vida, detrás de cada verso hay una vivencia, una historia por contar o imaginar." Y el 8 de mayo se montará, en la terraza del Café LIterario, A pedir de Boca, una obra compuesta por una serie de cuentos hilados por el humor y la ironía.


 

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Vuelan las Plumas: Jorge Díaz: No soy un escritor prolífico, sino un escritor desesperado. Miércoles 28 de abril de 2004.