Jorge Etcheverry: Vanguardia, exilio, desafío
Celebración Cultural del Idioma Español, Toronto;October
29, 1999
Por Hugh Hazelton
La poesía y prosa de Jorge Etcheverry son las obras de un
explorador lingüístico en búsqueda de nuevas formas
de expresión y maneras de subvertir lo convencional. Desde
su comienzo como uno de los cuatro fundadores de la "Escuela
de Santiago", un grupo de jóvenes poetas chilenos de los
años sesenta que creían en un arte literario intertextual,
fragmentario y urbanizado, hasta su exilio en Ottawa y su carrera
de autor, editor y crítico de las letras latinocanadienses,
Etcheverry ha continuado forzando los límites de la escritura.
Ha publicado cuentos, poemas, artículos y reseñas en
una variedad de revistas literarias de Canadá, Latinoamérica
y Estados Unidos, a veces bajo el seudónimo de Patrick Phillmore,
y también es un hábil pintor y dibujante. El presente
estudio y retrato examina detalladamente la génesis y el desarrollo
de su estética poética esotérica y revolucionaria
desde sus primeros años en Chile hasta la publicación
de El evasionista/The Escape Artist en Ottawa a comienzos de
los años ochenta.
Etcheverry nació en 1945 en Santiago, Chile. Su padre, un
pintor, abandonó la familia y fue a vivir en Argentina; fue
criado por su padrastro y su madre, ambos de los cuales trabajaban
en un banco, aunque su madre también fue una activista política.
Jorge asistió a la escuela pública, pero también
estudió el inglés y el francés privadamente.
Como niño, era un lector insaciable, especialmente de los libros
de la biblioteca personal de su abuelo, que había sido un oficial
militar en el gobierno centroizquierdo del General Carlos Ibáñez
en los años cincuenta. Sus primeros intereses literarios abarcaban
la literatura francesa, lo oculto y lo paranormal (Madame Blavatsky)
y la ciencia ficción. Su padre se abonaba a la revista argentina
de ciencia ficción Más Allá, que incluía
cuentos de autores norteamericanos tales como Ray Bradbury, Isaac
Asimov y Robert Heinlein.
Al llegar a la escuela secundaria, Etcheverry ya pintaba y escribía
poesía. Cursó inglés y francés, ambos
obligatorios en esa época, así como filosofía
y sicología, y a menudo pasaba buena parte de la tarde escuchando
unas comedias radiofónicas, que incluían obras de Oscar
Wilde y otros dramaturgos y dramatizaciones de novelas clásicas
como Manon Lescault. En la poesía, leía obras
de autores españoles y chilenos clásicos, y también
tenía un interés intenso en la literatura mundial, y
cuando adolescente leía a Goethe, Hesse, Stefan Zweig, H. Rider
Haggard, Robert Louis Stevenson, Sir Walter Scott, Julio Verne, el
satirista y futurista italiano Giovanni Papini, el austero novelista
sueco Pär Lagerkvist (autor de El enano y Barabbas),
Françoise Sagan y James Joyce. Fue desde esta selección
heterogénea de autores que crecieron las semillas de su interés
posterior en la sicología, el exotismo, la ciencia ficción,
lo fantástico y la vanguardia.
Etcheverry entró al Instituto Pedagógico de la Universidad
de Chile en 1965. Aunque ya pintaba lienzos figurativos regularmente
y le hubiera gustado estudiar en la Escuela de Bellas Artes, a principios
eligió el programa más práctico de la enseñanza
de la filosofía, para luego cambiar al de la literatura. También
se involucró en la política y entró al nuevamente
formado MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario), que seguía
el pensamiento de Che Guevara y ejercía una presión
izquierdizante que continuó tanto en el gobierno democratacristiano
de Eduardo Frei como en el de Salvador Allende. La poesía que
escribía comenzó a cambiar rápidamente en sus
años universitarios, primero pasando a una interacción
singular de coro, estrofa y antiestrofa basada en su lectura de Esquilo
y luego avanzando al estilo discontinuo, experimental y alucinante
que todavía le caracteriza hoy. Sus lecturas en los años
universitarios se orientaban hacia la vanguardia e incluían
a Rimbaud, Lautréamont, Eliot, Pound, Saint-John Perse, Whitman,
Beckett, Kafka, Felisberto Hernández, Kerouac, Ginsberg, y
el poeta chileno whitmanesco Pablo de Rokha —así como a Gurdjieff
y Ouspensky (incluso como mirista, continuó su interés
en lo oculto)—.
El ambiente literario, tal como su equivalente político,
estaba extremadamente agitado en la Universidad de Chile en el segundo
lustro de los años sesenta. Ariel Dorfman y Antonio Skármeta
enseñaban literatura; Gonzalo Millán, Leandro Urbina
y Marilú Mallet —que todos iban a inmigrar eventualmente a
Canadá— ya escribían y estudiaban allá. Varios
grupos literarios se formaron, incluyendo el Grupo América,
que daba recitales tanto en reuniones literarios como en asambleas
en las poblaciones en las afueras de la capital. Se discutía
intensamente la esencia misma de la poesía —sobre todo en cuanto
a su potencial como un medio vanguardista o revolucionario—, se cuestionaban
y se subvertían las estructuras literarias existentes y se
probaban nuevas técnicas formales y estilísticas. En
1966, Etcheverry se juntó a tres otros poetas —Naín
Nómez, Erik Martínez y Julio Piñones— para formar
la "Escuela de Santiago", un movimiento poético y
artístico que creía que la nueva poesía tenía
que ser urbana, personal (prefigurando el posmodernismo) y tan fragmentada
como la misma vida urbana. El grupo iba a tener un impacto inmediato
en las letras chilenas, y el poeta vanguardista Raúl Zurita
ha dicho que sus miembros eran "precursores de la Nueva Vanguardia
de los años ochenta" (entrevista personal). Nómez,
Martínez y Etcheverry irían a parar en Ottawa, mientras
Piñones se quedó en Chile durante la dictadura. Aunque
los miembros individuales del grupo nunca se pusieron de acuerdo sobre
un plan de acción —el manifiesto que publicaron consistía
en cuatro tratados separados—, todos creían que la idolatría
de la obra nerudiana y la monotonía calculada de la "anti-poesía"
de Nicanor Parra se habían convertido en convenciones o tópicos
literarios que habían perdido su pertinencia y frescura y que
ahora agobiaban la creación poética chilena. Asimismo,
Chile se había industrializado y urbanizado hasta el punto
en que Santiago, Valparaíso, Concepción y las otras
ciudades grandes ya dominaban la consciencia nacional; una poesía
que sólo ensalzaba las bellezas del campo, por ejemplo, ya
no tenía más significación global.
Entre las características que unían a los poetas jóvenes,
Etcheverry señala: "el poema largo; un tipo de deslirificación
del sujeto que permitía la inclusión de elementos más
distanciados de lo real y que a veces pertenecían más
bien a lo fantástico; y, también, un especie de exacerbación
del aspecto rítmico y de la fragmentación del poema"
(entrevista con Bianchi 114). "AQUI NO EXISTE POESIA NI PROSA:
AQUI SOLO EXISTE LA PALABRA—potente, indiferenciada—" escribió
Etcheverry en su sección del Manifiesto de la Escuela de
Santiago (Orfeo 229). El y sus asociados avanzaban a tientas
hacia un nuevo tipo de poesía tan revolucionario como sus creencias
políticas (aunque, curiosamente, no insistían, como
Neruda, en el vínculo entre los dos): una poesía que
pudiera convertirse en prosa para luego volverse poesía otra
vez, un texto estallado en que varias voces formaran parte y en que
imágenes dispares abundaran en largas líneas complejas.
Dentro de la poesía chilena anterior, encontraron un antecesor
en la exuberancia desinhibida y whitmanesca de Pablo de Rokha, cuyo
modo de escribir, dice Etcheverry, "era importante y válido"
para casi todos: "párrafo largo, fuerte, rítmicamente
cargado y una concepción fragmentaria del poema. Uno podría
decir que la poesía de De Rokha consiste en un solo poema largo
que se va agregando y disgregando" (entrevista con Millán
53). En efecto, la Escuela de Santiago influía mucho en la
reevaluación y restablecimiento de la obra regocijada y profética
de De Rokha, que había sido eclipsada por la de los dos otros
grandes poetas chilenos de vanguardia de la primera parte del siglo
XX: Vicente Huidobro y Pablo Neruda. Otros poetas de la misma tradición
que fueron figuras importantes para los miembros del grupo incluyeron
Lautréamont (por sus poemas en prosa), Whitman, Pound (especialmente
los Cantos de Pisa), Lorca (particularmente la poesía
surrealista y urbanizada de Poeta en Nueva York), Ginsberg
y Kerouac.
Cuando se toma en cuenta que todos los poetas del grupo eran jóvenes
estudiantes todavía sin ninguna publicación mayor (y,
efectivamente, ninguno de ellos publicó un libro entero hasta
algunos años después del golpe de estado de 1973), es
sorprendente el grado de atención que recibieron en los medios
de difusión chilenos. Una entrevista de ellos apareció
en el diario santiagueño La Nación en 1967, y
en 1968 el crítico Jorge Vélez los invitó a publicar
una corta selección de sus obras, así como el manifiesto,
en una antología que preparaba para la revista literaria Orfeo,
titulada Treinta y tres nombres claves de la actual poesía
chilena. La inclusión de su obra provocó cierto
revuelo en el ambiente literario de poetas jóvenes y experimentales
y algunas voces declararon que su poesía no era suficientemente
politizada. Antonio Skármeta los entrevistó en la televisión
chilena, y su obra fue solicitada por revistas literarias en Alemania
y México. Sin embargo, las actividades del grupo disminuyeron
después de la elección de Salvador Allende en 1970,
cuando la actividad política en la Universidad de Chile pasó
de intensa a frenética.
Los poemas incluidos en la selección de la obra de Etcheverry
en Orfeo demuestran cuánto había madurado ya
su estilo. Estos poemas son deliberadamente fragmentarios, incluyendo
el poema I de una obra titulada "G" y poemas VII, I, II
y IV (en ese orden) de un poema más largo nombrado "X".
Aunque el poeta tenía solamente veintitrés años
cuando se publicaron, la mayoría de los elementos formales
y estilísticos que caracterizan su obra aun actualmente ya
están presentes: las líneas de extensión variable
que de vez en cuando se transforman en párrafos en prosa para
luego volver a la forma poética (222); el uso espontáneo
de la raya, junto con una ausencia casi completa de puntos (la raya
siendo más abierta y telegráfica, mientras el punto
señala algo que se cierra) (221, 224); el empleo de voces múltiples,
neologismos tales como "autodiálogos" (223), ortografías
inventadas ("noventaisiete" en una sola palabra) y contradicciones
("Hay que decir aquellas cosas que constituyan nuestro marco
de referencias, Miento, no es marco,/ sino / la carencia de marco.")
(223); cierto elemento lírico que incluye referencias al mar;
e imágenes inesperadas y frecuentemente insólitas ("—Como
el interior de los párpados de aquellos que cruzan el desierto
con los ojos cerrados. Para no quedar ciegos.") (221). El contenido
también tenía el toque distintivo de la ciencia ficción,
en este caso combinado con tareas revolucionarias o clandestinas.
Mucha actividad parece transcurrir en la noche, y hay una fascinación
con todo lo que sea marginal, tal como una fiesta de mendigos en un
vertedero (224). A pesar de cierto caos y hermetismo en esta primera
selección antologizada de la obra de Etcheverry, la independencia
poética, la capacidad técnica y el deseo de superar
y traspasar los límites existentes de la expresión son
notables para una obra tan temprana.
Después del golpe de estado de 1973, Etcheverry comenzó
a buscar un país de asilo. Naín Nómez inmigró
a Canadá y se asentó en Ottawa, donde tenía una
amiga en la Universidad Carleton. En 1975, Jorge y su mujer (que estaba
embarazada) también fueron a Ottawa, donde nació su
hija. Jorge se inscribió en Carleton, donde empezó a
enseñar a tiempo parcial mientras terminaba una maestría
en literatura hispanoamericana. Aunque mucho menos chilenos habían
optado por vivir en Ottawa que en Montreal o Toronto, el número
de escritores entre ellos fue impresionante: además de Etcheverry
y Nómez, había Erik Martínez, Leandro Urbina,
Gonzalo Millán, Manuel Alcides Jofré, Luis Lama, Ramón
Sepúlveda, Arturo Lazo y otros. Dada la importancia de la poesía
en la cultura chilena, la Asociación Chilena de Ottawa invitaba
regularmente a los poetas exiliados a leer en las peñas de
solidaridad, así como en otros actos sociales y políticos.
Estas funciones incluían a chilenos de toda tendencia política,
aunque en la vida cotidiana muchos inmigrantes y refugiados solían
agruparse según las afiliaciones políticas establecidas
en Chile (y muchos de los escritores eran miristas).
Cuando Leandro Urbina y otros escritores chilenos de Ottawa establecieron
las Ediciones Cordillera en 1979 con el propósito específico
de publicar obras chilenocanadienses e hispanocanadienses, otros poetas
locales comenzaron a organizar recitales dedicadas únicamente
a la poesía. La incansable Christina Shantz tradujo gran parte
de la obra de los escritores chilenoottawenses al inglés, y
los primeros libros y antologías de escritores chilenos de
Canadá comenzaron a aparecer. El primer poemario de Jorge,
El evasionista/The Escape Artist: Poems 1968-1980, una colección
bilingüe publicada en 1980, fue traducido por Christina Shantz
y tiene unos dibujos a pluma del autor. No se indica la fecha de composición
de los poemas, lo que imposibilita seguir el desarrollo cronológico
del autor, pero tal vez sea esto innecesario, porque estilísticamente
los poemas siguen la estética establecida en Chile. Otra vez
se encuentra la fascinación con el trabajo en curso, que siempre
se está creando en vez de definirse como obra acabada y estática;
así muchos de los poemas tienen títulos tales como "Estado
de cosas I" o "Fragmento 5". Los versos largos, esparcidos
por otros muy cortos, a menudo se funden en párrafos de prosa
que luego se deshacen en versos individuales. El poeta continúa
prefiriendo la raya a otras formas de puntuación, pero ahora
también usa palabras y versos en mayúscula para énfasis
suplementario.
El tono, sin embargo, ha cambiado sutilmente desde la obra más
temprana: ahora es más discursivo, relajado y coloquial. Incluye
pedazos de discurso "común" o "vulgar",
tales como conversaciones llenas de tópicos o de respuestas
previsibles. Estas banalidades y perogrulladas se usan en contrapunto
a los vuelos de imágenes ingeniosas y caprichosas con la intención
aparente de subrayar la torpeza y la previsibilidad de muchos intercambios
humanos en medio de un vasto universo de posibilidades creativas inexploradas.
Asimismo, a menudo el narrador interpone pedazos de frase muy "poco
poéticos" tales como "Volviendo al tema" (12),
o "Algo más. Digámoslo de frente" (110) o
lo cómico "los más/ baratos que se pueden encontrar
en el K-MART (No existe palabra española para eso)" (16)
que sirven de elementos de distanciamiento para asegurar que el tono
no se hace demasiado elevado. Por otro lado, también se usan
imperativos individuales o hasta series de frases que comienzan con
imperativos, como en "El sopor de los pájaros II"
(104) para dar inmediatez y urgencia al poema.
Los temas de El evasionista/The Escape Artist son tan proteicos
como los de la obra publicada en Orfeo, cambiándose
de una estrofa o párrafo a otro, pero muchos de los poemas
parecen consistir por lo menos en agrupaciones temáticas en
que uno o más hilos se destacan de los otros. Las tres secciones
del poemario son bastante distintas. Es notable que el primer poema
de la colección, "Perro con alas", así como
el último, "Epitafio a la Escuela de Santiago", traten
con toda naturalidad de la historiografía del desarrollo poético
de Etcheverry y sus compañeros y de la fosilización
artística potencial que los acechaba en Ottawa, al hallarse
tan lejos y desconectados del mundo poético chileno. En cierto
sentido, los dos poemas encuadran la obra por el hecho de fijar sus
parámetros cronológicos. A lo largo de la primera sección,
el punto de vista del sujeto alterna entre la depresión apocalíptica
al testimoniar el triunfo de la violencia y el militarismo y la esperanza
tenaz que haya algún nuevo modo de intercambio humano más
igualitario y transcendente —o que tal vez ya exista en el hecho de
vivir cada momento lo más intensamente posible—. Muchas veces,
en poemas tales como "Estado de cosas I" y "Ahimsa",
el sujeto asume una persona visionaria, narrando escenas dramáticas
que ha visto en un tono que oscila entre bíblico y futurista.
Describe un mundo de imágenes arquetípicas yuxtapuestas
dentro de un surrealismo medieval:
La niña de los cuentos y las trenzas
rubias
recogiendo cerezas pintonas, descalza sobre la nieve
Un gato ciego trepado en la Puerta del Sol
Pasan bandas desharrapadas enloquecidas de hambre (20-22)
Dentro de este paisaje caótico, grupos de combatientes y militantes
clandestinos luchan por extender la justicia revolucionaria como una
"Flor Roja" por todas partes de la tierra.
La segunda y tercera secciones de El evasionista/The Escape Artist,
sin embargo, retroceden un poco de los cerros del Armagedón
para examinar unos aspectos de las relaciones humanas que pudieran
eventualmente liberar la especie del infierno que se ha hecho como
sociedad mundial. Aquí el sujeto (o sujetos) irrumpen frecuentemente
en un lirismo sorprendente, tanto en cuanto a las mujeres ("Alba")
como la incapacidad humana de comprender el mundo natural ("Gatos
transversales sobre campo azul a una hora incierta"). Debajo
de las imágenes surrealistas, a menudo yace un eco de la filosofía
esotérica, aunque puesto de una manera desacostumbrada. "Flor
Central", por ejemplo, es una odisea en búsqueda del significado
del coito humano que termina en la siguiente variación del
pensamiento tántrico:
Sintamos el bullir de la sangre — ESTE es
nuestro sueño.
Cuando la TARANTULA DEL SEXO o LA ESTRELLA DE MAR DEL SEXO se perfile
en el CENTRO DE TODO PROCESO. (56)
Del mismo modo, el poema "Asamblea de codornices" es una
parodia de un poema largo sufí del siglo XII, El lenguaje
de los pájaros, del persa Farid al-Din Attar, pero en vez
de encontrar la iluminación, los inmigrantes chilenos del poema
se enfrentan con la realidad gris de "zapatos pesados, la rata
de inflación, la ropa que no sienta bien" y "El sábado
en la mañana . . . repletan el McDonald" (112), un nuevo
mundo en que sus sueños revolucionarios se marchitan y se consumen
lentamente hasta el olvido. Una cosa, sin embargo, es evidente: el
sujeto (y el poeta) se están asentando en el Canadá,
trayendo con ellos todo el equipaje alucinante de un Chile destrozado,
aplicando su vanguardismo a su nueva realidad.
Obras
citadas
- Etcheverry, Jorge. Entrevista. "Escuela de
Santiago". Ed. Gonzalo Millán. El espíritu del
valle (Santiago de Chile). 2-3 (1987): 52-56.
——. Entrevista. La memoria: Modelo para armar.
Grupos literarios de la década del sesenta en Chile: Entrevistas.
Ed. Soledad Bianchi. Santiago de Chile: Dirección de Bibliotecas,
Archivos y Museos, 1995. 109-125.
——. Entrevista personal. 31 de julio de 1996.
——. El evasionista/The Escape Artist: Poems 1968-1980.
Trad. Christina Shantz. Ottawa: Cordillera, 1981.
——. "G" y "X". Treinta y tres
nombres claves de la actual poesía chilena. Orfeo (Santiago
de Chile). 33-38 (1968): 220-225.
——. "Manifiesto de la Escuela de Santiago". Orfeo:
228-229.