La voz de Jorge Etcheverry (1945) desde el Grupo América
y la Escuela de Santiago en el Instituto Pedagógico de los
setenta, se consolida con “Reflexión hacia el Sur” como
una de las más singulares y representativas de la poesía
chilena, pese a su ya demasiado largo exilio canadiense.
Voz que se ubica equidistante de una lírica de la ruptura
y a la vez de la tradición, en un curioso engranaje de estilo
que recuerda el Chile fundacional de Pezoa Véliz llevado
por un fluir de modernidad y post modernidad, una voz colectiva e
íntima que engarza en la conformación de la historia
reciente de nuestro país, ese modo de “no ser” que se extiende
hasta la divagación para luego hacernos sentir en el temblor
subterráneo, la semilla, de este “pueblo extrañamente
dotado por la naturaleza” y la duda de estos “hijos de mirada sensible
y perpleja”.
El Chile oficial y mítico de nuestras representaciones toma
cuerpo en esta poesía para mostrarnos su revés, la otra
historia, la de los movimientos sociales, la de la mujer de ojos grandes
y amplio regazo que proyectan su estirpe desde la Araucanía,
desde el perfil anguloso de Inés de Suárez, el mestizaje,
la íntima y secreta historia de la familia de Chile, la mujer,
siempre la mujer en su centro, en tanto hombres borrosos toman cuerpo
y consistencia pasando a cuchillo a los mayores de ocho años
en la campaña de exterminio de Arauco, al lado o frente a los
hijos de Caupolicán que cargan hoy sacos de harina en las panaderías,
hijos de voces agudas que hablan con los pájaros y un buen
día emigran a las ciudades a buscar trabajo.
Etcheverry reinterpreta, encuentra nuevos referentes y significados,
actualiza el Chile mítico en una suerte de mosaico en movimiento,
esa parte que subyace de nuestra historia cubierta por la neblina,
cada vez más imprecisa y lejana, presente en esta mirada solitaria
y huérfana que no sube a nacer conmigo, no podría (“Dejemos
a ese gran pájaro alejarse”, dice Etcheverry), sino que surge
de un nosotros desplazado y disperso por la perdigonada por los cuatro
puntos cardinales, deambulando por ciudades irreales cuando “Tienes
razón, aunque te has puesto un poco gordo y se te ve demasiado
tranquilo últimamente”.
En esta suerte de promiscuidad, en “Postales I y II”, no sabemos
si los hijos de pescadores se ponen ropa deportiva. O si los veraneantes
se tostaron en la playa, lo que sí sabemos es que la señora
pasa con la bolsa de las compras, jadeando, subiendo la cuesta, como
diciendo “Hasta aquí no más llegamos” que casi podemos
ver y nietos que hablan otra lengua y comen otros alimentos, tratan
de pensar que los montes y los valles y la larga costa eran un sueño.
Etcheverry nos recuerda a Gabriela Mistral, nos recuerda “Montañas
Mías”: “Y aunque me digan el mote / de ausente y de renegada,
/ me las tuve y me las tengo / todavía, todavía, / y
me sigue su mirada” y “ Salto del Laja” esos versos: “cae la mártir
indiada / y cae también mi vida”. Un constante rediscutirse
nuestros orígenes como parte de nuestros proyectos y anhelos,
“metiendo primero el pie y luego la mano y el cuerpo entero en el
engranaje del día, recomponiendo los objetos y las relaciones
sociales”, una poesía donde la social y lo íntimo y
subjetivo se juntan para tomar nuevos
caminos y sentidos, la poesía actual y vigente de nuestro Chile.
“Reflexión hacia el Sur”
Jorge Etcheverry Arcaya
Editorial Amaranta – 2004
Canadá – Chile