“Julio Espinosa Guerra, ‘NN’”.
Un artículo de Luis Luna
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De próxima aparición, el poemario NN (ganador del IX Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz.) es uno de los más lúcidos trabajos poéticos que verán la luz próximamente. No es de extrañar si atendemos a la trayectoria de Julio Espinosa Guerra (Chile, 1974) del que ya tuve el placer de escribir en una reseña de su libro anterior, Las metamorfosis de un animal sin paraíso. Aquel ya era un poemario excelente, que bajo una disposición coral explicitaba las difíciles relaciones entre la memoria, el lenguaje y la poesía, atendiendo, además, al lector como parte integrante de la construcción de sentido.
En NN, el autor experimenta un avance considerable en la indagación de esas relaciones, poniendo de manifiesto más que nunca la sospecha de que el lenguaje poético está aún por construir, por desarrollar, si se quiere herramienta útil para la indagación, para ese conocimiento último del andamio que llamamos realidad. Aquí el coro ha dejado paso a una sola voz que ofrece un discurso unitario a través de diferentes lenguajes, de diferentes formas de construcción. Dividido en cuatro secciones, ‘NN’, ‘Agua’, ‘Muestrario’ y ‘Currículum vitae’ los textos se ordenan con rígida coherencia, como si esa arquitectura pudiera poner a salvo los relieves de una geografía exenta de narratividad y construida por tanto sobre el fragmentarismo, sobre la absoluta certeza de que todo aquello que se puede expresar narrativamente no tiene cabida en el hecho poético y de que, además, la línea temporal que funciona en la ficción no tiene nada que ver con la memoria, material indispensable para la construcción de los textos que forman el poemario. La memoria, la extracción de la realidad para la escritura no coincide sino con un presente atemporal, que se realiza cada vez que iniciamos la lectura del fragmento.
Estamos entonces ante varias tomas de postura: la negación del lenguaje “al uso” como vehículo adecuado para transmitir la emoción que desencadena el proceso de escritura.; la subversión del tiempo, creando una coincidencia temporal que refuerza la expresividad y evidencia la colaboración del lector; y, de una manera radical, la duda sobre lo que acontece, sobre el endeble material que desde infinitos –y subjetivos- puntos de vista forma la convención que llamamos “realidad”. Sin embargo, esos supuestos no son apriorísticos, no se trata de una receta para abordar la creación y producción de los textos, sino que se infiere de, es decir, se trata por aquellos que vamos un paso por detrás, intentando diseccionar el cadáver que suponen finalmente –y ahora sí- los poemas. Deconstrucción como parte de la re-construcción, esto es, no dar nada por supuesto. Efectivamente, Espinosa no da nada por supuesto, incluso, la posición de quien protagoniza, instalado en ocasiones en el yo, otras en un cercano tú –incluso más cercano que el yo- y otras en una impersonalidad que refuerza la idea de objetividad y permite la distancia necesaria.
NN, no es, por tanto, una lectura fácil, un divertimento o un ejercicio de exhibicionismo. Es, muy al contrario, un libro meditado, desgarrador, imprescindible. Para poder afirmarlo con toda rotundidad es necesario bucear un poco más en su contenido. La primera sección, “NN” se centra en las relaciones entre el lenguaje (o, más exactamente, la palabra) como material –y hablo de material en el sentido en como lo podría hacer un escultor- que vehicula lo que acontece, bien en el interior, bien en el exterior del sujeto. Desde el principio se nos desvela la desconfianza: “Escribes/ con un abecedario enfermo/ las sombras afiebradas/ de lo real” (B), proceso resultante de la constatación de que el repertorio con el que contamos es insuficiente, demasiado cubierto por sucesivos estratos de significación con respecto a los infinitos acontecimientos y, además, instalado en una perspectiva siempre limitada, restingrida y asfixiada por la sombra que nosotros mismos proyectamos sobre ese evento. Sin embargo, aún consciente de bordear el abismo que supone el callamiento, se escoge seguir en la senda de la palabra: “Al nombrar/se abre/instantánea/la herida//Al callar/la carne/bajo la piel/se infecta//Siempre/será mejor/que sangre.”(I) Entre ambos extremos, el creador se esfuerza porque las palabras cobren significado y encarnen: “Busco en el diccionario/la palabra hoja/y sangra/la hoja.”(C)
“Agua” reflexiona sobre el fragmentarismo de la existencia, sobre lo ficticio de un devenir ordenado, reconociéndose el sujeto que construye los poemas como un montador de esa sucesión –caótica- de fragmentos. Ahora bien, tras ese aparente caos hay algo que subyace, algo que constituye el conocimiento y que se va a buscar a través del lenguaje, aunque al final del río, en la desembocadura, no se encuentre más que el hueco de las propias manos o una arena sucia, denso magma de todo aquello por lo que se ha discurrido. Ese proceso, doloroso, iniciático, guía hacia la soledad, hacia un horizonte donde son pocos los que contemplan pero en el que al contrario de lo que pareciese no hay ninguna verdad y hay, por tanto que continuar la búsqueda: “Sólo el que naufraga/y sobrevive a esta red/sabe que hay otro reverso/acechándonos en el reverso/de lo real.”(Fragmento noveno)
“Muestrario” se sitúa justo en esa desembocadura. Sólo tras haber desmontado los engranajes sobre los que se construye puede procederse a la identificación de los eventos, dudando todavía de que se diga algo, de que se pueda transmitir sin demasiada máscara. Para ello es el sujeto el que resulta indagado, cuestionado, diseccionado para poder así exhibirlo como un trofeo: “En un extraño proceso de metamorfosis/la lengua nos momifica/llenándonos la boca de algodón//Taxidermistas de nosotros mismos/nuestros ojos son las presas/alfileres las palabras.”(II) y luego, por supuesto, situarlo en un margen, orillarlo para que no ocupe esa posición de absoluto exhibicionismo a la se nos ha venido acostumbrando: “Ser como el grillo/y su canto//Permanecer oculto/en las esquinas de la casa/y decir tanto/con tan poco.”(V)
Una vez desmontado y posicionado el sujeto puede pasar a transcribirse su “Currículum vitae”, su relación con las circunstancias –que dejo sin explicitar para que la lectura no sea condicionada- escogiendo los detalles más ínfimos, las anécdotas en apariencia más intrascendentes, los actos cotidianos, aquello que oculta la verdadera dimensión del ser porque revela mecanismos subterráneos, corredores oscuros por donde discurre lo esencial, lo que nos marca a fuego. Así la mayoría de poemas que conforman la sección, centrados en periodos disímiles, como forma de reforzar esa fragmentación de la que hablábamos. De este modo, según se acerca el final, la palabra se desgasta, se derrota y deja al fin que el blanco nos haga reconocernos en ella, encontrar en nosotros, atada también, la etiqueta de NN, el sentido del libro.