A punto de recibir el Cervantes, el premio más
importante de las letras españolas, este escritor relata la
emoción que siente y descarta envidias y odiosidades de sus
colegas. "Nicanor Parra quiere hacerme una fiesta en su casa",
cuenta. Con su novela "El sueño de la historia" recién
lanzada en España, Edwards se confiesa en un momento creativo
estimulante y, en lo personal, muy emotivo.
El conductor del acto anunció: "Inicia la lectura de ‘El
Quijote’ Jorge Edwards, Premio
Cervantes 1999" y en la breve distancia que había entre
su primer puesto en la fila de las autoridades y el estrado, pareció
que su premio cobraba el mayor de los sentidos. Con su acento chileno,
tan curioso para el público español, el escritor comenzó
el viaje al interior de la cultura hispanoamericana, leyendo las frases
iniciáticas: "En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre
no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo...".
Se veía relajado y contento, disfrutando de la lectura. Sus
casi dos minutos de texto fueron continuados por miles de lectores
en las ya tradicionales 48 horas de "El Quijote", que se
realizan anualmente en el Círculo de Bellas Artes de Madrid,
coincidiendo con la fecha de nacimiento de Miguel de Cervantes.
Aunque el acto solemne de la entrega del que se considera el premio
más importante de las letras españolas será el
próximo lunes 24 de abril en Alcalá de Henares, en esta
ceremonia tan simbólica Edwards ofició el acto como
el más nuevo de los integrantes del selecto grupo de los "premios
Cervantes", espacio que comparte con escritores de la talla de
Borges, Alejo Carpentier y Octavio Paz, entre
tantos otros.
Más adelante, comentó que podría haber dicho
casi de memoria su texto, pero que no lo hizo por parecer pedante.
Luego, en la entrevista, reconoció que aún en ese momento
"El Quijote" le daba sorpresas. Y entre cámaras de
televisión y decenas de periodistas, logró escaparse
y contar sus últimas impresiones a "Cosas".
-Usted supo que se le había concedido el Premio Cervantes
en Chile. Ahora que está en Madrid, ¿cómo se
ve este premio desde España?
-Primero, he comprobado la dimensión de este premio en España.
Es algo que ha cobrado una sorprendente importancia, algo de lo que
los chilenos no se han dado cuenta, seguramente. Es bastante conmovedor
ver cómo el público español, la prensa española,
reacciona frente a este asunto. En seguida, ha sido muy bonito comenzar
la lectura de "El Quijote", porque yo en realidad lo he
leído muchas veces, me he divertido mucho y además siempre,
en cada lectura, encuentro un matiz, un detalle que no había
visto. Yo creía que la primera parte, el comienzo, me la sabía
de memoria y no. He visto matices, bromas, que hay incluso desde el
principio.
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo esta incertidumbre sobre el nombre del personaje, del
Quijote, que es muy divertida, que si Quesada, que si Quijada, que
si Quijana... A mí me gusta mucho usar un narrador incierto
también, cuando escribo mi propia literatura. Y no sé
si ese método narrativo lo tengo de la lectura de Cervantes.
Lo hice mucho en mi última novela y es bonito.
-¿A quién ha recordado en estos días?
-Recuerdo a muchos amigos de España y recuerdo la época
en que yo viví acá con mi mujer, Pilar, y mi hija, Ximena.
Recuerdo a amigos que han desaparecido. Como a Carlos Barral, en este
Hotel Suecia (donde transcurrió la entrevista) me parece verlo
en el mostrador y en el bar. A Jaime Gil de Biedma, a Ricardo Muñoz
Suárez. Así es que tengo un momento de muchos recuerdos.
De muchas emociones también.
-¿Qué tipo de emociones?
-Creo que estoy viviendo un momento creativo estimulante, espero que
eso me sirva en la escritura de mis próximos libros. Porque
tengo una suerte: me dieron el premio cuando todavía estoy
en plena actividad.
-¿De qué manera se resintió su ego cuando
algunas voces estuvieron en contra de que haya obtenido el Cervantes?
-Se ha sentido una voz básicamente, la de Enrique Lafourcade,
que siempre se ha declarado muy amigo mío y que se irritó
mucho con este premio.
Supongo que quería que se lo dieran a él. Pero fuera
de eso, gente que estaba escondida, que hacía años que
no veía, salió a felicitarme. Incluso viejos compañeros
de curso. Viejos escritores. Nicanor Parra me llamó desde Las
Cruces con gran entusiasmo, me dijo que quería hacerme una
fiesta en su casa. Creo que la reacción chilena ha sido muy
simpática. Incluso recibí muchas cartas, muchas llamadas,
muchas cosas. Fuera de Enrique Lafourcade, que parece que siempre
tiene que destilar una gotita de veneno en las cosas, parece que ésa
es su función en la vida social chilena.
El sueño de la historia
-Su nueva novela, "El sueño de la historia",
en parte, es una novela sobre la memoria. Sobre el pasado reciente
de Chile. ¿Cree que Chile está preparado para un texto
sobre la memoria?
-Espero que sí. Yo creo que los países tienen que ponerse
de acuerdo con sus memorias, o incluso creo que deben soportar su
memoria, sacar conclusiones y reflexionar sobre esas cosas que ocurrieron.
Yo termino mi novela con una cita de un verso y no digo de quién
es el verso. Dice: "El dolor de las cosas que pasaron".
Es un verso portugués, de "Las Luisiadas" de Luis
de Camoens.
-¿Por qué lo eligió?
-Es un verso que me parece fantástico y lleno de sentido. Esta
novela tiene algo que ver con el dolor de las cosas que pasaron, pero
también tiene que ver con el placer, con la alegría,
con la fiesta, con el amor bueno, con el amor en su lado de luz y
en su lado de sombra. El amor y los celos, el amor y los cuernos,
el amor y los adulterios.
-Un poco de todo, ¿no?
-Sí, hay un poco de todo... Es una novela que yo no habría
podido escribir de joven, porque es el resumen de muchas experiencias.
Y pienso que las mejores novelas son así, son novelas que destilan
y que resumen y que transmiten una experiencia humana más o
menos vasta.
-Se suele asimilar la memoria con los historiadores, con el estudio
de la historia, ¿qué función tienen la literatura
y los literatos en este rescate de la memoria?
-Toda, toda. El rescate de la memoria se produce por la vía
de la literatura y a través del lenguaje literario, así
que la literatura es lo central.
-Entonces, ¿los escritores no pueden escaparse de esta
especie de destino o misión literaria ligada a la historia?
-Yo pienso que todos los escritores auténticos tienen una relación
con la memoria y por tanto con el pasado. La memoria es lo más
creativo que tiene siempre el escritor. Porque cuando uno se pone
en la piel del personaje de ficción, ¿qué hace
ese personaje...? Cuenta cosas que le han ocurrido, o sea habla de
su pasado. O el narrador cuenta cosas del pasado de ese personaje.
Hace que transcurra el tiempo. Una novela es un texto en que el principal
personaje es el tiempo.
-¿Y su novela?
-Yo creo que en esta novela, en que al final muere Manuelita, en que
se sabe que sus huesos están enterrados en la Iglesia de San
Francisco de Santiago, en que los huesos de (Joaquín) Toesca
están en la Catedral de Santiago y han sido dispersados por
las guerras de la Independencia, es por eso una novela donde pasa
el tiempo. Una persona que está como adolescente en el comienzo
de la novela, que es el gran amor de Manuelita Fernández de
Rebolledo, al final uno lo ve en una fiesta donde se celebra la Batalla
de Maipú, con un gorro tricolor en la cabeza, de joven a maduro
personaje de la nueva república que se está inaugurando.
Es una novela del tiempo. El sueño de la historia es el sueño
del tiempo, es la poesía del pasado.
-¿Y cuál ha sido su función como escritor
de esta novela?
-Histórica. Es la función del escritor que convierte
todo ese mundo en un mundo coherente.
-¿El escritor ordena la historia?
-En toda la cosa múltiple y caótica que es el pasado,
que son verdaderos bombardeos de imágenes, de recuerdos de
palabras que se dijeron alguna vez, de caras que se vieron, el escritor,
al hacer una novela, introduce un orden estético. Y eso es
lo creativo de la memoria. Es introducir en todo ese caos, en toda
esa cosa informe, un elemento de estructura estética y eso
es lo que permite que en la novela, que es una mentira, una creación,
una ficción, haya tanta verdad.
Pinochet y el juicio
histórico
-Sus declaraciones acerca de que a Pinochet se le debía
juzgar en Chile fueron polémicas, al menos miradas desde aquí.
Ahora, con Pinochet en Chile, ¿qué cree usted que pasará?
-Yo no tengo ninguna relación con Pinochet, ni fuera de Chile,
ni en Chile. Para mí no cambia la vida con Pinochet en Inglaterra,
o en España, en dónde sea o en Chile. Y para Chile,
creo que no mucho tampoco. Son cosas pasadas. Claro que estamos asistiendo
al dramático proceso éste que es la petición
de desafuero y no sé qué va a pasar, porque no soy adivino
y no me puedo poner en la cabeza de cada uno de los ministros de la
Corte de Apelaciones. Yo creo que Pinochet es cada vez menos importante
en Chile. Felizmente, porque eso indica que hemos doblado una página
de la historia y estamos entrando a otra etapa.
-Con el tiempo, ¿Pinochet será un personaje destinado
al olvido o al rescate de la memoria?
-No, yo creo que va a tener que estar ahí, en su lugar en el
pasado y vamos a tener que mirarlo con la mayor imparcialidad que
sea posible y hacer un juicio histórico del personaje y de
la época y de las circunstancias que llevaron a esa situación.
Porque es una situación en la que hubo muchos responsables,
no sólo los que se cree. Hubo muchos, de todos los sectores
de la vida chilena. Entonces, nosotros, los chilenos, tendremos que
madurar, reflexionar, entender lo que pasó y hacer nuestro
juicio histórico. Todavía no está claro cómo
va a ser este juicio histórico.
-¿Cómo ve la actual situación política,
con Ricardo Lagos de Presidente?
-Mire, yo voté por Lagos e hice hasta algo de campaña
por él, no mucho pero algo, porque estaba empeñado en
terminar esta novela, lo que era mi preocupación principal
en ese tiempo. Y yo creo que la situación está buena,
porque Lagos ha establecido una relación de buena calidad con
muchos sectores políticos chilenos y con muchos sectores de
la vida real chilena, con el empresariado, con los sindicatos, con
los partidos incluso de la oposición ha tenido un diálogo.
Así es que creo que se puede pasar a una etapa bastante constructiva
y pienso que si la economía recupera el ritmo que tenía
antes de esta pequeña recesión por la que hemos pasado,
se puede encontrar uno con un país bastante interesante, no
sé si un modelo, pero sí un punto de referencia para
toda América Latina y que puede tener una presencia en el mundo
internacional buena.
-Desde su punto de vista, ¿qué cambios se deben
realizar en las políticas culturales del país?
-Yo creo que es muy importante promover la lectura, como se ha tratado
de hacer. Pero la lectura sólo se puede promover a través
de los buenos lectores, no a través de figuras rutilantes.
Para promover la lectura hay que llevar lectores a la prensa, a la
televisión. Que en la televisión, por ejemplo, se discuta
realmente de un libro.
-¿Y en otras áreas?
-Yo creo que se concibe mucho la promoción cultural en Chile
como meramente una subvención, para que un señor termine
una novela, o qué sé yo. Eso existe. Pero sí
hay que crear fondos de interés cultural y eso es algo en lo
que el Estado tiene que ayudar.
-¿Cómo?
-Por ejemplo, hay que ayudar a las orquestas, hay que ayudar a los
grupos de teatro, hay que hacer que exista un buen ballet, etcétera.
Y hay que hacer que exista, por ejemplo, una sólida industria
editorial y yo creo que eso es posible de hacer en Chile. Veo la cultura
menos como una cuestión de becas, y más como una cuestión
de promoción y de creación de grandes centros de difusión
de la cultura.
La crítica
y algunas palabras para paladear
-En alguna ocasión usted ha dicho que sus libros no caen
bien en Chile, ¿por qué?
-Eso no lo he dicho yo, lo han dicho otros. Y a veces parece ser verdad.
Mis libros a veces irritan a ciertos sectores en Chile. Y yo creo
que a lo mejor es bueno que sea así, porque si fueran libros
inocuos no irritarían a nadie. Siempre sale un crítico
por ahí con sus ideas sobre el asunto y siempre existe esta
cosa majadera de que "Persona non grata", de que si mis
crónicas, que yo sólo puedo escribir eso y que no debo
escribir otra cosa. Siempre hay personas que me están asignando
tareas en Chile. Yo, felizmente, no les hago caso (ríe).
-Respecto a "El sueño de la historia", ha dicho
que quizás los chilenos se molesten por dar a conocer la ciudad
de Santiago como un barrial.
-No lo creo, el pueblo chileno no es tan tonto. Los críticos
son mucho más tontos que el pueblo. Yo hablo de este Toesca
que llega a Santiago que es un barrial y que es un lugar donde el
alcantarillado se hace por las acequias que pasan por el medio de
la calle, así que hay que imaginarse lo que era eso. Entonces
el perfume de la mierda coexiste con el perfume de los arbustos de
azahares. Donde las casas eran construidas de adobe y paja y donde
venía una inundación del río Mapocho, que no
estaba canalizado, y la ciudad se llenaba de ratas, por ejemplo. Hice
esa construcción de Santiago con el sentido de algo que es
como un sueño o una pesadilla, es una descripción casi
onírica la que yo hago de ese Santiago. Es un Santiago imaginario,
una ciudad imaginaria.
-¿Es una metáfora de algo?
-Es un espacio imaginario, pero todos los espacios imaginarios son
metáfora de algo.
-En este caso, ¿de qué?
-No lo sé (se ríe).
-Finalmente, el Narrador, personaje central de su novela, tiene
el hábito de paladear las palabras, darles la vuelta, un placer
casi gastronómico. ¿Qué palabras dedicaría
usted a sus lectores de Chile?
-Es que me dicen cosas que a mí me divierten, por ejemplo chilenismos
muy habituales que aquí son rarísimos. Aquí me
han dicho, "qué divertida esta expresión que usted
ha usado: ‘Libre de polvo y paja’". Entonces yo les digo a los
chilenos que esta expresión tan nuestra: "Libre de polvo
y paja" es muy divertida, muy bonita y que hay que seguirla usando.
Y que ojalá que quedemos todos "libres de polvo y paja".