Una
educación de la mirada
Entrevista
a Andrés Fisher
Por
Julio Espinosa Guerra
Lanzallamas
Andrés Fisher es uno de los poetas menos conocidos
de aquellos que suelen identificarse con el llamado grupo de los 80 u 87, aunque
cuenta con una trayectoria más que significativa, donde figuran premios
y publicaciones. Esto se debe, en parte, a que desde comienzos de la década
de los 90 vive y desarrolla su actividad creadora fuera de Chile, pero también
a que nunca ha estado interesado en dedicarse a actividades ajenas al ejercicio
poético. Para decirlo de manera clara, Fisher siempre ha estado más
interesado en la creación que en la jet-set poético y todo lo que
ello implica.
A pesar de esto –o justamente como consecuencia– su poesía
es una de las más interesantes del período, debido a la lucidez
con que enfrenta sus textos, llenos de referencias a otros autores que directa
o indirectamente han influido en su manera de ver y escribir el mundo. Es así
como ha logrado hacerse un hueco en el compacto panorama de la poesía española
actual, con la que incluso ha llegado a entrar en conflicto al ser un representante
de una corriente ajena al canon existente.
Pretendiendo dar a conocer su obra
y su búsqueda en su propio país es como nació esta entrevista.
-
Andrés, me gustaría realizar un recorrido
inverso sobre tu obra, dejando, eso sí, para el final el libro que tienes
inédito. El año 2001 se publico en España Hielo, libro
con el que obtuviste el premio Gabriel Celaya, y que es muy diferente a lo que
se suele escribir y premiar en ese país. Podrías hablarnos de él,
la búsqueda que en él llevas a cabo, el significado de la misma,
cómo nació el libro, al fin de cuentas.
- Hielo
contiene textos escritos en la segunda mitad de los noventa en Madrid y que se
habían publicado parcialmente en Composiciones, Escenas y Estructuras,
un trabajo cercano a lo que se suele
llamar libro de artista que contiene grabados y que fue parte del proyecto Delta
Nueve. En esos textos hay por primera vez algo que me interesa mucho y que
se ha transformado en algo central en mis textos como es la forma y la estructura.
Desde luego que no me refiero a las formas clásicas, sino a la lógica
que la propia escritura se va dando en su proceso de composición. En esto
tienen que ver aproximaciones como la de Joao Cabral de Melo Neto en Psicología
de la Composición en algo que alguna vez he llamado metodología
de la composición. De ninguna manera me refiero a una metodología
de carácter positivista, sino a una suerte de ideas básicas a la
hora de tratar el lenguaje. De conducirlo en una dirección y no en otra.
Al mismo tiempo, la observación, que es algo que me interesa mucho en poesía
y que es parte central de mis textos, pasa por el mismo proceso, al que alguna
vez me he referido una educación de la mirada y que tiene que ver con seleccionar
lo que se mira y hacerlo dentro de ciertos parámetros establecidos. Esto
no significa una abolición de la imaginación o del azar, tan propios
y caros a la poesía, sino un cierto abordaje común en su parte racional,
constructiva.
- Hay en este libro una forma de
decir bastante diferente al del resto de poetas chilenos de tu edad. ¿Dónde
nace esta forma? ¿Cuáles son sus resortes y referencias? ¿Qué
pretendes lograr con ella?
- Por el hecho de vivir más de
quince años fuera de Chile, desafortunadamente tengo un conocimiento bastante
fragmentario y escaso de los poetas de mi generación, cosa que no ocurre
en los que les preceden, donde si poseo un conocimiento más amplio y sistemático.
Así, no puedo hablar con propiedad de las diferencias o de las similitudes.
Respecto a la forma, ya decía líneas arriba que se cuenta entre
lo esencial, entre lo que más me interesa de la poesía. En cuanto
a las referencias, sin duda que las de la poesía chilena son notables,
aunque también hay otras que tienen peso. Y es que son dos poetas chilenos
los que me dieron ese golpe en la frente que me hizo ver en la poesía un
camino y una dedicación, de manera nada precoz, allá por mis veinte
años en Valparaíso. Y fueron el Neruda de las “Residencias” y Ennio
Moltedo, con su libro “Mi Tiempo”. Esto fue la iniciación y las primeras
señales de ruta. Sin duda los maestros de la poesía chilena en su
vinculación con las vanguardias me deslumbraron y siguen siendo una referencia;
me refiero especialmente a Huidobro, al Neruda de las “Residencias”, las “Odas”
y Canto General y a otros coetáneos de lengua española cono
Juan Larrea, Federico o Vallejo. Así como la poesía francesa de
las vanguardias históricas con la presencia importante de Artaud. Y la
otra referencia, ya más contemporánea en relación con Chile
ha sido aquella que la crítica ha denominado como neovanguardia. Desde
una época muy temprana me interesaron sobremanera Juan Luís Martínez
y Zurita y posteriormente Maquieira. Y también hay otros poetas chilenos,
que aunque muy diferentes a lo que yo pueda hacer, aprecio mucho y leo como es
el caso de Nicanor, de Teillier o de Gonzalo Millán, por solo citar a los
maestros. Otra referencia fundamental en mi caso es la poesía brasileña
contemporánea. El descubrimiento de Cabral de Melo fue otro golpe en la
frente como lo fue el de Haroldo de Campos y los concretos, ejemplificando la
línea más estructural y constructiva de la vanguardia, que es la
que más me interesa. Tras estas lecturas para mi vitales, mi escritura
tomó la dirección y buena parte de los fundamentos que pueda tener.
Por ultimo, ciertos aspectos de la poesía anglosajona desde Blake al modernismo
principalmente de Eliot y William Carlos Williams y la poesía norteamericana
de raíz beat con Ginsberg, Kerouac o Snyder. Luego ha venido la tradición
española, de a poco y en general, en sus referentes más bien excéntricos
con respecto al canon. Aunque últimamente disfruto mucho a Machado especialmente
cuando la forma clásica ya no me supone un obstáculo como lector,
en lo que la lectura y el aprecio de la obra poética de Borges ha sido
fundamental. Y los haikú, clásicos y contemporáneos, que
también practico. Y alguna pintura, de la que he aprendido importantes
lecciones de poesía. De Mondrian, el primero, pero también de Palazuelo
o Pollock.
- ¿Qué hay detrás
de tu segundo libro, Composiciones, Escenas y Estructuras? Lo pregunto por la
diferencia radical con respecto al primero y también porque hay una diferencia
importante de años y vivencias entre ambos, además de tratarse del
primer libro donde llegas al tono que encontramos en Hielo y en tu nuevo libro.
-
Estos dos libros de los que estamos hablando son parte de una manera de entender
la poesía que me interesa y que tiene clara continuación en el nuevo
libro. Lo anterior, el libro publicado en Chile y una plaquette en España
en la primera mitad de los noventa, son muy distintos y aunque no me arrepiento
de ellos, no me gustan demasiado pues son muy descuidados, carecen de estructura
o apenas tienen esbozos de ella y me parecen ingenuos, excesivos y nada logrados.
No es que diga que estos últimos sean gran cosa ni que me sienta absolutamente
contento con ellos, pero si veo unos logros que a mí me importan y un trabajo
razonablemente conducido y estructurado. La experiencia del viaje, del cambio
y muy importante, de hacerme un buen lector y un conocedor razonable de la poesía
también han tenido mucho que ver. Madrid ha sido fundamental como crisol
y epicentro de muchas cosas, no sólo de la poesía. He sacado provecho
de la experiencia urbana y del contacto con gente, en este caso poetas notables,
que han sido fundamentales en mi camino.
- ¿Podrías
darnos nombres de autores españoles que salgan del canon predominante en
España y tu visión de ellos, u obras que nos acerquen, ya que es
evidente que las maneras de mirar y de decir pareciera que cada día se
alejan algo más?
-Hay una serie de poetas muy distintos más
o menos excéntricos al canon – y distantes de diferentes maneras – que
se encuentran entre los que mencionaba arriba. Para nombrar unos pocos y fundamentales,
ahí está Antonio Gamoneda, que justamente ocupa un lugar central
en el importante sector de la poesía española que se ubica en los
antípodas de la tendencia dominante desde los ochenta, lo que se denomina
poesía de la experiencia, de corte figurativo y realista, y de entidad
conservadora en el uso del lenguaje. Gamoneda, figura central desde que al final
de los ochenta obtuvo reconocimiento y su obra publicada en editoriales de circulación
importante, es un poeta de un hondo lirismo impregnado en algunos los recursos
en este sentido de las vanguardias, fuertemente criticadas por la tendencia dominante.
Gamoneda no se sitúa contra la tradición sino que hace un uso activo
y dinámico de ella. Como él mismo dice, la tradición se crea
y en eso está, en su tierra de Castilla. Por otro lado, y de forma muy
distinta, tenemos a Joan Brossa, poeta catalán en la tradición más
estructural de las vanguardias. Vinculado a movimientos de vanguardia de la postguerra,
creo una obra del mayor interés, más excéntrica al canon
aunque con elementos comunes como el virtuoso manejo de ciertos elementos de la
métrica, y que se extendió a la vertiente plástica. De hecho,
antes de su muerte, llegó a exponer conjuntamente con Nicanor. Luego, Rafael
Pérez Estrada, poeta andaluz quien desarrolla una poderosa imaginación
en su obra dotándola al mismo tiempo de una estructura. Podríamos
decir que constituye un sistema en base a una imaginación que vuela muy
lejos pero sujeta a unas formas precisas de decir, a unas maneras comunes de expresarse
que en vez de constreñirla la hacen ir aun mas lejos. Por último,
José Viñals, poeta nacido en Argentina de padres españoles
y que hace treinta años vive en España. A él mismo le interesa
su consideración como poeta español –nacionalidad que posee, por
supuesto—y es en España donde su obra se ha publicado mayoritariamente
y de forma muy importante en los últimos diez años. Poeta de léxico
riquísimo, aúna lo sublime con lo escatológico en una obra
que también entronca con la estética de las vanguardias en su vertiente
de la alquimia del verbo y además en el compromiso con las ideas de progreso
tanto en el arte como en la sociedad.
- Finalmente,
Andrés, háblanos por favor de ese libro inédito que ya tienes
concluido y por qué tu insistencia de publicar en España y no intentarlo
en Chile.
-A este último libro que ya está en franca
fase de terminación, aunque esto siempre sea una línea resbaladiza,
ya nos hemos referido parcialmente. Tiene un claro vínculo con Hielo
en cuanto a la manera de concebir y de tratar el lenguaje. Se estructura en torno
a dos series principales de las que una son algunas variaciones muy fragmentarias
sobre un género que me interesa mucho pero que como tal hoy es imposible:
la poesía épica, partiendo por Homero y llegando hasta los cronistas
de la conquista, en cuanto se refieren a los elementos propios de una empresa
épica. La segunda es sobre Castilla; textos basados en observaciones sobre
una tierra de la que me siento tan cercano como a la que más y que tras
quince años de vivir en su epicentro, he recorrido sistemáticamente
con veneración y regocijo. Luego hay series menores y poemas individuales
todo reunido por esas ciertas ideas comunes a la hora de estructurar la escritura.
Respecto a la insistencia de publicar en España, no es tal. Y es que insistencia
en publicar no tengo demasiada sin que esto signifique de manera alguna que no
me interesen los aspectos prácticos que conciernen a la obra ni que no
me preocupe razonablemente de ellos. Pero vuelvo a citar a Gamoneda cuando dice
que él nunca ha pedido que le publiquen nada y que prefiere dedicar lo
mejor de su energía a la composición de la obra en sí. Yo
estoy de acuerdo y creo que las cosas buenas que ocurren en este sentido muchas
veces obedecen a encuentros más que a búsquedas exhaustivas por
lo que tras tanto tiempo en España, me parece esperable que algo pueda
ocurrir allí. Aunque desde luego que me gustaría mucho poder publicar
algún libro en Chile y espero que en algún momento pueda ocurrir.
De hecho, he publicado apenas allí aunque en un sitio notable que me gusta
mucho, como la revista Trilce, que dirige mi amigo, el poeta Omar Lara.
Cuando aparezcan señales, estaré encantado de seguirlas.
Selección
de poemas
ESCENAS III
i.
Un
hombre, solitario, camina en línea recta mientras un incendio, a sus espaldas,
calcina su presente;
un presente que se elonga, calcinado, mientras los
pasos se repiten, rítmicamente, ausentes de toda sensación térmica
o corporal.
ii.
Una mujer, entre la bruma, pareciera dibujar el horizonte
con sus pasos sobre la arena:
un trayecto lineal, hipnótico, donde
los ojos son apenas un recuerdo borroso que tiñe de amarillo cuanto existe
en la memoria.
iii.
La visión de un gato, absorto, tenso en
la potencia que lo habita:
que dibuja una ventana en cada muro; que convierte
en hipotenusa cada movimiento del gato, tenso, absorto en la visión de
su propio desplazamiento.
iv.
Un barco, a la deriva, se deja adormecer
por la trama rítmica de la marea:
secuencia de olas a medio camino
entre la costanera y el horizonte, entre los que el barco agota sus posibilidades
de existir.
_______________
a Juan Luis Martínez.
LOS
POEMAS DEL HIELO I.
i.
El horizonte delante y también
detrás, en los espejos retrovisores:
figuras geométricas formadas
por sombras sobre el asfalto delimitando áreas de sentido.
ii.
El
día aconteciendo en la mirada del que viaja:
en su transcurso, un
rostro disolviendo sus rasgos hasta hacerse parte del asfalto.
iii.
No
solo aviones cruzan el cielo del que conduce:
también lo hacen grúas
y faroles; puentes, señales y vehículos sobre ellos.
iv.
Áreas
de sentido pintadas sobre el asfalto:
trazados amarillos las expresan y
gobiernan una vida.
v.
El horizonte fragmentado por el trazado autoviario:
el
brillo del sol en cada una de las piedras aglutinadas en el asfalto.
vi.
La
superposición de sombras y trazados:
las señales grandes y
azules entre el horizonte y los espejos retrovisores.
Andrés
Fisher (EEUU. 1963) es chileno. Ha vivido en España entre 1990 y 2005.
Actualmente reside en Los Apalaches, Estados Unidos, en cuya universidad se desempeña
como profesor en los departamentos de Literatura Hispanoamericana y Sociología.
Ha publicado Ocultamente ávido (Ed. Vertiente, Valparaíso,
1992), Estado y Extremos (plaquette, Archione, Madrid, 1994), Composiciones,
Escenas y Estructuras (Delta Nueve, Madrid, 1997) y Hielo (Germanía,
Torredonjimeno, 2001. Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya, 2000).