I
Cachorros
de chacal
aun antes de poder ver
con una gasa opaca pegada al iris
masticamos
inseguros
las primeras palabras
pero el sabor de la tinta
derramada en
nuestro hocico
que cubre de un barniz oleaginoso nuestra lengua
pronto
nos
entusiasma
y más ciegos que antes
corremos tras las presas
para
morderlas en la yugular.
II
En
un extraño proceso de metamorfosis
la lengua nos momifica
llenándonos
la boca de algodón
Taxidermistas de nosotros mismos
nuestros ojos
son las presas
alfileres
las palabras.
III
No
recordamos esos objetos
Han perdido el nombre
Son extraños animales
extintos
que no tienen selva donde moverse
Sin que lo notáramos
fueron
desangrándose
tras las rejas que les construimos
Y ahora
para
decirlos
nombramos la nada
Limpia las cosas del desván.
Deja
esa cosa ahí.
Increíble capacidad exterminadora
Terrible
náusea la de caminar
en medio de tanta cosa muerta
Tremenda sorpresa
la de descubrir
toda una realidad
pudriéndose en los armarios.
IV
Cifras
el paisaje
por los espejos retrovisores de tu auto
Y no te das cuenta
de
que hay un surco rojo y negro
que los puntos de sutura
no han podido unir
y
que como coleópteros
habitan detrás del punto ciego
de tus
ojos.
V
Ser
como el grillo
y su canto
Permanecer oculto
en las esquinas
de
la casa
y decir tanto
con tan poco.
VI
Como
la tortuga marina
demoro milenios
en soltar la primera letra
pero
una vez lo logro
mis fauces desovan
todos los signos
sobre la playa.
VII
Poder
tejer
no la araña
sino la red invisible
de los movimientos de
su tela
Atrapar
no las moscas y hormigas
en esta imagen
sino su
gesto
que se pega al aire
antes de desaparecer.
VIII
Abres
este libro
repleto de insectos
que comienzan a perder las alas
Como
en un viejo muestrario
las palabras no son más
que el empaque
de
lo que un día nombraron
y sus definiciones
alfileres oxidados
que
comienzan a descascararse.
IX
Te
acercas a la caja
con tremenda devoción
a sus insectos
Los
miras e inspeccionas
sin atreverte a librarlos
de sus alfileres
Pero
cuando nadie te ve
a la hora de la siesta
por fin te decides
Levantas
el cristal
y te das cuenta
de que tanta muerte
también cabe en
una página
Para quitarles el polvo
soplas sobre sus caparazones
Sin
querer
se tocan sus membranas
se funden sus barrigas
y otro animal
inclasificado
deja
su rastro en el poema.
X
No hay suficientes
páginas
para calmar el ruego de los insectos
que día tras
día
encuentro arrodillados en mi lengua
ni tantos alfileres
para
mutilar la mirada de las moscas
en mis ojos
Tú lo sabes
aquí
dentro
en la mitad de mi garganta
nace la palabra río
y la palabra
tiempo
Y no hay enjambre ni herida
que puedan detener su zumbido.
XI
Como
el caracol
dejo esta huella sobre la página
y presumo de su fosforescencia
aunque
no soy capaz de decir
ni la mitad de los minerales
que mis ojos
estrujan
de la luz:
en la ruta del signo que arrastro a mis espaldas
me ciego
a mí mismo.
XII*
Cambiar
de lenguaje
como la serpiente
cambia de piel.
__________
*
de Gonzalo Millán, casi.