El creador del detective Heredia, quien acaba de obtener el Premio Nacional de Literatura, ha abordado en sus novelas temas como la corrupción, los detenidos desaparecidos y la migración. Tras recibir el galardón, recordó a Manuel Rojas y a Carlos Droguett, autores que retrataron las miserias de un mundo postergado. En los 90, el escritor fue vinculado a la llamada Nueva Narrativa Chilena, sin embargo, integró una generación menos visible, que promovió en las antologías Contando el cuento (1986) y Andar con cuentos (1992).
“Yo no fui de la Nueva Narrativa”, dice hoy Díaz Eterovic.
“Creo que hay algunos que han perdido la brújula, que piensan que la calidad de la literatura la definen los rankings de ventas o la cuenta de los gerentes editoriales”, apuntó Ramón Díaz Eterovic en el texto Nueva Narrativa Chilena: un futuro con las huellas del pasado, leído en el seminario Nueva Narrativa Chilena efectuado en el Centro Cultural de España, en agosto de 1997. Allí, añadía con cierto sarcasmo: “Hay algunos que han vendido su alma al dios marketing y que son capaces de disfrazarse de payasos o adivinos con tal de tener una pequeña tribuna en prensa o televisión”.
Por entonces, el Premio Nacional de Literatura 2025, también recordaba las dos antologías donde promovió a parte de su generación: Contando el cuento (1986) y Andar con cuentos (1992), donde estaban, entre otros, Diego Muñoz Valenzuela, José Leandro Urbina, Pedro Lemebel, Juan Mihovilovich, Pía Barros y Ana María del Río. Con ellos se sentía “parte de una promoción de narradores que nació y entregó sus primeras obras en un momento oscuro de la historia de Chile y por eso, en buena parte de sus libros, hay un enlace con la memoria y con el pasado más reciente”, agregaba.
Cinco años antes de aquel seminario, el escritor Jaime Collyer agitaba la escena literaria local con el artículo Casus belli: todo el poder para nosotros, publicado en la revista Apsi, en 1992, suerte de manifiesto generacional: “La llamada ´nueva narrativa chilena´ acaba de irrumpir en escena (…) Estamos ya posicionados en todos los frentes, que hemos copado paso a paso, subrepticiamente. Nos hemos infiltrado en los puestos decisivos de las principales editoriales, en la Sociedad de Escritores, la Cámara del Libro y los medios de comunicación”.
En su manifiesto, Collyer nombraba a un puñado de escritores como parte de la Nueva Narrativa Chilena, entre otros, a Ramón Díaz Eterovic, Carlos Franz, Gonzalo Contreras, Alberto Fuguet, Marco Antonio de la Parra, Arturo Fontaine, Ana María del Río, Rafael Gumucio, Andrea Maturana y Carlos Iturra. La mayoría había pasado, y se había encontrado, en algún taller literario, ya sea en el de Antonio Skármeta, José Donoso, Pía Barros o de Polí Délano.
“Yo no fui de la Nueva Narrativa”, dice hoy Ramón Díaz Eterovic, nacido en Punta Arenas, en 1956. el 11 de septiembre de 1973, tenía 17 años y la noche anterior, en su ciudad natal, organizó una manifestación con el lema “No al golpe de Estado”. Poco después se trasladó a Santiago para estudiar Administración Pública en la Universidad de Chile.
“Mi sentido de pertenencia es con lo que se llamó la Generación de los 80 o Generación N.N. que considera a autores que empezaron a escribir después del golpe militar. Una generación que debió expresarse bajo serias limitaciones a la libertad, con censura, falta de espacios críticos y de difusión, marginalidad, en definitiva”, agrega el autor a Revista Abismo.
Sobre el vínculo con la Nueva Narrativa opina el escritor Francisco Ortega (Logia), lector de Díaz Eterovic: “La Nueva Narrativa Chilena fue una movida comercial, impulsada por editorial Planeta para aprovechar el espíritu de una época. Si lo piensas, no hay mucho en común entre un Gonzalo Contreras o un Jaime Collyer, quien incluso coqueteaba con lo fantástico. Pero si había un abrazo que los unía a todos y era la ciudad, el espacio narrativo urbano, la calle y lo sucio, en esa lectura Heredia recorría las mismas calles que Matías Vicuña”, dice Ortega sobre el protagonista de Díaz Eterovic y de Alberto Fuguet en su novela Mala onda.
Díaz Eterovic, quien comenzó publicando libros de poesía (El poeta derribado y Pasajero de la ausencia) y cuentos (Cualquier día), encontró en la novela negra, acompañado de la voz del detective Heredia y su gato Simenon, una posibilidad para retratar los sinsabores de una realidad desigual, compleja y sórdida.
El detective, que mantiene su oficina en el sector de Mapocho, apareció públicamente en la novela La ciudad está triste (1987) y ha protagonizado una veintena de libros, donde se ha involucrado en múltiples casos que abordan la violencia e impunidad del país: desde la búsqueda de los detenidos desaparecidos, la corrupción, el tráfico de armas, la migración hasta el estallido social. El detective Heredia llegó a protagonizar una serie en TVN transmitida en 2005. Díaz Eterovic ve la saga que ha construido como una crónica histórica de las últimas décadas de Chile.
Sobre el Premio Nacional, la profesora y crítica literaria Lorena Amaro cree que este es “el triunfo de una estética, mimética, realista, en que por cierto me parece que se puede destacar la mirada crítica del autor sobre la sociedad y la política chilena. La forma del policial, que precisamente a partir de los 90 comienza a ser atendida desde la academia y la crítica con los primeros estudios que se hicieron sobre el subgénero, adquiere una dignidad y densidad particulares a través del personaje de Heredia”. Además, agrega: “Se premia también, supongo, un trabajo consistente en el tiempo, ya con más de treinta años de aliento”.
Esta semana, el escritor Álvaro Bisama apuntó en un artículo en Revista Santiago, tras la noticia del galardón: “Díaz Eterovic siempre escribió lejos de cualquier moda, construyendo su propia tradición sin estridencias, uniendo la biblioteca y la calle como si fuesen una sola cosa”.
VOCACIÓN POPULAR
El pasado lunes 22 de septiembre, en el Palacio Pereira, en Santiago, sesionó el jurado que entregó el Premio Nacional de Literatura a Ramón Díaz Eterovic destacando que “su obra ha abierto caminos más allá del género de la novela negra, aportando a la cultura nacional un registro propio que combina la reflexión ética y la mirada crítica sobre la realidad”.
El jurado lo integró Rosa Devés, rectora de la Universidad de Chile; Elvira Hernández, Premio Nacional de Literatura 2024; José Antonio Guzmán, rector de la Universidad de Los Andes, en representación del Consejo de Rectores y Rectoras; María Eugenia Góngora, en representación de la Academia Chilena de la Lengua; Pía Barros y Pablo Simonetti, escritora y escritor designados por el Consejo Nacional de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

Ramón Díaz Eterovic Premio Nacional 2025, junto a Hernán Rivera Letelier Premio Nacional 2022
Lector de la tradición de la novela negra norteamericana, de Dashiell Hammett, Mickey Spillane a James Ellroy, y de clásicos como El Quijote, de Cervantes, Díaz Eterovic señaló tras obtener el galardón sus referentes locales: “Es muy emocionante recibir este premio que tiene tanta tradición e integrar una lista en la que están autores como Manuel Rojas y Carlos Droguett”, dijo sobre los autores de Hijo de ladrón y Patas de perro, respectivamente, donde se reflejan historias de una sociedad postergada y marginada.
Ante los temas tratados en su obra, comenta el escritor y académico de la Universidad de Chile, Ignacio Álvarez: “Pienso que el premio para Díaz Eterovic reconoce una literatura que tiene una vocación popular y política al mismo tiempo. Popular en el sentido de masiva, sino en las cifras, al menos en su apelación. No hay lectores excluidos de sus obras. Política, y muy política, porque todas sus novelas discuten temas relevantes para la sociedad chilena, desde la violencia de los violadores de derechos humanos hasta la última pandemia, pasando por las adopciones ilegales, la migración de ciudadanos peruanos, y un larguísimo etcétera”.
Mientras que el investigador y profesor de la Universidad Católica, Rodrigo Cánovas, destaca de Díaz Eterovic: “Todos sus relatos consisten en un rescate de la dignidad social de las personas, desde la denuncia de los vicios de la sociedad actual, tanto local como global. Y de allí, la continua vigencia de su obra, que logró encontrar en el género policial el lenguaje, la anécdota y los tipos humanos necesarios para recontar nuestra situación vital”.
LIBROS RENTABLES
De niño leyó novelas de aventuras, en las obras de Jack London, Julio Verne y Emilio Salgari. Con 20 años y ya en la capital, en 1976, Díaz Eterovic participó en el grupo literario Estravagario, integrado por compañeros de la Universidad de Chile. “Ahí publicamos una de las primeras revistas universitarias y contestatarias post golpe de Estado. Se llamaba Luz verde para el Arte”, recuerda el narrador que por esos años no usaba bigote ni barba.

A comienzos de los 80, con sus amigos poetas del bar La Unión Chica, Aristóteles España, Rolando Cárdenas, Jorge Teillier y la fotógrafa Leonora Vicuña, crearon la revista La gota pura. Ya en los años 90, el narrador se vuelve una voz autorizada entre sus pares y es columnista de medios como Punto Final y La Calabaza del Diablo. Además, fue presidente de la Sociedad de Escritores de Chile. A inicio de los 90 ingresa a trabajar en el Instituto de Previsión Social, donde fue funcionario público hasta el 2015.
Con el tiempo, Díaz Eterovic no ha dejado de promover a nuevas voces de la literatura chilena. En 2023 compiló el libro de cuentos que reúne a 13 autoras nacionales: Crímenes con M de mujer, donde están presentes, entre otras, Valeria Vargas, Maivo Suárez y Sonia González.


“Mis primeras publicaciones están situadas en la autoedición, luego soy parte de proyectos de editoriales alternativas como Mosquito y Sinfronteras”, dice. Es en editorial Sinfronteras donde publica el debut de Heredia, La ciudad está triste. Después, se sumó a la colección que dio a conocer a la Nueva Narrativa Chilena: Biblioteca del Sur de editorial Planeta. Allí editó las novelas Ángeles y solitarios (1995) y Correr tras el viento (1997).

Otro autor que publicó en los 90 por editorial Planeta fue Rafael Gumucio. Sobre la obra del reciente Premio Nacional reflexiona: “Siento que es un artesano honesto y trabajador que tiene todos los méritos del oficio, pero nada más. Quizás mi problema es que, aunque adoro a Simenon no me gustan mucho los gatos, menos los gatos que piensan”, dice el narrador sobre el gato compañero -y a veces consejero- del detective Heredia.
“Es cierto el mundo que cuenta, los personajes que abordan, las referencias que abre son interesantes y pocos comunes en la literatura chilena, pero por desgracia, al contrario de lo que suele pensarse hoy la literatura no es solo temática, ni sociología, sino también estilo, prosa, lenguaje, y en ese sentido lo que he leído del premiado nunca me ha atraído mayormente”, dice Gumucio, añadiendo que sus candidatos para el Nacional eran Roberto Merino, Marcelo Mellado y Mauricio Electorat.
Uno de los mentores de la Nueva Narrativa Chilena fue Carlos Orellana, editor del sello Planeta. En sus memorias, Informe final, recuerda a Díaz Eterovic: “Me jugué por él en Planeta y me siento orgulloso de los libros que publicamos, pero las crecientes disposiciones de la empresa, que apremiaba más y más exigiendo publicar libros rentables, dieron origen a un malentendido que me significó un desencuentro con él”. Luego, el escritor comenzaría a publicar por Lom Ediciones, donde se encuentra disponible toda la saga de Heredia. Hoy sus libros están traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, portugués, chino, croata y ruso.
“Heredia es una figura icónica de la novela negra chilena”, apuntó la revista estadounidense Kirkus. Mientras que el diario francés Le Monde ha dicho: “La mirada de Heredia revela el tráfico de armas, las tramas corporativas sin respeto por el medio ambiente, los abusos contra los débiles, las mujeres y los ancianos, y las heridas abiertas que dejó el régimen militar”.
Aquel capítulo de las memorias de Carlos Orellana, titulado Nueva Narrativa, finaliza con las siguientes palabras destinadas al detective creado por el Premio Nacional 2025: “Heredia tiene ya bien ganado un lugar inolvidable en nuestras letras. Podría decirse de él que es uno de los pocos personajes literarios que logró de verdad instalarse en el imaginario colectivo legado al país por la Nueva Narrativa Chilena”.
Heredia sobrevive a los años y en la última novela que protagoniza, Dejaré de pensar en el mañana, debe lidiar con una ciudad distinta, entre restricciones y salvoconductos, tras el estallido social y la llegada de la pandemia. El gato Simenon envejece y come poco y ya no trepa por los techos vecinos. Es escaso el dinero que Heredia lleva en sus bolsillos. Pero siempre habrá un caso por resolver.
Fotografía superior de Mario Ruiz/Ministerio de las Culturas