Poesía
de Juan José Soto B.
*PRESENTACIÓN
DEL POEMARIO "PALABRA
SOBRE LOS ABISMOS"
Por Carlos Bancayán
Llontop
Chiclayo, 11 de agosto del
2006
Preferimos entrar de lleno ya a la
presentación de "Palabra sobre los abismos". El poemario
trae dos introducciones, una de Miguel Ildefonso y otra de Víctor Coral.
Después
de una serie de interrogantes preliminares dice Ildefonso acerca del trabajo de
Juan José Soto: "El poeta lo que quiere es motivar, inquietar, conducir
hacia algo que él ha vislumbrado, pero del que no existen palabras para
nombrarlo o definirlo". Y cita los primeros versos del que llama "visionario
libro de poemas": "Busco palabras/ Que sean más que palabras/
Que hablen más que de sí mismas/ provocadoras como largos
silencios/ proferidos en la oscura mañana de los deseos".
Sabemos
que hay algunas cosas tan recónditas o sutiles que resulta imposible manifestarlas
a través de la oralidad; sin embargo, para aquello que no se puede expresar
con palabras existe
una palabra: "inefable", aunque con frecuencia se utiliza referida al
ámbito de los sentidos, y cuando Juan José Soto busca palabras "que
hablen más que de sí mismas" va mucho más allá;
va tras la abstracción que sea trasunto del misterio y del ser trascendente,
como veremos más adelante.
También opina Ildefonso que la
poesía -en este caso la poesía profunda- es como la caída
al infierno de Dante, "el inicio de una oscura travesía llena de revelaciones".
En versos de Juan José Soto, pertenecientes al poema décimo: "Es
desde la hondura/ donde emerge la palabra/su sentido abisal/ la mirada
en carne viva/ Indescifrable caos el de nuestras voces". Y aquí Ildefonso
coincide plenamente con Víctor Coral, quien inicia su breve comentario
con los primeros versos del poema quinto "He abierto la pesada puerta del
silencio/ y atravesado la noche/ en la que sigilosos moran los más arcanos
secretos". "Estos versos memorables" -dice hermosamente Víctor
Coral- "definen en gran parte la poética esencial de Soto, quien despliega
en este libro asombro divino mientras da cara al misterio de la poesía".
"Oficio
del poeta es tocar los misterios, no clasificarlos", ha dicho Andrés
Reynaldo, escritor cubano. ¿Y quiénes sí, entre los humanos,
clasifican, es decir, estudian y desentrañan los misterios? Los científicos.
Los físicos teóricos que hace décadas ya vienen desentrañando
la estructura íntima de la materia, en los niveles subatómicos;
los biólogos avanzados que descifran la estructura del genoma de los seres
vivos, clonan animales y persiguen la clonación humana; los astrónomos
contemporáneos que con potentes telescopios orbitales se hunden cada vez
más en los abismos siderales y anhelan llegar a conocer los orígenes
del Universo…
En otros planos más sutiles y difusos, incursionan
en el misterio los magos, los augures, los chamanes…y los poetas. Y aquí
es donde llegamos a otro meollo en la poesía de Juan José Soto,
evidenciando ya en el epígrafe de su libro: "La palabra poética
es mediación entre lo sagrado y los hombres". Octavio Paz. Donde el
término "sagrado" desde luego que no tiene la corriente connotación
religiosa relacionada con una divinidad que juzga, condena o perdona la conducta
de los hombres sino, por el contrario, se aproxima a aquel sentir de Vallejo cuando
denosta a un Dios que "no sabe nada de su creación" y pues debe
sufrir a tal dios indolente, "el dios es él", el hombre, el ser
humano creativo y sintiente.
En muchos poetas reverbera esta misma intuición.
Pues siendo cierto que late en lo más recóndito del corazón
humano una propensión a medirse con una entidad exterior a él que,
por ser más alta e ignota, lo lleve a elevarse, hay en el poeta por lo
tanto una cualidad de cuestionamiento de su entorno y de su prójimo. Por
eso María Julia Villafane, poeta portorriqueña, emplaza al ser humano
cuando dice: "Oye, tú, marioneta de Dios, / no dejes de mover/ los
hilos de tu existencia".
El hombre para ella es una marioneta, un
títere de esa dimensión superior llamada divinidad; pero puede,
tiene la libertad de mover los hilos de su vida; en última instancia es
el dueño de su destino.
Volviendo a la poesía de Juan José
Soto, por esa cualidad de poder llegar a ser mediador entre lo sagrado -entendido
esto como lo elevado e ignoto- y los hombres, es que en la antigüedad milenaria
de las civilizaciones orientales se equiparaba al poeta con el profeta, con el
vidente, con el augur.
En el poema quinto, que bien señala Víctor
Coral como representativo, después de que Soto "abre la pesada puerta
del silencio" -la densidad de la ignorancia, de la rutina o de la molicie,
que nos impiden apuntar hacia lo alto - "atraviesa la noche en la que sigilosos
moran los más arcanos secretos/… /ensimismados en el lenguaje de proféticas
voces. / Allende la estancia/ labios voraces de fragorosos poetas aguardan/… /
Preludio del verbo/ ¡Hágase la luz! "
Hemos entrecortado
el poema a propósito para resaltar esta última resonancia del Génesis
bíblico, del inmenso "fiat lux" con que se inicia el libro sagrado
de los cristianos.
"Cada lágrima enseña a los hombres
una verdad", dijo Platón hace miles de años. No en vano el
mundo ha sido llamado "valle de lágrimas", porque durante toda
su vida la constante, el común denominador para el hombre, es el sufrimiento.
Pero mientras el humano corriente y moliente se evade de esta condición
insoslayable hablando de política, de fútbol, mujereando o tomando,
el poeta acendrado tiene algo de profeta porque no sólo sufre con mayor
intensidad que su prójimo, desde que es más sensible, sino porque
sabe sufrir. En lugar de libar en exceso bebe de los arcanos profundos, y en lugar
de llorar, escribe.
En ese hurgar del poeta sobre los abismos, sobre los
misterios (el amor, la muerte, el destino humano), hay mucho de desgarramiento;
mas no ese sufrir univalente de quien, por ejemplo, padece por el amor romántico
o porque no le alcanza el dinero que gana. No. Es el desgarramiento sacro, espiritual,
de sentirse "barro innúmero", el "yo es otro" de Rimbaud,
el ansia de totalidad de quien se siente aherrojado en su cuerpo, en la cotidianidad,
en la ciudad asfixiante, mientras intuye, presiente, sabe que hay esferas superiores,
praderas celestes a las que por su condición humana sólo puede aspirar,
y a las cuales no tiene la seguridad de poder acceder ni siquiera con la muerte,
salvo que sea persona creyente.
Se queda entonces el poeta en un inmenso
reducto.
Podrá sentirse por momentos desconcertado, anheloso, desamparado
ante los misterios insondables en que rebulle. Podrá ser el "hombre
con una piel de menos" como dijo alguien refiriéndose a su hipersensibilidad;
pero por ello mismo es el mágico versonauta del misterio, el orífice
de su propia existencia abisal. Posee el poder, como el mismo Juan José
Soto expresa bellamente en su poema décimotercero, de ser una "sacra
espada alojada en la frente de la noche".
*Texto
leído el 11 de agosto del 2006 con motivo de la presentación del
poemario "Palabra sobre los abismos" de Juan José Soto en el
auditorio del Instituto Nacional de Cultura - Lambayeque (Perú)
CARLOS
BANCAYÁN LLONTOP, poeta, narrador y periodista peruano nacido en la
ciudad de Chiclayo, Perú en 1943.Ganador de los "Juegos Florales de
poesía - Universidad de Lambayeque" (1965); del concurso "Poeta
Joven de Chiclayo" (1966), así como del concurso de narración
organizado por la Unión de Escritores y Artistas Lambayecanos. Ha publicado
los poemarios "Poemas dispersos" (1975); "Sentidumbres: la costumbre
de sentir" (1979); "Pastor de colibríes" (1994) y el libro
de cuentos "Las formas" (1988) entre otros textos.
JUAN
JOSÉ SOTO BACIGALUPO (1965).
Nació el 3 de agosto de 1965 en el distrito de Barranco, Lima (Perú).
Estudió
Ciencias de la Comunicación en la Universidad San Martín de Porres
obteniendo el grado de Licenciado en Ciencias de la Comunicación y el título
profesional en la especialidad. Asimismo, egresó de la Escuela de Postgrado
de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la USMP cursando la Maestría
en Periodismo.
El autor ha publicado los poemarios: "Cárcel de
mi ojo" (1994), "Morada Diosa" (1997) y "Palabra sobre los
abismos".