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Apuntes y despuntes sobre La nueva novela
de Juan Luis Martínez

Andrés Urzúa de la Sotta

aurzuadelasotta@gmail.com

 



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Desconozco por qué, al menos hasta ahora, nadie ha reparado en el perro de La nueva novela. Se llama Sogol, y es el negativo de logos[1]. Su nombre es un problema que podría refractar algo de luz, o de sombra, sobre la obra de Juan Luis Martínez. Pero insisto, nadie hasta ahora se ha encargado de reflexionar acerca de él, y quizá no es necesario que alguien lo haga.

Sogol es un fox-terrier, el emblema de La nueva novela. Aparece pocas veces a lo largo de la obra, pero siempre está presente (o más bien aparece para desaparecer):

                        Antes que “Sogol”, su pequeño fox-terrier, desapareciera
                        en el séptimo peldaño de la escalera hacia el 2° piso,
                        él le había dicho: “- Cuidado viejo camarada mío,
                        por las ventanas de esta casa entre el tiempo,
                        por las puertas sale el espacio;
                        al menor descuido ya no escucharás las señales de ruta
                        y de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza (Martínez, La nueva novela                             137).           

 Pero aquello no es del todo cierto. Sogol (des)aparece también de modo implícito, sobre todo en los giros y vueltas contantes que se dan a lo largo de la obra. Sogol es el desorden de los sentidos al que alude La nueva novela: “el oído es un órgano al revés; sólo escucha el silencio” (108). Sogol es una transparencia que se observa a sí misma: “Si La Transparencia se observara a sí misma, ¿Qué observaría?” (40). Sogol es una casa que estuvo en el futuro y ya no existe: “La casa que construiremos mañana /ya está en el pasado y no existe” (90). Sogol es un lenguaje que comunica su incomunicación: “A través de su canto los pájaros /comunican una comunicación /en la que dicen que no dicen nada” (89).

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De los pocos o poquísimos teóricos que se han atrevido a abordar La nueva novela, me quedo, simultáneamente, con todos y con ninguno. Jaime Valdivieso, por ejemplo, acierta cuando se refiere al irracionalismo lógico de Juan Luis Martínez:

            Tal vez  en  la  tradición del pensamiento irracionalista, habría que distinguir entre la irracionalidad de los instintos, del inconsciente, la que corresponde al mundo del ocultismo: parapsicología, premoniciones, telepatía, hechos no sometidos a las leyes causales, y la que proviene del pensamiento lógico mismo al cuestionar su propia logicidad: es decir, una contra-lógica, una especie de lógica al revés a la cual llegan ciertas mentes hábilmente instrumentadas e inclinadas a la racionalidad, pero que a la vez la cuestionan desde sus raíces (Merodeos 54).

Pero acierta y se equivoca Valdivieso; o mejor dicho, la posibilidad del acierto no es una posibilidad: “Sinceramente, yo creo que hay que entender que no hay que entender mucho” (Martínez, Poemas del otro 105).

Lastra y Lihn o Lihn y Lastra, en cambio, advierten otras mareas que se encogen y se alargan en la costa de la escritura de Martínez.A título personalmente colectivo, ambos piensan La nueva novela como un “generador de espejismos” (Señales de ruta 9) y a su autor como un sujeto objetivo[2] que se alimenta, según dicen, “de todos los  campos en 1os que el lenguaje fragiliza 1os criterios de verdad y de realidad, por  encima de  la  presunción de verosimilitud” (Señales de ruta 10).

El mismo Lihn va a escribir una reseña, o más bien escribió una reseña años antes de la publicación de Señales de ruta, acerca del fracaso de escribir una nota sobre una obra tan inefable como La nueva novela:

            Desisto de la empresa de burlar la evasividad estratégica y táctica de La nueva novela y me excuso, por adelantado, de los esfuerzos que haga por describir este libro, remitiéndolo a sus posibles fuentes. Mejor sería limitarse a la presentación, a una indefinida presentación de lo indefinible; sólo que presentar lo indefinido es tanto o más   problemático que fracasar en el intento de su definición (El circo en llamas 177).

Por su parte, Eugenia Brito se refiere a la vertiente patafísica[3] de Martínez y al trabajo con la paradoja y con elementos propios de una tradición si no anómala, sí opositora a la lógica tradicional:

            me parece que Martínez inaugura la “escena literaria chilena”, que se va a caracterizar, como gesto motor, por el ímpetu realizado en desmontar el logos y la cadena de significantes que la moviliza. La forma de hacerlo en Martínez es la apelación a la patafísica, empleada por Jarry, Tardieu y otros. Forma de construir sentidos inesperados mediante la puesta en marcha de paradojas, preguntas que no tienen respuesta, puesto que toda explicación rendiría tributo a la lógica del “sentido”, causalista, binarista (Merodeos 16).

Carla Cordua, en su ensayo J. L. Martínez: Bloqueo Lírico y Desbloqueo, se pregunta acerca de la dificultad interpretativa que a un lector común se le puede generar al acercarse a La nueva novela, sobre todo por lo acostumbrado que está a un discurso y a una matriz lírica generalmente explícita:

            Por  lo general la relación del poeta con la poesía y con los receptores de ésta, no constituye para el lector lírico no profesional un enigma digno de cuestionarse  pues el poema ofrece todo lo que la ocasión precisa. En el caso del libro de Martínez, sin embargo,  por el desconcierto que no puede dejar de experimentar, su lector se verá asaltado por preguntas y enigmas sin solución (Merodeos 22).

En este sinsentido, sería posible pensar, siempre con una dosis de imprecisión, que todos los teóricos citados dudan de alguna manera acerca de La nueva novela. Más aún, no sólo dudan, sino que se muestran total o parcialmente desconcertados con la obra. Valdivieso se refiere a la lógica ilógica de Martínez; Lastra y Lihn hablan de los espejismos de La nueva novela; Brito alude a la patafísica y a las preguntas sin respuesta que plantea el autor; Cordua hace referencia al problema cognoscitivo para el lector; Lihn escribe una reseña en la que dice que no sabe qué decir.

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Sogol[4] aparece, además de la escena del poema citado en la primera parte del texto, en la página 81 de La nueva novela. Allí también marca su presencia, en consonancia con el autor, mediante su desaparición[5]. El poema se llama “Fox-terrier desaparece en la intersección de las Avenidas Gauss y Lobatchewsky”, y tiene un pie de página que dice: “Todas las calles son invisibles. Las visibles son falsas, aunque algunas visibles son la parte final de las invisibles” (81):

       Suponga que su perrito de raza Fox Terrier, de pelaje a manchas negras sobre fondo blanco y que obedece al nombre de “SOGOL”, se dirige por una avenida y al llegar a la esquina de la otra, desaparece súbitamente. AVERIGÜE DONDE Y COMO PUEDE VOLVER A ENCONTRARLO” (La nueva novela 81).  

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Una hipótesis de lectura posible acerca de La nueva novela es la imposibilidad de su lectura. Al igual que Lihn, es mejor admitir, por adelantado, el fracaso: “Me voy a permitir, entonces, la facilidad del fracaso y quede esta reseña, de ser así, como un simple llamado de atención sobre el libro de Juan Luis Martínez” (El circo en llamas 177). Porque al igual que en el poema “La desaparición de una familia”, en el cual sus habitantes van desapareciendo uno a uno, el sentido y las señales de ruta se van desmantelando a medida que el lector se adentra en la lectura: “el libro avanza hacia su propia destrucción, la poesía se ofrece como un juego de espejos que terminan trizándose” (Bisama 202). Y es que no podía ser de otra manera. Martínez desconfía de la palabra y del sentido, o tal vez no. Su caja de resonancias, ese generador de espejismos que es La nueva novela, carga con el nihilismo y la irónica esperanza de una época donde más que certezas hay sólo preguntas: “¿Qué es la realidad? ¿Cuál es la realidad?”[6].

 

 

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BIBLIOGRAFÍA

Bisama, Álvaro. Cien libros chilenos. Santiago: Ediciones B, 2008.
Fariña, Soledad y Hernández, Elvira ed. Merodeos en torno a la obra poética de Juan Luis Martínez. Santiago: Ediciones Intemperie: 2001.
Lihn, Enrique. El circo en llamas. Santiago: LOM, 1997.
Lihn, Enrique y Lastra, Pedro. Señales de ruta. Santiago de Chile: Ediciones Archivo 1987.
Martínez, Juan Luis. La nueva novela. Santiago de Chile: Ediciones Archivo, 1985.
______  Poemas del otro. Santiago: Ediciones UDP, 2003.
Martínez, Margarita tr. Patafísica. Epítomes, recetas, instrumentos & lecciones de aparato. Bs. Aires: Caja Negra Editores, 2009.

 

 

NOTAS

[1]Sogol es la palabra “logos” escrita al revés, es decir, de derecha a izquierda. En ese gesto de inversión lógica, es posible leer la lógica invertida y el temperamento lúdico de la escritura de Martínez, sobre todo al percibir que el conceptologosgriego, en tanto razonamiento o sentido, es desarticulado por el autor y puesto en duda, llevándolo a significar lo contrario o simplemente a no significar. Es decir, si “logos” es razón o sentido, “sogol” es la desmantelación de ese sentido.     

[2] En una entrevista concedida al poeta Erick Pohlhammer, la cual aparece en el libro Poemas del otro publicado por la UDP, Juan Luis Martínez dice: “Siempre trato de expresarme en forma muy objetiva para sensaciones subjetivas”. 

[3]La patafísicaes un saber inventado por Alfred Jarry a fines del siglo XIX, el que ha sido tradicionalmente entendido como la “ciencia de las soluciones imaginarias”. Jarry la define de la siguiente manera: “es la ciencia de lo que se sobreañade a la metafísica, sea en sí misma, sea fuera de ella, extendiéndose tan lejos de la metafísica como ésta se extiende más allá de la física”.  Asimismo, Rafael Cippolini, en el libro Patafísica. Epítomes, recetas, instrumentos & lecciones de aparato,señala que la tarea de la patafísica es, “antes de inteligir el mundo, la de destruirlo y hacerlo formulable de un modo distinto al acostumbrado”.

[4]Una idea para pensar el sentido del sin sentido de La nueva novela, sería tratar de encontrar el sentido de la inversión del “logos” y su transformación en “sogol”. Es decir, ¿qué representa la inversión del logos y por lo tanto del sentido? ¿Implica, por ejemplo, el sin sentido o más bien alude, como señala Valdivieso, a un contra-sentido? ¿Es lo mismo el sin sentido que el contra-sentido? ¿Al escribir la palabra “logos” al revés, ésta adquiere inmediatamente el significado de su antónimo? ¿Existe el antónimo de “logos”? ¿Existe el antónimo de “sentido” o de “razón”? ¿Cuál es la razón de la razón invertida? ¿Cuál es el sentido del sinsentido?

[5] En Señales de ruta, Lihn y Lastra advierten la actitud de Juan Luis Martínez como la de un “sujeto cero que se hace presente en su desaparición”.

[6] Aquellas preguntas aparecen en el reverso de la portada de La nueva novela.



 

 


 

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