Día
Mundial del Sida. Nunca he sido muy bueno para las matemáticas,
pero desde la primera vez que ví la imagen de un hombre cubierto por el
sarcoma de Kaposi, tuve el ferviente deseo de que la cantidad de aquellos que
sufrían por el Sida, pudiera luego descender. No quería que aquello
se convirtiera solamente en una cuestión de números. Sin embargo,
hacia mediados de los 90, era imposible no enumerar a los amigos caídos:
Fernando, Marco, Juan Carlos, Jorge, Juan Andrés, René, Edmundo,
Andrés, y tantos otros. No había que ser Einstein para observar
que las cifras iban en la dirección incorrecta. Han pasado 25 años,
llevamos 25 millones de muertos. 40 millones viven con el virus y las cifras crecen
y crecen. En que momento todo esto perdió su rumbo?
Quizás
porque muchos de los que luchaban tan valientemente en los primeros años
de la epidemia, ya han muerto. Otros, ya se han rendido ante la indiferencia.
Tras tantos años de lucha contra el Sida estamos en medio de una "fatiga"
ambiental respecto a la enfermedad. Por otro lado, la revolución de los
medicamentos ha permitido hacer más manejable esta enfermedad. La idea
de que no nos moriremos manana, ha creado un cierto clima de complacencia. Los
enfermos de Sida no se mueren pero están agónicos. No es mucho lo
que hay que celebrar, por lo tanto. Pero la contribución de cada ser humano
en el mundo en lucha contra el Sida, es algo que se debe elogiar enormemente.
Cualquiera que viva con el virus, o que cuide a alguién viviendo con el
virus, es un gran héroe en nuestros corazones. Jorge Marchant Lazcano.
Nueva York, 1 de diciembre de 2006. |