UNA VIDA PLENA
(“Del Espejo de La Memoria,” de Ernesto Livacic,
102 págs.
Bravo y Allende Editores. 2003)
Por Juan Mihovilovich
(escritor)
Cuando un hombre, en el umbral de su existencia, observa cómo
su vida se refracta cual caleidoscópio en una multiplicidad
de escenas, de acciones, omisiones y sensaciones, y enfrentado a ellas,
ése mismo hombre se pregunta y su respuesta llega quieta, llena
de mansedumbre, sabia, justa y tolerante, entonces se puede decir
que ése hombre está en paz consigo mismo, con los demás
y con Dios, cualquiera sea la imagen o idea que sobre Él se
tenga.
Pués bien, Ernesto Livacic es uno de esos raros indivíduos
que puede ver la multiplicación de su imagen en una retrospectiva,
paradójicamente, optimista y por tal, esperanzadora. Llegar
al umbral de su vida sabiendo que lo hecho es parte aún de
lo que resta es un mérito exclusivo –no excluyente- de los
espíritus grandes, de quienes asumen el transito existencial
como el paso necesario e ineludible hacia un estado de muerte aparente
que, ignorado y todo, se muestra aqui y ahora, como una suerte de
integración de lo absoluto, de la identificación profunda
y definitiva con el “ser,” que en este paso efímero, hemos
aprendido a construir, a conocer, a desentrañar, y del cual
nos despediremos un día, transitoriamente.
Si la vida es un contínuo, Ernesto Livacic debe sentirse -como
de hecho se percibe en este libro- satisfecho de haberla entregado
a los demás, porque de los demás también la recibió.
Lo que es una cualidad escasa en la existencia humana Livacic lo ha
evidenciado como posible y sabemos que, personalidades como la suya,
están predeterminadas a perdurar, no solo en un tiempo ocasionalmente
inhaprensible, sino en la memoria individual que se torna colectiva
cuando ideas, reflexiones y emotividades como la suya, logran trascender
el ámbito de lo cotidiano y se hacen nuestras, y siendo únicas,
nos pertenecen.
Una vida así, plena, honesta, auténtica e inteligentemente
vivida en la fraternidad hacia los otros, es una existencia perdurable:
recomienza en cada uno de quienes hemos tenido en suerte cruzar con
él nuestros destinos circunstanciales... para vivenciarnos,
comprendernos y aprender a no relativizarnos.