DE
MONSTRUOS Y BELLEZAS
Cuento.
Mosquito Comunicaciones 2007, 71 páginas.
Autor:
Diego Muñoz Valenzuela
Por
Juan Mihovilovich
Lo que distingue a un autor de otro
-u otros- no es, en definitiva, sólo la opción por los temas de
que trata. Al fin de cuentas la naturaleza humana no es demasiado original en
incursionar en nuevas perversiones, afanes de dominación o sometimiento
de unos en desmedro de los demás. Lo que sí resulta significativo
al momento de leer a un creador verdadero es la mirada con que desmitifica
su entorno, la manera
en que su visión de los seres y las cosas consigue remover nuestras fibras
íntimas y hacer relaciones con el mundo adyacente.
Ese mundo que
pareciéramos no ver, que ocurre y discurre a nuestro lado como si se tratara
de una realidad ajena, o si ni siquiera fuera una realidad de la que formamos
parte. La vida de los otros no es la nuestra, pareciera ser una premisa fácil,
acomodaticia, y esa constatación moderna nos escuda de sentirnos cómplices
por las atrocidades y desviaciones del espíritu humano.
Pues bien,
Diego Muñoz nos dice algo diametralmente opuesto. La "otredad"
nos importa o debiera importarnos en tanto somos parte de lo mismo. No hay otros
sin uno y la visión compartida de las miserias ajenas importa nuestras
propias miserias personales. Así la corrupción del mundo moderno
(Influencias, Premios Literarios, entre otros) no es una entelequia, sino
una realidad virtual a escala humana básica: la manipulación de
situaciones para beneficios personales resultaría verdaderamente humorística,
como de hecho se evidencia en esas narraciones, sino fuera porque detrás
de ellas discurre una ausencia absoluta de valores consustánciales a la
esencialidad individual.
Las alusiones alegóricas que cruzan varias
narraciones (De monstruos y bellezas, El gigante egoísta, Secuelas del
verdugo: el complot, Don Quijote 1 y 2, Logro de objetivos etc.) dan cuenta
de una agudeza e ingenio poco común en nuestras letras para desnudar en
pocas líneas la patética carencia de solidaridad trastocada por
"monstruos cotidianos" como la ambición desmedida, la avaricia
o el poder implacable que somete sin concesiones.
No existe, para nuestra
desgracia, un horizonte demasiado esperanzador: la tragicomedia de nuestro tiempo
pareciera ser una variante de la contraposición. Los sueños son
refracciones de nuestras propias contradicciones, de nuestros apetitos desmedidos,
de nuestra deserción de la vida simple donde los gestos "amables"
dieron paso al cálculo preciso, a la codicia sin retorno y a la deslealtad
como norma de vida.
Estos cuentos soportan en su parquedad y concisión
nuestra precariedad humana, la desgracia de contemplarnos a un espejo donde la
bella y la bestia se confunden según el ángulo o el momento.
En esta parábola del desencuentro subyace, sin embargo, la reflexiva
literatura de Diego Muñoz: es posible desentrañar lo que somos
por lo que no somos. Pareciera una constatación elemental, pero
que como especie hemos olvidado o pospuesto tras intereses mezquinos y circunstanciales.
Un
libro que nos rescata de la frivolidad mundanal, que nos desconcierta a veces
y nos sacude en otras. Que nos emociona o hace sonreír bajo el señuelo
mordaz o el sarcasmo, escrito con una pulcritud y llaneza que nos reconcilia con
la literatura de verdad.
Juan Mihovilovich
escritor
Curepto,
junio del 2007