ROSA
YAGAN
El último
eslabón
Autora: Patricia Stambuk
143 páginas. Edición
Patricia Stambuk- 2007
Por
Juan Mihovilovich
Curepto, julio 2007
Lakutaia
le kipa (Rosa Yagan) deletrea los signos del tiempo navegando en su chalana
por los canales de Karukinká (Tierra del Fuego) mientras avizora
como un lamento la extinción de una raza que fue dueña de islas,
fiordos, montañas, lagos y ríos sin otro título de dominio
que no fuera su vocación de vivir libremente.
Rosa Yagan, la última
de las descendientes del espíritu yagan, nos deletrea a través de
Patricia Stambuk un mundo hecho de mitos tan reales que parece imposible delimitarlos
de la fantasía.
Allí, donde el hombre blanco llegó ávido de saciar su sed
de riquezas y poder, ella nos habla de las vicisitudes ancestrales, de la forma
en que se conocía y amaba el entorno sirviéndose de plantas y animales,
respetados como parte de una necesidad común que hacía inoficioso
disociarlos.
La protagonista parece surgir de un primitivo cuento de hadas,
con una perspectiva cosmogónica que no permite desligarla del contexto
mítico: Rosa Yagan manifiesta su expresividad oral como dentro de una burbuja
concéntrica vivenciando un universo único, ingenuo a veces, y dotado
de una pureza primigenia siempre, que evoca la desaparición de una etnia
que pervive en sus sueños y recuerdos que - paradójicamente- no
son parte de un pasado cronológico, sino que constituyen su esencialidad
más recóndita.
Rosa Yagan es el estigma de la palabra que
hace perdurable el mito de "las naturalezas," y Watauineiwa -su
Dios "que ayuda y no castiga"- es parte de ella y su lenguaje como fruto
de una vida plena: allá lejos, en las costas de Karukinka, las
chalanas (canoas) se deslizan entre las marejadas premunidas de un tiempo
y un espacio existente en la mente y, sobre todo, en el corazón de una
anciana que nos muestra la inutilidad de las demarcaciones cronológicas.
Si no fuera por la obstinada presencia civilizadora que trajo las
enfermedades y vicios del futuro mundo moderno que hoy nos contamina hasta el
alma, la estirpe de Rosa quizás seguiría recorriendo el sur del
mundo alimentándose de bayas, cholgas, peces y guanacos necesarios.
Pero,
la historia siempre abomina de los pueblos originarios, siendo ella patrimonio
de quienes "descubren" y "conquistan." Entonces, Rosa Yagan
es el ensueño consciente que obliga a mirarnos desprovistos de ese afán
de dominio profano encubierto tras la mascarada de la civilización, la
evangelización y el progreso.
Rosa Yagan es esa conciencia individual
que se hace colectiva reclamando nuestro respeto por una existencia plagada de
mitos e imaginerías auténticas que configuraban su verdadera humanidad,
que no despreciaba el valor de las cosas animadas o inanimadas y hacía
de su presente la eternidad.
Patricia Stambuk ha logrado retrotraernos hacia
ese universo que porfiadamente nos hace un guiño desde las estrellas, y
ello es mérito innegable de su aguda sensibilidad y visión abarcadora.
Con seguridad Rosa Yagan pervive en la magia ancestral de lo imperecedero y su
palabra regresa a interpelarnos: quienes olvidan el origen difícilmente
tendrán futuro.
En este despuntar de siglo que consolida la depredación
planetaria, Rosa Yagan resulta un libro -de nuevo- imprescindible.