Juan
Mihovilovich, escritor y juez de Curepto
Las
dos aguas de Mihovilovich
Por
Eduardo Bravo Pezoa
Diario El Centro, Séptima
Región, 27 de agosto de 2006
La carrera de novelista le ganó a la
de magistrado; Juan Mihovilovich está a punto de lanzar un libro donde
su alter ego vagará durante tres días por el pueblo costero, dice,
“poseído por ciertas fuerzas desequilibrantes del punto de vista síquico”.
La ficción y la realidad se mezclan en un punto neurálgico de la
Región del Maule.
Los perros del juez, un
pastor alemán y dos collie, olfatean el aire del jardín primitivo
que rodea su casa barco en Curepto. Es el pueblo sin mar desde donde Juan Mihovilovich,
finalista del premio Herralde, autor de novelas y cuentos, se dispone a impartir
justicia, mallete en mano, pero sobre todo a escribir.
Es el juez de letras,
de garantía y familia del pueblo y está a punto de publicar “El
Contagio de la Locura”,
una especie de rebelión espiritual comandada por el retrato existencialista
de Kafka que vigila expectante desde lo alto de su biblioteca.
Tiene dos
hijos, Vania, dedicada a la fotografía, y Andrés, que integra la
banda punk “Los Revoltosos”, pero él vive solo, o mejor: con sus perros,
dedicándole tiempo a componer sus historias publicadas y premiadas en Chile
y el extranjero, una de ellas traducida al croata, su lengua de origen.
Al
juez le gusta la música clásica y sobre todo el jazz que es anarquía,
orden en el desorden, dice, aunque cree firmemente en la sincronicidad, y en que
el destino prepara una especie de hoja de ruta invisible donde los amigos o los
enemigos se juntan y se necesitan en algún instante.
“El universo
es así, dice el juez, tu miras al cielo y ves un despelote de estrellas
y sin embargo todo funciona perfecto”.
Lo mismo pasa con el jazz que está
presente en su última novela, no sonando, pero sí articulando los
espacios, saliendo desde adentro en razonable caos.
-
El contagio de la locura es autobiográfico…
- “Sí,
sí, tiene que ver con la autobiografía, pero es de ficción.
Hay elementos mezclados entre lo biográfico y lo ficcional…”.
-
¿Cómo enfrentas la vida en Curepto? Aquí nació Pedro
Antonio González, (el ebrio magnífico), escribió Hugo Correa,
al otro lado del río está Pablo de Rokha y Augusto Santelices. Tú
escribes desde un lugar especial. ¿Cómo defines este espacio vital?
-
“Para mí tiene una significación muy importante porque muchas de
las cosas que han variado el rumbo de mi vida en distintos aspectos, pero fundamentalmente
en el plano artístico, tiene que ver con el hecho de estar acá.
Acá decido dejar de escribir, y también volver a escribir… Hace
diez años que vivo acá”.
- Como juez
y como escritor…
- “En un momento determinado de tu vida personal
te cuestionas si tiene algún significado escribir, o si tendrá más
valor, simplemente, ser un juez de un lugar rural. Y tratar de hacer, dentro de
tus modestas posibilidades, algo concreto por la gente: entonces estaba esa dicotomía,
esa contraposición de por un lado ser juez y esa inquietud que se viene
arrastrando de que era niño, escribir”.
-
Y esta inquietud le ganó al juez…
- “Evidentemente que sí,
esa es mi vocación. Yo no partí siendo abogado, partí a los
13 ó 14 años siendo escritor. Entonces, cuando alguien me pregunta
eufemísticamente, ¿y tu hobbie como anda? Entonces yo le contesto,
¿cuál de los dos? Mi vocación es ser escritor, después
opté por ser juez, la vida me llevó por esos lugares, esas funciones”.
-
¿Cuándo decidiste autoexiliarte en el juzgado de letras de Curepto?
-
“En 1996, y fue una decisión bastante profunda, jamás me representé
ser juez de una ciudad grande. Se dieron las cosas de una manera casi, entre comillas,
mágica, justo había una vacante acá, fue la primera postulación
que hice y quedé. En realidad no es que uno deje de escribir, un escritor
real lo hace todo el tiempo, aún cuando estemos conversando estoy escribiendo.
Al menos para mí la literatura no es otra cosa que la expulsión
de muchas cosas interiores que van en distintas etapas de tu vida acumulándose”.
-
Eres como el alienígena de tu libro “Restos Mortales”, ¿eres un
poco como el cuento que cierra ese libro tuyo?
“Te llamó
la atención ese cuento... Si, eso tiene que ver con ese lapso prolongado
de tiempo de no haber escrito”.
- ¿Ese libro
es importante para ti, Restos Mortales?
“Si, porque indica mi regreso
a la literatura, y además por que tuvo un grado de repercusión,
auque sea mínimo. Como me dijo un amigo periodista de Concepción,
‘tú desgraciadamente nunca serás un escritor masivo’”.
-
Pero tus cuentos se dejan leer, son amables y al mismo tiempo van como el río
Mataquito en invierno, calmados, pero con muchas corrientes subterráneas.
Son peligrosos…
- “No son textos de difícil lectura, pero
si de difícil aprehensión. Es a partir de lo que ocurre desde adentro
hacia fuera como yo me conecto con el mundo, o que mis personajes se conectan
con el mundo. Si tu tienes una apertura personal a las dimensiones de lo conciente
o lo inconciente, vas a enganchar con esta literatura, pero en este mundo en que
todo es desechable mi amigo puede tener razón, no voy a ser un escritor
masivo, tampoco pretendo serlo. Me interesa un literatura que reflexione sobre
el mundo”.
EL
CONTAGIO DE LA LOCURA
Juan Mihovilovich viaja a Talca, a Santiago,
al extranjero, se mueve por la tierra, a veces como El Extranjero de Camus.
Se ha convertido en un coleccionista escrutador del presente: “La actitud o el
modo de caminar de un ser humano te indica más -a veces- que toda su historia
verbalizada. Los gestos dicen mucho”.
La conversación es pacífica
y se resume amablemente sobre una mesa bien servida y un ambiente lleno de libros.
Por las ventanas de la galería se mete el follaje de su bosque primitivo;
cuidadosamente hirsuto.
- ¿Y cómo
es tu mundo de juez rural; acá está lo duro, la tierra, lo salvaje?
¿Te encuentras con ese mundo en tus escritos?
- “Sí,
eso está -por ejemplo- en la novela que va a salir, El Contagio de la
locura. Es una especie de alter ego. Es un juez que durante tres días
de su vida recorre el pueblo poseído por ciertas fuerzas desequilibrantes
del punto de vista síquico”.
- El juez está
desequilibrado…
- “Si, pero tiene cierta lucidez respecto al desequilibrio.
Él sabe lo que está pasando, pero empieza a captar que el mundo
de su entorno está desquiciado. Eso no es ni más ni menos que lo
que pasa en una ciudad también mayor, porque en esa ciudad pequeña
también están representados los poderes que controlan el mundo igual
que en Nueva York o en Hong Kong.
Acá tienes un banco, una municipalidad,
una iglesia, un tribunal, ahí tienes el universo, ¿qué más
falta, el minimarket? Este es un pueblo de cinco mil habitantes, objetivando esa
realidad te das cuenta que son los mismos problemas que ocurren en otras parte
la diferencia es la escala mínima”.
Acá la dictadura del rostro
es fuerte. En Curepto te encuentras diez veces con la misma persona.
“Y llegas
diez veces a ver a las mismas personas en los tribunales. Tengo un trato cordial
con la gente pero no amistoso, porque no lo puedes tener en un pueblo pequeño
porque las cosas se confunden entre lo jurisdiccional y amistoso. Pero yo tengo
mucho cariño por la gente”.
- En El contagio
de la locura el juez es cuestionado… (en su rol de impartir justicia)
-
“Sí, el juez en el fondo es cuestionado en términos de si él
tiene como ser humano atributos para condenar a alguien. ¿Quién
es un ser humano para condenar a otra persona?, esto tiene que ver incluso con
un problema religioso o filosófico. Ese dilema surge cuando tú tienes
a alguien enfrente, y es que puede ser tú mismo: yo puedo estar ahí
el día de mañana porque todos somos potencialmente criminales de
acuerdo a las circunstancias.
Yo cuando digo eso, me quedan algunos jueces
mirando, ¿cómo? Pero si eso es relativo, en una situación.
¿Cuál es el primer instinto del ser humano? Es la sobrevivencia,
por sobre el amor incluso. Si tú llegas a una situación límite
puedes llegar a matar a alguien para sobrevivir tú, entonces claro, podrá
ser discutible si el estado de necesidad fue evitable, pero ese es otro punto”.
"LAS
COSAS SE DIERON ASÍ"
Recibe la visita
de sus hijos, de amigos y amigas, es un ser gregario Mihovilovich; no por nada
fue SEREMI de Justicia, columnista de este diario, y ha estado ampliamente ligado
al tema de los
derechos humanos.
En el verano de este año, el juez,
formando parte del grupo Newen de Curepto, se subió a una avioneta para
lanzar 5000 poemas sobre el pueblo. Los poemas fueron escritos por los niños
de escuelas básicas. La intención es realizar un libro con esos
poemas.
-¿...Vives solo?
-
"Las cosas se dieron así. La vocación literaria es una búsqueda
muy personal, egoísta en cierta forma, y que excluye un poco al resto porque
es tan fuerte la necesidad de comunicar tu mundo interior que el resto está
como un referente, pero eso no impide también las relaciones con la gente
que tienes que querer, a las que tienes que amar o tener relaciones de amistad.
Escribir es una de las actividades más solitarias que existen".
-
Pero estás con tus perros...
- "Huaquén es el
collie, y su nombre significa ladrido de zorro, juguetón, travieso; Calpún,
el pastor alemán, es polvo negro, y Millanlú, sol de oro. Calpún
y Huaquén son dos localidades de acá. Ellos llegaron conmigo a vivir
a Curepto. Supe que los necesitaba los busqué y los traje: tienen el equivalente
a 70 años. Los animales si son queridos te protegen, ven otros planos que
nosotros no vemos, purifican mucho el lugar donde estás y absorben en realidad
muchas cosas negativas tuyas".
-
Hace poco tuviste un tiempo de encierro para escribir...
- "Prácticamente
un mes y medio, hice uso de mis vacaciones y de unos días de permiso para
escribir `Golpes de referencia' (novela inédita). Es un libro que va al
pasado y vuelve al presente y es como la simultaneidad de las cosas.
Creo
que lo único que existe es el presente que tú vas reteniendo y que
transformas en memoria. Y eso tiene que ver con las casualidades aparentes de
la vida, con los vínculos interligados entre las personas que conoces y
que son importantes después. La historia comienza con el golpe de Estado,
pero es un dato también referencial.
Lo esencial de
la novela radica en que durante la vida personal un individuo tiene la capacdad
misteriosa de establecer unas cuantas relaciones cercanas, determinantes, que
por esos avatares del destino, se entrelazan, se conjugan, se buscan y tienden
a reproducir inter-relaciones, también unas pocas más, que deciden
la existencia humana... Es una novela de sensaciones, de impulsos vitales...".
Fotografías:
Héctor Labarca y Luis Casanova