Sangre
como la de Jorge Marchant Lazcano
Entrevista de Jorge Queirolo Bravo
Gran Valparaíso, 17
de Julio de 2006
En "Sangre
como la mía" el novelista ha querido observar la historia de los últimos
50 años vista desde la oscuridad, la distancia y el aislamiento de seres
tan frágiles como los homosexuales
- "Sangre
como la mía" es una novela cuya temática difiere de la
que se vio en tus otros libros. ¿A qué se debe esto? ¿Qué
fue lo que te inspiró a escribir una novela que en gran parte se basa en
el tema "gay"?
- Existían antecedentes de la temática
gay en anteriores trabajos míos. Concretamente en la novela corta "La
noche que nunca ha gestado el día", publicada el año 1982,
en donde se planteaba una turbia y ambigua relación entre un "lumpen"
porteño y un francés judío en el Valparaíso de los
años 40, durante la Segunda Guerra Mundial. De la misma forma el cuento
"Matar a la dama de las camelias" fue antologado en un volumen
de ficción latinoamericana gay en
San Francisco, junto a autores tan relevantes como Manuel Puig y Reinaldo Arenas.
Se trata entonces de una temática que aguardaba a la espera de una etapa
de mayor madurez. Los hechos históricos también tuvieron que ver
con la demora en abordar esta temática. Quise tener la suficiente distancia
para enfrentar un tema de por sí difícil, como es el Sida, y del
cual en la literatura latinoamericana existen pocos textos narrativos. El Sida,
en mi novela viene a ser una suerte de consecuencia inevitable, entendiendo que
los homosexuales fueron las primeras víctimas de esta catástrofe.
-
¿Hay algún mensaje implícito en tu libro? ¿Tratas
de decirle algo a la sociedad?
- Más que entregar un mensaje,
mi objetivo como narrador ha sido siempre contar una historia coherente, apasionante
y que nos hable del mundo en el que vivimos y de las personas que nos rodean.
Si en "Me parece que no somos felices" intenté descifrar
algunos códigos del ascenso de la clase media al poder en la época
de Arturo Alessandri, en "Sangre como la mía" he querido
observar la historia de los últimos cincuenta años vista desde la
oscuridad, la distancia y el aislamiento de seres tan frágiles como los
homosexuales. En los años cincuenta, cuando era un niño, de acuerdo
a ciertos textos de la narrativa chilena -Donoso, Lafourcade, Gertner, Valdivieso-
nuestro país y nuestra sociedad eran particularmente clasistas, intransigentes
y homofóbicos. Por ello, situar a mis protagonistas en este marco histórico
los hace parecer particularmente vulnerables y por eso mismo más entrañables.
Guardando las distancias, podrían estar tan solos como cualquier adolescente
de nuestro tiempo.
- Hablas de “homofobia” en la
década de los 50, pero ¿es que ahora ya no existe más? ¿Somos
más tolerantes en este nuevo milenio?
- No, y en términos
absolutos. Un psicólogo me confidenciaba que es fácil observar entre
sus pacientes que tras un aparente rostro de tolerancia, si se rasca la epidermis,
rápidamente se descubre al racista, al clasista, al homofóbico.
A mi juicio, más que homofobia, lo que podría existir entre nosotros
es ignorancia. Somos un pueblo tan aislado, que difícilmente tenemos la
capacidad de comprender la diversidad.
-¿No
será un contrasentido hablar de un pueblo aislado en el caso de Chile,
si en sociedades aparentemente tan integradas entre sí y además
altamente globalizadas, como las europeas o la norteamericana, también
se dan los mismos elementos racistas, clasistas y xenofóbicos?
-
Sin duda. En definitiva, no somos más que el reflejo de la eterna conducta
humana, pero estamos hablando de una novela y de una historia que en gran parte
transcurre en Chile y de ahí estos comentarios alusivos a nuestra sociedad.
Pesa también en nuestro país en forma majadera la constante vigilancia
de la Iglesia Católica y sus sacerdotes. Al menos en ese aspecto, en algunas
sociedades más civilizadas han logrado liberarse, incluidos los españoles,
principales culpables de la forzada evangelización que sufrimos.
-¿Crees
que tu libro puede ser bien recibido por algunos sectores muy conservadores o
católicos? ¿No serás una especie de demonio para ellos, considerando
que en el libro no los tratas muy bien y que de paso te burlas de la educación
privada?
- Fui parte de ese sistema de educación en épocas
muy rígidas. Crecí en un colegio católico en los años
50 y 60, con sacerdotes que le daban vuelta la espalda a la realidad y sólo
pretendían convertirnos en santos. La mayoría de sus alumnos no
teníamos posibilidades de llegar a serlo. Muy por el contrario, tal vez
aquello fue la gran frustración de nuestros educadores y en definitiva
el mayor triunfo de quienes nos estábamos educando. En lo referente a si
el libro va a ser bien recibido por los sectores conservadores o muy católicos,
debo decirte que no escribo pensando en los posibles lectores, aunque si los sectores
más reaccionarios agotaron edición tras edición del "Código
da Vinci", preferiría ser leído por un público más
libre, más diverso y más alternativo.
-¿Alguno
de los personajes que salen en el libro existió en la realidad?
-No
necesariamente. Se ha especulado en algunos medios acerca de la posibilidad de
mi parecido con ciertos personajes del libro, pero si bien tuve una infancia relativamente
parecida a la del joven reportero de la revista "Ecran", y me apasionó
el cine igual que a él, no soy necesariamente esa persona. Aunque me paso
algunas temporadas en Nueva York, tampoco soy por completo el chileno norteamericano
que narra a comienzos del siglo XXI. Pero debo decir que mi vida ha estado cruzada
por muchos seres que guardan alguna relación con mis personajes, pese a
lo cual sigo creyendo que la biografía del autor sólo interesa en
la medida de que ésta se convierta en un conjunto de sustanciosas páginas
de ficción.
-¿Tienes alguna otra
obra en mente o en etapa de producción? ¿Cómo viene tu futuro
literario?
-Creo que es aún un poco prematuro hablar de próximas
obras, cuando "Sangre como la mía" está recién
salida del horno. Pero entre mis lecturas se encuentra una antigua novela del
chileno Augusto D´Halmar titulada "Pasión y muerte del cura
Deusto", caso extraño en las páginas chilenas, por cuanto
es un relato sobre un sacerdote homosexual publicado en España en los años
20. Me atrae la idea de ficcionar acerca de las circunstancias en que nuestro
primer Premio Nacional de Literatura crea esa obra muy al estilo de David Lodge,
escribiendo sobre Henry James.
-Nuevamente estás
pensando en una obra que se relaciona negativamente con la Iglesia Católica,
¿no temes que te excomulguen?
-¿Qué se puede
responder a eso? Pensándolo bien te voy a responder con un texto sacado
de la propia novela: "A la Iglesia no se le puede pedir lo que ésta
no puede aceptar, dicen claramente los sacerdotes, y por lo tanto es su deber
rechazar todo lo que viole las leyes naturales." Para mí, como para
mis personajes literarios, es completamente inadmisible considerarse católico
cuando el Vaticano sigue rechazando la utilización de preservativos para
combatir el Sida.
- ¿Cuál es el motivo
por el que le pusiste "Sangre como la mía" al libro? ¿De
dónde proviene el nombre? La duda acerca del nombre quedó flotando
en mi mente porque no lo pude relacionar directamente con el contenido.
-
La cita es una línea de un poema de Walt Whitman, precisamente de los poemas
"Calamus", que son considerados los más homoeróticos de
su poesía. La idea de la sangre nos remite a la descendencia. Ésta
es una novela que nos habla de las rupturas de una familia y la sangre también
puede remitirnos a la muerte. Esta novela también habla de transmisión
de una enfermedad mortal (Sida). Claramente están los dos elementos.
-
¿Tuviste que investigar mucho sobre el Sida para este libro? En los agradecimientos
están dos instituciones que se relacionan con la enfermedad.
-La
posibilidad de escribir en Nueva York me permitió contactarme con instituciones
como Gay Men´s Health Crisis, que es una organización sin fines de
lucro que fue creada a comienzos de los años 80 como soporte anímico
y económico de los gay que morían como moscas. La institución,
que ocupa un edificio completo en pleno barrio de Chelsea, provee hoy ayuda especialmente
a latinos, mujeres y afroamericanos, que son los nuevos portadores masivos de
la enfermedad. De igual forma fue de gran ayuda la enorme cantidad de literatura
sobre el tema que se ha escrito en los Estados Unidos.