LA
AUTORIDAD PARA ESCRIBIR
(Sobre
"Una mujer difícil" de John Irving.)
Por
Jorge Marchant Lazcano, desde Nueva York
Debo
reconocerlo. Es mi primer Irving. No he comenzado por "El mundo según
Garp", sino por la edición en español de "A widow for
one year" (traducida como "Una mujer difícil") que encontré
este otoño en Barnes&Noble.
John Irving parece ser un escritor
con suerte dentro del mercado hispano. No es fácil encontrar novelas interesantes
de autores norteamericanos en los escaparates de Nueva York. Y "Una mujer
difícil" ya va en su décimo séptima edición.
Como suelo recorrer con cierta frecuencia los distintos locales de esta
gran cadena, ya sé que siempre encontraré lo mismo. Mucha Isabel
Allende y algunas escritoras hispanas insufribles, pero nada de Paul Auster, ni
menos de McCarthy, ni de Roth, ni de Updike, ni de Ford. Pareciera
que el reponedor de libros en español no tuviera conocimiento de la mejor
ficción en los últimos 25 años de acuerdo al New York Times
Book Review, aunque ni Irving ni Auster hayan aparecido en la famosa lista. Yo
por mi parte me sentía afortunado de haber encontrado la edición
negra de Tusquets en Barnes&Noble. Hasta que una de estas últimas tardes
en Nueva York, antes de regresar a Chile, en este invierno que no parece invierno
por las casi cálidas temperaturas, bajé al sótano de Strand,
la librería de segunda mano que se precia de tener 18 millas de libros.
Allí, en interminables pasillos repletos con libros y libros que no han
tenido una primera oportunidad sobre la tierra, (algo así como el infierno
para cualquier escritor), en un miserable rincón con obras en español,
había otro ejemplar de "Una mujer difícil", en la misma
edición de Tusquets, impecable, y 15 dólares más barata que
en Barnes&Noble. Como la novela me ha tenido subyugado durante muchos días
de lectura, pensé que aquello tenía que ver con el destino en medio
de una de las innumerables historias narradas por el mismo Irving. Podría
haberle sucedido a uno de sus personajes, el policía holandés, por
ejemplo, buscando una novela de Ruth Cole, la protagonista de "Una mujer
difícil".
En fin, ya sabemos que la verosimilitud de la que
se ufana John Irving, se consigue por la acumulación de detalles.
"Las
novelas tienen que ser más verosímiles que la vida real para que
funcionen" le ha dicho Irving a Rodrigo Fresan, fan número uno, y
pone luego como ejemplo la imposibilidad de que Ronald Reagan o George W. Bush
funcionen como personajes de ficción porque nadie se los creería.
El ejemplo es un poco inútil porque los personajes de John Irving no son
torpes ni se quedan en la memoria del lector con las características innobles
de aquel par de republicanos siniestros, y de seguro, poco letrados. Por el contrario,
"Una mujer difícil" (que lamentable título en español!)
contiene al menos un sexteto de personajes entrañables, todos relacionados
con el mundo de los libros. Son personajes con los que quisiéramos vivir,
y a los cuales luego nos cuesta abandonar.
A la cabeza, por cierto, Marion
Cole aunque sale de la novela en la página 202 y no vuelve a entrar hasta
350 páginas más adelante. Pero se queda con nosotros a través
de la memoria de su hija Ruth, a la que abandonó a los cuatro años,
y de Eddie O'Hare, su joven amante. Todo comienza en 1958, durante un verano en
los Hamptons, donde veranea la gente más o menos rica de Nueva York. Ted
Cole, el marido de Marion, es un popular escritor de cuentos infantiles, pero
no califica precisamente como uno de los personajes más encantadores. Como
se lo pasa borracho no puede manejar y ha contratado a un joven estudiante de
su misma universidad, para que maneje el auto, aunque Eddie O'Hare piensa que
junto a Cole aprenderá, de alguna forma, el oficio de escritor. Si algo
aprende Eddie ese verano es a conocer intensamente a Marion, una mujer 23 años
mayor que él, la cual lo marcará de por vida.
Ya nunca más
Eddie podrá amar a una mujer menor. Esta primera parte, lejos la más
intensa y relevante, narra lo que sucede ese verano, con ciertos atisbos a lo
que será el destino de aquel grupo. Marion está herida de muerte
por una tragedia de la que no puede recuperarse: el accidente automovilístico
que le costó la vida a sus dos hijos adolescentes. Consciente de que no
podrá superar nunca ese dolor, y por ello mismo le hará mucho daño
a Ruth, la hija que engendraron casi como compensación, decide abandonarlos.
Se llevará consigo las numerosas fotografías enmarcadas de los dos
muchachos, que cuelgan por toda la casa de Long Island, dejando apenas los ganchos
vacíos.
La novela se convierte luego en la historia de Ruth, 32
años después, cuando ya es una novelista
exitosa, pero una mujer
"difícil", esquiva, con una pésima relación con
los hombres, a cuya cabeza se encuentra el propio padre. Es en esta parte de la
novela cuando la verosimilitud invocada exige largos tramos inútiles, aunque
absolutamente perdonables de acuerdo con el rumbo de los acontecimientos. También
Eddie es un novelista, pero sin el éxito de Ruth, aunque parece innecesaria
la larga secuencia con que Irving lo redefine como un hombre perdido por la ausencia
de Marion. Y hay luego una sub-trama, casi otra novela dentro de la novela, cuando
Ruth Cole viaja a Amsterdam a presentar su más reciente obra y se complica
con la trama de su próximo trabajo. "Una novela siempre es más
complicada de lo que parece al principio" escribe Irving, y es lo que le
sucederá a Ruth Cole siguiendo a una prostituta holandesa por las calles
del barrio chino de Amsterdam, mientras Harry Hoekstra, un policía holandés
a punto de jubilarse y gran lector de novelas, sigue a su vez a Ruth por las calles
de su distrito. Tanto el policía como la prostituta son personajes importantísimos
aunque al enfrentarlos por primera vez, parecieran caracteres secundarios.
No en vano, dicen que John Irving ha recibido la influencia de los grandes
maestros europeos del siglo XIX. Un Dickens, de seguro, un Balzac, un Wilkie Collins,
por que no? "No se sienten atraídos todos los escritores por los finales?"
escribe Irving. La novela se va cerrando paso a paso, meticulosamente, en las
sucesivas sub-tramas, hasta centrarse en lo que tanto Ruth como Eddie, (y nosotros,
por Dios!), han esperado por más de treinta años. Marion también
convertida en escritora con seudónimo, exiliada en Canadá, hará
su última entrada triunfal, para que todo este mundo ficticio y emocionante
encuentre cierto orden. El genial orden que le permite a John Irving seguir esas
vidas. O como le sucedió a Eddie O'Hare en los primeros tramos de la novela,
"si el ayudante de escritor se había convertido en escritor, era Marion
quien le había dado la voz. Si cuando había estado entre sus brazos,
en su cama, dentro de ella, sintió por primera vez que era casi un hombre,
perderla era lo que le proporcionaba algo que decir. La idea de vivir sin Marion
era lo que le daba a Eddie O'Hare la autoridad para escribir." Que duda cabe.
John Irving tiene también ese enorme poder.