"Milico",
de José Miguel Varas
Entre
la autobiografía y la novela
Por
Ignacio Valente
Revista
de Librosde El Mercurio, Domingo 12 de Agosto de 2007.
Una
mediana información local bastará al lector chileno para darse cuenta
del elemento autobiográfico y documentalista que domina este relato, dejando
un espacio menor a la ficción narrativa. En parte por este motivo -por
insuficiente catarsis-, el primer sentimiento que despierta su lectura es el respeto
por la gran dignidad del dolor que aquí se consigna. El tono neutral -entre
lacónico y estoico- con que el protagonista y frecuente narrador habla
de sí mismo y de su militancia
de izquierda, al poner en sordina el carácter casi épico de su odisea,
no hace sino potenciar aquel sentimiento, a la par que favorece su apreciación
literaria.
Las tres partes de la novela dividen con claridad el argumento.
La primera aborda el conflicto familiar entre el hijo comunista y el padre milico,
quien fallece en la víspera del 11 de septiembre. La segunda parte narra
la militancia clandestina del hijo desde esa fecha, a través de su trabajo
como periodista radial. Y la tercera relata su misión en Radio Moscú
y su ulterior regreso a Chile. La denuncia de las tropelías de la DINA
toma su fuerza de los mismos hechos que cuenta, pues el tono narrativo es también
aquí la concisión, la austeridad, la ausencia de dramatismo verbal:
el tono justo y eficaz, tanto en lo literario como en lo moral.
Aunque nada
supiera yo del autor y de sus vicisitudes, creo que detectaría su dimensión
autobiográfica y documental por simples criterios (formales) de lectura
del texto, al menos en la línea gruesa. El dilema de si acaso "esto
sucedió" o "es ficción" me tiene sin cuidado, como
ocurre a cualquier crítico que intente excluir de su juicio los criterios
extraliterarios. Pero esta novela tiene la particularidad de plantearnos esa dualidad,
lo queramos o no, por su mero lenguaje narrativo.
Ya C. S. Lewis observó
que uno lee de manera distinta según sepa que se trata de ficción
o de hechos que sucedieron (memoria, crónica, etc.). Yo he tratado de leer
Milico sin prejuicios al respecto, tal como el texto se me daba -en lo
posible-, y creo que ha prevalecido en mí la lectura de lo autobiográfico
y de lo documental, de la "vida de Varas", de un informe Rettig, de
alto reportaje, etc. Tengo la sensación de que algunos eventos están
consignados aquí "porque sucedieron", y que no se han fundido
en la escritura novelística: su lastre de facticidad ha limitado los vuelos
de la imaginación creadora. No echo de menos la ficción en sí
(por lo demás, imposible de detectar en el detalle), sino el poder verbal
de la fantasía transfiguradora. En esos casos no me he sentido delante
de "la verdad de las mentiras" de una novela, sino ante esa otra realidad
de hecho que -lo confieso- me ha interesado menos como literatura, y esto por
mucho que Varas sea también un excelente cronista. El problema es la unidad
de estilo del conjunto.
No se piense por lo dicho que al texto le falta
una hábil estructura formal. Al contrario, el quiebre de los tiempos lineales
y la alternancia de los distintos hablantes están sujetos a una cuidadosa
construcción. Y elijo solamente estas dos formalidades obvias como muestra.
La cronología se rompe con frecuencia a través de flashbacks. Hay
partes narradas en tercera persona, otras en la primera persona del protagonista,
y todavía aquellas que Varas llama literalmente "otras voces",
de personajes laterales en supuestos diálogos que a la postre son largos
monólogos, y cuyo lenguaje es el propio de cada personaje según
su condición cultural y su idiosincrasia personal. La secuencia está
bien montada. La prosa es la de siempre en Varas: directa, funcional, apretada,
sencilla. Los diálogos son vivos, y es fino el dibujo de los caracteres,
sobre todo los del grupo familiar (excelentes el padre y la hermana); los demás
tienden a ser emblemáticos.
Si yo me limito a contar mi propia lectura
de Milico, diré que casi siempre logró captar mi interés,
sobre todo en esos pasajes que pude leer como novela a secas, y un tanto menos
-o de otra manera- cuando entre líneas divisaba los hechos no transfigurados
de una historia personal, social y política, es decir, cuando percibía
las costuras de la dualidad formal que marca este texto. Pero en materia de híbridos,
de subgéneros y de combinaciones no hay nada escrito: las convenciones
de la lectura tienen la palabra. En cualquier caso, vale la pena que el lector
haga la prueba, por la fuerza misma de los acontecimientos narrados, por la amenidad
de tanto diálogo y anécdota, y -no en último término-
por la entereza moral de sus denuncias.
MILICO
José
Miguel Varas
Lom, Santiago, 2007
368 páginas