“La estrategia de Criminal
es convertirse en un libro inmoral si por ello se entiende, como decía
Oscar Wilde, un libro que explica al mundo su propia vergüenza”
Entrevistamos a Jaime Pinos (1970) autor de la novela “Los
Bigotes de Mustafá” (1997), y
uno de los editores de la editorial Calabaza del Diablo; el motivo,
su primer libro de poesía “Criminal” (Calabaza del Diablo,
2003). Pero antes de ir con la conversación reproduciremos
el primer poema que inaugura este libro, una joya afilada que nos
sitúa de inmediato en un desmantelamiento lírico, abriéndose
a la furia escatológica de los resentimientos.
Roberto Martínez, El Tila, es el sujeto o medio de este poemario,
que entronca la serie de registros que a puntan a demostrar el desastre
político-social del que todos somos parte. Una sociedad con
una de las tazas más altas de consumo de antidepresivos en
el mundo y con una de las peores distribuciones del ingreso de Sudamérica.
El estado mental de un país que Jaime Pinos desentraña
por medio del Tila su más escalofriante síntoma. No
con poca maestría, el autor organiza los discursos (mediáticos,
médicos, policiales, etc) que se intercalan con el objeto de
tejer e iluminar lo representado, “una gangrena que ha ganado todo
el cuerpo, un cáncer que ya no puede extirparse, una piedra
imposible de extraer”, dice el autor en el poema “Informe Psiquiátrico”.
Jaime Pinos digámoslo, ha saltado a la vereda de al frente,
de la novela a la poesía y ha entrado con pie firme; para muestra,
este botón:
Discurso del acecho
Soy el que acecha.
El que anda por ahí,
merodeando,
agazapado entre las sombras,
oculto en lo más profundo de la noche.
Ansioso por iniciar las ceremonias de la cacería,
la profanación de todo lo que, para ellos , es
sagrado.
La ley.
La propiedad.
El dinero.
La decencia.
El buen nombre de las buenas familias.
Para evadirse de mí,
ellos han acumulado
rejas, alarmas, dispositivos,
guardias a contrata y policía regular,
armas, celdas de castigo, picanas eléctricas.
Mucha propaganda incitando
........................ el odio
de clase y la paranoia.
Pero no les servirá de nada.
A mí,
el Gran Violador,
el que vino a perturbar el sueño, nunca más tranquilo,
.....................................
de las niñas inocentes,
el monstruo,
no podrán detenerme.
Aunque el cerco se cierre
y llegue a su final este doble juego en el que soy
........................................
el cazador y la presa,
ellos no podrán eludirme.
Yo soy el que acecha.
Yo soy su miedo.
Jaime, voy a iniciar este diálogo con la etapa de composición
de Criminal ¿Cuál fue la estrategia textual para escribir
este libro?
Anterior a cualquier estrategia fue la conmoción ante una historia
de vida y de muerte como la de Roberto Martínez y su poder
metafórico respecto a la sociedad en que vivimos. El texto
fue iniciado el día siguiente de su suicidio y respondió
a los imperativos de cierta comprensión de la escritura, bien
resumida en estos versos de Lihn: La realidad es el único
libro que nos hace sufrir/ La realidad es la única película
que nos quita el sueño. En cuanto al tono, la opción
por un verso preciso y despojado es parte de un esfuerzo por presentar
esta trama sangrienta sin estilizaciones de ninguna especie. En términos
epistémicos, el punto de vista es comprender antes que juzgar.
Finalmente, podría decirse que la estrategia de Criminal
es convertirse en un libro inmoral si por ello se entiende, como decía
Oscar Wilde, un libro que explica al mundo su propia vergüenza.
El poema que inaugura Criminal es algo así como un arte
poética del crimen ¿Cuáles son las analogías
sociales que se desmontan a partir de este texto?
En cuanto al personaje, Criminal es el retrato de El Tila pero
también de muchos otros que vendrán y cuya historia
no necesariamente alcanzará notoriedad pública. Los
hijos de la miseria y de la violencia que, frente al apartheid social
que les impone este país, difícilmente tendrán
otra alternativa que ser carne de más miseria y más
violencia. En ese contexto, la delincuencia y el crimen constituyen
para muchos de ellos no sólo parte del paisaje cotidiano, sino
una forma de desafío y de revancha. En cuanto a la época,
el texto intenta establecer la descripción de una sociedad
que funciona en base a la dramática segregación de sus
habitantes en guetos de clase. Una sociedad cuyo miedo es el negocio
millonario de consorcios mediáticos e intereses políticos
más o menos ocultos, comprometidos con la instalación
de un estado de vigilancia permanente sobre los ciudadanos. Pronto
se impondrá, como en la gigantesca colonia penal que es EEUU,
la privatización de las cárceles. Con ello el círculo
de la ocupación policíaca de la vida estará cerrado.
En su libro Ningún lugar sagrado acabo de leer un relato
espeluznante del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa al respecto.
¿Cómo interactúan la multiplicidad de registros
en esta escritura?
Me interesa explorar el cruce de géneros y registros más
allá de cualquier definición convencional. A su manera
este libro puede ser leído como un poema largo, una novela
corta o un relato documental. Este carácter híbrido
del texto fue registrado por la crítica. Patricia Espinosa
habló de conjunto poético narrativo, Alejandro Zambra
de raro volumen de poemas. Me interesa explorar todo tipo de desplazamientos,
ocupar toda clase de recursos. Creo que hay una saludable tendencia
entre los poetas jóvenes a despercudirse de prejuicios e intentar
la integración de elementos no sólo textuales, sino
plásticos y escénicos como la performance. En mi opinión,
esta dimensión es fundamental para dinamizar la propia definición
de lo poético y dar cuenta de realidades nuevas. Y cumplir
con lo que Juarroz define como la tarea de la poesía: Sacar
la palabra del lugar de la palabra/ponerla en el lugar de lo que no
habla.
¿Cuál es el predominio estético tras el entrecruzamiento
discursivo de Criminal? ¿Y cómo se organizan los elementos
de representación ideológica de este sujeto?
En cuanto a lo estético, la filiación de Criminal
sería la de aquella escritura que se comprende a sí
misma, como resumen estos versos de Gianuzzi: Continuidad de una misma
combustión/que mueve, mezcla y enlaza/crimen, poesía
y hambre. No hay que escarbar demasiado en la historia real de la
literatura, chilena o universal, para darse cuenta de que muchos de
sus grandes libros fueron escritos en medio de esa encrucijada. Respecto
a las representaciones ideológicas, el libro intenta iluminar
los mecanismos con que opera la construcción social de la realidad.
O, más precisamente, la lógica interna del poder hecho
Espectáculo. La gigantesca maquinaria mediática que,
cumpliendo su tarea de establecer para las masas lo que es o no verdadero
o existente (y nada existe fuera del Espectáculo) lo mismo
se alimenta del héroe deportivo, la estrella de la farándula
o el criminal de la crónica roja.
A la hora de llevar a Criminal a la estantería, ¿cerca
de qué libros habría que ponerlo?
Voy a acotarme a la literatura chilena porque de lo contrario
la lista podría ser demasiado larga. Algunos libros: La
aparición de la virgen y El Paseo Ahumada de Lihn,
Hijo de ladrón de Manuel Rojas, Eloy de Carlos
Droguett. Otros autores: Cuevas, Millán, Berenguer, Díaz
Eterovic en el ámbito de la novela negra. Entre los poetas
más cercanos en edad, la llamada generación del 87:
Sergio Parra y Víctor Hugo Díaz. En fin, ahora que lo
pienso, creo que esta lista también sería demasiado
larga.
¿Qué opinas de la representación del sujeto
ideológico que utiliza Bruno Vidal en su poesía? ¿Y
de qué poéticas actuales te sientes más lejano?
En mi opinión, hoy por hoy, Vidal es uno de los poetas
más interesantes que hay en Chile. Su poesía, definida
por él mismo en Libro de Guardia como una de las obras
más singulares de la poesía chilena de los últimos
decenios, ha sido recepcionada en algunos círculos con una
mezcla de histeria y desatención. Histeria ante un personaje
que urde la peor de las provocaciones: la encarnación del mal.
Desatención frente a una poesía cuya estrategia no pasa
por el lugar gastado de la denuncia sino por comprender el Autoritarismo
Chileno desde el lugar más difícil, desde adentro: tarea
gigantesca esa de desmontarles el significante. En cuanto a las poéticas
lejanas, la verdad es que prefiero concentrarme en aquellas que realmente
me interesan, ya sea por afinidad o por diferencia. De cualquier forma,
trato de mantenerme leyendo libre de sectarismos o prejuicios.
Como uno de los editores del sello editorial de Calabaza del Diablo
¿Qué piensas del trabajo de las editoriales actuales?
Pienso en Quimantú, El Temple, Al Margen, Quid, por ejemplo.
¿Y cuál es la fórmula ideal (si es que la hay)
de los sistemas de producción pequeños para que no pierdan
su vitalidad y puedan seguir multiplicándose?
Conozco el buen trabajo de esas editoriales que considero parte
de una escena independiente cuya existencia es vital para nuestra
literatura. Un espacio que, aún en la precariedad que impone
a cualquier proyecto de este tipo la selva neoliberal, preserva a
la literatura de diluirse en la trivialidad, de desaparecer ahogada
en el tráfico frío de las mercancías. Es ese
espacio el que puede y debe asumir el riesgo de dar expresión
a la literatura chilena, si es que algo así existe o existió
alguna vez, de abrir camino a sus búsquedas, de conquistar
o inventar a sus lectores. No lo harán las filiales nacionales
de los grandes consorcios de la edición, más preocupados
de las ventas que de la calidad de los textos. Lamentablemente, más
allá del trabajo, la persistencia y cierto espíritu
guerrillero, no hay fórmulas que aseguren la supervivencia.
Por el contrario, habría que ir juntando convicción
y ganas: vienen tiempos difíciles, decía Jorge Herralde
en una entrevista reciente, previniendo a los editores jóvenes.
Por último, ¿cuáles son los proyectos para
este año del sello editorial y tus proyectos personales en
términos literarios?
Hay varios proyectos. Entre los libros que aparecerán próximamente:
poesía de José María Memet y de un poeta de Puerto
Natales, muy bueno, llamado Hugo Vera. En narrativa viene una novela
de Marcelo Mellado. En cuanto a los proyectos personales, trabajo
en un libro de poesía sobre Santiago. Se llama 80 días
y es parte de un proyecto más grande que involucra la fotografía
de Alexis Díaz y una versión de los textos en vivo junto
al piano del jazzista Carlos Silva.